Femicidios en Cuba: Al filo del peligro

Nunca habremos hablado lo suficiente de las mujeres asesinadas, nunca habremos hablado lo suficiente del miedo que experimentaron, nunca habremos hablado lo suficiente del número de ignoradas, revictimizadas y desvalorizadas

Redacción Alma Mater
Revista Alma Mater
9 min readDec 7, 2022

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El feminicidio o femicidio como forma extrema y letal de la violencia de género continúa afectando a miles de mujeres y niñas cada año en América Latina y el Caribe. Ilustración: Frank Sera

Por Irma Rivera Sánchez y Rosanyela Cabrera Viera, estudiante de Periodismo

Betancourt no recuerda cuántas puñaladas recibió su hija antes de morir. Tal vez su mente haya desplazado el violento “detalle” con el paso del tiempo; adolorido, solo atina a decir que fueron muchas.

Puso fin a una relación sentimental, intentaba rehacer su vida, resuelta e independiente, entonces emergieron los celos del exmarido. “La velaba”, asegura su padre, insistía en controlar sus pasos y perturbar su rutina.

El victimario se suicidó tras cometer el crimen. Atrás dejó a dos niñas y un niño sin la posibilidad de ver a su madre jamás. No se trata de una hipérbole narrativa, el hecho ocurrió hace tres años en Santiago de Cuba.

Durante el 2019, en el país, 47 mujeres fueron ultimadas por su pareja o expareja íntima. Es el dato oficial más reciente del que se tiene noticias, publicado por el Observatorio de Igualdad de Género de América Latina y el Caribe perteneciente a la Comisión Económica para América Latina (CEPAL), organismo que Cuba integra como miembro pleno.

LOS TÉRMINOS IMPORTAN

De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), el femicidio es el asesinato intencional de mujeres perpetrado por hombres motivados por el odio, el desprecio y la suposición de poder sobre ellas. La mayoría de los femicidios son cometidos por una pareja actual o anterior de la víctima e incluyen maltrato repetido en el hogar, amenazas o intimidación, violencia sexual o situaciones en las que las mujeres tienen menos autoridad.

La psicóloga sudafricana Diana Elizabeth Hamilton Rusell (1938–2020) designó el homicidio de mujeres vinculado al género como femicidio, quien a su vez lo asumió de la estadounidense Carol Orlock (femicide). Mientras que Marcela Lagarde, conocida antropóloga mexicana, introdujo el término feminicidio para enmarcarlo específicamente en la impunidad del Gobierno para condenar crímenes masivos de mujeres. Refiere una fractura del Estado de Derecho que contribuye a que delitos de este tipo se extiendan en el tiempo.

Al escribir la palabra femicidio, el ordenador coloca una ondulada raya roja debajo de cada letra. No solo el Word descarta el vocablo, ningún documento legal en Cuba lo reconoce, tampoco hay informes disponibles en medios estatales de asesinatos por esta causa. En mayo de 2021, Cubadebate solicitó al Tribunal Supremo Popular el número de crímenes consumados o en grado de tentativa contra mujeres, y no los recibieron.

Serie Violencia de género. Ilustración: Alex Falco Chang

UNA MIRADA AL DERECHO

La aprobación del nuevo Código Penal Cubano intensificó el debate popular y mediático en torno a estas cuestiones. La norma no tipifica de manera independiente el femicidio. “Se sanciona con privación de libertad de 20 a 30 años, privación perpetua o muerte, a quien cometa el delito por motivos de discriminación de género y a quien de propósito mate a un ascendiente o descendiente, o la persona con la que mantiene o ha mantenido una relación conyugal o de pareja de hecho afectiva”.

Para solicitar la inclusión del femicidio en el Artículo 345, la diputada Mariela Castro Espín argumentó que “este tipo delictivo constituye un problema público que se diferencia de otros homicidios a mujeres y que adquiere relevancia desde la constitución de las mujeres como sujetos políticos”.

Entre otros elementos, insistió en que no acoger el término afecta el registro y seguimiento de los casos, lo cual tributa además al diseño de programas para su atención y prevención. Un juicio que comparte la Dra. Myrna Méndez López, profesora titular de la Facultad de Derecho en la Universidad de Oriente (UO).

“La violencia de género no alberga solo la que se ejerce contra las mujeres. Es preciso particularizar la terminología para denotar la gravedad de un hecho de muerte recurrente”, valora la letrada.

