Habana-Panamá: Dos semanas en el limbo

En algún momento de la tarde sale una funcionaria de la embajada a explicar lo mismo que han repetido por todos los canales oficiales una y otra vez en los últimos días. Se forma un círculo alrededor de ella, pero muchos no se levantan, es una fe extraña la que los mantiene aquí, a fuerza de voluntad, pero no de esperanzas.

Laura Serguera Lio
Revista Alma Mater
9 min readMar 12, 2022

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Foto: Christian Suárez Castro

Por Laura Serguera Lio

De lejos pudieran parecer amigos que pasan un día de picnic. Sentados sobre el césped sacan pomos congelados de un maletín, almuerzan el contenido de cajitas de cartulina y valoran si deben permanecer en este espacio o moverse en busca de sombra al sitio de ayer, donde cayó algo de los árboles y les manchó la ropa.

A simple vista no hay forma de imaginarlo, pero se acaban de conocer. Se han unido porque el instinto de supervivencia les alerta que no existe otra forma de conseguir lo que buscan. Son de Sancti Spíritus, Holguín, Manzanillo… algunos llegaron el jueves, otros el miércoles: comparten dos sábanas y la misma desesperación. Hay un grupo de seis que tiene pasaje para el día 13, otro de cuatro para el 17, alguien menciona el 19 y están los que no dicen nada y solo asienten… no quieren hablar porque lo suyo es resolver, porque no buscan problemas, porque ellos, en realidad, solo están esperando una respuesta, una respuesta no, esa ya se las dieron, una solución, lo que están esperando es una solución. ¿Y hasta cuándo? Hasta que la den. Hasta que la den no se van de aquí.

Son los últimos, los irreductibles, y lo saben.

— Aquí había más gente…

— ¿Y qué pasó? ¿Resolvieron?

— No, hombre, no, qué van a resolver… se cansaron y se fueron, aquí nadie ha resuelto nada.

— ¿Y ustedes?

— Nosotros no, nosotros nos quedamos.

El martes, la Embajada de Panamá en La Habana anunció que a partir de la aprobación del Decreto Ejecutivo №19 del 8 de marzo, del Ministerio de Seguridad Pública istmeño, los cubanos que viajaran a ese país debían portar una visa de tránsito. La publicación que dio a conocer este requisito en la página de Facebook de la delegación diplomática acumula casi 500 reacciones en las que priman los “Me enoja”; los comentarios aparecen desactivados.

«Se establece la Visa para Pasajeros o Tripulantes en Tránsito como requisito para los ciudadanos extranjeros de nacionalidad cubana que viajen por la República de Panamá, hacia otro destino o de retorno a su país, durante un periodo de tres meses», reza el documento publicado en la Gaceta Oficial de la nación centroamericana, donde además se añade que la visa de tránsito será otorgada hasta por un periodo máximo de 24 horas y solo autoriza al migrante a permanecer en el área de tránsito internacional del aeropuerto, con la finalidad de continuar su travesía.

Foto: Christian Suárez Castro

En principio, se decía que la medida entraba en vigor de manera inmediata y, a más de 700 km de la capital, retumbaron sus implicaciones. El miércoles 9 no eran pocos quienes desde disímiles lugares de la Isla llegaban a reunirse en el parque frente a la Embajada para expresar su descontento. Ese día, ante la concentración, un funcionario consular explicó que quienes tuvieran comprado su boleto hasta este sábado (12 de marzo) antes de la medianoche, y su tránsito por Panamá fuera menor a las doce horas, podrían realizar su viaje según estaba previsto. Aquellos con pasaje desde entonces hasta el 15 de abril deberían reprogramar y pedir una visa de tránsito.

Atendiendo a que la solicitud, de carácter personal, se realiza ante el consulado panameño del país en que se encuentre la persona interesada y con un plazo mínimo de quince días hábiles antes de la fecha prevista de viaje, la legación panameña en La Habana comenzó a dar turnos para quienes tuvieran sus vuelos agendados a partir del 31 de marzo.

En el medio, dos semanas en el limbo.

