UNIVERSIDAD

¿Qué se ha debatido en el X Congreso de la FEU?

Ideas que permiten cartografiar la agenda de la organización en el año de su centenario

Redacción Alma Mater
Revista Alma Mater

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X Congreso de la UO

Por Santiago Jerez Mustelier

Fotos Maykel Espinosa Rodríguez

La pregunta removió el debate. El cuestionamiento estuvo claro: ¿para qué existe la FEU? Rápido algunos intentaron hallar respuestas a una interrogante con muchos matices.

Hubo quien se refirió a la urgencia de representar y motivar al estudiantado, a liderar transformaciones que sobrepasen el techo académico, a la posibilidad de participar, a la tremendísima «pincha» de construir la unidad dentro de la diversidad, a la necesidad de encauzar el futuro y la fuerza profesional e intelectual del país, a la misión de colocar a los jóvenes universitarios en una esfera de protagonismo social, a la forja de conciencia, a la fragua de compromiso estudiantil con el presente y el porvenir de Cuba.

Y hubo quien volvió a Mella y dijo que la FEU nació para luchar, para protestar contra las injusticias, para proteger al estudiantado, y que aun con las salvedades de este tiempo, hoy es preciso que la organización siga luchando con la misma energía de los años 20.

Lo anterior fue en la plenaria del X Congreso de la FEU en la Universidad de Oriente (UO). Aunque este análisis podría repetirse, con sus particularidades, en cualquiera de las otras 40 instituciones de Educación Superior que durante este mes de octubre se examinan, dialogan e intentan comprender cómo debe el estamento estudiantil estar a la altura de un ciclo desafiante.

Cuestionarse no solo su funcionamiento sino también la realidad en la que viven, ha sido de los centros del proceso de discusión que abarcó, desde el pasado mes de junio, a las brigadas, a las residencias, las facultades y filiales, y por primera vez se extendió a uno de los mayores escenarios donde se le ven los rostros a los distintos países que habitan en una misma Isla: el barrio.

Alma Mater por cuestiones ajenas a nuestra voluntad no ha podido acompañar las discusiones en varias universidades del oriente, no ha podido escuchar en boca de los dirigentes y estudiantes sus preocupaciones, no ha observado «en caliente» las dinámicas que se generan en una asamblea de este tipo. Participamos en el foro de la UO gracias a una invitación especial del centro, y ello nos permite, quizás, cartografiar por dónde han ido las ideas de este X Congreso de la FEU.

¿Cómo voy a responder ante una crisis, ante reclamos estudiantiles en una beca?, ¿cómo la FEU incide en mi preparación política y como ser social?, ¿qué significa ser la generación del centenario de la FEU? ¿cómo romper con la desmotivación y la inercia que lastran cualquier iniciativa?, ¿cómo trastocar los discursos construidos desde fraseologías laberínticas y alejadas del sentir de los estudiantes?, ¿cómo aportar a la solución de la crisis económica que vive la nación?, ¿qué hacer desde el seno de la organización para edificar una Universidad crítica y transformadora?

¿Cómo explicar mejor, y con argumentos, la compleja situación energética, o la del transporte, o la alimentaria?, ¿en qué medida la FEU puede asumir un rol más activo en procesos docentes de gran importancia como las prácticas laborales?, ¿cómo democratizar más las decisiones?, ¿cómo naturalizar la crítica y emprender cambios a partir de las alertas que genera?, ¿está empoderada la comunidad estudiantil a través de la FEU?

Todas estas interrogantes asomaron su testa tanto en los talleres previos como en los espacios donde aún, con cierta dosis de protocolo — para próximas ediciones podrían pensarse quizás circulares, más horizontales e incorporando técnicas de educación popular — , los delegados emitieron sus criterios.

Un argumento muy socorrido en el plenario de la segunda universidad fundada aquí, fue el rescate de la historia, local y de la organización misma, pues se desconoce la épica que han levantado generaciones de jóvenes que integraron la FEU en periodos cruciales para el ámbito de cada territorio, como es el caso de FEU UO, por citar un ejemplo. Recuerdo que una estudiante de la especialidad concluyó su intervención casi rogando que «amen la historia de este país y no la olviden». Si esto no se dice en Santiago de Cuba, no es Santiago.

También se habló sobre fortalecer la colaboración y la complementariedad entre las facultades y carreras como forma de integrar saberes en función del desarrollo y el conocimiento. Si ya son rivales en unos juegos deportivos, en los festivales de cultura o en competencias de casino, no deben serlo a la hora de unirse para aportar resultados científicos a las universidades y sus entornos, reflexionaron.

Las prácticas laborales, escenario vital para sumar motivaciones en los estudiantes, volvió a un congreso de la FEU no únicamente por la ausencia de transportación para la visita y el intercambio en polos productivos o unidades docentes definitorias para completar la formación que ofrece el currículo base, sino salieron a relucir por el llamado a convertirlas en experimentos sociales para contribuir a los barrios en situaciones de vulnerabilidad.

Se insistió nuevamente en aterrizar a las necesidades de las demarcaciones la muchas veces cósmica investigación científica.

Como en un congreso de la FEU no solo importa el funcionamiento orgánico, una estudiante de la carrera de Economía, sugirió formar una cultura económica en los dirigentes y en los estudiantes que no sean de la especialidad, entendiendo que los puntos críticos de la sociedad actual radican en esa esfera y en la energética.

