ENTREVISTA

Roberto Chile: «Quiero que esas huellas que dejen otros en el camino sean para el bien del país»

Al cabo de tanto tiempo y tanto legado, Roberto, o Chile, como también le nombran sus colegas, podría darse el lujo de aminorar el paso, pero está claro que este hombre no es de descansar innecesariamente, que no puede dejar de procesar otros ángulos o miradas, que nada teme a los nuevos proyectos. Hay un espíritu aventurero que trasciende su edad biológica.

Redacción Alma Mater
Revista Alma Mater

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Roberto Chile | Foto: Óscar Diaz Acosta (El Universal)

Por Yunier Sarmientos Semanat

Roberto Chile se vio un día al lado de Fidel, en todas partes. Lo seguía por los empinados caminos de la Sierra, por las ciudades, las fábricas, el surco. Estuvo junto a él en las más distantes geografías, mundo adentro. Lo siguió durante más de 25 años «sin reparos y sin miedos», cámara al hombro, con ojo avizor, con una épica por contar.

Al cabo de tanto tiempo y tanto legado, Roberto, o Chile, como también le nombran sus colegas, podría darse el lujo de aminorar el paso, pero está claro que este hombre no es de descansar innecesariamente, que no puede dejar de procesar otros ángulos o miradas, que nada teme a los nuevos proyectos.

Se dice discípulo de Korda, Liborio, Corrales, Salas, y otros tantos que construyeron la iconografía de la Revolución en su génesis, la épica. De ahí que él al igual que los de su generación se definan continuadores de aquellos «gigantes» paradigmáticos con los que tuvo la oportunidad de convivir.

Al hablar de sus inicios le asalta el recuerdo de la feliz coincidencia con las estéticas de esos que considera sus maestros en el oficio. «Es impresionante ver cómo ellos retrataron lo que yo filmé. Hay muchas fotos que coinciden», dice quien fuera escogido por el propio Fidel para ser su camarógrafo personal.

«Ese momento -relata- lo vives con la emoción del joven, del aventurero, del hombre que anda en su caballo conquistando la vida. Desde el punto de vista más íntimo era un privilegio estar con Fidel, con este pueblo, en épocas de la Revolución unas más felices, otras más duras, pero estar con él era realmente como un premio de la vida.

«Yo creo que se puede hablar de Fidel sin hablar de nosotros, pero de mí no se puede hablar sin mencionar a Fidel. Creo que en la obra mía, que es diversa, lo más importante es lo que hice con él».

Foto: Jorge Luis Sánchez

¿Cuán difícil era fotografiar a Fidel y qué elementos de su personalidad captaron más la atención de Roberto Chile?

«Difícil no fue. Porque hay que reconocer que Fidel es una estampa, además de lo grande que pueda ser desde el punto de vista histórico, político, social, humano. Retratar a Fidel y que saliera bien no era algo difícil. Difícil era que saliera mal.

«Él era como un imán. Era raro estar cerca y no querer retratarlo, no querer filmarlo, porque atraía realmente. Su personalidad, la barba, el uniforme legendario, la gorra, su gesticulación, su historia… era atrayente para cualquier fotógrafo y cineasta, y te digo que no fue difícil.

«Difícil era que eso que tú filmaras o fotografiaras cumpliera la misión, y fuera un apoyo a lo que el pueblo entero y él al frente estaban haciendo, lo que podía ser esa imagen para el momento en que tú vivías».

Roberto Chile junto a Fidel y al Doctor José Miguel Miyar Barruecos, entonces Secretario del Consejo de Estado | Foto: Tomada de Cubaperiodistas

Roberto recuerda la muchedumbre que se agolpaba alrededor del estadista y que en un sinfín de ocasiones atentaba contra la mejor imagen. «Donde quiera que Fidel llegaba, se armaba una revolución. Donde quiera que él llegaba se acababa la tranquilidad, era una efervescencia humana, en cualquier sitio, ya fuera en Cuba o fuera de Cuba, y eso era lo único que dificultaba el trabajo, a la vez que lo enardecía. Te sentías como un jugador en un terreno, donde no es lo mismo que esté sin público a que esté con público. Era aquel pueblo clamando a Fidel, tratando de darle la mano, de saludarlo, lo vitoreaban, y en medio de aquello las imágenes tenían que salir bien», asegura.