Juan Carlos Gutiérrez Pérez, máster en Sexología y Sociedad define que la violencia de género no perjudica solamente a las mujeres y las niñas, aunque sí son sus principales víctimas. Los hombres y las personas con otras identidades también pueden ser afectados por las construcciones machistas de género y las consecuencias que estas generan.

Por su parte, el Dr. Liuver Camilo Momblanc, profesor auxiliar de Derecho Penal General en la UO, alega que “la política legislativa cubana prescinde de la excesiva denominación de las figuras de delito. Conductas como el infanticidio y el parricidio no poseen esa designación en el vigente código y no por ello adolecen de tutela penal”.

Sería oportuno cuestionarse si los hechos de parricidio o infanticidio ocurren con la misma incidencia que los femicidios. No obstante, ambos juristas concuerdan en que este fenómeno continuará recibiendo una respuesta legal en Cuba y que el tratamiento hacia la violencia de género es cualitativamente superior en la legislación reciente.

En tanto, el proyecto de Código de las Familias regula los derechos de las personas a tener una vida familiar plena. Asumen como expresiones de violencia familiar el maltrato verbal, físico, psíquico, moral, sexual, económico o patrimonial, la negligencia y la desatención. Especifica la que se produce contra las mujeres y otras personas, basada en el género.

Serie Violencia de género. Autor: Alex Falco Chang

EL PRECIO DEL INMOVILISMO

Entró a la casa un sábado en la noche mientras ella dormía, de un solo movimiento cortó su cuello, acto seguido le propinó más de veinte puñaladas en el resto del cuerpo. No era la primera vez que lo hacía, con apenas 14 años asesinó a la que fuera su novia, por la misma causa.

Ella decidió terminar la relación, habían pasado cuatro meses desde la ruptura. Tenía miedo a permanecer sola y procuraba las estancias junto a su madre o hermana, porque él la hostigaba y asediaba la morada en la que una vez vivieron juntos.

La víctima, una espirituana madre de dos hijos, llamó a la policía dos veces. Pero las autoridades aludieron que debía denunciar personalmente y acudieron a la vivienda cuando ya el crimen estaba perpetrado.

En el caso de la santiaguera, en tres oportunidades se dirigió a la estación policial de su municipio a denunciar el comportamiento y las amenazas de su expareja. La respuesta del instructor no fue la adecuada. Si bien el oficial debió afrontar una sanción y debe indemnizar a los hijos de la víctima hasta su mayoría de edad, las consecuencias de sus actos son incorregibles.

¿Cómo evitar los femicidios y la violencia precedente, si los encargados de prevenirla mantienen en algunos casos conductas machistas? Por acción u omisión participan en el deterioro de la salud física y psicológica de decenas de personas. Y es que, cuando una mujer vuelve con el agresor, retira una denuncia, o esconde las heridas, en muchas ocasiones es estigmatizada por ello.

LA ANTESALA DE ALGUNOS SUCESOS

Suset Mayea González, profesora del departamento de Psicología de la Universidad Central “Marta Abreu” de Las Villas (UCLV), advierte que resulta aislado el femicidio íntimo o familiar en el que no existieron conductas temerarias y de acoso por parte del femicida. Los motivos que los impulsan, usualmente son la ira, los celos, y el evento más extremo la búsqueda de placer por propiciar dolor.

Mayea González, especialista del Centro de Bienestar Universitario en la UCLV, aclara que “existen diferentes tipos de personalidad, con bases fuertes y bases débiles. Aquellas con bases débiles necesitan constante reforzamiento, no pueden tomar decisiones por sí solas y tienden a buscar como pareja una contraparte autoritaria, y estos caracteres pueden derivar en comportamientos agresivos”.

“Por eso, hay mujeres que tienen actitudes sumisas, poco reflexivas y obedecen a su cónyuge. Llegan a interiorizar que son las causantes del maltrato, y experimentan sentimiento de arrepentimiento y culpa tras poner la denuncia. Creen que no es necesario alertar a nadie porque es una situación que pueden manejar dentro del hogar”.

Al respecto, el proyecto de Código de las Familias detalla que “quien se considere víctima de violencia en el ámbito familiar tiene derecho a denunciar y a solicitar protección inmediata de las autoridades correspondientes; de igual forma cualquier persona que tenga conocimiento de un hecho de esta índole debe denunciarlo ante dichas autoridades. La exposición voluntaria por parte de la víctima a una situación de peligro no justifica el hecho dañoso, ni exime de responsabilidad a quien agrede”.

