ENTREVISTA
Ronkalunga: «He tenido un compromiso con el momento que vive mi generación»
Ronaldo Rodríguez Hernández es oriundo de Baracoa, y tal vez allí, entre la naturaleza exuberante y los sonidos de la Cuba profunda, le fue creciendo el amor por el arte. Algo que defiende, sin medias tintas
Por Yunier Sarmientos Semanat
No fueron raros los pasos que condujeron a Ronaldo Rodríguez Hernández al camino de la música. Mientras, ponía a un lado los estudios de Ingeniería Industrial, que por cuatro años le hicieron recorrer los pasillos de la Universidad de Oriente. Ronaldo, conocido ahora como Ronkalunga, es oriundo de Baracoa, y tal vez allí, entre la naturaleza exuberante y los sonidos de la Cuba profunda, le fue creciendo el amor por el arte. Algo que defiende, sin medias tintas.
Su debut en un escenario fue en una gala de artistas aficionados de la Federación Estudiantil Universitaria. A teatro lleno y sin esperarlo, recibió un mar de aplausos. Aun cuando se sabe portador de una potente voz, el muchacho de aquel entonces pensó que se trataba del apoyo, consciente y exagerado, de sus colegas de facultad, en las ansías de coronarse vencedores del festival, que tanto en Santiago como en otras universidades del país, tiende a convocar cuanta creatividad y competitividad existe entre cielo y tierra.
«En un primer momento yo cantaba o hacía canciones tomando en la plaza, con los colegas, acompañado de la guitarra. De cierta manera no era consciente del alcance que podía tener lo que hacía» confiesa ahora, cuando hace una retrospectiva de aquellos años. De ellos recuerda a Osmar, su profesor de Filosofía, el que le dio tal vez, uno de los más importantes consejos que puede necesitar cualquier aspirante a artista.
«Él me decía: yo no creo que tú seas un gran cantautor ahora mismo, te falta mucho para eso, tienes que leer más, tienes que conocer a otros cantautores que están por la cuerda de lo que tú quieres hacer, pero creo que tienes el don de llegarle a las personas con lo que haces, con la sinceridad de tu trabajo, con la luz que proyectas, y eso es fundamental; tienes el poder de encantar a las personas con lo que haces, tu deber social va por ahí, más que por cualquier otra cosa. Y le tomé la palabra, me seguí cultivando, seguí participando en cuanto festival hubo en la Universidad y ese fue el camino».
¿Cuándo descubriste que la música podía ser una manera de ganarte la vida?
Eso fue también en la Universidad. Empecé tocando en un proyecto [Compañía Simbiosis] que tenía bailarinas, magos, de todo…, era como un show que se hacía en diferentes hoteles en Santiago. Estuve en un concurso allá que se llamó Oye mi canto, fue más o menos lo mismo que Sonando en Cuba aquí en La Habana. Eso me abrió puertas para poder trabajar en algunos sitios particulares y lugares estatales. También pasé por una discoteca que se llamaba DéjàVu, que tenía mucho auge en aquel momento; estuve en Tropicana, La Maison y en otros sitios nocturnos que había en la ciudad. Ahí fue cuando me dije: si puedo vivir de esto por qué voy a hacer otra cosa. Al inicio lo pensé, luego lo consulté con varios compañeros a los que se les fue la vida trabajando en bares y cantinas y me decían: tienes tus canciones, si quieres ser un cantautor el tener esta vida nocturna no va a hacer que llegues a donde quieres llegar.
Para algunos músicos aficionados resulta complejo insertarse en las dinámicas del mercado. ¿Cuál es tu experiencia en ese sentido?
No me resultó difícil. Igual en esos sitios yo no cantaba mis canciones. Cuando trabajaba ahí lo hacía con temas, sobre todo pop, que estaban colocados a nivel internacional y que la gente consumía mucho en la calle. Entonces yo lo que estaba haciendo sopa, como decimos vulgarmente.
Siempre que eres conocido y a la gente le gusta lo que haces, las trabas se rompen por donde quiera que existan. Y sí, pasé algo de trabajo a la hora de hacer mi música por aquello de si se es aficionado o profesional. Eso es una locura que no debe existir. No hay artistas aficionados o profesionales, usted es un profesional o es un mediocre en la labor que hace.
Fue una de las cosas que más lucha me dio a la hora de armar mi proyecto. Pero yo digo que tengo más fuerza de voluntad que ganas de vivir. Como nunca dejé de hacer lo que quería, y siempre tuve la determinación, esas puertas de las empresas y esos trámites burocráticos se abrieron y seguí con lo mío. Nunca dejé de crear.
