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Emigrar, ¿es la solución?

Emigrar no es una solución definitiva. Nada en la vida lo es. Solo la muerte. Pero sí es una decisión frecuente, una opción que algunos piensan…

Redacción Alma Mater
Revista Alma Mater

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Autora: Mayra García Cardentey
Ilustración: Carralero

Emigrar no es una solución definitiva. Nada en la vida lo es. Solo la muerte. Y eso dicen. Pero sí es una decisión frecuente, una opción que algunos piensan, incluso las juventudes en Cuba. Y no se emigra solo al exterior: hay desplazamientos hacia las ciudades, de campos a pueblos, de municipios a capitales.

También el «irse» implica dejar profesiones, cambiar a oficios mejor remunerados, experimentar con proyectos que nunca estuvieron en los planes iniciales de vida, elegir otros caminos que acarrean determinaciones y consecuencias. Pero el «irse», el «se fue», el «no regresa», ya no tiene carácter tan permanente como antes. En el caso de la movilidad externa, el panorama ha cambiado luego de la promulgación, en octubre de 2012, del Decreto Ley 302 Modificativo de la Ley de Migración №1312 (1976) y de un conjunto de decretos y resoluciones complementarias para su implementación.

«Se van», pero también «regresan». Y aunque los números se mantienen desproporcionados más para el primero que para el segundo caso, ya hoy volver, aunque sea de visita, por estancias más largas o repatriación, es cada vez un pensamiento más frecuente. Porque emigrar, «irse», en cualquier variante, implica «dejar» algo, alguien. Y como todo a lo que se renuncia, lleva consigo dolor, añoranza, nostalgia, aunque sea mínima; incluso cuando la alegría de emigrar sea tremenda y resuelta.

Las juventudes en Cuba, en varias ocasiones, atraviesan esta disyuntiva: la decisión o no, de «quedarme», de ser profesional con bajos salarios, de trabajar en lo que me gradué aunque sea subutilizado, de permanecer en el pueblo aun cuando mis aspiraciones profesionales superen las posibilidades laborales de la localidad, de seguir en la Isla a pesar de «sentir que pierdo los mejores años de mi vida».

También reconocen que las opciones no son en blanco y negro: se puede encontrar realización profesional en puestos afines, es posible ganar acorde al perfil que estudiaste o trabajando en varios empleos, un pueblo puede reunir toda la felicidad necesaria para vivir, la identidad y la familia pesan suficiente para no alejarse tanto. Pero sigue siendo una decisión muy personal e intransferible.

¿Qué queremos priorizar? ¿Cuánto estamos dispuestos a sacrificar por lograrlo? ¿Cuál es el mayor nivel de renuncia que podemos soportar? Cada quien tomará su opción. Cada quien, igual, debería respetar la opción del otro. De eso trata esta revista, de la diversidad, del «irse» y «quedarse», de «regresar»; también de los «porqué», de los «por cuánto». Pero sobre todo, desde esa idea, que nada es tan definitivo. Ni desde allá ni desde acá. Todo tiene ida y vuelta. Nada es para siempre. Ni siquiera la muerte. Aunque eso digan.

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