Rutina

Pilar V
Retazos de historias
3 min readJun 6, 2017

Cada mañana, casi invisible.

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Se adentra en la plaza a la altura del kiosco que cada día parece más abandonado, sobre todo desde que las últimas lluvias han desteñido irremediablemente el cartel de “Se traspasa” haciendo aún más complicado que alguien pueda llegar a interesarse en el poco lucrativo negocio que competía con las floristas por atraer con sus colorines de papel couché a los paseantes.

Poco a poco, sin prisa pero a un ritmo tras el que aprecia la práctica, avanza como un peón de escaque en escaque, deteniéndose como si de estaciones de penitencia se tratase en cada una de las papeleras. Mete la mano enguantada, saca el contenido, lo deposita en su cesto y sigue adelante.

Completa el perímetro exterior con milimétrica precisión, girando al contrario de las agujas del reloj y antes de pisar sobre sus pasos toma la calle central y se acerca hasta la fuente donde en sentido inverso, a favor del tiempo, dibuja un círculo con sus correspondientes giros ante las papeleras redondas como postes de un pin-ball y que un trapo pule.

Ya fuera del recorrido, como salpicadas a voleo parecen hacerle guiños las más pequeñas, sujetas a los postes cerca del parque infantil, poco hay en ellas de interés, así que el proceso es más sencillo, suelta la trabilla metálica que las traba y se abren como una boca desdentada sobre el cesto que coloca a sus pies.

Próximo destino: los contenedores verdes. Allí deposita casi todo lo recogido, porque a veces encuentra cosas y las guarda hasta el final, para cuando pasa cerca del contenedor amarillo, aunque hay días que todo va de cabeza al fondo del enorme cubo verde, porque no todos los días son iguales y aunque replique los mudos gestos, no siempre piensa en lo que hace o le importa lo mismo.

Tras aliviar la carga repite el recorrido, volviendo sobre sus pasos, como esas ancianas que tras fregar dejan un reguero de papel sobre el suelo, pero armado de escobón y pala, que supongo es la versión profesional del recogedor, lo que retira del suelo va al cesto ahora vacío. En ocasiones se detiene y mira fijamente al dueño de algún perro que apurado no ha llegado a las zonas verdes, no es desafiante pero sí firme. Otras veces llega tarde y es quien cumple lo que otros, demasiado irresponsables para tener una mascota, ni se dignan en mirar.

Sin prisas, pero sin apenas pausas va terminando la faena, o al menos la parte que como una representación ejecuta bajo mi mirada cada día más o menos a la misma hora, un poco antes de que el sol caiga con fuerza sobre la fuente y pinte reflejos de color sobre las baldosas recién barridas. Quizás mañana su jefe, al abrigo de las inclemencias en su oficina, entienda que ya es tiempo de manga corta.

Pilar

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Pilar V
Retazos de historias

La vida es demasiado corta para pensárselo tanto. Publico y desvarío en: http://abaloriospvv.blogspot.com.es