En el año 2017 fue tu debut en La Habana, en la peña El Jardín de la Gorda; luego tuviste acceso a la televisión a través del programa Cuerda Viva. ¿Cuánto te aportaron esos espacios para dar a conocer tu trabajo en la capital?
A partir de ahí todas las puertas se abrieron de alguna manera. Incluso antes de que se diera lo de El Jardín de la Gorda -a la que me invitó Diana, donde también estaba Ana Rabasa, que es la directora de Cuerda Viva- Marquitos Alonso, que es un guitarrista y productor cubano, me descubrió en Santiago, en eventos de la Asociación Hermanos Saíz. Ya él me había visto e invitado a venir a La Habana a hacer algunos sencillos, incluso para presentarme en la televisión…En ese momento aún yo estaba en la Universidad, vivía procesos complejos pero sentía que debía aprender mucho más en Santiago con el movimiento musical tan fuerte que hay allí.
Luego tomé la decisión de venir a La Habana a hacer los sencillos con Marquitos y reunir una banda, otra historia nada fácil. Después de casi un año de estar aquí me presenté en esa peña en “piloto automático”, con deseos de hacer cosas, con mil frustraciones, con temas hechos y sin poder presentarlos en ningún sitio y pues, en ese momento me presento, Ana Rabasa me ve, me invita a Cuerda Viva, participo en el concurso, lo gano en ese año en la categoría de Música Alternativa y luego me llaman para un sinfín de cosas: bares, voy a España a un festival…, fue violento el ascenso pero nada que no tenía planeado, simplemente era el momento en que tenían que pasar las cosas.
Se ha dicho que tu música es ecléctica pero también es alternativa, con una mixtura de géneros que provienen del oriente de Cuba y del Caribe. ¿Hasta el día de hoy por qué defender esos géneros y cuánto te aportó venir de esa región del país donde la influencia de ese tipo de música es mayor?
Sigo haciendo ese tipo de música. Santiago tiene una influencia del Caribe muy fuerte y muchos trovadores que ya estaban en La Habana cuando yo me encontraba allá me recomendaban absolver cuanto pudiera. En un momento en que aún estaba aprendiendo muchos me lo dijeron: si te vas para La Habana ahora mismo vas a perder la esencia de la raíz de la música tradicional, caribeña, que me interesaba defender. Hasta el día de hoy lo sigo haciendo, fusionando cosas que se encierran dentro de la música alternativa pero sobre todo defiendo la música tradicional cubana y la música caribeña. Es lo que más me importa, por encima de otros géneros. En algunos momentos he hecho rock pero me mantengo en esa esencia porque es lo que escuché desde niño, es el oriente cubano conmigo. Lo llevo con orgullo.
Entre el 2019 y el 2020 grabaste tu primer disco con Bis Music. ¿Cuánto legitima a un músico que ha tenido la trayectoria al margen de la academia el hecho de trabajar con una disquera tan renombrada en el país?
El primer disco lo hice yo, fue una producción independiente. Gracias a José Manuel [García Suárez] que por otros músicos le llegó la información de un muchacho que estaba haciendo un trabajo interesante, le enseñaron algunos temas de esa primera grabación, a la discográfica le interesó y logré luego licenciar el disco con Bis Music. En el caso del segundo sí fue una producción enteramente con esa disquera.
Definitivamente trabajar con una empresa discográfica no es que sea lo más importante, porque le tengo mucho respeto a los artistas independientes porque yo también, a pesar de la disquera, sigo haciendo música independiente. Pero a los ojos de la gente y a los de uno mismo parece que lo estoy haciendo bien cuando una discográfica con tal prestigio se interesa por mi trabajo.
Bis Music me dio la posibilidad de grabar videos clips, de dedicarme a cosas promocionales a las que normalmente un artista en Cuba no tiene acceso por sus propios medios en materia económica. Un video clip es muy caro de producir, no solo aquí, en el mundo entero, y tener ese apoyo es vital; llegar a los medios, a la televisión para dar a conocer tu trabajo siempre es bueno.
¿Fue complejo hacer tu propia banda?
