¿Irse o quedarse? ¿Dónde empieza o termina la ficción?

«(…) una vez más la canción “Mis amigos”, de Yatsel Rodríguez, será mi tabla de salvación. Vendrá, con su melodía inconfundible, a ser ese bálsamo para sanar las heridas de los amigos que quedamos en esta tierra en la que nos hemos prometido ser felices»

Redacción Alma Mater
Revista Alma Mater

--

Foto: Cortesía de El Mejunje.

Por Rodolfo Romero Reyes

Hace una semana participé en La Cafetera, un añejo espacio de debate sobre temas actuales y polémicos que — recientemente rescatado por estudiantes y profesores de la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana — utilizó como leitmotiv la interrogante: ¿irse o quedarse? Por segunda ocasión se repletó el Salón de Conferencias para debatir por espacio de tres horas sobre la migración.

Fui invitado para conversar esencialmente sobre la obra «No importa», a la cual, más allá del libro que la inspiró, me atan ya lazos indisolubles. No me limité a hablar del argumento — cuatro amigos se reúnen y recuerdan momentos de su vida en el pre, el servicio militar, la universidad…, solo uno de ellos vive en Cuba — ; y a citar las frases más fuertes, duras y polémicas que dicen sus personajes, sino que además conté las diversas reacciones que he observado en los públicos de estas ya casi 70 puestas en escena.

Cuando llegué a mi casa, emocionado aún por La Cafetera, les dejé varios audios a «los locos» de «No importa». Les conté de la experiencia, del resto de los panelistas, y de las preguntas y reflexiones que hicieron los estudiantes. Instantes después sonó el celular.

— Mi hermano, me toca a mí como siempre darte estas noticias: Raudo se va en una semana. Vamos a hacer una función especial para despedirlo. Te imaginas cómo estamos todos, será desgarrador.

Cuando en 2021 asistí como invitado al estreno de la obra en el Mejunje de Silverio, en Santa Clara, Yuniesky Bermúdez (Raudo) no formaba parte del elenco, aunque sí había participado en varios de los ensayos. Aquella noche fue Duvier quien escenificó el personaje que se queda en Cuba, aquel al que sus amigos le cuestionan si de verdad él es feliz aquí, el mismo que afirma que no se irá nunca de Cuba porque no quiere que sus viejos lloren por él, porque no quiere que sus amigos lloren por él.

Justo cuando los medios de comunicación empezaron a hablar del impacto que esta nueva obra estaba teniendo, sobre todo en el público joven, Duvier hizo la travesía por Nicaragua. Raudo llegó entonces, con su pelo largo y con los espejuelos del personaje, para convertirse en el compañero de Adrián durante el Servicio Militar, en el amigo que no apoyó a Lizo cuando se batió sola contra el Ministro de Magia, en el eterno enamorado de Leisy, a quien nunca le hizo el cuento ni tampoco le regaló el ramo de mariposas.

«Cuando se te va el primero — dice él en la obra — lo criticas todo: el capitalismo, el socialismo, todo, por tal de que no se vaya; cuando se te va el segundo, lloras, lloras como si no hubiese un mañana; cuando se te va el tercero no quieres que se acabe el ron en la fiesta, ni que llegue ese último abrazo…». Y así mismo ocurrió en la vida real: después de Duvier, se fue Lizo para Uruguay, Leisy está en lista de espera y ahora Raudo se va.

Adrián dice, en broma, que la obra mutará hasta convertirse en un monólogo de él sentado encima de las cuatro maletas. Yo prefiero imaginar otra escena, en la que él aparece sentado en el lobby de un hotel (al igual que pasa en la obra), esta vez junto a su amigo periodista, y llegan de uno en uno, Duvier, Lizo, Raudo, Leisy, y se escucha esa frase que para mí ya siempre suena con la entonación de Yuniesky: «¡Asere, qué bola!».

Ahora que Raudo se va, quisiera ir hasta Santa Clara y darle el abrazo que no pude darle a Lizo cuando se fue, o el que le he prometido a Leisy para cuando se vaya. Pienso que quizás deba grabarme en un video para que lo proyecten en la sala y así, aunque sea desde la distancia, despedirme. O tal vez deba escribir algo… en fin, que no sé.

Ante la duda, haré lo mismo que hice en La Cafetera, y una vez más la canción «Mis amigos», de Yatsel Rodríguez, será mi tabla de salvación. Vendrá, con su melodía inconfundible, a ser ese bálsamo para sanar las heridas de los amigos que quedamos en esta tierra en la que nos hemos prometido ser felices, y en la que, inevitablemente, a veces nos sentimos un poco solos.

Mis amigos están del otro lado,

el punto cardinal es lo de menos.

Ellos se han aventurado,

tras sus sueños.

(…)

Mis amigos han dejado un espacio atrás,

un abrazo, un beso, una canción, que aún no tienen final.

Mis amigos no esperaron por no esperar,

esta vida solo es una vida,

y en ella solo es libre la esperanza,

somos este viaje que no alcanza, mis amigos y yo.

--

--