En algún momento el camarógrafo tuvo inquietudes hacia el documental. Ya no le bastó con escoger los mejores ángulos, con procurar que las imágenes captadas por su lente tuviesen la iluminación justa o la composición perfecta. Según confiesa fue en el año 1984 cuando la obligación creativa le llevó a replantearse como realizador.

«Yo había filmado la estancia de Al Giddings en Cuba, uno de los cineastas submarinos más importantes del mundo, y teníamos todo aquello y no sabíamos cómo lo íbamos a hilvanar, cómo componerlo en un documental, y llamamos a varios realizadores y no quedé satisfecho con ningún montaje, entonces decidí hacer el documental yo mismo. Se presentó en el concurso Caracol y ganó el primer premio.

«Entonces dije: hay que continuar, y por ahí seguí, y ya después cuando filmaba algo, ya fuera por instinto propio o por encargo, estaba pensando no solamente en hacer una buena toma sino en cómo esta toma o las otras que iban a estar junto a ella se pudieran armar en un reportaje, en un documental o en una noticia y así… son decenas de documentales, reportajes y centenares de cortos, de noticias, que se transmitieron en la televisión y que muchos de ellos se guardan dentro del tesoro audiovisual de nuestro país».

Un día se enfrascó en dos proyectos: Arte Cubano y Alas con Puntas, ambos perseguían el objetivo de recoger la obra de importantes creadores cubanos. ¿Qué valor tiene el audiovisual a la hora de salvaguardar y mostrar el trabajo pictórico?

«Hay pintores, escultores, fotógrafos, que tienen exposiciones en diferentes galerías y espacios de la ciudad y si se lleva un cómputo la que más se ha visto puede ser que llegue a 4 mil, 5 mil, 10 mil personas, visitantes, algunas muchísimo menos; sin embargo cuando tú proyectas o transmites por televisión un audiovisual, en este caso, o lo subes a Internet, el público es considerablemente mayor.

«Yo te digo algo que sí es interesante: cuando comencé la serie aquella que titulamos Arte Cubano, empecé a trabajar con artistas de primera línea, que se conocían internacionalmente; te puedo mencionar a Roberto Fabelo, a Choco, a Flora Fong, Carlos Díaz, José Omar Torres, Zaida del Río, Alicia Leal, Pedro Pablo Oliva, Alfredo Sosabravo… y cuando esos audiovisuales salieron en la televisión, que se repetían en varias ocasiones, algunos de ellos se sorprendieron porque los vecinos de su entorno se enteraron por ese trabajo que ellos eran artistas de la plástica, que ellos eran pintores.

«Eso me dio un aliento tremendo, ver como yo descubría ante un público mayor, la calidad, el talento, la obra de esos importantes creadores cubanos, que ya se conocían internacionalmente, y en Cuba también, pero solo de nombre, la gente no los había visto así, pintando.

«Tengo que decirte algo, la primera serie Arte Cubano, como otros trabajos que yo hice en aquella época, los hacía sabiendo que en un momento determinado me podían llamar para trabajar con Fidel. Tenía libertad creativa, podía concentrarme no solo en mi trabajo principal sino también en otros, pero la obligación primera era con él, entonces debía trabajar con cierta tensión; así mismo salieron y por eso yo digo que estos cortos son como breves poemas, no documentales profundos, largos, son pequeños poemas que tuvieron una audiencia y un impacto en el pueblo, yo pienso que significativa».

La galería El Reino de este Mundo, de la Biblioteca Nacional de Cuba José Martí, acoge por estos días el milagro del diálogo entre poesía visual y poesía escrita. Fotografías y versos. Roberto Chile y una veintena de bardos, muchos de ellos, reconocidas voces del panorama literario del país. Se aprecia allí “un intimismo en las imágenes, que no es más que la plasmación de lo esencial poético en la mirada de Roberto Chile”, escribe el Doctor en Ciencias Históricas Rafael Acosta de Arriba, en el prólogo del texto que, con igual nombre de la muestra, verá la luz próximamente bajo el sello de Editorial Bachiller. Es un acto de fe.

Fotos: Jorge Luis Sánchez

Su hijo Daniel a través de la red social Facebook se refería a esta última exposición como «un canto a la diversidad». ¿La pensó así Roberto Chile?