A todo el que se mete en esto le da trabajo armar una banda. Te encuentras gente que es muy talentosa y que está pasando trabajo. Muchos de los músicos que están aquí son de otras provincias, y vienen a La Habana que es donde está todo el arte centralizado. Si quieren echar pa´lante tienen que hacerlo… Entonces yo no puedo llegar a donde están y decirles que tengo un proyecto humilde, y prometerle que llegaremos lejos. Uno puede tener sueños y aspiraciones, pero el músico te dice: yo tengo que comer y pagar un alquiler, dónde vamos a presentarnos, cuánto me vas a pagar. Parece un poco materialista pero cuando lo miras de una manera objetiva así es la vida, todo el mundo tiene que comer. Lo digo en una de mis canciones: la espiritualidad me purifica el alma pero no me sube la hemoglobina. Es decir, también esas cosas son importantes, y por eso es tan difícil conseguir artistas. Me resultó complejo al inicio porque yo no tenía espacio donde tocar, pero siempre están los amigos, y empecé llamando a un guitarrista [Danel Estrada] que tocaba conmigo en Santiago en una banda de reggae, y vino para mi casa. Nosotros fuimos Ronkalunga cuando no habían más músicos. Luego llegó José Raúl, que es un bajista de Granma; después apareció el baterista, que es de Santiago; el pianista, de Caimanera…, y así fuimos creando, con gente que tiene una historia en común, porque todos estudiaron en la misma escuela. Siempre hay que buscar gente que apueste también por lo que uno quiere, porque va a ser mucho mejor que si lo ve como un negocio.
¿Qué importancia le confieres a la crítica social que realizas mediante tus canciones?
Eso es fundamental. Es un pilar dentro de mis canciones. Desde que empecé a hacerlas he tenido un compromiso con mi sociedad y con el momento histórico que vive mi generación. Siempre digo: no es que sea obligatorio, cada cual tiene un compromiso con lo que quiera.
Me llama la atención escribir canciones sobre las cosas que veo. Siempre me he sentido parte del pueblo, de la gente, porque vengo de bien abajo; sé los problemas que tiene la gente y creo que si alguien le hace canciones a esas cosas en algún momento de la historia tu arte va a ser parte de esa historia, porque va a reflejar un instante de eso que se vivió.
No siempre es agradable a algunos oídos, pero bueno…el arte no tiene que ser complaciente y a mí eso me da felicidad. No todo mi trabajo va sobre la crítica social, también le canto al amor, pero no es lo que más motiva mi musa.
Siempre va a haber quien quiera hacer una canción sobre el amor, y cuando lo miro yo particularmente, entiendo que dentro del amor se puede hablar de cosas como el desamor, la primera cita… Dedicarme a ese tema sería hablar sobre lo mismo, pero cantarle a las emociones que genera en una persona la situación que está viviendo es diferente.
Yo no le canto a un fenómeno en específico, ni a un año. La manera de plasmar en mis canciones los problemas sociales o la crítica que quiera hacerle va más bien sobre cómo lo siente la gente y no sobre lo que provoca que la gente se sienta de esa manera.
Todo lo que digo lo hago con respeto, incluso a la hora de criticar. Si a alguien le molesta lo que estoy diciendo, sabiendo que lo que digo no es incierto, es porque alguna culpa tendrá.
¿Qué canales prefieres utilizar para difundir tu música?
Las redes sociales. En mi música advierto los peligros que tienen las redes sociales e Internet, pero no niego que si se emplea bien se le puede sacar beneficios y es un espacio donde, a veces sin tener voz alguna, puedes darte a conocer. No es fácil insertarse en los medios oficiales pero las redes dan la libertad de poner tu contenido al alcance de mucha gente, que de otro modo no tendría cómo acceder a lo que haces. Las redes sociales son fundamentales en Cuba y el mundo. También el Paquete (Semanal) está ahí, llegó para quedarse y lo utiliza todo el que puede.
El último disco tuyo se titula Aguacero y es de febrero de este año. ¿Qué tiene de peculiar que pudiera atraer los oídos de quienes siguen tu carrera?
Mi manía de hacer canciones a la sociedad. Aguacero es la Cuba de hoy, si lo pudiera resumir de alguna manera eso es ese disco: la Cuba de hoy en canciones, y desde mi propio punto de vista, desde mis ojos; con música tradicional cubana, con música caribeña, con la esencia de lo que defendí en el primer disco.
¿En qué estás trabajando ahora?
En estos momentos estoy haciendo mi tercer disco de manera independiente. Yo empiezo a hacerlo así y cuando lo termino se lo muestro a mi discográfica, Bis Music, y como siempre les digo: ustedes son los primeros; igual voy con Ana Rabasa. Es una cuestión de lealtad, porque fueron quienes me dieron la mano cuando comenzaba. Pero siempre lo trato de hacer de manera independiente, con mis músicos… Ese tercer disco viene con mucha cubanía.
Son una pila de canciones que van saliendo, voy grabando y cuando digo: esto parece un disco, me pongo a buscarle el nombre.
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