Por Víctor Hugo López

La pantalla negra se ilumina con unas letras de color blanco formando una cita de Pascal: «El corazón tiene razones que la razón no entiende». Luego del epígrafe aparece Emilia en una habitación como la que describió Flaubert para los momentos finales de su Emma Bovary, una habitación «toda llena de una solemnidad lúgubre». Y precisamente es la novela de Flaubert la que Arturo Ripstein junto con la guionista Paz Alicia Garciadiego toman como referente para elaborar una historia de manera muy teatral que se enmarca sobre blanco y negro.

Emilia se dedica a sufrir la atosigante vida que en cada momento la supera. La película tiene como escenario un edificio en donde se encuentra el departamento que Emilia comparte con su marido Javier y su hija. En el cuarto de azotea del mismo edificio vive su amante Nicolás, un saxofonista cubano -cuyas notas sirven para dotar constantemente de una atmósfera melancólica al filme- que se ha cansado de la relación y la rechaza decididamente. La protagonista se ve envuelta entre deudas que adquirió por cumplir los caprichos de su amante, un departamento desordenado, una hija que implica desgaste a pesar de no brindarle mucha atención, un marido al que no ama y al que le exige otra actitud, comprar una nueva casa y más dinero. El rotundo rechazo de Nicolás es el punto en donde todo lo que asfixia a la protagonista toma la fuerza para encaminarla al conocido final que comparte con Emma Bovary.

Su marido Javier se muestra resignado ante el malestar cotidiano, inclusive se muestra tolerante ante los arrebatos de su esposa. El actor Plutarco Haza lo encarna apropiadamente logrando proyectar a un personaje en apariencia rutinario y poco elaborado, pero que conforme avance el filme se van comprendiendo los motivos de su actitud. Por otro lado, la actriz Arcelia Ramírez muestra a un Emilia que se cansó de soñar y, aun así, tiene la fuerza para reprocharle a los demás y a sí misma lo desgraciada que ha sentido su vida, guiada por frases poéticas -con el toque de la guionista Alicia Garciadiego- y por una interpretación desgarradora; se convierte en la voz que insiste en recordarle a los demás su mediocridad y por inercia recibe respuestas que la hunden cada vez más. Un ejemplo es otro de sus vecinos interpretado por Alejandro Suárez, quien con sus pocos modales y una sugerente vulgaridad, cuando convive con la doliente mujer se muestra digno.

Con una duración casi de dos horas, el melodrama dirigido por Ripstein recuerda la calidad de los trabajos que lo encumbraron como uno de los mejores directores mexicanos durante la década de los noventa, como Profundo Carmesí (1996), Principio y fin (1993) y La reina de la noche (1994). Una película recomendable que al finalizar hace homenaje a su epígrafe, demostrando con sus sombríos personajes que algunas veces el deseo desenmascara la insuficiencia de la razón.

Título: Las razones del corazón
Director: Arturo Ripstein
Guión: Paz Alicia Garciadiego
Año: 2011
Fotografía: Alejandro Cantú

Publicado en: Harmóniák. Blog de cine y literatura

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