Petabyte
Sexo, aparatejos y… ¿robots?
Las personas han logrado despojarse de algunos tabúes sobre el acto sexual, pero, ¿será posible vencer los que vendrán en un futuro no tan lejano?
Por Danna Marquez, Mercedes Muñoz y Max Barbosa Miranda
Imagina un mundo donde las personas no practiquen el acto sexual entre sí. Sería un lugar donde la tecnología ocupara el lugar de nuestra pareja erótica y, en algunos casos, hasta sentimental. Si aún no lo crees posible, existe gente que ya lo imaginó por ti y que, además, están llevando esas ideas a la práctica.
Se le conoce como «tecnosexo» y fue visto, por primera vez, en las películas de ciencia ficción. En varias de estas aparecen hologramas y robots que establecen relaciones íntimas eróticas con las personas de carne y hueso.
Aunque esas realidades utópicas nos parezcan aún imposibles, no podemos olvidar que hoy día existen muchos inventos que años atrás parecían imposibles surgieron de la imaginación de un cineasta, un escritor, un artista. De hecho, ya convivimos con varios dispositivos sexuales que, ante el boom que se espera de este mercado, quizás lleguen pronto a nuestras manos.
De sexo con chips, WiFi y realidad virtual…
El llamado sextech — unión de los términos en inglés “sex” (sexo) y “technology” (tecnología) — corre en la carrera por volverse tendencia en menos de dos décadas. Las opciones que brinda ya el mercado son amplias y se avizoran más resultados. Probablemente, conozcas muchos de los artilugios que hoy se producen y ni siquiera los asocies con el tema. Un ejemplo son los juguetes sexuales conocidos como vibradores.
Cada vez fabricantes de este sector se preocupan más por satisfacer las necesidades de placer de las personas y por generar, también, otras que propicien mayores ventas. Así, se emplea el marketing de influencers para vender mensajes de autoconocimiento y empoderamiento como conceptos asociados a aparatos cada vez más conectados y sofisticados.
El desarrollo de estos, no implica necesariamente crear nuevos dispositivos destinados al placer erótico. Lo novedoso radica en la posibilidad de controlar la intensidad del placer que recibe la pareja, por ejemplo, aun a distancia y a través de una aplicación para móviles, o la capacidad de activar todos los sentidos con solo un aparato.
De hecho, aunque conocer todas las opciones ya disponibles en el mercado resulta demasiado complicado, lo que depara el futuro del placer sexo-tecnológico parece promisorio. Se afirma que, dentro de unos años, llevar una relación a distancia no será un problema, pues existirán todas las condiciones para sentir a nuestra pareja como si conviviera en casa.
Podría sonar descabellado, pero acariciar a una persona lejana o compartir un día con ella será posible gracias a tecnologías como Active Skin, nanotecnología insertada en la piel humana para reproducir sensaciones. Sin contar los llamados trajes hápticos, capaces de recibir estímulos electrónicos y transmitirlos a nuestro cuerpo. Algo así como lo que muestran la película y el libro Ready Player One, pero para sentir placer erótico.
De la misma forma en que se viven los videojuegos a través de la realidad virtual, esta tecnología puede usarse para tener experiencias sexuales. Ya es posible, por ejemplo, participar como espectadores de una relación íntima a través de unas gafas conectadas; pero más temprano que tarde, juntándolas con otros dispositivos podríamos practicar sexo con otras personas y experimentar todas las sensaciones, desde la soledad de una habitación.
Por otra parte, en un futuro cercano podríamos tener «sexo a la carta»; donde elegiremos con quién o quiénes compartiremos, el escenario, la hora del día, lo que queremos que ocurra y el tiempo que le dedicaremos. Por un lado, tanto control de condiciones pudiera encender algunas alarmas, pero ¿no sería interesante tener experiencias planificadas y moldeadas a placer?
El sexting llegará a otro nivel. Si bien hoy existen plataformas que ofrecen más seguridad para mantener intercambio de mensajes eróticos con diferentes personas, en el futuro tendremos softwares dedicados solo a esta actividad. Y no compartiremos imágenes, videos y texto, sino también aromas, sabores, caricias. Incluso podríamos provocar cambios de temperatura a la(s) persona(s) con la que «sexteamos» y viceversa. Ya se planea que ocurra a través de mensajes electrónicos que el programa enviaría directamente a nuestro cerebro.
