PAISAJE CON LÍO

Tal vez, la maldición de Ochi Chernye

Si hay una mancha notoria y paradójicamente invisible en La Habana, es el semiderruido edificio donde una vez estuviera el famoso restaurante Moscú.

Jorge Sariol
Revista Alma Mater

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Por Jorge Sariol

Fotos Elio Mirand

Si hay una mancha notoria y paradójicamente invisible en La Habana, es el semiderruido edificio donde una vez estuviera el famoso restaurante Moscú.

Ha sido blanco de críticas de cuanto libelo ha deseado hacer veloz carrera politiquera, desde la banda de estribor. El lugar, en medio de su caída, se presta fácil para ello. Y lo han hecho con regusto, cínicamente malsano.

Se ha escrito también desde el lado de acá de la acera, con la amargura de quienes aman la ciudad y la padecen; ya pareciera que no hay nada más que decir. Pero sí. Somos muchos los que esperamos tiempos mejores y que un día vuelva el esplendor de un gran centro cultural, comercial o de nuevo un restaurante llámese Moscú o San Petersburg; tal vez Beijín o Riberas del Arauco Vibrador.

La sombra que es, bien puede llamarse hoy como cualquier ciudad expuesta a una guerra, y es resultado de un poco más de cuatro décadas de no saber quién, cómo y cuándo entrarle al conflicto de intereses que supone.

Con sus casi 100 metros de largo por algo más de treinta de ancho espera su día en calle P, entre Humboldt y 23, una de las intersecciones más famosas de La Habana.

Otras edificaciones colosales y en peores condiciones han visto la luz nuevamente. Es verdad que tienen más kilómetros de historia, mas en su descargo, el calcinado Moscú tendría mucho tiempo por delante para hacer leyenda y lleva toques de un pasado con cierta gloria.

Fue un conocido cabaret antes de 1959, con el sonoro nombre de Montmartre y en el que, de modo diferente, estuvieron vinculados personalidades de la música como el jazzista norteamericano Cab Calloway y Benny Moré; y también figuras como Lola Flores, Edith Piaf, Joséphine Baker y María Félix.

Dos suntuosos bares y un casino completaban el módulo del divertimento, del que sacaba su buena tajada el mafioso Meyer Lansky, accionista mayoritario.

Eran asiduos a su sala de juego personajes siniestros como Antonio Blanco Rico, Jefe del Servicio de Inteligencia Militar de la tiranía batistiana y Orlando Piedra — el hombre de oro de Batista — , Jefe del no menos siniestro Buró de Investigaciones. Al primero lo ajustició, dentro del mismísimo cabaret, un comando del Directorio Revolucionario, una madrugada de octubre de 1956; al segundo le prepararon una dosis similar, pero sin éxito.

Cuando las llamas de un incendio arrasaron al Moscú, un sábado de 1989, el lugar era un referente de la cultura culinaria eslava. Muchos recuerdan los caldos Borschs, los Pelmeni o el socorrido y famoso Shashlyk — este redactor supo en boca propia de los jugos gloriosos de la carne con un toque preciso de pimienta — , además de la ambientación rusa, incluso en detalles de la ropa de los camareros y en los diferentes niveles y plataformas.

¿Vale rescatar el sitio?

Dicen que será un empeño descomunal y, para más desgracia, está en manos de nadie: los que deben, no tiene con qué; los que pueden, tienen otras urgencias.

La decisión tendría que venir de más arriba.

Sin dudas, como el Capitolio o el edificio Sierra Maestra — Aduanas del Puerto — ; El Focsa o el Coppelia — salvando las distancias — , el derruido otrora restaurante pide a gritos que alguien, algún día, por fin asuma. Y el emplazamiento termine rescatado en lo que haya sido alguna vez, o convertido en salón de baile o en parque…

Nota imprescindible

Ochi Chernye…Очи чёрные (Ojos Negros)… canción popular rusa…Entre sus primeros versos dice “¡cómo os quiero…cómo os temo…tal vez os conocí en un momento maldito”…

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