La «salvación» y Moisés

Ya Moisés se la había gastado con cuanta bola pretendió traspasar aquel «hueco» ceñido entre segunda y tercera. Lo hizo con tal categoría, ritmo, coordinación, música…

Redacción Alma Mater
Revista Alma Mater
4 min readSep 21, 2020

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Foto. Roberto Morejón

Autor: Mario Ernesto Almeida Bacallao

Estadio Victoria de Girón, sábado 19 de septiembre de 2020
Matanzas VS Ciego de Ávila

C uando Michel Arteaga –el futuro tercer out de aquel octavo inning– conectó con el lanzamiento número 99 de Yoanni Yera, salió un roletazo que alimentaría (por la manera en que Moisés Esquerré lo atrapó bien abajo, se dio vuelta y lanzó) la jugada que Evián Guerra se atrevió a calificar como la mejor del juego.

Ya Moisés se la había gastado con cuanta bola pretendió traspasar aquel «hueco» ceñido entre segunda y tercera. Lo hizo con tal categoría, ritmo, coordinación, música… que podría pasar perfectamente por el pelotero con más estilo de la actual nómina del Yumurí.

«Pero en el béisbol el estilo no basta», quizás pensó cuando –minutos después– con bases llenas y sin outs bateó para doble play y quedó avergonzado en la primera almohadilla. El 77, número que lleva al dorso, no había podido empujar para los suyos, en casa propia, la carrera que incrementaría la diferencia de uno por la que ganaban y que, efectivamente, Andrys Pérez se encargaría de impulsar en el siguiente turno.

Dos por cero arrancó el noveno. Luego de un out, Yorbis Borroto puso en vuelo una línea al left-center de la cual Ariel Sánchez dijo con el brazo enguantado en alto que había atrapado antes de picar. El árbitro respondió que había besado suelo y, acto seguido, la cámara se puso de atrás para adelante y de adelante hacia atrás y todo el mundo se quedó callado y el lente sin soltar una palabra dijo «no sé» y luego volvió bien lento y de cerca e, igual de mudo, soltó un «parece que sí».

Raúl González, con un fly al derecho, se convirtió en el segundo out, mientras Abdel Civil llegaba después con el único hit de su juego, una línea sólida que burló a Jefferson Delgado en la tercera base. Cerca de tercera pasó también el roletazo de Osvaldo Vázquez que convirtió a Yorbis en descuento.

YoanisYera. Foto: István Ojeda.

Tres hits bien puestos en el noveno para Yera luego de otros ocho casi perfectos, donde apenas permitió uno. Yera inquieto, indefenso, irascible. Yera encarna un gruñón, pero eso no es bueno, ni malo, ni importa cuando muchos dicen que eres el mejor de Cuba a la siniestra.

Humberto Morales aparecía para eliminarlo. Yera ya tenía 119 lances. El tigre combatió en el cajón hasta que trocó el envío 123 del zurdo, una curva de 78 millas, por un «flycillo» quemado con dirección a lo más corto del izquierdo; un fly que de picar pondría cara de empate y sacaba al hueso duro de Yera de la loma; un fly que no demoró dos segundos, uno feo, de chiripa, de los que nadie viene después y dice «fui yo, contra, fui yo»…

Moisés Esquerré es un short-stop que nació y creció en Álvarez entre Mujica y San Carlos, Bachichi, Matanzas, Cuba. Ha visto mares y terrenos y lleva al dorsal la cifra que marca la velocidad de la curva con que Yera hizo que Arteaga roleteara en el octavo. Moisés se había enredado entonces como un perro jíbaro que caza ratones, para lograr que Evián cometiese el peor error de la tarde: decir –¡Oh, Dios!– que aquella redada melodiosa resultaba lo mejor del día. «¿Quién va a superar eso? Al menos hoy… ¿quién?», tal vez pensó el comentarista.

Moisés Esquerré, foto tomada de cubalite.com/

Moisés Esquerré es un pelotero lleno de estilo pero con eso no basta. Sabe que un chama de 24 cuatro años no dura en el «hueco» que se ciñe entre segunda y tercera si no muestra garra, timbales, saña, roña…

Quizás por eso se lanzó al vacío, sin mirar, de espaldas, para que aquel huevo podrido en forma de fly jamás se rompiera sobre la hierba. Se tiró, tal vez, como niño ingenuo que quiere una guayaba y descubre que la única manera de tenerla es saltar del gajo y salta, aunque no sabe cómo diablos caerá al suelo.

Moisés Esquerré aterrizó con un golpe seco en la nuca, mal logró voltearse bocabajo y comenzó a tocarse en gesto de alarma la zona trasera del cuello. Mientras Ariel Sánchez llamaba al médico y le daba palmadas de «¡levántate, animal, ganamos!», mientras los rojos salían dando brincos y Yera se regodeaba en su bultillo de tierra, Moisés se quitó el guante que guardaba la bola y se quedó tendido.

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