Entrevista
Monik Molinet y su relación con las mujeres
Lo que veo no es todo lo que hay; pero para empezar a ser coherentes, sororas y sinceras entre nosotras, debemos reconocer a las valientes, las poderosas, las que hacen porque el mundo nos aprecie como somos.
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Autora: Dainerys Mesa Padrón
Fotos: Monik Molinet
Confiesa que ser feminista le cambió la óptica. Yo diría más. Cambió su forma de llegar a un set, de ver en una modelo lo que puede resultar invisible a otros ojos. Por cambiar… le cambió hasta la forma de acariciar el obturador.
Monik resume su evolución en un hecho que parece inmediato. Yo veo más. Veo su introspección, los desacuerdos consigo misma, su búsqueda constante, los estudios, la investigación, el apoyo, la sed de conocimientos y su sensibilidad infinita.
Veo a la Monik Molinet joven, actriz, cubana mexicana, fotógrafa, feminista… A una mujer que ve el mundo a través de su cámara y lo comparte en imágenes que cada vez calan más hondo su subconsciente y el de su público.
El secreto de su mirada, dice, está en preguntar, incesantemente, cómo cambiar la visión androcéntrica de una realidad que es tanto de los hombres como de las mujeres.
Entonces le pregunto, en un inicio, ¿cómo llegaste a la fotografía como medio de expresión?
Mis estudios iniciales fueron en música clásica, en la Vocacional de Artes en Pinar del Río. Luego en La Habana estudié Artes Escénicas en la Escuela Nacional de Artes.
Tuve la suerte de graduarme haciendo teatro en el Buendía, y de trabajar en el cine tempranamente.
Es decir, toda mi vida, todos mis estudios han sido en distintos medios de expresión artística. Entendiendo lo que era un «Fortissimo», o un Verfremdung Brechtiano, no puede imaginar alguna profesión distante al arte, no puedo imaginar mi vida sin «Fine Art».
Me impulsó hacia la fotografía mi necesidad visceral de expresarme, de encontrar un canal propio para traducir y ejecutar a través del lenguaje visual mis ideas, por la determinación de ser independiente y responsable en cuanto a calidad y discurso artístico.
Siendo actriz toda esta necesidad de decir se subordinaba a muchos factores, los principales: que llegaran a mí trabajos que coincidieran con mis inquietudes y luego que pasaran cosas con ellos, algo que también dependía de otras personas.
Uno de los elementos repetitivos en tu obra visual son las mujeres, en toda su diversidad. ¿Por qué?
No fue algo que me propuse en un inicio; pero, en este punto ya es un hecho.
La mayoría de las mujeres hemos crecido, nos han educado con discursos hechos por hombres y, por ende, desde una posición y perspectiva masculina.
Fue inevitable cuestionarme cómo podía aportar a un imaginario visual la imagen de mujeres reales, complejas, no cosificadas. Cómo podía mostrarlas como objeto deseante en lugar, únicamente, de objetos de deseo. Pienso que desde ahí se articula la búsqueda de la tan necesaria mirada femenina.
La representación de la sexualidad en la historia de la pintura y la historia visual lleva siglos mostrándonos a las mujeres como objeto de deseo, otorgándole únicamente una dimensión sexual. Esto sucede porque ha dominado solo una mirada, la masculina y no es que exista algo malo en esta, es que faltan otras. Creo que debemos empezar a asociar a la mujer con otros valores.
Todos los días me pregunto cómo con mi trabajo y desde él, puedo compensar, cuestionar, remediar esto.
Además de esta inquietud por la mirada masculina como preponderante en las artes ¿qué otro giro te llevó a ese discurso más profundo en las imágenes de mujeres que realizas?
Tuvo que ver con mi llegada a México y el entendimiento de la realidad social para las mujeres mexicanas. El contraste que esto tenía con la realidad cubana. Tuvo que ver con conocer a autoras como Simone de Beauvoir en su libro El segundo Sexo; con descubrir a artistas como Yolanda Domínguez; y con conocer a mujeres admirables, amigas feministas que me acercaron estas temáticas y muchísimas interrogantes.
Todo esto me ha encaminado hacia esta búsqueda de una conciencia y postura social justa, informada, culta, para aplicar en mi vida privada y en mi obra.
¿Cómo ha cambiado tu estancia en México la mirada de lo que son las luchas feministas?
Mucho. Lamentablemente es un país donde se sufre un nivel de violencia contra la mujer que figura entre los más altos del mundo, eso me impactó profundamente y despertó en mí la necesidad de entender la dinámica social que se me presentaba, la urgencia de continuar sumando logros feministas. Por consecuencia, estas nuevas visiones han enriquecido mis inquietudes a la hora de elegir los discursos a abordar en mi obra.
¿Cuál es la clave para enfocar temas como las luchas de las mujeres en tu obra artística, sin que esta pierda el atractivo o el interés de quienes te siguen?
Mediante el lenguaje del arte se crea el espacio, el canal para plantear la problemática desde las perspectivas más diversas. Puede ser creando situaciones más íntimas, más contundentes y sensibles entre la obra y el espectador. Esto a mí me parece una herramienta social fantástica.
Por otro lado, no pienso a la hora de concebir o ejecutar una fotografía, un proyecto, en el entretenimiento que esta pueda ofrecer. Pienso que es un lugar de partida errado para concebir una pieza. Mi relación con ejecutar una idea parte de la necesidad visceral propia de comunicar algo, algo que me parece necesario decir.
¿Cuánto apuestas a la sororidad entre las mujeres del mundo artístico?
Creo que si las mujeres queremos avanzar hacia un sistema social igualitario la sororidad es indispensable. No es fácil, pero repito, es indispensable. El reto es mantenernos conscientes y proponer dinámicas sororas en cada oportunidad que se nos presente, incluso cuando el resultado no sea el esperado, debemos persistir.
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