Un Mundo Sin Laureles

Jorge Samson Blaires
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4 min readAug 3, 2016
En la penumbra, filmando en 16mm en la Escuela de Cine de Ohio University.

En Busca del Espectador Oculto

Por lo general, la vida de todo realizador de cine comienza con un sueño; empieza como una idea borrosa pero certera de que sus futuras obras podrán ser vistas y apreciadas (en el mejor de los casos) por varias personas. Existe una idea implícita de voyeurismo inverso en la motivación de todo aspirante a creador de contenido cinematográfico. Dicha motivación, sin embargo, no necesariamente es capaz de vislumbrar a un espectro predecible de gente interesada en conocer su obra. Incluso se podría afirmar que el objetivo de determinar con eficiencia la audiencia para un tipo de obra o de realizador, es un desafío inherente a la realización de contenido (tanto a priori como a posteriori).

Es tanto o más difícil encontrar audiencia para una obra, como lo es crearla.”

Yoichi Umemoto (ex profesor de la Universidad Nacional de Yokohama, crítico y teórico de cine.)

El camino de un realizador de cine se encuentra plagado de incertidumbre. Pero este tipo de obstáculo puede ser visto como una oportunidad para conocerse a sí mismo, sobretodo para entender que uno como creador no se encuentra limitado a un camino único, sino que también existen otros senderos por transitar. La clásica estrategia para alguien que desea que sus obras sean vistas es la de participar en festivales, los cuales existen en (casi) todos los países, de todo tipo y para todos los gustos. Una vez terminada la post-producción de una película, ya sea corto o largometraje, se inicia un tedioso y tortuoso proceso (para la mayoría) de elegir festivales a los cuales postularse. Cabe mencionar que este paso es potencialmente muy costoso.

Existen herramientas y plataformas que facilitan un poco este trabajo, como por ejemplo Withoutabox y Filmfreeway, que permiten al realizador establecer parámetros de búsqueda o filtros según duración, género, tema, costos de postulación, etc. Todo esto con el objetivo de poder encontrarle un “nicho” a la obra. Se sospecha además que, en el resquicio más profundo del corazón de un realizador, el verdadero objetivo de enviar la obra a festivales es el de ponerle laureles al póster oficial de la película. La simple presencia de dichos símbolos de victoria helénica, contribuye con el ego del realizador. Para bien o para mal.

Paralelamente, existe también un mundo ajeno a ese tipo de validación. Círculos de distribución alternativa, casi “artesanal” que subsisten gracias a la simple y sencilla necesidad de acceder a contenido diverso, de parte de un nicho particular de audiencia. Un claro y concreto ejemplo de ello es el VHS MIXTAPE.

A partir de este punto, es en donde debo comenzar a escribir en primera persona, a fin de relatar y describir mejor lo que este mundo engloba.

Sin laureles. Con cinta magnética, chocolates y preservativos.

Este tipo de experiencia fue la que me permitió ser parte (con dos cortometrajes originalmente hechos en 16mm) de un compilado de terror, en VHS. La distribuidora en cuestión se llama “Briarwood Entertainment” y se dedica a proveer contenido en formato VHS mixtape, el cual consiste en compilar varias obras de corta duración en una sola cinta. Los cortometrajes incluidos en su selección, que se organiza por “volúmenes”, son elegidos por la gente de Briarwood bajo su propio y misterioso criterio (una suerte de curaduría underground) y son ofrecidos desde su sitio, a cualquier persona que desee adentrarse en un impredecible y oscuro territorio.

Captura de pantalla del intercambio directo e informal, bien al estilo “under” que hizo la gente de Briarwood Entertainment conmigo, al momento de seleccionar mi trabajo para su “MAGNETIC MIXTAPE 2”

La cinta me fue enviada por correo y ni bien la tuve en mis manos, lo primero que hice fue buscar a alguien con un reproductor VHS para deleitarnos con los otros misteriosos cortometrajes que formaban parte del compilado. Fue algo que no me esperaba hacer, puesto que en pleno 2014 todo lo que filmaba uno en la escuela de cine era digitalizado a HD y puesto en plataformas online reconocidas como Vimeo o Youtube. El hecho de poseer un elemento de alto grado “fetichista”, por llamarlo de alguna manera, genera un contacto de un peso distinto, muy lejos de lo etéreo y perecedero.

Fue tal mi agrado por haber sido parte de algo tan despreocupado, liberado del stress de los festivales y por sobretodo divertido, que finalmente decidí regalar la cinta a una amiga, de pasarla como un souvenir a otro estudiante de cine y con ese sencillo acto de desprendimiento material decirle que…

“…Se puede vivir sin laureles.”

Y lo mejor de todo: si alguna vez me ataca la nostalgia, puedo poseer la cinta de nuevo, por 25$.

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