Jare

Kalim Al Razif
Relatos y Ficciones
14 min readMay 5, 2019

Al fin en casa para las fiestas. Ya había perdido la cuenta de cuántas veces fui desplegada en combate este año, gracias a las interminables y estériles luchas en los mundos coloniales. Soy una soldado profesional de infantería bajo contrato, una mercenaria, si somos realistas. Mi trabajo consiste en matar o destruir lo que me ordenan cuando se me despliega en batalla. Formaba parte de una compañía cuyo lema publicitario es: “Poder de fuego donde sea, cuando sea”. ¡Y lo cumplen!

Habían logrado una modificación que patentaron sobre el método de transporte desarrollado hace más de cuatro siglos por Nichollas Whitedog forma de transporte que ayudó a colonizar los planetas interiores.

Utilizaron una técnica sencilla, se lanzó una primera sonda, cuando ésta llegó a su destino se transfirió la fábrica robot que creó la siguiente sonda y la lanzó a al siguiente punto. Cuando la segunda sonda llegó al punto designado la fábrica se trasladó al siguiente punto y la secuencia se repitió. El transporte de materiales no fue mucho problema puesto que los materiales eran llevados usando la misma forma.

Un par de siglos más tarde cuando por fin las primeras sondas llegaron a planetas habitables empezaron el transporte de personas y equipos a los planetas más allá del sistema solar.

El sistema permitía tomar un volumen de espacio, doblar el espacio tiempo a su alrededor, y transmitirlo de forma cuántica vía repetidores al sitio de destino. Toda la masa dentro del volumen de espacio era transportada, fuese carga o personas, incluyendo la atmósfera. Era necesario delimitar bien el espacio de transporte, puesto que si algo sólido se encontraba en la frontera de transporte era limpiamente seccionado, transportando la parte dentro del volumen especificado y quedando atrás el resto.

En un principio solo se podía transportar volúmenes grandes de espacio a un costo energético importante. La masa no influía en el costo energético, solo el volumen. Ese costo parecía responder a una campana de Gauss inversa con un “punto dulce” donde el volumen era el máximo y el costo energético el mínimo, costo que se disparaba si el volumen aumentaba o disminuía. Era una maravilla para poder transportar lo necesario para colonizar un nuevo mundo.

Con el tiempo la tecnología se perfeccionó y el coste energético bajó a niveles comerciales para volúmenes aproximados a la cabina de un ascensor grande. Pero la patente sobre la tecnología Whitedog de la empresa para la que trabajaba llevó esto más allá. Redujo la energía necesaria para transportar volúmenes pequeños a un costo relativamente manejable y les permitió desplegar efectivos desde cualquier punto hasta cualquier punto. ¡Demonios, ni siquiera tenían que estar equipados!

Los efectivos eran transportados directamente a sus trajes de batalla que llegaban un segundo antes. No sé qué extraña modificación al espacio tiempo hicieron pero el transporte en tiempo objetivo era de segundos y en ese tiempo se nos instalaba en el cerebro un paquete de información que se expandía justo al llegar y que nos permitia tener toda la información inicial necesaria para la operación. Todo, desde grupos y estrategias iniciales, hasta información de inteligencia enemiga. Uno llegaba al teatro de operaciones y empezaba a moverse y a disparar sabiendo a donde tenía que ir y qué hacer.

De la misma forma, a menos que volasen tu unidad de una manera tan imprevista que el traje no pudiera registrarlo, los efectivos heridos o en peligro eran retirados del teatro de operaciones de la misma forma en la que llegaron. Esta característica me salvó la vida en más de una ocasión en todos los años que trabaje para ellos. Y cosas como esas lo que les permite tener una fuerza de combate relativamente pequeña pero de elite.

Mi contrato me obligaba a llevar una terminal bastante grande en mi antebrazo que servía de baliza para hacer el transporte. Cuando iba a ser desplegada a batalla el brazalete sonaba y contaba con 10 segundos para dejar lo que estaba haciendo y dejar un espacio de aproximadamente 5 centímetros entre mi persona y cualquier otro objeto o ser vivo, este es el rango de volumen del transporte.

