El poder de la piel
( parte 3)
En el aparador de una elegante tienda yacĂa un maniquĂ luciendo un lindo vestido color carmesĂ, Ana llevaba ya un par de minutos observándolo detenidamente, sin percatarse de absolutamente nada a su alrededor.
En un parpadeo, cual sombra LucĂa apareciĂł parada junto a Ana.
- ¿Acaso no es lindo? — Dijo Ana soltando un largo suspiro, como cuando se está enamorado y aunque sea un secreto incluso para la persona que amamos, nuestros suspiros terminan por delatarnos.
- Si, vaya que lo es. ÂżTe gusta? — Pregunto LucĂa mientras observaba de reojo la mirada dulce y enamorada de Ana.
- No, no me gusta, lo adoro. — Mientras un extraño escalofriĂł le recorrĂa el cuello.
- Pues deja de mirarlo de esa manera, querida y pruébatelo.
Al escuchar esas palabras los nervios y la duda la invadieron, era a caso que por primera vez en su vida, podrĂa lucir uno de aquellos vestidos de alta costura, siempre habĂa envidiado a todas esas mujeres sofisticadas y con hermosa figura, que lucĂan con gran elegancia frente a los reflectores de la prensa.
- Vamos Ana sĂgueme es por aquĂ.- Indicándole con la mano derecha el camino al interior de la tienda.
Dentro de la tienda yacĂan una cantidad inmensa de vestidos, accesorios y tantas cosas que Ana pensĂł jamás podrĂan estar a su alcance, eran tan solo fantasĂas intimidas a la medianoche. Pero aun y con tantos vestidos hermosos a la vista, Ana seguĂa abrumada por aquel y Ăşnico vestido rojo.
LucĂa se acerco a la dependienta, una mujer mayor y rubia con unos ojos azul grisáceo impresionantes. — Disculpe señorita mi amiga gusta probarse uno de sus vestidos, si es tan amable.- La mujer se ruborizo ante dicho halago de llamarla señorita.
- ¿Con gusto señorita, disculpe cual de todos los vestidos?
- El rojo en el aparador, si es tan amable.
- Disculpe, el vestido que luce puesto el maniquà es el único que tenemos de ese diseño, no sé si haya algún inconveniente.
- No hay ningĂşn inconveniente.- Dijo Ana de pronto, sin haber pronunciado palabra alguna desde que habĂa entrado a la tienda.
- Si le parece a la señorita podemos hacer un descuento, por ser un vestido de exhibición.
- Si a Ana le parece probárselo, el costo no es precisamente un problema, gracias de cualquier manera.- Replico amablemente LucĂa.
Ana sonriĂł con cierta emociĂłn y asintiĂł con la cabeza mientras observaba embelesada el vestido.
LucĂa hizo una seña con la cabeza indicándole a su vez a la dependienta que trajera el vestido y condujera a Ana a los vestidores. En el interior del vestidor todo resultaba demasiado elegante y acogedor, cada detalle y textura parecĂan hechos con el mejor de los gustos. Ana se dispuso entonces a probarse el vestido, lo hizo con tal cuidado que parecĂa temer que en cualquier momento el vestido se desintegrarĂa y despertarĂa entonces de aquel confortable sueño. DespuĂ©s de pasados unos minutos logro entrar a perfecciĂłn en el, ajustando con paciencia un fino cierre que se apreciaba sutilmente en la espalda.
El espejo revelĂł algo que incluso para Ana resultaba una gran sorpresa, en ella existĂan las mas provocativas y hermosas curvas, jamás en su vida ni en tantas ocasiones al verse desnuda frente al espejo en casa despuĂ©s de haberse dado una ducha habĂa logrado darse cuenta que lucĂa un cuerpo hermoso y envidiable, no se trataba de una mujer voluptuosa y exuberante sino de aquella belleza oculta en una mujer sencilla y linda. Tal revelaciĂłn la hizo sonrojar, algo nuevo despertaba dentro de sĂ, una Ana que ni ella misma conocĂa, una mujer hermosa y elegante.
SofĂa se mostraba impaciente al darse cuenta de que en el reloj eran más de las 10 de la noche y Ana aun no aparecĂa. Le desconcertaba demasiado su ausencia, Ana jamás faltaba a una cita con un cliente, además Ana no era precisamente de esas personas que acostumbran a salir mucho de casa y regresar a altas horas de la noche.
El reloj de la sala marco las 11 cuando Ana entro de pronto por la puerta principal de la casa, SofĂa se dirigiĂł apresuradamente a la puerta al escucharla entrar a su hermana.
- Donde has estado todo el dĂa Ana, me tenias muy preocupada.
- ¡De compras, en la ciudad! — Dijo casi con un grito de euforia reprimida y nerviosa.
- ÂżDe compras? — Replico SofĂa con extrañeza.
- Si, muchos vestidos lindos, zapatillas, accesorios…- Recitaba Ana mientras colocaba todo sobre el sillón de la sala y se lo mostraba orgullosa.
- ÂżTodas esas cosas Ana? Pero que pasa contigo de donde sacaste tanto dinero?, si apenas y nos alcanza para subsistir.
- Una nueva amiga que eh hecho, es una chica muy divertida y elegante, de hecho la conociste el otro dĂa.
- ¿De que hablas Ana?. — Replico esta vez con desconcierto.
- Lucia, la chica que nos visito hace dĂas, la cliente.
- ¿E...lla?, pero si todo aquello fue un desastre , ¿Que no recuerdas que casi pierdes la vida, que está pasando contigo, acaso no recuerdas lo que paso?
- Si… si lo recuerdo.- Contesto Ana con la cabeza baja y el rostro ruborizado.- Recuerdo casi todo en su mayorĂa.
- ÂżEntonces?.- Replico SofĂa , molesta.
- No te molestes conmigo, fue tan solo un gesto amable de su parte. Hoy temprano por la tarde vino a disculparse mientras tĂş no estabas en casa y se mostrĂł muy insistente respecto a la idea de que nos debĂa algo por haber causado tantos problemas en la sesiĂłn, quiso retribuirnos de alguna manera.
- Pero es una total extraña, ÂżQue no pensaste en que algo malo podrĂa pasar?
- No seas exagerada SofĂa, lo que pasa es que estas celosa de que a ti no te compraron ropa linda y a la moda, además la invitaciĂłn fue para ambas, asĂ que no es mi problema que no hayas estado en casa en ese momento. Sabes que, tengo mucho sueño, hoy fue un dĂa muy largo y pretendo dormir.- Al mismo tiempo que dejo de pronunciar palabra, saliĂł de inmediato de la sala dirigiĂ©ndose con prisa a su habitaciĂłn en el segundo piso. SofĂa habĂa quedado sin palabras ante tal escena, fue tanto su desconcierto al respecto que se habĂa dirigido a la cocina, se habĂa preparado un TĂ© y se habĂa sentado en la sala a pensar.
Mientras tanto Ana yacĂa dormida plácidamente, con una amplia sonrisa en el rostro. HabĂa desempacado y esparcido por toda la cama cada una de las prendas que LucĂa le regalĂł , abrazaba con fuerza su rojo y soñado vestido. Aquel dĂa más allá de las discusiones y la melancolĂa, serĂa un dĂa que definitivamente quedarĂa en su memoria.