El gato Choco

Pablo Reynoso
Reto de 30 días
Published in
3 min readOct 7, 2015

Había una vez un gatito llamado Choco. Se llamaba así porque era café como el chocolate. Su dueño tenía variedad de animales en casa. Entre ellos estaba el gato Choco, el pez Dorado y la tarántula que era la única que no tenía nombre.
El gatito salía todos los días por la ventana cuando el dueño no estaba en casa. Salir del cuarto pido del departamento le resultaba sencillo. Solo saltaba del marco de la ventana al enorme árbol que se encontraba en frente que negaba la entrada de luz del sol al departamento. De vez en cuando cazaba aves que encontraba en el árbol y se las llevaba a su dueño.
El dueño cuidaba de sus animales y los alimentaba todos los días antes de irse trabajar y un poco más por las noches. Una noche el gatito regresó a la misma hora que su dueño le daba de cenar. Pero el dueño aun no llegaba. El gatito se quedó viendo la puerta pero su dueño no apareció.
Amaneció, el gato se acurrucó en la esquina del sillón. Donde le gustaba acostarse a un lado de su dueño mientras veía la tele. El gato comenzó a maullar a la puerta pero el dueño no llegaba. Curioso se acercó al terrario de la araña ella seguía dentro de su cueva despreocupada. También volteo a ver al pececito en su pecera pero el nadaba felizmente dando vueltas en la esfera de vidrio. El gato salió por la ventana y fue a conseguir comida en algún lugar lejano. Como lo hacía comúnmente. El gato sabía que podía salir de la casa y conseguir su alimento pero en la mente del gato pasó una idea. Una que lo dejo intranquilo por el resto del día. ¿Qué comerán las otras criaturas de la casa? Pensó en que si su compañero no llegaba él podría salir a conseguir su alimento pero ¿el pez y la araña? Como se alimentarían. Él sabía muy bien que era el dueño quien los alimentaba y que no podrían conseguir su alimento del día.
Entonces al anochecer el gatito regresó a la casa. El dueño aun no llegaba y de nuevo se quedó en la puerta esperando a que se abriera. Pero esta nunca se abrió. Y esto se repitió por dos días más. El gato salía a conseguir su comida pero seguía preguntándose qué tanta hambre tendrán sus compañeros en casa.
Así que la noche siguiente decidió acercarse a terrario de la araña y sutilmente intento meterse entre el espacio que había entre la pared y la jaula de vidrio haciendo caer el lugar donde vivía la araña. La enorme tarántula salió despavorida por el miedo. El gato solo la siguió con la mirada hacia el ángulo que se formaba entre la pared y el sillón. El gato solo la observaba inclinando su cabeza. Tal vez ahí encuentre comida, pensó Choco. Salto de donde se encontraba y se acercó a la mesa inestable donde se encontraba la pecera del tierno pez. Con sus patitas comenzó a mover la mesa haciéndola tambalear. Pensaba que cuando callera podría nadar por el espacio y conseguir su comida como ya lo hacia la araña en aquella esquina. Y cuando la mesa cedió la esfera de cristal cayó mojándolo y dejando al pescado saltar en la duela de madera. El gatito sutilmente comenzó a acercarse viendo al pescado brincar hasta que se detuvo.
Curioso solo movía su cabeza pensando en por que el pescadito no nadaba. Y cuando Dorado dejó de moverse el gatito saco su lengua y lamio al pequeño pescado. En ese instante la puerta se abrió. El dueño regresaba de donde fuera que haya ido y soltó un grito que espanto al gato haciendo que esté se echara a correr. El dueño solo recogió todo lo que el gato había tirado y fue a buscar al gato. El gato se escondió bajo la cama y fue ahí donde el amo lo encontró. Y le gritó: -Por qué intentaste comerte al pez. El gato solo pensaba en que solo ayudo a las dos criaturas para que se alimentaran por su cuenta como ella lo hacía en la ausencia de su amo. Y en por qué ellas tenían que vivir encerradas en esas paredes de cristal mientras el salía libremente por la ventana.

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