¿Quién le pone el cascabel al látigo?

La suegra querida

Parafraseando el título de esta sección, comparto la certeza de que la suegra quizás no tenga en sus manos el látigo, pero atención, ella es quien siempre decide cuándo y cómo se le pone el cascabel…

Redacción Alma Mater
Revista Alma Mater

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Autor: Nemo

«Para la mejor suegra del mundo», el mensaje escrito con diversas tipografías hacía de aquella, entre todas las jarras en exhibición, la ideal para llevar a casa en el tan esperado Día de las Madres.

Sabía que muchos, incluyendo mi propio suegro, tildarían el gesto como guatacón; incluso, mi acción podría poner en desventaja a mi concuño, el otro yerno, que en varias ocasiones ha argumentado que ella dista mucho de ser aquello a lo que el texto aludía.

Pero pudo más mi lealtad hacia ella que el sentido común. Así lo hice aquel día y lo reafirmo hasta hoy. Siento que debería, para convencer a quienes leen estas líneas, argumentar que una suegra es casi como una segunda madre, pero no, porque ahí me ripostarían con verídicas anécdotas miles de nueras y yernos cuyas experiencias con suegras y suegros han resultado traumáticas.

Obviamente, la suegra per se no es buena ni es mala, aunque el humor internacional confirme lo último. Las hay de todo tipo, el quid de la cuestión está en saber escoger.

Para elegir pareja la sociedad tiene un conjunto de premisas consensuadas. Desde las que se fijan en atractivos como la belleza física, la inteligencia emocional, las habilidades para entretener y divertir, la creatividad y eficiencia sexual o el sentido romántico y detallista en el amor; hasta cuestiones más terrenales como si sabe cocinar o tiene algún medio de transporte propio (aunque sea una bicicleta).

Sin embargo, el error está, creo yo, en elegir con tanto cuidado a esa persona que amaremos «en la salud y la enfermedad» y esperar a que, por gracia divina, su progenitora sea una bella persona. Mi propuesta es totalmente diferente: escojamos primero a la suegra y después tengamos suerte con su prole.

«Si tu novia o novio cocina bien ya te puedes casar». Falso. Es muy probable que cuando te cases vivas agregado en casa de tus suegros. ¿Quién es allí la dueña y señora de la cocina? La suegra. Con que ella sepa cocinar — y hacer ricos postres — es suficiente.

«Llévate bien con el suegro». ¿Para qué? El suegro será el «hombre de la casa» para quienes no viven en ella. Intramuros es una verdad de Perogrullo que la suegra es quien manda en la mayoría de nuestros hogares.

«No discutas con tu pareja, eso afecta la convivencia». Seamos objetivos, el que ose discutir con su suegra probablemente esté renunciando a dicha convivencia. Si tu suegra vive en Nuevo Vedado y tú eres de Guanabacoa o de Barbosa, tienes una noción del peligro tal que primero muerto antes que contrariar algunas de sus decisiones.

Más allá de consejos y frases estereotipadas, lo cierto es que si logras establecer una relación afectiva con tu suegra gozas de cierta inmunidad. Lo digo por experiencia propia. El suegro puede criticarte, tu pareja también, y eso emocionalmente te puede hacer sentir mal, pero nada te saca de ese bache tan rápido como cuando escuchas la voz de ella, firme y enérgica, al salir en tu defensa. En ese instante, te sientes invencible, una especie de súper héroe hogareño.

Por eso, cuando compres chocolates, bombones o africanas, no se los lleves a la persona que amas, ni siquiera a tus hijos pequeños — ellos crecerán, entenderán y te apoyarán, estoy seguro — ; prioriza a tu suegra, la madre de tu esposo o esposa, la abuela de tus hijos.

Puede que alguien no esté de acuerdo con mis sugerencias y prefiera seguir haciendo chistecitos despectivos. Pero les repito, ojo con ella. Parafraseando el título de esta sección, comparto la certeza de que la suegra quizás no tenga en sus manos el látigo, pero atención, ella es quien siempre decide cuándo y cómo se le pone el cascabel.

Le sugerimos…

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