A ninguna mujer le gusta que le peguen o la insulten, no es preciso dilucidarlo. O igual sí. En palabras de Suset Mayea, “permanecen en ese vínculo porque están en un círculo vicioso. La psicología concibe tres fases en el ciclo de la violencia, la fase de acumulación de tensión cuando inician las ofensas verbales. Luego viene la fase de agresión física, y la víctima se siente vulnerable, experimenta una indefensión aprendida.

Por último, la fase de luna de miel o reconciliación, el atacante muestra arrepentimiento, afecto excesivo, y le promete que todo cambiará. Después del perdón viene un período de calma y armonía, hasta que nuevamente se repite el ciclo”.

“Esto ocurre porque el victimario disminuye la autoestima de la mujer y trabaja sobre la base del menosprecio. Además, el contexto influye, si viene de un entorno en el que le han enseñado que el hombre es el que pone las reglas, el que ordena y manda, considera normal estos procederes. Los agresores construyen un perfil violento generalmente durante el desarrollo, porque han crecido en un ambiente machista donde primó el control masculino o han sido ultrajados en la infancia”, amplía la psicóloga villareña.

Serie Violencia de género. Ilustración: Alex Falco Chang

MATICES ESPERANZADORES

Daimé Cebrián Suárez, máster en Sexología y Sociedad y profesora del Departamento de Extensión Universitaria en la Universidad de Cienfuegos (UCF) comenta que el Centro Nacional de Educación Sexual (Cenesex) diseñó un programa instructivo que debiera ser puesto en práctica en todos los niveles de enseñanzas. Además, hay carreras que tienen en su currículo base una disciplina de sociología de género, también se ofrecen conferencias magistrales, materias optativas y posgrados. En la UCF radica una cátedra que gestiona y transmite conocimientos sobre prevención de violencia.

“Desde la UCLV se realizan acciones para las juventudes universitarias, una de ellas es la asignatura electiva del curso regular diurno, también se efectúan ferias comunitarias y charlas. Por su parte, la campaña Evoluciona ostenta un lugar importante en la prevención de violencia machista, desde sus mensajes comunicacionales hasta las acciones directas con la población”; plantea el sociólogo Juan Carlos Gutiérrez.

María Julia Jiménez Fiol, doctora en Ciencias Filosóficas y coordinadora de la Casa de Orientación a la Mujer y las Familias del municipio de Santiago de Cuba, precisa que este espacio entre sus líneas de trabajo contiene la orientación individual y el trabajo grupal y de capacitación. Está constituido por un equipo multidisciplinario, con expertos de diferentes esferas: psicólogos, sociólogos y juristas.

“Al centro asisten personas en busca de ayuda y se construyen alternativas y herramientas que solucionen sus dificultades. Se les ofrece acompañamiento si hay que remitirlas o derivarlas a cualquier otra institución u organización”, expone Jiménez Fiol, quien además es profesora de la Facultad de Ciencias Sociales de la UO y miembro de su cátedra de Género y Sociedad.

“La Federación de Mujeres Cubanas (FMC) cuenta con una estrategia de atención a la violencia de género, incluido el seno familiar. Deben observar algunas señales como los intentos de control, fiscalización de medios de uso personal, incomprensión y las discusiones”, señala.

A juzgar por la periodicidad de asesinatos contra mujeres, cabría preguntarse qué tan óptimo y eficaz sea el trabajo de la FMC en el resto del país. Ocultar el daño es agrandarlo. No nos engañemos, en Cuba ocurren femicidios con una frecuencia espantosa, las cifras de 2019 de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) nos situó en el séptimo país con más casos de este tipo en Latinoamérica.

Urge la producción sistemática de estadísticas e investigaciones con carácter público. Asimismo, es necesaria la educación sexual y de género en edad escolar, planear y efectuar políticas feministas a escala nacional dirigidas a posibles agresores, y también a funcionarios, decisores gubernamentales, juristas y policías.

Nunca habremos hablado lo suficiente de las mujeres asesinadas, nunca habremos hablado lo suficiente del miedo que experimentaron, nunca habremos hablado lo suficiente del número de ignoradas, revictimizadas y desvalorizadas. Atender a las señales de auxilio, brindarles protección, denunciar las historias, es un acto de justicia que podemos y debemos ejecutar.

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