Solo, una historia de Star Wars

Hace décadas que ha quedado claro que nadie hace películas como Disney lo hace. El conglomerado ha creado clásicos infalibles ves tras vez y le ha ganado a la competencia en cada oportunidad, basta ver la vapuleada que Marvel le propinó a DC Cómics.

Si ese ejemplo no fuese suficiente, queda lo que ha hecho la compañía californiana con Star Wars, tomando un producto clásico y muy amado por las audiencias y mejorándolo, dotándolo de temáticas relevantes y dándole el valor a cada personaje que se merece. Claro, algún tropiezo debían tener y el episodio XIII fue el caso.

Ahora presentan Solo, un spin-off del muy amado personaje Han Solo, donde intentan darle un trasfondo al personaje y presentándolo de manera menos plana a los espectadores. El resultado es, a mi parecer, fantástico.

Muy a pesar de que las críticas han querido poner en ella una loza insoportable, diciendo que es una película innecesaria o que no dignifica a la esfinge construida por Harrison Ford; en realidad la película lo hace muy bien, con excelentes secuencias de acción, personajes muy entrañables, una trama sencilla pero muy concisa y un Han Solo de carne y hueso, no un monumento, sino un personaje.

Es difícil compararlo con lo que hubiera hecho Harrison Ford, pero lo cierto es que la esencia del personaje se mantiene y brilla durante toda la película.

Emilia Clarke también se destaca con una actuación sobria pero que mantiene a su personaje a flote, dándole sinceridad y mucha emoción. Pecados a parte quedan lo cursi y el romanticismo.

Pero lo cierto es que Ron Howard entrega un homenaje sentido al arte y artesanía de Star Wars, más apegado a los primeros episodios que a la maravilla actual de efectos y multiculturalidad.

La cinta nunca desmerece y mantiene un ritmo constante entre heroísmo y entretenimiento que es justo lo que se debe de pedir en cintas cómo está y no mucho más.