ASIMETRÍAS

Ernesto Delgado: entre la poesía y la bondad

«No se me da bien la narrativa, no la sé pensar, todo lo pienso para que resulte en el poema…»

Redacción Alma Mater
Revista Alma Mater

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Diseño de portada: Frank Sera Griñán.

Por Xavier Esteban

Ernesto Delgado y Placetas, su ciudad natal, en la provincia de Villa Clara, tienen un vínculo indisoluble, un nexo similar al que existe entre él y las cuartillas, porque fue allí, en la biblioteca de su abuela, donde leyó y releyó El corsario negro, un texto fascinante, confiesa, porque «pude imaginarme a todos esos personajes alrededor mío. Fue un libro que me acompañó. Creo que despertó en mí, el amor por la literatura».

Aunque desde los cuatro años reside en Santa Clara, siempre que regresa a la denominada Villa de los Laureles, los recuerdos se le agolpan: las casas de sus amigos, sus familiares…Ya muchos no están; entonces emerge la nostalgia convertida en fuerza para escribir, un poder que sintetiza las esencias del poeta de hoy.

«Cuando retorno a Placetas es como si volviera a entrar en la poesía, porque creo que desde niño viví un poema en esa ciudad. Las vacaciones allí eran mágicas. A Santa clara le debo lo que soy, pero a Placetas el niño que pude ser», agrega el ganador del lauro a la Creación Joven en el XXXVI Premio Internacional de Poesía Fundación Loewe, de España.

Pálpito, su primer volumen, en proceso de edición por la editorial Visor, del país europeo, es «un libro original, bien construido, que busca la dignidad de la palabra a través de un abanico de imágenes y metáforas que brillan con voz propia», considerado así por la catedrática de la Real Academia Española, Aurora Egido, quien también lo calificó como «una reflexión vivaz sobre el peso del dolor, la edad, la enfermedad, la muerte y el misterio».

Licenciado en Español Literatura por la Universidad Central «Marta Abreu» de Las Villas, tuvo profesores excelentes que le enseñaron a leer entre líneas, a estudiar bien a fondo todos los recursos. Mucho le ayudaron y comprendieron, porque «era un alumno complicado, un poco arrogante»; «fueron los cinco años más hermosos en el ámbito académico», asegura.

Ernesto comenzó a acercarse al universo literario, a los 16 años, en el Taller Carlos Loveira de la Casa de la Cultura de Santa Clara, bajo las enseñanzas del reconocido escritor Yamil Díaz Gómez, con quien aprendió «a discernir entre un poema bueno y un mal intento de poema», afirma.

«Cada vez que Yamil hablaba era una lección de poesía. Gracias a él descubrí a Gastón Baquero, Emilio Ballagas, Roberto Fernández Retamar, a Eugenio Florit, y a otros tantos poetas», añade y muestra su gratitud, además, a Sergio García Zamora, con el que fundó, junto a Joel Herrera y los restantes colegas, el grupo literario La estrella en germen.

«Deseábamos escribir algo distinto. Queríamos perseguir el gran poema, como lo perseguía Borges. Hacíamos ejercicios de pensamiento, forjamos una amistad, maduramos tanto en esos talleres, con el propósito de devolverle las alas a la poesía, y crecimos», considera, e igualmente, estima que los premios significan un estímulo, un alivio, «no es que hagan mejor ni peor tu obra, son un respaldo necesario y una alegría».

Ernesto Delgado prefiere la poesía, siempre la poesía. «No se me da bien la narrativa, no la sé pensar, todo lo pienso para que resulte en el poema, expresa, y adelanta que Pálpito, su primer volumen, es un guiño para que cada cual encuentre su destino, «porque todo lo que te rodea está vivo y logra ser bello».

Mientras se materializa la publicación del texto por la editorial española Visor, y con los mayores deseos para que otros proyectos logren concretarse, Asimetrías convida a leer su poema El desvelo.

El desvelo

Cuando duermes yo me quedo inmóvil esperando que tu sueño me contagie.

Corren como emigrantes mis manos hacia ti pero descubren que has cortado los puentes.

Tú desciendes de una tradición nocturna, la paz cuelga de ti como pulsera,

Y hay un desfiladero de silencio que nos separa los silencios. Y hay esta vigilia

Donde bordeo tu carne como un río mientras duermes. De tu boca sale

Un rumor antiguo, un soliloquio breve de la tierra y sus caminos.

Yo me echo a beberte pero eres un agua que se aleja.

Yo me incorporo para saltar desde mi boca a la tuya

Pero tu mano sonámbula me derriba.

Lo cierto es que estoy echado junto a ti como un montonero junto a la hoguera,

Que tu respiración crepita, exhala cenizas y yo las confundo con estrellas.

Ahora estoy bajo un cielo de la infancia que se ha detenido a esperarte

Y junto a mí duermes tú y las cosas que ya no tengo.

No quiero que el silencio con sus manos torpes me cierre ahora los ojos

Como lentamente le han ido cerrando los ojos a mis abuelos;

Quiero adivinarte formas en lo oscuro, nombrarte desde lo oscuro

Sin que mi propia oscuridad me escuche. Quiero aprenderme tu crepitar,

Tu pálpito de costa en octubre, tu forma de montura sobre la que echo mi cabeza,

Tu respirar como una música que solo yo puedo oír. Tu pelo que me cae como neblina.

Pido quedarme despierto mientras tú existes, mientras te brotan ciudades,

Páramos, hojas que suenan hasta nombrarnos.

Porque en esta vigilia solo a ti puedo mirarte como yo sé mirar lo eterno.

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