El poder de la piel

La Gran Bruja Elena 🌒
RELATOS DE UNA MENTE EN NEBLINAS
5 min readJul 21, 2014

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( parte 3)

En el aparador de una elegante tienda yacía un maniquí luciendo un lindo vestido color carmesí, Ana llevaba ya un par de minutos observándolo detenidamente, sin percatarse de absolutamente nada a su alrededor.

En un parpadeo, cual sombra LucĂ­a apareciĂł parada junto a Ana.

  • ÂżAcaso no es lindo? — Dijo Ana soltando un largo suspiro, como cuando se está enamorado y aunque sea un secreto incluso para la persona que amamos, nuestros suspiros terminan por delatarnos.
  • Si, vaya que lo es. ÂżTe gusta? — Pregunto LucĂ­a mientras observaba de reojo la mirada dulce y enamorada de Ana.
  • No, no me gusta, lo adoro. — Mientras un extraño escalofriĂł le recorrĂ­a el cuello.
  • Pues deja de mirarlo de esa manera, querida y pruĂ©batelo.

Al escuchar esas palabras los nervios y la duda la invadieron, era a caso que por primera vez en su vida, podrĂ­a lucir uno de aquellos vestidos de alta costura, siempre habĂ­a envidiado a todas esas mujeres sofisticadas y con hermosa figura, que lucĂ­an con gran elegancia frente a los reflectores de la prensa.

  • Vamos Ana sĂ­gueme es por aquĂ­.- Indicándole con la mano derecha el camino al interior de la tienda.

Dentro de la tienda yacían una cantidad inmensa de vestidos, accesorios y tantas cosas que Ana pensó jamás podrían estar a su alcance, eran tan solo fantasías intimidas a la medianoche. Pero aun y con tantos vestidos hermosos a la vista, Ana seguía abrumada por aquel y único vestido rojo.

Lucía se acerco a la dependienta, una mujer mayor y rubia con unos ojos azul grisáceo impresionantes. — Disculpe señorita mi amiga gusta probarse uno de sus vestidos, si es tan amable.- La mujer se ruborizo ante dicho halago de llamarla señorita.

  • ÂżCon gusto señorita, disculpe cual de todos los vestidos?
  • El rojo en el aparador, si es tan amable.
  • Disculpe, el vestido que luce puesto el maniquĂ­ es el Ăşnico que tenemos de ese diseño, no sĂ© si haya algĂşn inconveniente.
  • No hay ningĂşn inconveniente.- Dijo Ana de pronto, sin haber pronunciado palabra alguna desde que habĂ­a entrado a la tienda.
  • Si le parece a la señorita podemos hacer un descuento, por ser un vestido de exhibiciĂłn.
  • Si a Ana le parece probárselo, el costo no es precisamente un problema, gracias de cualquier manera.- Replico amablemente LucĂ­a.

Ana sonriĂł con cierta emociĂłn y asintiĂł con la cabeza mientras observaba embelesada el vestido.

Lucía hizo una seña con la cabeza indicándole a su vez a la dependienta que trajera el vestido y condujera a Ana a los vestidores. En el interior del vestidor todo resultaba demasiado elegante y acogedor, cada detalle y textura parecían hechos con el mejor de los gustos. Ana se dispuso entonces a probarse el vestido, lo hizo con tal cuidado que parecía temer que en cualquier momento el vestido se desintegraría y despertaría entonces de aquel confortable sueño. Después de pasados unos minutos logro entrar a perfección en el, ajustando con paciencia un fino cierre que se apreciaba sutilmente en la espalda.

El espejo reveló algo que incluso para Ana resultaba una gran sorpresa, en ella existían las mas provocativas y hermosas curvas, jamás en su vida ni en tantas ocasiones al verse desnuda frente al espejo en casa después de haberse dado una ducha había logrado darse cuenta que lucía un cuerpo hermoso y envidiable, no se trataba de una mujer voluptuosa y exuberante sino de aquella belleza oculta en una mujer sencilla y linda. Tal revelación la hizo sonrojar, algo nuevo despertaba dentro de sí, una Ana que ni ella misma conocía, una mujer hermosa y elegante.

Sofía se mostraba impaciente al darse cuenta de que en el reloj eran más de las 10 de la noche y Ana aun no aparecía. Le desconcertaba demasiado su ausencia, Ana jamás faltaba a una cita con un cliente, además Ana no era precisamente de esas personas que acostumbran a salir mucho de casa y regresar a altas horas de la noche.

El reloj de la sala marco las 11 cuando Ana entro de pronto por la puerta principal de la casa, SofĂ­a se dirigiĂł apresuradamente a la puerta al escucharla entrar a su hermana.

  • Donde has estado todo el dĂ­a Ana, me tenias muy preocupada.
  • ¡De compras, en la ciudad! — Dijo casi con un grito de euforia reprimida y nerviosa.
  • ÂżDe compras? — Replico SofĂ­a con extrañeza.
  • Si, muchos vestidos lindos, zapatillas, accesorios…- Recitaba Ana mientras colocaba todo sobre el sillĂłn de la sala y se lo mostraba orgullosa.
  • ÂżTodas esas cosas Ana? Pero que pasa contigo de donde sacaste tanto dinero?, si apenas y nos alcanza para subsistir.
  • Una nueva amiga que eh hecho, es una chica muy divertida y elegante, de hecho la conociste el otro dĂ­a.
  • ÂżDe que hablas Ana?. — Replico esta vez con desconcierto.
  • Lucia, la chica que nos visito hace dĂ­as, la cliente.
  • ÂżE...lla?, pero si todo aquello fue un desastre , ÂżQue no recuerdas que casi pierdes la vida, que está pasando contigo, acaso no recuerdas lo que paso?
  • Si… si lo recuerdo.- Contesto Ana con la cabeza baja y el rostro ruborizado.- Recuerdo casi todo en su mayorĂ­a.
  • ÂżEntonces?.- Replico SofĂ­a , molesta.
  • No te molestes conmigo, fue tan solo un gesto amable de su parte. Hoy temprano por la tarde vino a disculparse mientras tĂş no estabas en casa y se mostrĂł muy insistente respecto a la idea de que nos debĂ­a algo por haber causado tantos problemas en la sesiĂłn, quiso retribuirnos de alguna manera.
  • Pero es una total extraña, ÂżQue no pensaste en que algo malo podrĂ­a pasar?
  • No seas exagerada SofĂ­a, lo que pasa es que estas celosa de que a ti no te compraron ropa linda y a la moda, además la invitaciĂłn fue para ambas, asĂ­ que no es mi problema que no hayas estado en casa en ese momento. Sabes que, tengo mucho sueño, hoy fue un dĂ­a muy largo y pretendo dormir.- Al mismo tiempo que dejo de pronunciar palabra, saliĂł de inmediato de la sala dirigiĂ©ndose con prisa a su habitaciĂłn en el segundo piso. SofĂ­a habĂ­a quedado sin palabras ante tal escena, fue tanto su desconcierto al respecto que se habĂ­a dirigido a la cocina, se habĂ­a preparado un TĂ© y se habĂ­a sentado en la sala a pensar.

Mientras tanto Ana yacía dormida plácidamente, con una amplia sonrisa en el rostro. Había desempacado y esparcido por toda la cama cada una de las prendas que Lucía le regaló , abrazaba con fuerza su rojo y soñado vestido. Aquel día más allá de las discusiones y la melancolía, sería un día que definitivamente quedaría en su memoria.

Continuara…

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