SOCIEDAD

Pensar en Cuba, pensar por Cuba I

Seis voces llegan hoy a Alma Mater. Han accedido a nuestra invitación de pensar en Cuba y pensar por Cuba. Abrimos debate acerca del país en que vivimos, con sus fortalezas, sus debilidades. Un ejercicio útil, urgente y necesario.

Redacción Alma Mater
Revista Alma Mater

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Diseño de imagen: Alejandro Sosa.

Por Rodolfo Romero Reyes

Hace ya siete años la frase «Pensar en Cuba» contagió a un grupo de veteranos y jóvenes intelectuales que iniciábamos una publicación académica para, usando como pretexto la historia más reciente de la patria, asumir el ejercicio necesario de pensarnos la nación.

Hoy, desde Alma Mater, hemos decidido volver sobre ese empeño. La primera invitación estuvo dirigida a seis jóvenes que, desde distintas realidades — Santiago de Cuba, Sancti Spíritus, Villa Clara y La Habana — , se han dado a la tarea de debatir acerca del país en que vivimos, con sus fortalezas y sus debilidades. A algunos no los conocemos personalmente, pero los hemos leído en Facebook, o escuchado en la calle, enfrascados en debates con otras personas. Por eso les solicitamos estas líneas, más reposadas, para publicar en nuestra revista. Tú también estás invitado e invitada a sumarte, desde el respeto y la ética, a esta fértil y útil iniciativa.

José Ernesto Nováez Guerrero, periodista, escritor e investigador

«Pensar en Cuba hoy no es equivalente a pensar en cualquier otra latitud. Cuba es una pequeña isla del Caribe que desde hace más de seis décadas intenta construir un sistema económico, político y social alternativo al orden imperante a escala internacional. Esta peculiaridad de ser un país contracorriente hace que, necesariamente, el pensamiento que precisemos en las circunstancias actuales sea un pensamiento también contracorriente o, para decirlo con el marxista italiano Antonio Gramsci, un pensamiento contrahegemónico.

José Ernesto Nováez Guerrero, periodista, escritor e investigador.

«Esto, desde luego, resulta más fácil de decir que de hacer. Estamos cercados por la modernidad capitalista y su lógica nos llega desde ángulos diversos. Desde la amplia producción de las industrias culturales (televisión, cine, redes sociales) hasta los atractivos productos de sociedades construidas sobre el consumo irracional como piedra de toque de todo el andamiaje económico.

«Pensar en Cuba implica entonces también un Pensar por Cuba, que debe comenzar por someter a crítica todo el statu quo que nos presentan como normal. Cuestionar los conceptos sobre los cuales intentan imponer la representación capitalista de la realidad. Entender, por ejemplo, que la democracia es más que la democracia burguesa y su pluripartidismo, sino que es, en un sentido más profundo, la construcción de una sociedad donde existan las oportunidades para el pleno desarrollo humano de todos los individuos, sin importar su origen o cualquier otro tipo de discriminación.

«Es cuestionar la lógica de un orden económico que pone la ganancia como única medida válida de las cosas, sin importar los costos humanos o ambientales del proceso. Una lógica que está comprometiendo a un ritmo acelerado las bases para la vida tal y como la conocemos en el planeta. Un orden donde el uno por ciento de la población mundial obtiene beneficios inconmensurables, donde las sociedades más ricas sostienen patrones de consumo totalmente absurdos y donde en 2020 casi mil millones de seres humanos pasaron hambre, 130 millones más que en 2019.

«La circunstancia de la pandemia de COVID-19 y la crisis sanitaria y económica mundial demuestran lo vulnerable e injusto del capitalismo neoliberal, pero también las posibilidades latentes en países como Cuba, que contra viento y marea ha defendido un proyecto social más justo y que, a pesar de las grandes penurias económicas, ha logrado resultados admirables: alto control de la enfermedad, decenas de brigadas médicas llevando atención especializada a los cinco continentes, incluyendo a las altamente desarrolladas regiones del norte de Italia y cinco candidatos vacunales, cuyo éxito en las fases de ensayos clínicos concluidas hasta ahora, permitían recientemente al diario The Guardian afirmar que Cuba no solo era el país más pequeño en tener vacunas propias, sino que probablemente fuera uno de los primeros del mundo en inocular a toda su población en 2021.