Igualmente se habló sobre señalamiento y enfrentamiento transparente a la corrupción, sobre la importancia de articular un diálogo nacional para restaurar consensos y se dejó entrever que se requiere en estos y otros espacios una capacidad más honda de análisis sobre la situación económica imperante.

La credibilidad de la Federación, que transita igualmente por la capacidad de empatía y convocatoria que generen sus dirigentes, fue abordada en algunas de las intervenciones. Pero me quedo con algunas valoraciones que durante el último Consejo Nacional de la FEU, la entonces presidenta de la Universidad de Ciencias Médicas de Granma, Suzanne Santiesteban Puertas, una de las muchachas con mayor liderazgo y experiencia en el trabajo de la organización, dijera a AM.

Suzanne Santiesteban ofrece declaraciones a un equipo de AM durante Consejo Nacional de la FEU. Foto: Ana Beatriz González Polanco

La FEU pierde credibilidad «cuando sus dirigentes tienen pésimos resultados académicos, cuando hacemos espacios tan encartonados. Cuando nos desgastamos en la presentación excesiva de protocolos; a mí me parece que la práctica tiene que ser más natural, más espontánea, alejada del guion.

«También perdemos credibilidad cuando defendemos lo indefendible. Nuestro lado, incluso aunque sea el de la razón, no puede ser de ninguna manera el de justificar lo que creen los administrativos dentro del ámbito universitario. Nuestra esencia tiene que estar en defender lo que nosotros como estudiantes percibimos que es lo correcto.

«Perdemos credibilidad si no nos preocupamos por resolver los problemas de la residencia estudiantil. Cuando nos dedicamos única y exclusivamente a defender el espíritu de reunionismo. Cuando el dirigente sostiene un discurso distante de lo que en la práctica sucede, cuando dejamos de comunicarnos entre los códigos de nuestra generación. La perdemos si no entendemos que la prioridad de los muchachos es asumir su vida estudiantil como una aspiración agradable, y no como una aspiración única y exclusivamente política, porque también creo que hay que ser sensibles y respetuosos con los diferentes criterios que existen; y la perdemos cuando vamos por el pasillo creyendo que lo que tenemos alrededor no son compañeros, sino subordinados».

Y si hay quien duda que el congreso está también para resolver cuestiones básicas, muy básicas, pues sepan que es posible que pronto la comunidad universitaria del Alma Mater oriental cuente con uno o varios cajeros automáticos para que sus estudiantes y profesores realicen esas transacciones sin desplazarse largas distancias. Un delegado expresó la preocupación, incluso sabiendo que hay quien lo criticaría porque «eso no es planteamiento para un congreso a este nivel».

Otros se refirieron al polémico porciento de asistencia. A algunos les preocupa hoy que el 20 porciento de asistencia del que disponen no alcanza y se ve afectado por la vorágine y las dinámicas cambiantes de la propia vida universitaria, en especial la de la FEU. El planteamiento suscitó profundas reflexiones sobre un tema que aunque pasen otros diez congresos, sospecho, seguirá ahí, gravitando.

Para el cierre la presidenta de la FEU, Karla Santana Rodríguez, se escapó del buró y agarró un micrófono para hablarle a cada estudiante mirándolos a los ojos. Se refirió a aprender a problematizar, a ser críticos y a hacerlo desde la voluntad de cambiar desde dentro; a que es responsabilidad nuestra que cada estudiante encuentre un proyecto de país dentro del proyecto de la Revolución; a que no podemos restar cuotas de empoderamiento a la membresía.

Dijo que la FEU ha de ser siempre una organización para el pueblo, nunca de dirigentes élites o alejados de los contextos que marcan el ritmo de la Universidad. «No tenemos derecho a detenernos, la Revolución espera por nosotros», subrayó.

¿Qué deudas le quedan a la FEU en este X Congreso?, uno se pregunta. Cada generación se siente portadora de responsabilidades y sentimientos que la impulsan, así como el mandato de ser coherente con el momento histórico-social que le tocó vivir. La FEU deberá en lo adelante articular un debate sin conclusiones preconcebidas, donde no solo se vaya a soltar opiniones inconexas, sino donde se escuche cada idea para transformar las bases de la organización y las del país.

Hay que dejar de mirar de reojo cuando alguien dice una opinión con la que no coincidimos. No se debería ser reactivos a los criterios polémicos o a ciertas aseveraciones que hagan los estudiantes. Parte de la lucidez de esta organización tiene que estar en comprender la diversidad, pero el fin debe ser el de la unidad.

Habrá que hacer un diagnóstico de la realidad de la FEU, también de la nación y de los sectores sociales a los que se debe esta obra de humildes. Habrá que realizar un mapeo crítico de las preocupaciones y problemáticas de los estudiantes y valorar qué capacidad tiene la organización para responderlas y solucionarlas. También pasar del diagnóstico a la acción, como lo ha hecho tantas otras veces y más recientemente en La Guerrilla que armó para ayudar a las familias que sufrieron los efectos de Ian.

La FEU tiene que erigirse de forma más contundente y determinada para acompañar a sus estudiantes en cada lugar, para exigir sus derechos y hacerlos partícipes de los anhelos de una organización con una historia que enorgullece y un presente en el que, como diría Julio Antonio, «solo es honrado luchar».

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