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¿Qué pasa con los nuevos términos de WhatsApp?

En la última semana WhatsApp comenzó a enviar un mensaje para informar de su nueva política de privacidad, pero muchos usuarios se preguntan qué significa esta acción por parte de la compañía.

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Foto: RAWpixel

Por Mercedes Muñoz y Max Barbosa Miranda

Con un mensaje a pantalla completa, letras pequeñas, hipervínculos que nunca abrimos y un llamativo botón de «Aceptar» como respuesta predeterminada, WhatsApp nos presenta otro de esos contratos digitales sobre Términos y Condiciones de uso que, por lo general, aprobamos sin leer.

Por tanto, en la última semana probablemente diste tu consentimiento para la implementación de la nueva política de privacidad de la compañía aunque ignores sus implicaciones, el entramado tras esta acción y el por qué está generando polémica sobre la violación de derechos y la protección, o no, de nuestros datos.

De acuerdo con el aviso, son tres los cambios principales recogidos en esta actualización que, en resumen, se refieren a los permisos de WhatsApp para procesar la información personal de sus clientes y su traspaso directo a Facebook.

Nuevas reglas del mismo juego

El anuncio es un claro ultimátum. WhatsApp, que en el pasado ofreció a los usuarios la opción de evitar que la información de su cuenta se compartiera con Facebook, ahora no deja más alternativa. Debes aceptar los nuevos términos o perder el acceso a su servicio de mensajería después del 8 de febrero próximo.

Mensaje de WhatsApp acerca del cambio de sus Términos de uso

Pero, ¿qué aceptas exactamente? Dentro de los datos que compartirá la aplicación se encuentra tu número de teléfono, operador móvil, tu estado de conexión e información básica del perfil como el nombre de usuario y contactos.

Por otro lado, según declara la compañía, no recogerán los mensajes privados, pero sí la cantidad de tiempo dedicado a cada contacto y grupo que tienes. Esa información —ahora directamente recopilada por los motores de anuncios de Facebook— sería la base para realizar sugerencias de amistad y conocer los temas de tu interés en la red social, atendiendo a los chats donde más interactúas.

Asimismo, resulta preocupante que la app podrá difundir información de la dirección IP, a partir de la cual se descifran las características de tu dispositivo (móvil u ordenador) y la frecuencia, horarios o ubicación exacta en cada conexión.

Con esos datos, Facebook podría reducir deliberadamente la velocidad y tráfico de Internet de todos los usuarios en dependencia de su nación o proveedor de red. Incluso, para el monopolio no sería complicado banear la cuenta en la red social, y en WhatsApp o Instagram, de algunos usuarios o grupos de forma selectiva. Por tanto, para evadir estas acciones se necesitaría disfrazar la dirección IP mediante un VPN.

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Todas estas posibles repercusiones refuerzan la guerra entre plataformas con la migración de usuarios hacia Telegram o Signal. En medio de la coyuntura, los proveedores de dichas compañías junto a otras figuras públicas resaltan los problemas de seguridad y violación de la privacidad, enfrentados por Zuckerberg.

Los escándalos sobre este tema van desde casos de robos de cuentas mediante hackeos muy básicos con software espías o mensajes cadena, hasta conflictos internos en WhatsApp. Para comenzar, la app de mensajería móvil en sus inicios no tenía cifrado de extremo a extremo y luego recibió financiamiento del gobierno norteamericano para su protocolo de seguridad.

Además, cuando la plataforma tuvo mensajes cifrados, impulsó a los usuarios a realizar copias en la nube sin aclarar que una vez allí ya no están protegidos. Entonces esa información es accesible para piratas informáticos y también el FBI, a través de las llamadas puertas traseras en los servidores de Facebook, como critica Pavel Durov, fundador de Telegram.

Ahora surge la nueva política en medio de fuertes presiones y choques entre gigantes de las tecnologías. Por una parte, se produce al calor de la ofensiva de Apple sobre la capacidad de Facebook para rastrear perfiles en la web a fin de orientarlos con publicidad o propaganda política, mediante servicios como Instagram, cuya política de privacidad es aún más cuestionable y preocupante.