«Pero no es solo el reto de ir contra la lógica hegemónica del capital, sino también ejercer de forma responsable la crítica en contra de todo lo mal hecho al interior del proceso revolucionario. Criticar todo lo que se perciba como prácticas nocivas y todas aquellas concesiones ideológicas que, sin parecerlo, comprometen la continuidad del proceso. Pero ejercer la crítica de tal forma que no acabemos dañando lo que debemos defender.

«El socialismo en Cuba es la síntesis de las dos grandes aspiraciones históricas de la nación desde el siglo XIX: soberanía nacional y justicia social. Sin embargo, nuestro socialismo dista de ser perfecto. La hostilidad del imperio norteamericano, los errores cometidos, las ineficiencias económicas, etc., han dejado fracturas que debemos sanar y contradicciones que debemos resolver.
«Pensar por Cuba, entonces, es hacerlo desde el compromiso con una historia, con una identidad, con un proyecto político y en contra del injusto orden imperante a escala mundial. Es un ejercicio liberador: contra el coloniaje, el subdesarrollo, la pobreza, la desigualdad.

«Y este Pensar por Cuba debe afirmarse y desarrollarse, al interior de la Isla, en combate permanente con ese otro pensamiento que, aun naciendo en estas tierras y disfrazado muchas veces con tintes libertarios, no es más que otro momento dentro del mainstream de la dominación mundial».

Teresita López Joy, ingeniera industrial

«Pensar en Cuba es lo que todos los que nos sentimos cubanos hacemos de forma permanente. Desde cada profesión y contexto está siempre presente la idea de decir constructivamente y de hacer para mejorar nuestro alrededor.

Teresita López Joy, ingeniera industrial.

«Es estar claros de que siempre habrá algo que cambiar, y que luego habrá que volver a cambiarlo, pero nunca su esencia. Tener conciencia de que el Bloqueo existe y que no te dé pena explicar la parte de culpa que tiene en lo que te pasó hoy. Es dejar claro que la Universidad es el cerebro de un país y que de sus pensamientos también saldrá el presente y el futuro de la nación.

«Es no parar de imaginar que cada cubano un día haga su parte de deber, y quede bien hecha. Es aplicar lo que ya sabemos, lo que ya está dicho, lo que ya recibió diplomas y le perdimos la pista. Es también tener paciencia, sabiendo que la felicidad, como la Ciencia, es espiral y no camino trillado.

«Cuando pienso en Cuba no dejo de reconocer la experiencia de nuestros mayores y no dejo de desear ver a los jóvenes actuar con su energía. Si eres de los que piensan en Cuba, desde tu contexto que mezcla lo estatal y lo cuenta propista con importaciones y exportaciones que se mezclan en un PIB de eterno verano y ahora con nasobuco, síguela pensando, pero hagamos también un poco de esa Cuba cada día. Es difícil, pero se necesitan a todos».

Iramís Rosique Cárdenas, licenciado en Bioquímica

«Cuando nos enfrentamos a la cuestión de cómo los jóvenes cubanos se involucran en la política, fundamentalmente en la política revolucionaria, hay algunas condiciones y fenómenos que están presentes en el panorama nacional que no pueden ignorarse. En primer término, hay que señalar lo que podría llamarse una desideologización política en grandes capas de la población y, de manera especial, en una franja importante de los jóvenes, sobre todo los más cercanos a la adolescencia. Estoy hablando de esa desconexión en la que muchas personas se extrañan -de forma aparente- de la política, y sobre todo del poder revolucionario, y se refieren a él como “ellos”.