Y si de sensaciones se trata, ¿qué sentirías si con solo un par de audífonos pudieras encontrar a tu pareja sexual perfecta? Parece mito de película, pero el texto resultante del experimento Future Sex (El Sexo del Futuro) hablaba ya, hace un lustro, del análisis de patrones cerebrales de cada persona para lograrlo.
Otro elemento que no debemos dejar de lado son las prótesis para órganos sexuales. Si no te sientes a gusto con tus genitales, en el futuro existirán elementos tecnológicos acoplables para ajustarlos a voluntad, sin perder la capacidad de sentir los estímulos eróticos.
Muñecos para gente grande
Lo más cercano a las películas futuristas son los androides sexuales. Si te parece raro convivir con un robot capaz de satisfacer los deseos más inconcebibles o brindar experiencias eróticas inimaginadas, entérate de que ya algunas personas tienen uno de estos en casa.
Sus nombres son Harmony, presentada en 2018 y Henry, de quien se tuvo noticias el pasado año. Ambos son capaces de memorizar gustos de su compañero o compañera, conversar y practicar relaciones sexuales sin límite de participantes, aspectos sobre los que advierten como peligro expertos citados por BBC, sin contar con las posibles brechas de seguridad que pudieran exponer la privacidad de los datos almacenados.
No obstante, estas «máquinas sexuales» pueden adaptarse en apariencia a voluntad, así como permiten ser programados en cuanto a «virtudes y defectos», modos de comportarse y de reaccionar ante los estímulos. Los más entusiastas con esta tendencia cibersexual aseguran que las relaciones con robots serán mucho más satisfactorias, debido a su capacidad de recordar y repetir patrones aprendidos durante intercambios anteriores.
¿Usar o no usar?
Lo complejo de la tecnología es que su aceptación requiere de cambios culturales. Si en torno a lo tradicionalmente aceptado existen tabúes, ¿qué reacciones no podrían esperarse hacia prácticas sexuales mediadas por dispositivos electrónicos? Los defectos y consecuencias negativas serán lo primero en ponderarse por parte de los detractores cuando estos aparatos se vuelvan masivos. No obstante, ello debería permitir desarrollar mejoras, no solo por vender más — y el sexo vende mucho — sino para hacerlas cada vez más responsables con prácticas sexo-eróticas sanas.
Si para 2045 se espera que uno de cada cinco jóvenes tenga sexo con robots y que buena parte de estas personas sean «digisexuales» — solo mantendrán relaciones con androides — este fenómeno podría disminuir el desarrollo de las relaciones interpersonales. En el peor de los escenarios imaginables, ya no habría necesidad de convivir con humanos más allá de momentos específicos. Además, contar con una alta gama de productos digitales mediadores de las relaciones sexo-eróticas podría generar adicciones.
No obstante, este tipo de interacciones pudieran llevarnos, por otra parte, a construir orientaciones sexuales de tipo diverso, pues en muchos casos podríamos intercatuar de modo virtual con cualquier persona. Pero ello requiere del respeto y apego a la sinceridad con nuestros pares al otro lado del cable, algo que no siempre sucede en la red.
De hecho, si nos ponemos más “cursis”, quizás estos modos de asumir las relaciones nos privarían del encanto de enamorar a alguien, de intentar crear una relación, de fallar en ese deseo y de volverlo a intentar. Ya no se haría el amor: el sexo se volvería un camino para desarrollar experiencias sin depender de nadie, sobre todo, porque sería mucho más fácil provocarnos placer utilizando dispositivos adaptables a nuestras preferencias que someternos a la incertidumbre de si la otra persona sabrá satisfacer nuestras necesidades. O no, pues a día de hoy, existe mucho erotismo en las relaciones que requieren de un chat, una aplicación móvil, un juguete sexual con más de un humano implicado.
Si bien, todo en exceso daña, la incorporación de la tecnología al sexo también puede tener — y ha tenido — resultados positivos: desde mejorar capacidades para interactuar al no estar frente a otras personas físicamente, hasta el hecho de lograr un autoreconocimiento mayor de nuestra sexualidad, nuestros gustos, nuestras fantasías.
Es cuestión de balancear. ¿Imaginas cuánto hubiese cambiado el modo en que transcurrió el tiempo de pandemia si hubiésemos podido gozar de algunos de estos dispositivos? ¿Cuántas parejas distantes durante el confinamiento, hubiesen disfrutado más durante estos meses?
Hay pros y contras, sí, pero tanto en el sexo como en cuanto a la tecnología debemos dejarnos sorprender: sin prejuicios y con muchas ganas de disfrutar.
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