«En una entrevista a la Jiribilla yo digo que esta exposición [Donde anida la poesía, Fotografías de Roberto Chile–Veinte poetas cubanos] es diversa en el sentido más amplio de la palabra. Fue lo que me propuse. Pienso que hay que tener en cuenta algo, y es quizás lo más importante que podamos hablar hoy y que se dice como un lema, se dice como un concepto, como una idea, pero a veces no se practica: si queremos una sociedad justa y un país como el que soñamos, tenemos que hacer realidad eso de con todos y para el bien de todos, y aquí están todos, y eso es lo que más me regocija y alegra.

Fotos: Roberto Chile

«Yo pienso que todos hacemos falta en este tiempo y ya no estoy hablando de la exposición. Tenemos que unir fuerzas, tenemos que unirnos los cubanos, estemos donde estemos, pensemos como pensemos, hagamos lo que hagamos. Tenemos que unirnos todos para lograr que este país, llegue a donde tiene que llegar y salvar no solamente a la Revolución, salvar a la nación cubana, salvar a este pueblo que merece un monumento más grande, como dijo Fidel de la Revolución: más grande que nosotros mismos.

«Y yo creo que de eso se trata, de que aquí hay poetas, voces, distintas voces, de otras edades, de otros pensamientos, de todos los colores y eso me lo propuse, por eso mi hijo lo dijo, porque sabía la esencia de mi intención».

Las fotografías que componen esta exposición sintetizan, de algún modo, toda una década en la vida de Roberto Chile. Al mismo tiempo, se realizaron en un momento trascendental para la historia cubana: el «deshielo» en las relaciones con Estados Unidos y la muerte de Fidel. ¿En qué criterios se basó para su selección? ¿Hubo alguna intención por reflejar esos cambios?

«Lo que trato de buscar en cada fotografía es la metáfora. Aquí hay pocas fotografías realistas. Un tipo de fotografía que admiro, que aplaudo, que sigo, que me encantó hacer en un momento determinado es la de prensa. Fotógrafos que se juegan su tiempo, su vida tratando de plasmar un acontecimiento vital, eso lo hice yo con la cámara de video, pero desde hace algunos años he estado más distanciado de la fotografía de prensa. Y aquí no quería combinar imágenes que fueran de sucesos, quise más bien escoger perlas que sirvieran como propuestas poéticas donde incluso no es tan importante lo que la foto muestra como lo que trae dentro.

«Fotografías que fueran capaces de inspirar a un poeta a decir algo que no necesariamente tendría que coincidir con lo que yo trato de decir, pero era un poco eso, buscando fotografías metafóricas y ahí tienes como ejemplo la de Fidel.

«Es la imagen más poética que tengo de él, sin embargo no se ve su rostro, pero dice más que muchas otras donde se le ve el rostro. Ahora tengo una segunda parte de esta exposición, donde escojo una imagen que tiene también un simbolismo, una carga poética, tiene una carga sublime… Aquí no hay acontecimiento, no hay un seguimiento histórico de lo que ha pasado en el país del 2011 al 2020, hay inspiración y la motivación que tuve para escoger estas fotografías en esa etapa de mi vida».

¿De qué manera seleccionó a los poetas?

«Lo mejor de todo es que hay una selección que no es académica. Es una selección azarosa, y te puedo decir que a varios poetas de los que están aquí, los vi personalmente y conversamos por primera vez durante la inauguración de la exposición. Yo no los conocía, aunque sabía de su obra. Ellos me conocían, y por WhatsApp o por teléfono acordamos lo que sucedió después: que ellos se motivaran y escribieran un poema, inspirados en una fotografía mía, pero fue así, y a los jóvenes los escogí buscando esa una diversidad.

«Lo que sí quiero aclarar es que no me atreví a proponerme un poeta si antes no leía su poesía, la veía en Internet o en algún libro. Entonces los poetas que yo no conocía, que no son Marilyn Bobes, Víctor Casaus, Miguel Barnet, Rafael Acosta, otros de los no conocía tanto sus obras, las investigué primero y entonces dije: a este poeta le puede inspirar esta foto mía, así que fue estudiado pero no desde un punto de vista académico sino desde un punto de vista más emocional y espiritual».

Fue un acto de osadía también…

«Yo creo que sí, pude haber tenido una disyuntiva. Que me llegara un poema que me defraudara o que no tuviera nada que ver con mi intención, pero no sucedió, y me alegro mucho, porque hubiera sido muy triste y hubiera estado contra mis intenciones que yo censurara a un poeta.