«El telón de fondo de esta situación tiene dibujados a los ídolos y fetiches de la cultura de masas que nos asola como un tsunami y que aleja el interés de muchos respecto a militancias comprometidas, al tiempo que los hunden en el hedonismo más hueco. Hablo de desideologización política y de desconexión, pero no de despolitización, en tanto este proceso y estas actitudes no dejan de representar posiciones políticas con significado para el proyecto socialista.

Iramís Rosique Cárdenas, licenciado en Bioquímica.

«El capitalismo no necesita para avanzar una masa crítica de individuos constituidos como sujetos políticos, sino que avanza sobre la negación a las grandes multitudes de la posibilidad de constituirse como sujetos políticos. En el socialismo es todo lo contrario: depende, para su realización, avance y supervivencia, de la constitución de una masa crítica de pueblo como sujeto de transformación revolucionaria. Nada puede ser más deletéreo para el proyecto político de la Revolución, nada puede ser más contrarrevolucionario que esta aparente apatía, que este desinterés por lo público, por lo político.

«De la mano de la desideologización política, asistimos al mismo tiempo a un auge del pensamiento liberal. No me refiero a una escuela económica o politológica puntual, sino al fundamento epistémico, teórico, categorial profundo de todo el capitalismo, a la Ideología — con mayúsculas — por excelencia de la burguesía. Ese liberalismo como lógica, como lenguaje, como forma de entender los fenómenos sociales, que reaparece como un fantasma que se creía superado, y que se refuerza con la influencia del mar capitalista que nos rodea, encuentra acomodo y espacio cada día más en nuestra sociedad, incluso en las instituciones creadas por la Revolución. Esta situación ha ido convirtiendo a la cultura socialista y a la ideología socialista más radical en espacios de resistencia, en culturas de resistencia: a veces terminamos por necesitar una trinchera dentro de nuestra propia casa.

«A este panorama, que opera a contrapelo de una politización de izquierdas consecuente de grandes capas de la juventud, hay que sumar obstáculos que tienen que ver con deficiencias del propio campo revolucionario. Asistimos a un envejecimiento de las prácticas políticas tradicionales. En medio de un mundo con días cada vez más cortos — del que Cuba no puede escapar — , la idea de una juventud expectante a la espera de las convocatorias a los grandes acontecimientos ya no funciona: ese no es el momento político actual.

«De manera constante surgen de entre la masa juvenil iniciativas, proyectos y colectivos que desarrollan prácticas emancipadoras, que se constituyen como trincheras, como esos espacios de resistencia y de revolución, en medio de la apatía; y las instituciones revolucionarias tradicionales han sido deficientes en reconocerlos, metabolizarlos e integrarlos con organicidad como miembros de la familia de la Revolución.

«En esta hora de la Revolución nuestras organizaciones juveniles, más que “correas de transmisión” deben transformarse en espacios de confluencia y canalización de toda la creatividad y el ímpetu revolucionario joven; porque, además, cuando la Revolución no asume de forma orgánica ese momentum, siempre lo aprovecha alguien más. Al mismo tiempo deben convertirse o vehiculizar la formación de “comunidad” militante: una organización política no puede ser un ómnibus al que te montas o una escuela de idiomas a la que te apuntas y asistes dos veces a la semana. Una organización política revolucionaria — si quiere merecer esos dos adjetivos — debe constituirse en una comunidad de militantes donde los individuos realizan sus necesidades políticas y se educan mediante la práctica política consciente, reflexiva. Y esto último es fundamental: recordar a Fernando Martínez cuando llamaba a pensar por ser militantes y no a pesar de serlo.

«Ni el socialismo como sociedad, ni las organizaciones revolucionarias pueden funcionar como una escuela bancaria en la que los maestros, verticalmente, “cuidan” e “instruyen” a los párvulos estudiantes, incapaces de agencia propia. En Revolución nos educamos y nos formamos entre todos. Ese creo que es el camino a un desarrollo humano socialista, y a una política joven y revolucionaria para el siglo XXI».

