Reportaje

Vender… algo más que fotos y videos

¿Es la venta de fotos y videos eróticos un tipo de «emprendimiento» ? A esta y otras interrogantes se acerca Alma Mater en un debate sobre un tipo de sexo transaccional.

Redacción Alma Mater
Revista Alma Mater
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24 min readMar 10, 2021

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«La ilustración recrea fotos reales brindadas por una de las entrevistadas». Ilustración de Yuset Sama

Por Rodolfo Romero Reyes, Jorge Alfonso Pita y Yoandry Avila Guerra

En estas historias existen Sandras, Leticias, Celias o Albertos. Una de nuestras interlocutoras prefiere llamarse Baby y vive en Cuba. Siempre se ha asumido como una «chica con swing, sexy, cotizada». No presume de un cuerpo escultural; sin embargo, sus ojos pícaros, su forma de vestir y hasta la manera coqueta en que conversa, la vuelven atractiva.

Por eso a nadie sorprendieron sus fotos de perfil y de portada cuando abrió su cuenta en Facebook. Días después hizo acto de presencia en Instagram; los Me gusta y los Me encanta, le generaban adrenalina. Las imágenes que subía, sus poses, ropas y frases que posteaba eran atrevidas para sumar seguidores, y a su vez, moderadas, para no desatar la ira de sus padres, o de su novio.

Como les sucede a muchas jóvenes, los acosadores aparecían en su chat. «Los había vulgares, cursis, insistentes, amigos de la vida real, desconocidos, y hasta perfiles falsos», nos dice.

Un día Bebecita — así se hacía llamar en WhatsApp esta joven universitaria de 22 años — indagó en el perfil de uno de los más insistentes: un hombre cincuentón, soltero, cubano residente en Argentina. No solo la elogiaba, sino que insistía en «ayudarla». Le prometió llevarla a un hotel cuando viniera de vacaciones, comprarle ropa e invitarla a comer en lugares caros. Solo le pedía, a cambio, que le pasara fotos desnudas por el chat. En un inicio ella se resistió, pero luego le envió una foto, en ajustadores, con un hilo dental, en la que no se le veía el rostro. Los elogios por el chat vinieron acompañados de una recarga al celular: «Para que veas que yo hablo en serio».

«Así empezó todo — cuenta Baby — , y le fui cogiendo el gusto. No me limité solo a él. Les aceptaba el juego a unos cuantos: sobre todo a hombres mayores, que no estuvieran en Cuba. Mandaba fotos; para algunos me hice pequeños videos en los que no aparece mi cara. A cambio, en un inicio recibía recargas. Después, me mandaron regalos. Fueron siete u ocho, no vayan a pensar mal de mí. No me dedico a eso, es más bien como un entretenimiento remunerado».

Alma Mater indagó sobre el fenómeno. Una interrogante movía la brújula: hasta qué punto su proliferación en Cuba había tenido que ver con dos factores: el aumento de conexión a Internet a través de datos, y el distanciamiento social propiciado por la COVID-19.

«Las nuevas tecnologías de la información han provocado cambios irreversibles en las sociedades. Si bien hace algunos años el contacto físico era imprescindible para sentir algún tipo de atracción y/o respuesta sexual en relación a otro individuo, en el presente esto resulta, para algunos, innecesario», explica el psicólogo José Javier Morales González.

Además de la desbordante cantidad de sitios online que muestran contenido sexual explícito para adultos, existen muchos otros avocados a generar un espacio de intercambio en tiempo real, sitios en los que las personas comparten imágenes, videos y mensajes, sin ser ellos los protagonistas de este intercambio, lo que en no pocas ocasiones genera, incluso, más placer.

Sobre las posibles causas de este fenómeno, argumenta José Javier: «En una relación física, entre dos o más personas, los cambios psico-fisiológicos son visibles, la respuesta sexual se hace presente o no, es más difícil mentir — corporalmente hablando — y la ansiedad ante esta situación puede generar displacer, algo que no ocurre cuando utilizamos la pantalla como puente entre el sujeto y su interlocutor».