«No entiendo por qué hicieron la excepción hasta el 12 y no hasta el 13, no es justo. No entiendo. Debería ser igual para todos. Nosotros sacamos los pasajes el 8 de febrero y son los segundos que compramos ya, teníamos otros desde diciembre para enero y cuando llegamos no aparecíamos en el sistema. Aparecimos después de que el avión salió, eso es porque sobrevenden los boletos. Y aquella vez fueron 2 900 dólares, ahora son 3 500, no hay dinero para más. ¿Por qué les están dando la visa transitoria a los de abril si nosotros estamos primero? No es justo, no es justo…», parece una adolescente, delgada, con el cabello trenzado; viaja con su mamá, su cuñada y otros a quienes no sé qué relación une. Salía el día 13 desde La Habana a Ciudad de Panamá y de ahí, tras una escala de un par de horas, proseguía a El Salvador y finalmente Nicaragua.

Foto: Christian Suárez Castro

A unos metros de ella, una muchacha igual de joven habla de una visa a Colombia que se le vencerá sin posibilidad de renovación. Tienen en común que su primer tramo de viaje es con Copa Airlines y, a partir del segundo, con Avianca.

Todos los que están hoy en este sitio viajan con Copa, aerolínea panameña cuyo principal centro de operaciones radica en el aeropuerto de Tocumen, una de las terminales áreas más importantes de América Latina. Antes de la pandemia de la COVID-19, en el aeródromo centroamericano operaban 23 aerolíneas comerciales, conectando 85 destinos hacia 37 países.

Tras la noticia de la exigencia de la visa transitoria, Copa aseguró que ofrecería flexibilidad para los pasajeros que necesitaran modificar sus planes de viaje, pero a quienes lo han intentado les han referido, en muchos casos, calendarios llenos hasta 2023…

Con Avianca resulta aún peor: dejó de vender pasajes desde y hacia Cuba en octubre de 2019, cumpliendo restricciones impuestas por el gobierno de Donald Trump. En La Habana no hay oficinas de la aerolínea colombiana a las que dirigirse y, además, ha dejado claro que no se responsabiliza por nada de lo sucedido: no ofrece reintegro por cancelación y el cambio de fecha — aseguran los afectados — conlleva una penalización superior a los mil dólares.

En algún momento de la tarde sale una funcionaria de la Embajada a explicar lo mismo que han repetido por todos los canales oficiales una y otra vez en los últimos días. Se forma un corro alrededor de ella, pero muchos no se levantan, es una fe extraña la que los mantiene aquí, a fuerza de voluntad, pero no de esperanzas.

Foto: Christian Suárez Castro

Si se le pegunta al grupo que lleva dos días durmiendo en el suelo, que alquiló un cuarto en La Habana solo para dejar sus maletas y ha hecho del estoicismo su divisa, esa funcionaria no dijo nada. Lo mismo sucede con el hombre que jura que vendió todos los muebles de su casa, que ya no tiene ni dónde guardar un pedazo de carne, que este es un vuelo que le han reprogramado desde el 2020 por la pandemia y que ya no sabe qué hacer. Lo mismo sucede con la informática que debía seguir a México a estudiar un curso de posgrado por tres meses. Lo mismo sucede con el tío y el sobrino que cuentan que un hermano en Estados Unidos les pagó el viaje hasta Nicaragua para hacer turismo, y que vinieron de Oriente a La Habana porque desde allá no lo ha podido cambiar. Lo mismo sucede con la pareja que consiguió vuelo directo a Nicaragua para la ida, pero regresa con escala en Panamá el día dos de abril y no sabe dónde pedir sus visas.

Pero esos, que hablan de negocios y a veces de vacaciones, de reencuentros con personas que no ven hace mucho y de otros desgraciados como ellos que tenían empleos o familias a los que regresar — unos médicos a Brasil, una madre con su hijo a Chile, una cita de reunificación familiar en la Embajada de Estados Unidos en Guyana — y que no están aquí hoy, esos que no mencionan la palabra migración y que responden siempre que tienen pasaje de regreso y que van a comprar piezas de auto o ropa — y que en algunos casos exhiben pasaportes con varias salidas y en otros, la mayoría, reconocen su primera vez sobre un avión — esos son ya los menos.