Celia Pérez Reyes, psicóloga

«¿En qué debemos pensar los cubanos y cubanas? ¿Cómo construimos un mejor país? ¿Qué herramientas desde la ciudadanía podemos utilizar para fortalecernos como nación? Estas y otras interrogantes habitan la cotidianidad actual, sobre todo si nos reconocemos desde la propia complejidad que supone construir el socialismo como proyecto social.

Celia Pérez Reyes, psicóloga.

«Si asumimos que en el mundo contemporáneo — asimétrico, desigual y excluyente — regido por los intereses del gran capital, la cultura es empleada para articular los consensos imprescindibles para la hegemonía del capitalismo en sus respectivos contextos, la defensa de la identidad cultural es elemento primordial, como lo es la preservación de nuestro patrimonio nacional.

«Las complejas condiciones socio-económicas están articulando nuevas prácticas cotidianas de vida y reconfigurando los procesos de constitución de los sujetos sociales. Las propias situaciones de escasez, desabastecimientos y desigualdades no solo aparecen como posibles focos de contingencia por la complejidad que entrañan, sino que amenazan con acelerar el debilitamiento de sentidos y significados respecto a procesos políticos claves del país. Asimismo, se perciben muestras de desconfianza, cambios en los imaginarios sociales sobre el rol del dirigente y el papel de las organizaciones políticas y de masas, las cuales urgen ser intervenidas para una reevaluación profunda desde sus bases esenciales de funcionamiento.

«El deterioro progresivo de los niveles de participación de determinados grupos sociales en la vida política de la nación, puede permanecer signado por la inadaptación social, comportamientos transgresores y sostenimientos de conflictos desde lo normativo. Acentuar la desmovilización y el descompromiso entre las mayorías constituirá un factor clave utilizado por minorías desviantes, las cuales apostarán por imponer su “marginalidad” y agudizar las crisis de identidad, el qué somos y qué queremos ser.

«Deberá asumirse la intervención de esta realidad desde el uso sistemático y responsable de las ciencias y los medios de comunicación, con énfasis en la elaboración de discursos críticos reflejo de las múltiples realidades de cubanos y cubanas. Estimular el pensamiento reflexivo, transformador y comprometido será elemento indispensable para la estabilidad del socialismo como proyecto de país.

«Se avizora un incremento de hechos de desorden público, alentado por el descrédito mediático y el irrespeto hacia las fuerzas del orden interior, sobre todo en aquellas comunidades donde no se logran soluciones a problemas básicos y en las cuales se concentra una población con marcados comportamientos violentos que asumen desde posiciones de fuerza y rebeldía, actitudes que se convertirán en mecanismos de empoderamiento para ejercer influencia social al resto de la sociedad. Las presiones que sobre estos grupos se apliquen, aumentarán las asimetrías y distancias entre estos actores y la institucionalidad, por lo que sería conveniente modificar sus estilos de comportamiento para minimizar su consistencia y su capacidad de aglutinar a otros miembros de la sociedad civil.

«Se recomienda prestar atención a aquellas otras minorías que por su carácter innovador están en condiciones de establecer negociaciones con las instituciones, hacer coincidir sus mensajes y exigencias con aquellas similares que se difunden desde la oficialidad, con vistas a rescatar sus liderazgos y autonomía, e influir positivamente en una población cada vez más crítica con su realidad.

«De igual forma, considero clave incentivar y crear nuevos y más efectivos mecanismos de participación social y política, lo cual es también un desafío para el proyecto en construcción. Lograr que las personas se involucren en las decisiones locales y nacionales con sentidos de pertenencia y compromiso activaría niveles de conexión ciudadanía-Estado significativos para el desarrollo del país y la preservación de la propia cultura.

«El interés social que han despertado fenómenos como la defensa del bienestar animal, la protección del medio ambiente, la equidad de género, o la eliminación de todas las formas de discriminación, también deberá caracterizar las agendas institucionales, algunas aún con brechas en sus discursos comunicativos».