Jesus Muñoz

Jesús Muñoz, investigador e integrante de la Red Iberoamericana y Africana de Masculinidades, defiende el criterio de que «la pandemia ha obligado a reinventarse a todas las personas. Quienes se encuentran en situación de prostitución también han tenido que buscar alternativas. Las nuevas tecnologías, y en particular las redes sociales, son vías muy utilizadas para captar clientes desde mucho antes que comenzara la COVID-19, que quizás ha multiplicado su uso ante la imposibilidad de contacto físico. Las relaciones eróticas y afectivas a través de las redes han aumentado en el contexto actual. El intercambio de fotos y videos por transferencias monetarias, saldo o recargas promocionales, es la respuesta ante una realidad pandémica de menos movilidad nacional e internacional».

¿Quiénes se dedican más a estas prácticas? Según Jesús, ese es un tema a estudiar.

«Decir de manera contundente que son las mujeres, sería asumir que la mayoría de los clientes son hombres heterosexuales, lo cual pudiera ser, pero tiene matices. Para el mercado del sexo existe un amplio grupo de clientes hombres heterosexuales, bisexuales y homosexuales (y mujeres, aunque en menor medida), lo que hace pensar que quienes se encuentran en situación de prostitución no son solo las mujeres y debe haber una cifra de hombres para nada despreciable. Lo interesante del contexto cubano es que no solo se utilizan las plataformas online, sino también algunas aplicaciones — Zapya es un ejemplo — que trabajan sin acceso a Internet para el intercambio de contenido a cambio de algo».

Vieja historia, métodos nuevos

Intercambiar favores sexuales y recibir a cambio dinero, o algún otro tipo de beneficio es una práctica ancestral. Lo que ha cambiado, con el transcurso del tiempo, son las vías para hacerlo. Una práctica que esconde, y no siempre tras bambalinas, desigualdades de género, relaciones de poder hegemónicas, machismo, violencia, y dan paso a temas en extremo delicados y penosos como la explotación sexual o la trata de personas.

Lo novedoso, y ya quizás no tanto, es el uso de las redes sociales y otras aplicaciones para dispositivos móviles. Y enfatizamos en el «quizás no tanto», porque a nivel mundial es una práctica que se ha venido desarrollando, y a la vez naturalizando, a raíz del desarrollo tecnológico.

En noviembre de 2018, la BBC publicaba el artículo «Uso Snapchat para vender videos sexuales» — de Kirsty Grant y James Waterhouse — , en el que contaban la historia de Jodie Carnall, una joven de 26 años que aseguraba ganar 5000 dólares al mes gracias a la venta de fotografías y videos por la red de redes. Ella no veía nada malo en las acciones que realizaba: «Es como quien canta y organiza un concierto, o como los artistas que venden sus propios cuadros. Yo vendo fotos y videos de mí».

Según el artículo de la BBC, «vender ese tipo de contenido no viola la ley, a menos que lo haga alguien menor de 18 años o se trate de material especialmente depravado». Jodie enfatizaba en que lo que ella hacía no era prostitución: «No soy una acompañante. Me han ofrecido miles de dólares por encontrarme con hombres y he dicho que no».

Tres años después de su testimonio, se ha notado un crecimiento notable en este tipo de prácticas; y el tema ha sido tratado en diversos medios de comunicación. En opinión del periodista David Fuentes, en el caso de América Latina: «Este fenómeno empezó a incrementarse en la red social durante la pandemia. A decir de sociólogos y sexólogos, la falta de empleos, el cierre de pequeños restaurantes, bares y cantinas y las limitadas ofertas de trabajo en tiendas de autoservicio — donde la mayoría de estas jóvenes laboraban — abrió las puertas para que vendieran imágenes de su cuerpo».

En el artículo «Crisis lleva a mujeres jóvenes a vender sus “packs”», publicado por El Universal, en agosto de 2020, se mencionan anuncios que circulan en Facebook en los que mujeres entre 18 y 20 años venden su pack — así llaman al compendio de imágenes y videos íntimos que envían a quienes pagan el precio acordado — por cifras que oscilan entre los 200 y los 1500 pesos mexicanos.