Foto: RAWpixel

Mientras, al unísono, la compañía con sede en Menlo Park, California, enfrenta demandas por parte de organismos de control en todo el mundo que buscan separar WhatsApp, Facebook e Instagram, debido a su inmenso alcance. Por eso, para no pocos, esta «nueva política» es solo una forma de legalizar las violaciones de privacidad que sustentan la triada de titanes pertenecientes al Team Zuckerberg. Un viejo truco para enmascarar.

WhatsApp y la Internet del comportamiento

«Nunca hemos violado nuestra política de privacidad», así se lavó las manos frente al Congreso de los Estados Unidos el fundador de Amazon, Jeff Bezos, quien comparte con los desarrolladores de Google, Apple y, de hecho, Facebook varias demandas por parte de la comisión de fiscalización antimonopolio.

Vale traer esta cita a colación, porque demuestra la facilidad para evadir los cuestionamientos del Congreso sobre el uso de información privada de los clientes en favor del crecimiento desmedido de estas cuatro empresas multimillonarias del sector tecnológico y de los servicios.

Con la anuencia de los propios usuarios —en la mayoría de los casos sin leer y estar conscientes— las políticas de privacidad en Internet desdibujan cada vez más la línea entre lo público y lo privado en pos del llamado capitalismo de vigilancia.

El propio Mark Zuckerberg ha reforzado la idea de que necesitamos tener una vida más transparente y compartida. O sea, la ideología perfecta que debe vender alguien que monetiza con todo tipo de datos. Sí, hasta con la preferencia hacia los stickers de gatos, que tal vez no puede saberse mediante tus mensajes privados, pero se deduzca de tu interacción en un grupo con ese nombre.

Meme en Twitter

Los datos aparentemente más insignificantes, procesados de forma apropiada, sirven para estudiar y prever comportamientos de los usuarios, como lo hace Google o el buscador interno de Facebook con el autocompletado y sugerencias.

Cada registro cuenta para los estudios de Big Data. Sobre todo cuando muchas plataformas capturan la información generada por las personas en la vida cotidiana, la gestionan y conectan en un perfil único. No con nuestro nombre pero sí con datos personales como la dirección IP y el número de teléfono.

Somos jóvenes, universitarias y universitarios, con dirección IP de Cuba… Facebook tiene información a nuestro género, raza, edad, preferencia sexual, equipo o serie favoritos y, probablemente, a metadatos con nuestras características faciales.

Ahora también recopila los contactos de WhatsApp, lo que posibilita realizar ingeniería social para determinar los niveles de relación con otros perfiles, contrastar nuestro círculo de amigos, hacer sugerencias de «nuestro» interés, y enviar mensajes hiperpersonalizados.

Facebook recoge la actividad en cada una de sus plataformas y en aquellas que no le pertenecen, pero donde iniciamos sesión con nuestra cuenta de esa red social. Luego analiza qué datos coinciden con qué comportamiento.

La información que compartes en WhatsApp ahora podrá ser casi totalmente recopilada por terceros. Foto: RAWpixel

De esta forma se genera una enorme cantidad de información que se vende al mejor postor, incluidos gobiernos y grupos publicitarios, en función de influir en la cultura, la economía y la política. Resulta también un tema de rentabilidad para esos servicios que se dicen gratuitos como WhatsApp, donde somos nosotros la materia prima y la fuente de datos, para crear patrones de comportamiento.

Ahora bien, nadie dice que debas abandonar WhatsApp o Facebook. Lo más productivo es comprender cómo funcionan estas plataformas y activar otros comportamientos dentro, o espacios fuera, de ellas.

En realidad, conocer este entramado más bien sirve como pretexto para pensar sobre los difusos límites de la privacidad en Internet, los intereses que mueven los hilos en la sociedad red y cuán responsables somos con aquello que compartimos.

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Proyecto infocomunicativo dedicado al uso de las tecnologías, gestado en la Facultad de Comunicación de la Universidad de la Habana