Hay dos niveles en el parque y el tumulto más grande está abajo, donde unas vallas policiales cercan a quienes deben ser atendidos por personal consular hoy. Son los afortunados con boleto para después del 31 de marzo. Dos mujeres sentadas en el suelo anotan en una lista. Ellas tienen pasajes para el tres de abril, están «salvadas». Aun así, llevan dos días viniendo a mantener el orden de la cola para la solicitud de visado y piensan seguir haciéndolo hasta que les toque. La fila la armaron ellas y la siguen velando ellas: cada vez que llega alguien nuevo lo apuntan. Una es de Pinar del Río, la otra de Mayabeque. En casa de esta última se quedan las dos. «Venimos a la una de la tarde más o menos y nos vamos a eso de las seis, no es tanto y es mejor, todo organizado».

Dentro de ese grupo lo perciben diferente, lo tienen bastante claro, la Embajada ha informado, «ahorita salió una compañera a explicar»… no se muestran antipáticos con el problema ajeno, que no resulta propio casi por casualidad, pero tampoco pueden perder su turno ni su viaje, bastante ya la nueva cola, los 50 dólares adicionales que tendrán que pagar por la visa transitoria. Están aquí desde las cuatro de la mañana y desde antes, incluso, marcando. Algunos no saben cómo realizar el pago, por qué lo han puesto así y no al entrar al aeropuerto, evitando este problema, pero tampoco los atormenta demasiado, ya se enterarán cuando los reciban, con suerte, hoy.

Emigrar parece una mala palabra o una palabra temible, también entre los de este lado. Quizás son honestos al negar el interés y se impone el prejuicio de que quien va a Nicaragua aspira a seguir ascendiendo por el continente o el efecto de tantas personas marchándose cada día para no volver. La migración golpea a Cuba, duro, y es una Cuba ya golpeada por una pandemia, una Cuba golpeada por una crisis económica con diversas causas, una Cuba, además, anclada a una región empobrecida y explotada, en que la persecusión del sueño del progreso, para muchos, está ligada a dejar el terruño atrás.

La decisión de imponer visado transitorio compete a las autoridades panameñas. Cuba tiene poco que hacer en esa mesa, aunque el Ministerio de Relaciones Exteriores ha declarado matenerse velando por los intereses de los cubanos. Aún así, Cuba es la que más sufre ese potencial flujo migratorio irrregular e inseguro, intensificado por las políticas de Estados Unidos y el incumplimiento de acuerdos… factores que propician que miles de personas acudan a rutas alternativas por terceros países.

En medio de ese panorama, Panamá, apelando a su derecho soberano de regular los procesos migratorios vinculados a su territorio, decide limitar la entrada de cubanos al país, como mismo en otros momentos apostó por favorecerla. Apenas un par de semanas antes del anuncio de exigencia de visa transitoria, el 22 de febrero, la Embajada de esa nación en La Habana afirmaba en sus redes sociales que no exigirían este permiso por el momento. ¿Por qué ahora y de esta forma inmediata? ¿Por qué dejar a tantos en la inopia, cuando la pandemia sigue incidiendo en el número de vuelos diarios y en la facilidad para obtener pasaje?

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Casi al final del viernes, la sede diplomática de Panamá en Cuba divulga en sus redes sociales que, por razones humanitarias, extiende hasta el 15 de marzo el periodo de gracia para la aplicación del Decreto Ejecutivo №19. O sea, 72 horas después de la fecha prevista inicialmente.

Pienso, entonces, en los seis holguineros que con este cambio verán su problema resuelto. En la chica con cara de niña, en la señora que va a ver a su hermano, en la otra que decía que iba a comprar, pero que si fuera a migrar nadie debería obligarla a quedarse donde no quiere. Cuando me fui del parque seguían exactamente en el mismo sitio, no habían cambiado siquiera por la promesa de sombra… Pienso, también, en si su resistencia habrá incidido en algo y en qué pasará con los otros que compartían mantas con ellos, ahora que son menos, que se quedan más solos. ¿Permanecerán?

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Laura Serguera Lio
Revista Alma Mater

Viviendo en esa delgada línea entre la estabilidad mental y el aburrimiento. A veces el caos se impone, entonces escribe.