En enero de 2021, The New York Times, publicó «Mujeres desempleadas recurren a vender sus fotos desnudas en línea». Entre otras historias, recogía el testimonio de Savannah Benavidez, quien en junio de 2020, en plena pandemia, tuvo que dejar su empleo como encargada de facturación en una institución sanitaria para cuidar a su hijo de 2 años luego de que la guardería cerrara. «Como necesitaba dinero para vivir, creó una cuenta en OnlyFans — una red social en la que los usuarios venden contenido original a suscriptores mensuales — y comenzó a subir fotografías de ella desnuda o en lencería».

Vale aclarar que esta red social — creada en 2016 y que cuenta con 24 millones de usuarios — es un servicio de suscripción, con sede en Londres, Reino Unido, cuyo modelo de negocio consiste en que los creadores de contenido pueden ganar dinero de los usuarios que se suscriben a su perfil. Aunque su política editorial censura los contenidos de sexo explícito, es una de las vías encontradas para vender imágenes y videos.

OnlyFans ¿también en Cuba?

Dasiel González no fue el primer cubano en la plataforma ¿o sí?, no habría como saberlo, seguramente no será el último. No es quizás el más veterano o experimentado, pero es, a sus 20 años, quien lo asume con mayor resolución y naturalidad.

¿Cómo llegaste a la plataforma?

«La primera vez que oí hablar sobre OnlyFans fue en Instagram. Estaba pasando las historias de Kristen Hancher (mi tiktoker favorita) y de pronto veo una que dice: “esta foto está censurada si quieres verla desliza” y te llevaba a OnlyFans donde te pedía que pagaras para ver la foto. La foto era realmente erótica y tentadora aunque tenía los pezones tapados porque estaba en Instagram. Unos 4 meses después, al inicio de la cuarentena, me abrí mi cuenta en Twitter y comencé a ver que se hablaba mucho del tema.

«Comencé a armar el rompecabezas y fui entendiendo como funcionaba la plataforma».

¿Cuáles fueron tus motivaciones y miedos a la hora de abrirte la cuenta?

«Pues la verdad soy una persona con pocos miedos y complejos. Me pongo nervioso como todo el mundo, pero le he ido cogiendo el gusto. Es una adrenalina súper rica hacer cosas nuevas y que a la mayoría los escandalizaría, y para mí es algo normal.

«Nada me frenaba, mis padres estaban de acuerdo. Lo que más o menos sí me frenaba era que aquí no es legal hacer contenido erótico o pornografía. Pero los tiempos han cambiado y hay un vacío legal en ese aspecto porque tú no puedes transferir contenido erótico a través de memorias, discos o revistas, pero no dice nada de Internet así que por ahí tienes cobertura.

«Mis principales motivaciones fueron el dinero y un poquito demostrar que no hace falta ser perfecto, que no hace falta tener un cuerpo fitness o la cara más linda del mundo con facciones operadas, porque da igual, siempre a alguien le vas a parecer increíblemente sexy».

¿Qué reacciones ha traído en tu vida personal o familiar?

«Ha traído muchísimas, pero yo la verdad me limpio con las opiniones negativas, porque a mí nadie me ha dado nada ni me ha regalado nada. Yo estoy donde estoy porque me lo merezco, y tampoco estoy muy alto pero bueno lo poquito que he logrado ha sido porque lo he luchado a capa y espada, cada seguidor, cada like, he trabajado por ello. Así que, personas que no han influido en esa lucha, no me importan.

«Sin embargo, mi novio siempre ha sido muy comprensivo con mi trabajo. Cuando le dije lo de OnlyFans — que no se lo dije el primer día porque no es algo que se pueda soltar de sopetón — lo entendió e incluso me ayuda a crear contenido. Por eso, al menos con mi novio, que es la persona que más me preocupa porque es con quien vivo, no me ha traído problemas».