«Creo que lo último que yo sería en mi vida fuese censor, pero tuve la suerte de quedar complacido con todos los poemas y aunque en algunos casos el poeta no dice lo que yo quiero expresar con la imagen, eso me pareció acertado también, por la polisemia del arte, y yo no tengo la verdad, como se pregunta Silvio en su canción Modo frigio: “¿cuál será la absoluta, profunda y rotunda verdad”. Creo que nadie la tiene, cómo voy a creer que la tengo yo».

¿Qué detalles de la realidad cubana de nuestros días no podrían escaparse del lente de Roberto Chile?

«El trabajo para perpetuar lo que está ocurriendo en Cuba, lo están haciendo hoy otros fotógrafos, y muy bien. Porque lo hacen con talento, con profesionalismo, con oficio, y los admiro, porque yo lo hice una vez con la cámara de video cuando me tocó, y con la cámara fotográfica un poco después; pero yo en estos momentos busco cuándo unirme a ese grupo, como en algunos casos he hecho, lo que no está en un suceso determinado, imágenes poéticas que expresen sentimientos, lo que está sucediendo sin que necesariamente reflejen un momento determinado.

«Hay fotografías mías que así lo dicen. Aquí también hay imágenes que cuestionan, que estremecen, que lloran. En otra entrevista yo decía que ese llanto, como dice Carlos Varela en su canción Habáname, es por amor.

«Aquí no hay ninguna fotografía que vaya en contra de mis sentimientos por mi país, por mi pueblo, por la Revolución; sin embargo hay algunas que sí traen cierta incertidumbre, dolor, y traen cierta interrogación. Y creo que eso es lo que me he propuesto ahora: buscar de qué manera puedo reflejar mis preocupaciones en imágenes metafóricas, algunas veces incluso con un componente de diseño».

Cauces, un poema de su autoría que data de 1991, es el que sirve de puerta de acceso al universo de Roberto Chile en esta aventura visual y poética. En uno de sus versos habla de «una selva donde crecer o seguir olfateando huellas». ¿Qué huellas le faltan por olfatear y dejar?

«Precisamente ese poema yo lo escribí en el ´91, en un momento difícil del país, y para mí como ser humano, porque por ese entonces había perdido a mi padre, tenía a mis hijos pequeños… la situación era fuerte.

«Yo tenía una serie de preocupaciones creativas que no estaba cumpliendo y entonces ahí, como lo podrás ver, leyendo esta parte donde digo “El destino ni pergamino ni ruleta, las alas / una selva donde crecer o seguir olfateando huellas”, yo lo que expreso aquí, aunque la poesía no se explica, es que el destino no está escrito, pero tampoco es tan azaroso como pensamos, hay que conquistarlo con alas, y se puede convertir en una selva donde tienes que crecer o te quedarás como un sabueso, olfateando lo que otros hagan.

«Más que huellas que me inspiren yo lo que quiero es que esas huellas que dejen otros en el camino, que pueda dejar yo, sean huellas para el bien del país. Creo que ahora en lo que tenemos que pensar todos es en cómo este país puede prosperar, cómo puede buscar, en lugar de problemas, soluciones; cómo este país puede salir adelante sin echarle la culpa a nadie ni a nada.

«En este momento no debemos ni siquiera mencionar al bloqueo, tenemos que luchar y saber que esa pared de bloques, de hormigón armado, está ahí y no la vamos a poder quitar, hay que saltarla, empujarla, sortearla…esas son las huellas que yo quisiera encontrar.

«Yo quisiera ver las huellas en una pared vertical donde se marquen pasos subiendo, y después huellas en las nubes, y huellas en el cielo. Solamente si logramos dejar esas huellas en nuestro camino, vamos a triunfar. Si seguimos dejando las huellas en el fango, en las cenizas o en una calle mojada, nos vamos a quedar donde estamos.

«Me parece que este momento es de todos, donde, si no nos empinamos, si no nos inspiramos en los grandes retos que tenemos por delante, si no sacamos las mejores fuerzas de nosotros mismos, no tendremos otro destino que el fracaso, y que fracase Cuba hoy va a costar mucho dolor para tanta gente que se sacrificó y dio su sangre y sudor para que nosotros lleguemos al futuro, a ese futuro que todavía estamos tratando de conquistar».

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