PANTALLA EN TALLA

La magia de Calendario

Lo que más me gustó de la teleserie fue su capacidad para combinar realidad con utopía, su afán por mostrarnos un deber ser que puede conducirnos a un lugar mejor. Esta es una nación que necesita sueños, que necesita elevarse por sobre las circunstancias duras que vive y reinventarse al compás de las aspiraciones de sus hijos.

Redacción Alma Mater
Revista Alma Mater

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Imagen tomada de la página de Facebook de Calendario.

Por Fabio E. Fernández Batista

A Magda por su regalo de domingo y a mis alumnos todos

Se acabó Calendario y los domingos, al menos los míos, se quedan un tanto huérfanos. Fueron semanas de reconciliación con nuestra TV, esa que muchos disgustos nos da a golpe de producciones francamente infumables. El binomio Amílcar Salatti-Magda González Grau, timonel de todo un equipo, demostró una vez más la potencialidad del dramatizado para promover el diálogo con los problemas que nos acosan como individuos y sociedad.

Me toca de cerca la serie, pues tengo el inmenso privilegio de ser profesor y desde tal condición interactuar, día tras día, con jóvenes y adolescentes. En ellos, en mis muchachos, he visto a los personajes que Calendario construyó como parte de su representación de nuestra realidad. Yo también he vivido en el aula los éxitos y los fracasos de Amalia, sus sueños y frustraciones.

Imagen tomada de la página de Facebook de Calendario.

Tengo un buen amigo, bastante poco entusiasta de las utopías, que desde su experiencia docente pone en solfa a Calendario cada vez que nos vemos. Insiste en que el mundo es más complejo y que la varita mágica de un maestro tiene menos poder que el que hemos visto estos últimos domingos en la noche. Mi compañero de muchas batallas no deja de tener cuota de razón, mas a mí me seduce la vocación quijotesca de una Amalia que se entiende a años luz de los felices normales fustigados por el poeta.

El dramatizado que acaba de decirnos hasta luego dibuja la Cuba dura de estos tiempos. Esta Isla que se nos ha vuelto más desigual, en la que ser negro y pobre emerge como fatalidad, en la que aún nos cuesta aceptar al otro con toda la singularidad que le es propia, en la que la gente se nos va para dejarnos añorando un abrazo que se pospone o que nunca llega. También han estado en ella los dramas propios del universo tremendo que es la adolescencia, esa etapa de la vida en la cual a base de hormonas, golpes y aprendizajes nos hacemos adultos y le decimos adiós, a veces con demasiada crudeza, al niño que fuimos.

Lo que más me gustó de Calendario fue su capacidad para combinar realidad con utopía, su afán por mostrarnos un deber ser que puede conducirnos a un lugar mejor. Esta es una nación que necesita sueños, que necesita elevarse por sobre las circunstancias duras que vive y reinventarse al compás de las aspiraciones de sus hijos. Nos hace falta rearticularnos como proyecto colectivo, dejar atrás lo que no nos ha salido bien y buscar nuevos horizontes que han de ser expresión de lo mucho logrado y de todo lo que tenemos que crear para hacer posible la prosperidad, material y espiritual, que nos merecemos.

Imágenes tomadas de la página de Facebook de Calendario.

Toca celebrar también la apuesta de los realizadores por exaltar a la poesía, a la literatura en su conjunto, como camino hacia la más honda sensibilidad humana. De la mano de Guillén, Nogueras, Casal, Lorca, Retamar y otros autores, navegamos por un universo que se hace más bello si entendemos la verdad profunda que puede anclar en un verso. Sin estridencia, fuimos testigos de un convite que más de uno aceptó. En estas jornadas, estados de WhatsApp, generalmente cautivos de la epidemia de bobería que nos inunda, le otorgaron espacio a la belleza de un poema quizás desconocido hasta la irrupción de Amalia.

Seguro que los críticos audiovisuales tendrán señalamientos para Calendario. Claro que no todo fue perfecto y que hay tópicos que pudieron perfilarse mejor, mas lo importante, lo trascendente, está en su condición como propuesta ética desde la que se esboza un camino posible para crecer como sociedad. Allí radicó su magia, su virtud, aquello que le permitió sobresalir.

Ya es noticia confirmada que se graba la segunda temporada. Ojalá esta logre mantener, e incluso superar, el nivel de la primera entrega. Esperemos que los númenes de la creación pongan su empeño en generar una nueva obra que nos haga sentir dichosos de coincidir, una vez a la semana, con esa Amalia decidida a sortear los tantos palos que le da la vida, con tal de ponerle a la vida sueños.

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