Cariño online

Estas dificultades antes mencionadas son la principal barrera de entrada de los cubanos y cubanas a dichas plataformas donde se lucra a través de la venta de contenido sexual. Se requeriría de tarjetas bancarias para hacer transacciones, así como otros mecanismos ilegales o inaccesibles desde Cuba que posibilitaran este tipo de comercio. Pero, algunas personas, han encontrado alternativas más sutiles para acceder a este mercado internacional.

Alfre tiene 29 años, es holguinero, no se prostituye, ni siquiera vende contenido sexual vía Internet; entrega cariño online a cambio de alguna que otra prebenda.

Busca los clientes en una app: Badoo. «Es la alternativa a Tinder en Cuba y es gratis. Me di cuenta que podía dedicarme a esto cuando me escribió una persona por Messenger; y vi que era fácil sacarle dinero. Luego encontré otras alternativas. En este momento, solo uso la aplicación y, la verdad, no doy abasto».

Prefiere clientes de otros países porque «es raro que un cubano te haga una recarga». Solo vende fotos suyas, pues detesta los perfiles fake. «Para hacer creer a un cliente que es una mujer debes tener una amiga que te mande los audios falsos, y es un riesgo si te piden una videollamada. Sé de parejas que hacen eso, principalmente por Facebook: el chico escribe y ella manda packs y audios. En mi caso prefiero la veracidad porque siempre es mejor cuando se trata de un perfil real. A mí me han mandado celulares, ropa, mil cosas. Y como lo hacen a mi dirección particular, tiene que ser con el carnet de identidad».

Sobre sus estrategias, Alfre comenta: «Para las mujeres es mucho más fácil, basta con tener buen cuerpo. Como hombre (si buscas solo mujeres) debes tener más “muela”. El físico engancha, pero una plática interesante, más. Envío de todo, pero los packs se ganan. Lo único que tengo a mi favor son las fotos, llamadas y videollamadas: esas cosas tienen que ganárselas. No es que te escriban un “hola, eres bello” y ya te lances a mandar fotos».

Evade la pregunta sobre posibles tarifas. Enfatiza en que él no cobra: «Lo que no mando fotos ni dedico tiempo a nadie, a menos que me hagan recargas. Ahora, eso no se dice así: “hazme una recarga y te paso fotos”, soy más sutil y lento. Les explico cómo es Cuba, cómo es la conexión a Internet y ellos caen solos. Siempre está quien conoce la “movida” y se aleja. Pero son más los que caen. En este giro también hay quienes piden dinero a la cara; y dicen: “si me pasas tanto, te mando esto”».

Aunque tiene clientes de ambos sexos, solo acepta conocer a mujeres. «El año pasado, antes de la COVID vino una. Ahora hay dos que, apenas abran los vuelos quieren venir a conocerme, luego ya veremos. Yo quiero irme, si se me da el chance lo hago. Quizás tenga que estar un tiempo con una de ellas, pero luego, puedo rehacer mi vida. Ya con los hombres es otra cosa, porque no soy gay. No sé qué haría si viene uno. Hasta ahora nunca me ha pasado, cuando están más emocionados, los bloqueo, pero antes les saco todo lo que puedo».

Para Alfre esta práctica se ha convertido en su sostén durante el periodo de la cuarentena, pero dice que, en su vida habitual, es solo un plus. Él estuvo casado durante un año y dos meses. En ese tiempo dejó de hacerlo porque a ella no le gustaba. Antes había tenido una relación muy afín: «ella lo hacía por su lado y yo por el mío. Eso ya es algo tan normal como trabajar vendiendo churros, lo que a todo el mundo no se le da bien».

Desafiando las brechas digitales

En la investigación realizada por Alma Mater, encontramos perfiles en Facebook, cuentas en WhatsApp y bots y grupos en Telegram que anuncian estos «servicios». Sin embargo, muchos de ellos son falsos.