Raúl Escalona Abella, estudiante universitario

«Cuando Heberto Padilla publicaba Fuera del juego y desataba una polémica estridente -proemio de su “caso” tres años después-, en el mismo año 1968 Cintio Vitier veía salir su libro Testimonios. Cuando Padilla comenzaba con estruendo la anunciación de un “régimen totalitario”, Vitier drenaba su espiritualidad a la savia misma de la Revolución, comprendiéndola, aupándola, llevándola — y llevándose — a una dimensión ético-poética solo comprensible en el furor de la época, furor que Padilla percibía y reescribía de otra forma absolutamente distinta.

Raúl Escalona Abella, estudiante universitario.

«Este caso excepcional de la historia revela para nosotros un principio excepcional de la Revolución como proceso: no es nombre ni hombre, ni marcha, ni himnos; no es lágrima ni muerte, ni sangre o dolor; no es desgarramiento ni violencia, ni épica al borde de un mar; no es poesía elegíaca ni denuncia anti-estalinista; no es cartelística magnífica ni nuevo cine latinoamericano; no es Fidel ni el pueblo: es todo eso en síntesis y un algo más incapturable; es todo eso y la fuerza contradictoria que impulsa ese todo a manifestarse, a expresarse, a convertirse en un vendaval histórico que configura lo conocido y lo hace un otro.

«Para hoy y desde ayer, la Revolución persistirá siempre que permanezca esa fuerza latente en el calor debajo de nuestros pies desnudos sobre la tierra; nuestros pies en contacto con la vida — como hacía en sus clases con todos sus alumnos el gran educador y poeta Raúl Ferrer para no permitir la vergüenza de quienes iban sin zapatos — . Entonces preguntarnos hoy: ¿qué país esperamos para mañana?¿Qué pensar de y sobre ese país? ¿Qué decir y qué problemas enfrentar? Son interrogantes que solo tienen respuesta al interior de la práctica-Revolución.

«La dicotomía Vitier / Padilla no es tal, no existe cuando reconsideramos esa latencia presente solo en el Vitier de Testimonios. Padilla se colocaba al margen de la Revolución y abandonaba la latencia de sus impulsos autóctonos al leerla con ojos y conceptos demasiado precoces para ser autóctonos, encasillándola en un totalitarismo que le era ajeno.

«Vitier tanteaba las delimitaciones éticas que la Revolución mostraba en sus convulsiones destructivas y descubría en ella una esperanza, una esperanza en la imaginación; y esta esperanza, como todas las verdaderas, no era una esperanza pasiva que esperaba porque se imaginara una solución sacada del sombrero mágico de la Historia; sino que esta fue — y es — una esperanza febril en su obra e incansable en su empeño, que construyó, enamoró y creó lo nuevo con el impulso de su propia belleza al verse creándolo. Sin duda, hoy esta esperanza se halla en retroceso agónico; pero no debe asombrarnos tal agonía pues la esperanza revolucionaria siempre ha estado en peligro de muerte, de ahí que exija siempre, implacablemente, lo mejor de nosotros.

«Pensar la Revolución como espacio de contradicciones críticas en el subsuelo de la Historia no es un simple devaneo metafórico, sino que es un paso decisivo para luchar contra la cristalización y la fijeza que son el anverso de la Revolución como cambio utópico. La Revolución es el impulso que obliga a nombrar lo desconocido y a reescribir la historia en clave de emancipación; es observar la imposible conciliación de la explotación y la dominación y catalizar su estallido desde los explotados, los que Eduardo Galeano llamara los “nadie”. Roberto Fernández Retamar capturó la esencia de esta idea en la completitud de un poema:

El viento inmenso que lo afirma barre las montañas y los llanos
Donde los que no tienen nombres,
O cuyos nombres no conoce nadie todavía,
Preparan en la sombra llamaradas
Para fechas vacías que veremos arder.