Y esta era la parte que menos me gustaba de mi trabajo, en cualquier momento era posible que me desplegaran. En todos estos años de trabajo me desplegaron justo cuando me he estado bañando, comiendo o incluso defecando. En una ocasión se me ocurrió ir a un bar y tuve suerte, me llevó a su casa un atractivo ejemplar masculino. Esa noche estaba despampanante en un vestido corto y ceñido que me quedaba de infarto. Lo había comprado en uno de mis anteriores permisos y todavía no lo había usado por primera vez.

Ambos estábamos borrachos como cubas, todavía no puedo recordar dónde quedaba su casa, en el taxi no hubo mucho chance de mirar por las ventanas, estábamos muy ocupados en otros menesteres. Cuando llegamos a su departamento todo siguió siendo perfecto y aunque el dispositivo en mi antebrazo lo mosqueo un poco, se tranquilizó al mostrarle que el resto de mi anatomía era más interesante y que estaba muy dispuesta a ver el resto de la suya.

Más tarde, cuando estábamos en mitad de la faena sonó la alarma. Él no terminaba de comprender qué estaba pasando, en un momento yo estaba encima haciéndonos llegar al paraíso y al momento siguiente estaba desmontandolo como si ardiera. Se quedó con una cara de circunstancias mientras me alejaba de él pidiéndole disculpas de todas las formas posibles y maldiciendo como solo un militar puede hacerlo. Me pare en posición de firmes en mitad del cuarto y en un resplandor desaparecí. Maldición, estaba tan borracha que no recuerdo si me dijo su nombre y no recuerdo donde vivía. Y maldita sea de nuevo, amaba ese vestido y no he podido conseguir uno igual.

De eso hace ya cinco años, pero el ritmo de trabajo cambió poco. La primera oleada de planetas descubiertos sigue en proceso de terraformación y las bases no dan para mucho más. Y siempre hay excusas para contratar poder de fuego; luchas internas, contrabando, orden público, represión. Mis jefes no le hacen asco a nada.

Y una vez que llegue a casa estaba segura que podría relajarme un poco. No más pelea para mí por un rato. Solo dormir y comer la comida de mamá. Salir de juerga llegar al amanecer y dormir hasta la tarde. O eso pensaba.

Mi hermano Inid también vino a casa por las fiestas junto a su familia y eso si que me saco de quicio. A pesar de ser gemelos siempre he pensado que la que nació con jugos masculinos fui yo, quedándose él con los jugos femeninos.

Nunca tuvimos una buena relación, él siempre fue tranquilo y yo un ser medio silvestre. Claro, madre siempre me hacía llevarlo a todas partes para que me vigilara y siempre terminaba él llorando y yo teniendo que regresar a casa cuando estaba en lo mejor del paseo o fiesta o lo que fuera. Así durante toda mi infancia y adolescencia. Cuando fui mayor pude salir de casa de mis padres, empecé a sentirme realmente libre, al fin pude respirar tranquila.

Nunca tuve una educación formal más allá del ciclo básico obligatorio. Alguno de los inútiles con los que salí me introdujo al mundo de las armas y luego de un poco de entrenamiento me di cuenta que esto de disparar era lo mío. Entrene y me aplique como nunca había hecho con nada en mi vida y me presente en el ejército. Luego de cumplir el servicio voluntario fui y me inscribí en la compañía para la que trabajo ahora.

Ahora con todos nuevamente en casa me sentía un poco como si hubiese regresado a la adolescencia. Inid sigue siendo el mismo, y se casó con una mujer que le viene como anillo al dedo, Melara se llama. Nunca me gustó y sé que el sentimiento es mutuo, sobre todo desde el escándalo que accidentalmente armé en su boda. Afortunadamente no acompañó a Inid pues tenía asuntos de trabajo que resolver. Pero estoy segura de que no quiso venir porque yo estaba acá agregado al hecho que nunca le gusto estar en el campo.