En uno de Facebook encontramos varias fotos en poses sensuales de una muchacha. Frases como «si quieres más, llámame a este número» o «yo y mi amiga queremos hacer un trío», ilustraban un perfil creado apenas dos días atrás. Las fotos eran reales y la muchacha estudia en la Universidad de La Habana. Supimos que se trataba de una pornovenganza: alguien entró a su perfil real, descargó fotos de ella en la playa, y construyó un perfil falso desde donde chateaba con los hombres interesados; llegó incluso a poner el número real de su víctima, quien recibió llamadas acosadoras. El perfil fue denunciado y eliminado por la red social.

En otro escenario, también falso, personas acumulan imágenes de determinada persona, y envían fotos — cada vez más subiditas de tono — a cambio de dinero. Algunos «clientes» descubren que han sido estafados cuando, para verificar la autenticidad del perfil, solicitan una videollamada y entonces reciben evasivas por respuesta.

Sin embargo, no todo es falso, y hay mujeres, en su mayoría jóvenes, que han encontrado en esta especie de sexo transaccional una vía para ganar dinero.

Según el portal Infomed:

Prostituirse viene del verbo latino prostituere que significa cambiar, traficar. La prostitución se puede considerar como la transacción o el intercambio de favores sexuales por parte de una persona que a cambio de dinero se entrega a otra para la práctica del acto carnal. La práctica de la prostitución se caracteriza porque se ejerce el intercambio con un gran número de personas. Si en la relación entra el afecto, cesa la definición, aunque quien la ejerce continúe recibiendo algún beneficio.

No obstante, se considera que el término sexo transaccional es una definición más amplia, para conceptualizar esa práctica que se realiza a cambio de algún objeto, dinero o privilegio. Según la sección Temas de salud, del mencionado portal: «La utilización de esta terminología evita así el uso de un lenguaje prejuicioso y estigmatizante que sitúe a estas personas en víctimas indefensas o las condene tanto a ellas como a los intermediarios».

Aunque es una práctica realizada por personas de géneros diversos y los servicios pueden ser lo mismo heterosexuales, homosexuales o bisexuales, se aprecia en el imaginario colectivo que es una práctica realizada mayormente por mujeres, lo cual está relacionado por el estereotipo de situar a la mujer en una posición de dependencia socioeconómica tradicional y la larga historia de explotación sexual femenina.

Niurka no se prostituye

Niurka no se prostituye; al menos eso afirma. «Mi prima es la jinetera, y lo es desde que tenía 16 años». ¿Cómo entonces llegaron sus fotos semidesnudas al celular de Frank?

«Dice mi prima Alejandra que conoció a Frank por un sitio web que anuncia algo así como “muchachas en Cuba con las que puedes pasar un buen rato”. Él le escribió, primero a un correo, y luego a su WhatsApp. Dice que era un viejito de lo más simpático. Le vendió toda una película: que era casado, que buscaba compañía de una joven cubana, que venía a Cuba tres o cuatro veces al año, que quería ayudarla. Vaya, sin mencionar la palabra prostitución, se sabía de qué iba la cosa», explica Niurka.

«¿Y cómo llegas tú a interactuar con Frank?», preguntamos con genuina curiosidad.

«Los primeros meses ellos no se habían conocido en persona. Ella le mandaba fotos, y él le recargaba el teléfono desde España. De hecho, mi prima vende su saldo y así recupera parte de ese dinero en efectivo. Nada, entre las fotos que le manda, se coló una en la que ella y yo aparecemos en bikini. Entonces el tipo le pregunta por mí, quién soy, si nos llevamos bien, que él quiere salir con las dos cuando venga a Cuba. Nada, que el viejo se embulló con la idea de hacer un trío. Entonces mi prima me convenció para tirarnos algunas fotos, con poca ropa, y mandárselas a él. Entonces me empezó a recargar el teléfono a mí también».

Todo esto ocurrió a finales de 2019. Frank vino a Cuba en diciembre. Durante toda una semana salió con Alejandra, quien incluso pernoctó en la casa en la que siempre se alquila cuando visita La Habana.