«Hay quien decreta el fracaso de la Revolución en no generar un abundante bienestar material, ahí se halla una de sus grandes deudas, pero se hace necesario no confundir esta deficiencia provocada por las agresiones con una voluntad expresa de su funcionamiento. La crisis violenta y desgarradora que se abrió para el cambio y hacia el futuro en enero de 1959 no ha culminado, y aun en estos días — más en estos días — las alternativas de entender el pasado se nos desnudan cada vez más en quienes reducen la historia a Padilla queriendo recuperar una porción sesgada de la memoria y olvidan, con total intención, la disputa interior de la Revolución que representa Cintio Vitier como hombre de transición. Al decir de Fernández Retamar:

Y porque también nosotros hemos sido la historia, y también hemos construido alegría, hermosura y verdad, y hemos asistido a la luz, y alguna vez a lo mejor hemos sido la luz, como hoy formamos parte del presente.
Y porque después de todo, compañeros quién sabe
Si solo los muertos no son hombres de transición.

«El imperativo que el pueblo lanza día a día se halla en las terribles dificultades que tenemos. El imperativo es ético, político y económico. La lucha dentro de la práctica-Revolución no contempla la posibilidad de restauración capitalista, sino que su debate interior se subsume sobre sus dogmas ético-políticos. Y desde esas unidades de sentido emerge con fuerza el imperativo de verdad que nos lanza de forma definitiva Vitier:

No halagues mi vanidad, busca mi fuerza,
que es la tuya. No quieras, con tu delicadeza,
que me traicione. No simules
que vas a creer en mi simulación.
No hagamos otro mundo de mentiras.

Vamos a hacer un mundo de verdad, con la verdad
partida como un pan terrible para todos.

Es lo que yo siento que cada día me exige,
implacablemente, la Revolución».

Lisandra Gómez Guerra, periodista

«Cuba tiene alma de mujer. Crece día a día aferrada a sus principales sostenes: resiliente hasta la médula; humanista por exceso; solidaria sin escatimar costos; imperfecta como toda obra humana; eternamente fiel y apasionada…

Lisandra Gómez Guerra, periodista.

«Y qué manera de aferrarse a cada uno de ellos desde hace más de un año cuando solo se muestra a través de sus ojos. Detrás del nasobuco se ingenia para sortear el dolor ante cada pérdida, por los pinchazos de quienes la agreden, ausencias, escaseces, olvidos, discriminaciones, por quienes se cruzan de brazos y permiten que roce con sus rodillas la tierra; por quienes no piensan en el bien común y sólo en el maldito “Yo” que tanto daño hace…

«Pero, también cuando se le mira de frente deja escapar el orgullo por tantas victorias en un contexto angosto y maltrecho. Se refugia en cada sonrisa, resultado satisfactorio, igualdad de oportunidades, éxitos, en innovaciones e ingenio ante los recursos finitos, en lo bueno del ayer, del hoy y de lo que vendrá…

«Una vida intensa como la de cualquier ser humano. De ahí que, aunque camine con cuidado ha encontrado malas pisadas. Traspiés no anhelados, pero imprescindibles muchas veces para sobrevivir porque ante todo es experta en subsistir con la aspiración máxima de no dejar a nadie a la deriva.

«Una pretensión histórica que en ocasiones se escapa inevitablemente de sus manos por tantas ideas encontradas, dependencias, subordinaciones, burocracias, representaciones sociales, resistencias… Mas, nadie duda que cuando sucede le punza en lo más hondo y siempre que puede corrige, reconoce, repara…

«Multiplicada en cada sitio: privado, estatal o público precisa de muchos más cuidados. Le urge mayor proactividad, accionar consciente y consecuente de cada una de las personas por las que se desvela. Ella galopa sobre sus hombros y palpita a sus ritmos.

«Una responsabilidad inmensa para su eternidad que no significa mantenerla invariable, sino que transpire según los tiempos, pero sin traicionarse.

«Cuba es demasiada Cuba. Lo saben y lo sabemos quiénes desde de su interior o desde fuera nos acompañamos y pretendemos siempre lo mejor para ella, para ti, para mí, para cada persona. Eso al final ha sido y será su más legítima esencia».

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