Tienen dos hijas. Ara, de catorce años. Que es ya tan estirada como sus padres, con una nariz que cuando no está metida en los libros y está arrugada por todo, como si la casa de mis padres fuera el basurero municipal.

Al principio dada su edad intenté socializar con ella en plan de amigas. Le conté algunas anécdotas de mi a su edad pero creo que en lugar de divertirla o interesarla la traumatizaron un poco. Luego le propuse que saliéramos una noche al pueblo. Sé que no es una gran metrópolis pero durante nuestra adolescencia había lugares en los que se podía divertirse y no estaban tan mal. A instancias de mi madre aceptó a regañadientes.

La salida fue un total desastre, regresamos al poco rato de haber salido y Ara fue directamente a su cuarto a encerrarse. En fin, todo intento de camaradería de mi parte ha terminado en mis padres echándome bronca o con mi hermano echando bronca.

Al poco tiempo regresó a la ciudad con su madre. Imaginé que todo lo que dije he hice en mi vano intento de ser amigas sería usado en mi contra en el futuro. Siendo declarada culpable por su madre una vez más.

La única rescatable de esa familia era la cachorra Jare, tenía 2 años y medio y era toda una pequeña salvaje.

A los dos días de llegar a casa de nuestros padres se las ingenio para subirse en un estante tomar unas delicadas piezas de cristal que nuestra madre recibió como presente para su boda. Más tarde esa misma semana, nadie supo cómo. Abrió las puertas del corral de la casa y mi padre y yo pasamos el resto de la tarde arriando por todas las laderas del valle las nuevas cabras modificadas a las que todavía no les había implantado el marcador genético de rastreo.

Se empeñó luego en ayudar a mi padre a cargar fardos de alimentos concentrados y armó una pataleta de los mil demonios cuando la madre se la llevó de los establos.

Jare no era de esos niños confiados, con mis padres tenía confianza por qué evidentemente los veía con mucha más frecuencia. A mí me veía desde cierta distancia, fascinada con el brazalete, pero reacia a acercarse.

Al principio no le preste mucha más atención, dados los resultados de mis intentos de acercarme a su hermana. Pero luego de los episodios ya relatados empecé a verla con otros ojos.

Siempre que pasaba cerca de ella dejaba lo que estaba haciendo y se me quedaba mirando fijamente. Para luego, salir corriendo o darse la vuelta e ignorarme olímpicamente.

Una tarde estaba pasando la resaca en la terraza cuando Jare se acercó a mí y se me quedó mirando fijamente con cara muy seria, luego de un rato de expectante silencio arrancó a hablar.

— Esho esho esho esho ¿ah? ¿ah? ¿ah?

Señalando el brazalete.

— Ésto — dije muy seria — es un aparato mágico, que me permite desaparecer.

Se quedó con los ojos abiertos y en silencio como por treinta segundos, y luego salió corriendo a donde estaba mi madre gritando.

— Áico áico ¡Tata! ¡Tata! Parato parato áico ella ella….

Repitiendo una y otra vez haciendo variaciones en el orden las palabras. Mi madre le sonrió y luego me sonrió a mí.

Luego de eso el hielo se rompió, y no me dejaba ni a sol ni a sombra. Hizo que jugáramos a cambiar al bebé, a lanzar la pelota, a escapar de Orrh siendo ella obviamente el Orrh. Al principio aceptaba a regañadientes pero luego empecé a disfrutar de estas interacciones.

Para horror de mi hermano, y gracias a los buenos oficios de mi madre; me la llevé toda una tarde a las colinas y jugamos a perseguirnos. Le mostré una madriguera de Garánas y los rebaños de la finca a lo lejos. Le mostré nidos de aves con huevos y pollos. Jugamos en un arroyo, le mostré cómo pescar sin caña. No atrapó un solo pez pero disfrutó muchísimo del proceso.

