¿Cuándo empieza una máquina a ser inteligente?

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3 min readMar 12, 2020

Alan Turing, matemático británico precursor de la Inteligencia Artificial (IA), sostenía que una máquina merecería que le llamásemos “inteligente” únicamente si fuera capaz de engañar a un ser humano haciéndole creer que la máquina es otro humano. Así creó, en 1950, el test que lleva su nombre, el test de Turing*.

Hoy en día, la comunidad científica no se pone de acuerdo sobre si se ha superado ya dicho test. Los más escépticos consideran que el hecho de que una máquina consiga engañar a un humano solo prueba que esa máquina es capaz de imitar inteligencia y no que en realidad la posea.

Que no haya consenso sobre si se ha superado el test de Turing no quiere decir que la IA no exista. Bastan como ejemplos los asistentes de voz y numerosas aplicaciones para smartphones que llevan embebida esta tecnología y que ha permitido democratizar la IA más allá del ámbito empresarial.

Ahora bien, el quid está en conocer en qué momento un sistema operativo deja de operar con analítica básica o avanzada para hacerlo con Inteligencia Artificial. Para ello remitámonos al tipo de analítica con el que trabajan los sistemas operativos. Hay tres niveles: analítica descriptiva, predictiva y prescriptiva. Si el algoritmo es únicamente descriptivo, no podemos hablar de IA, ya que solo nos permite recopilar información de forma sintetizada.

La predictiva y prescriptiva sí forman la base de un sistema de Inteligencia Artificial porque nos dan información que no teníamos ni veíamos, y con la que conseguimos tomar mejores decisiones, que es uno de los mayores beneficios de esta tecnología.

El sector de la energía puso el foco en la IA hace décadas. En Repsol nos basamos en el desarrollo de esta tecnología para la optimización de procesos, mantenimiento predictivo, producción de materiales avanzados, análisis del subsuelo a través de alta computación, etc. En el ámbito comercial apostamos por la Inteligencia Artificial para conocer mejor a nuestros clientes, personalizar su oferta mediante algoritmos específicos y mejorar así su experiencia con nosotros. Con todo -y con el permiso de Turing- las máquinas, apoyadas en las personas, se han ganado el derecho a que las llamemos inteligentes.

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* ¿En qué consiste el test de Turing? En este examen el planteamiento es sencillo. Básicamente una persona actúa de juez y se coloca en una habitación. En otra, un ordenador (sistema operativo) y una segunda persona. El juez lanza preguntas y con las respuestas escritas que le envíen persona y máquina tiene que saber quién es quién. Si no los distingue significa que el ordenador ha pasado la prueba.

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