Cuando regresamos, mi hermano vio que todo estaba en orden respiro más tranquilo cuando vio el alborozo y la alegría de Jare contándole todo lo que habíamos hecho esa tarde. Con su capacidad casi mística para entenderle, la escuchó pacientemente asintiendo en momentos clave y dando hurras y vivas para celebrar cada cosa que Jare le contó que había hecho. Cuando el relato terminó me sonrió por primera vez en mucho tiempo. Luego la niña le dijo al papá que estaba muy cansada y que quería ir a dormir. Después de bañar a la pequeña y dejarla durmiendo en la cama se me acercó y me dijo:

— Gracias Iride, por hacer que Jare pasará una tarde memorable.

— No te preocupes, fue un placer pasar la tarde con ella. Es increíble la energía que tiene.

— Si! Arita era una niña muy tranquila, siempre fue muy callada. Pero Jare es un terremoto! Nos deja agotados a los tres!.

— Jajajajajajaja me lo imagino, por lo que he visto de ella estos días y por nuestro paseo en la tarde te creo completamente, estoy acostumbrada a estar en constante movimiento y en acción, pero pasar la tarde con ella hizo que en algún momento empezara a sudar.

Después de esta conversación esa tensión de tanto tiempo entre mi hermano Inid y yo se relajo un poco. A esta le siguieron varias conversaciones, todavía tensas y envaradas, pero que fueron curando un poquito los años de rivalidad y de tonterías de parte de cada uno de nosotros.

No voy a mentir diciendo que todo se acabó y ahora éramos los hermanos perfectos. Que todos sus rencores por las veces que lo ridiculice frente a mis amigos y a los suyos ya no existían más. O que todas las veces que me hizo la vida imposible en casa eran cosas del pasado.

Fue más que encontramos un terreno común en Jare. Un vínculo, eso que a pesar de ser hermanos gemelos nunca fue muy fuerte. O se podría decir que tan siquiera fue.

Nuestros padres estaban encantados. No hacían alharaca pero se les notaba el entusiasmo por esta nueva situación familiar.

Yo continúe dando paseos con Jare la mayor parte de las tardes. Ahora con el beneplácito de mi hermano. Incluso empecé a quedarme noches en casa pasando el tiempo con la pequeña. En algún momento insistió en dormir conmigo y honestamente no tenía la mínima intención de defraudarla.

Recorrimos todos los terrenos de la finca. Con nuestros paseos el nivel de energía de la niña bajo y ya no era el pequeño terremoto que aterrorizaba a las pobres pallinas de la granja.

Una semana antes de la cena que marca el final de las fiestas, y ya en la recta final de mi periodo de descanso. Llegó nuevamente Ara acompañada de su madre Melara. Este hecho cambió un poco la dinámica que había estado ocurriendo. Luego de una larga conversación de mi hermano con su esposa se reanudaron los paseos por la granja pero ya no todos los días. Puesto que ahora la niña pasaba tiempo con su madre y su hermana.

Las miradas de desdén y de recriminación de parte de mi cuñada no cesaron sobre todo cuando vio la primera vez como llegaba Jare mugrosa de pies a cabeza luego de nuestro paseo. Pero cuando vio la alegría de la niña y el descenso de su “mal comportamiento”, empezó a aceptar la situación como beneficiosa para su familia.

El cariño inmenso de la pequeña logró mitigar mis ganas de buscar camorra con mi cuñada. Haciendo soportables sus miradas de soslayo y comentarios ácidos.

Transcurrieron los días en paz incluso Jare se las arregló para convencer a su madre y hermana a acompañarnos.

Dimos una versión edulcorada de nuestros paseos y para mí total sopresa ese par de estiradas. ¡Parecieron disfrutarlo! La niña las obligó al principio, pero a medida que les fue enseñando a mirar los nidos y observar las aves. Fueron agarrando el gusto a la fauna local y empezamos a pasarlo bien.

Llegamos todas a casa y las tres le contaron a mi hermano lo que habían visto. Jare orgullosa de su labor como guía de su hermana mayor y de su madre. Y Ara y Melara comentando lo hermosa que era la fauna local. En algún momento de estas narraciones mi hermano se volteó hacia mí y me sonrió y su rostro dibujó una sonrisa y movió los labios diciendo gracias.

Me sorprendí a mí misma sonriendo y diciéndole, de nada.

Cuando voltee vi que mi madre se secaba una lágrima de forma disimulada y nos sonreía.

Llegó la noche de la cena y el clima familiar estaba relajado y alegre. Todos hacíamos nuestro mejor esfuerzo para que continuará de esa forma. La comida se preparó y se sirvió y todos estábamos a la mesa comenzando la ceremonia. Cuando el maldito aparato en mi brazo empezó a sonar.

Algo muy malo y urgente tenía que estar pasando en la central para que me fuesen a desplegar en mitad de la celebración.

Al escuchar el pitido me puse inmediatamente de pie y me aleje de la mesa despidiéndome de todos. Jare se quedó pasmada y luego le preguntó a su padre que pasaba. Inid le intentó explicar de forma sencilla que ocurriría a medida que me iba alejando.

La niña no lo tomo bien, empezó a hacer una pataleta protestando por mi inminente partida y su padre trató calmarla. Cosa que solo hizo que la pataleta aumentase. Lo que ocurrió a continuación lo ví como en cámara lenta pero sucedió en segundos.

Jare se soltó de su padre que en un principio no hizo nada detenerla y para cuándo lo intentó fue demasiado tarde. Melara y Ara se quedaron congeladas al igual que mis padres.

La niña corrió a intentar darme un abrazo y decirme que no me fuera y justo cuando llego a mi se cumplieron los 10 segundos y fui transportada.

Jare fue seccionada limpiamente y parte de ella fue transmitida conmigo al teatro de operaciones.

Llegue en shock y no reaccioné. Me quedé plantada en mitad de la batalla. Me habían transferido como refuerzo en una batalla muy complicada. Pero no me importó, no quería moverme, quería que me volarán en mil pedazos y no tener que seguir sintiendo ese dolor.

En la central se dieron cuenta que algo pasaba puesto que no respondía a los mensajes en el canal de comunicación.

No recuerdo qué pasó después, en mi memoria solo hay un espacio en blanco. Pero la telemetría y los vídeos de la operación muestran cómo salí corriendo hacia los enemigos. Las bitácoras del traje muestran que desactive el modo de transporte automático en caso de peligro inminente y me metí en lo peor de la batalla disparando a lo loco sin querer darle realmente a nada pero atrayendo el fuego enemigo hacia mí.

Los de la central al darse cuenta de que me proponía tomaron el control remoto del traje y me sacaron del teatro operaciones.

Me cuentan que llegue gritando a la central y que tuvieron que sedarme luego de que cuatro compañeros fuesen necesarios para dominarme.

Me desperté en un hospital sujeta a la cama con restricciones. Habían notificado mis padres y estos, junto con los datos de transporte y las bitácoras del viaje le dieron a la central el panorama completo de lo que había pasado. Los doctores luego de evaluar los datos médicos del traje dictaminaron psicosis temporal debido a un trauma emocional severo. Estuve tres días más en el hospital con sedantes suaves y sueño inducido. Intentaron hacerme psicocirugia para mitigar el shock pero en vista de que no estaba reaccionando bien al procedimiento lo terminaron.

En cuanto pude salir del hospital fui directamente a la oficina central y pedí mi baja. Cómo estuve hospitalizada no pude asistir a la cremación de Jare. Tal vez fue mejor asi. Sus padres esparcieron sus cenizas en los terrenos de la granja.

Mi hermano, según mi madre no me culpa pero le ha dicho que no desea volverme a ver en muchísimo tiempo. Melara y Ara quedaron traumatizadas necesitaron psicocirugia y están bajo tratamiento para ayudarlas a lidiar con lo que ocurrió.

Yo regrese a casa de mis padres una vez más y creo que no volveré a regresar en mucho tiempo. Vine a despedirme de ellos, voy a viajar a las montañas de continente central e ingresar al monasterio del séptimo redentor.

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Kalim Al Razif
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Nací, crecí y aquí sigo. Curioso de nacimiento. Ávido lector. Animeadicto. Cinéfilo o cinefilico XD. SysAdmin por vocación.