«Insistió en que quería conocerme. Pero mi prima, y yo por WhatsApp, le dimos “curva”, que si me sentía mal primero, que tuve que ir a casa de mi familia en Cienfuegos, porque yo sí no iba a hacer nada con él. Cuando se fue me dejó dinero, como 250 C.U.C. Después hemos seguido el jueguito; unas veces le mandamos fotos juntas, y otras, él me escribe. Siempre le digo que sí, que nos vamos a conocer, para tenerlo enganchado. Nos dijo que volvería a mediados de 2020, pero vino la pandemia y todo siguió por Internet, por suerte para mí».

Niurka no se prostituye. Juega un juego en el que, hasta este momento, recibe beneficios económicos por posar desnuda, por mostrar su cuerpo. ¿Qué pasa con esas fotos? ¿Van solo al celular de Frank?

Psicóloga Claudia Cancio-Bello Ayes

Como parte de esta investigación, conversamos con la psicóloga Claudia Cancio-Bello Ayes, quien en 2014 defendió, como tesis de licenciatura, una investigación que se acercaba a la identidad de género y los proyectos futuros en mujeres jóvenes que ejercían la prostitución.

Desde su perspectiva, el término que concuerda con este fenómeno en la virtualidad es el de prostitución porque «se negocia el cuerpo mediante la realización de actos sexuales a cambio de dinero (ya sea saldo para el teléfono u otro tipo de pago); existe la persona que ofrece, la que demanda y, en ocasiones, la que intermedia. Para catalogarlo como tal habría que analizar otros aspectos, entre ellos, si constituye un ejercicio regular, continuo, sostenido o si deviene fuente única o importante de ingresos personales. La persona prostituida se encuentra en una posición de subordinación en la cual es objetada, cosificada y subvalorada».

Para la especialista, el concepto de sexo transaccional aplica a actos sexuales que impliquen otro tipo de transacciones: que te regalen ropa, que te ofrezcan determinados privilegios, entre otros.

Sin embargo, nuestras entrevistadas niegan prostituirse; una de ellas, incluso, cataloga su práctica como un «emprendimiento», ¿por qué?

«Estas mujeres, al no concretar el acto sexual físico, no se dan cuenta que siguen siendo cosificadas. A quienes pagan lo que les importa es el cuerpo. El fenómeno en Cuba se manifiesta, pudiéramos decir, de forma creativa, y digo creativa porque en el mundo ocurre desde hace tiempo; aquí es una adaptación. Lo ven como emprendimiento porque ganan dinero, pero lo que están vendiendo es su cuerpo. Ahora, en cuanto a su autopercepción, influyen varios factores: no media una relación física, no interactúas físicamente con alguien que te puede desagradar; para ellas venden solo sus fotos, un video, una directa».

En el imaginario colectivo estas prácticas son más frecuentes en mujeres que en hombres.

«No tengo los datos, pero cuando realicé mi investigación, los especialistas del Cenesex afirmaban que existía un número importante de hombres que practicaban la prostitución. Lo mismo podría ocurrir ahora con este fenómeno virtual. No obstante, se cree que en su mayoría son mujeres, y eso está conectado con el fenómeno de la feminización de la pobreza, la situación económica y la cultura patriarcal que educa a las mujeres a objetar el cuerpo, a cosificarlas, a que el ideal sexual o erótico de los hombres sea, por ejemplo, dos mujeres teniendo relaciones sexuales. Toda esta subjetividad social en la que estamos inmersos promueve que sean ellas las que se prostituyan».

En estas prácticas, cuando solo se producen en el entorno virtual, ¿podría pensarse que desaparece la figura del proxeneta o que, al no existir contacto físico, disminuye la violencia?

«Ellas están expuestas a muchos riesgos: a que se publique o se comercialice sin su consentimiento todo lo que suben a la web, a que las filmen, o incluso, a que sus productos estén siendo consumidos por más de una persona. Es cierto que el papel del proxeneta no está muy claro, pero no podemos descartar su existencia. Puede que sea él quien administre su perfil, o que expropie el dinero que ella gane. Estas mujeres se arriesgan también a ser estafadas porque puede que no les llegue el dinero, o que cuestiones de su intimidad sexual sean difundidas, o que se pierda su anonimato. Para mí quedan muy expuestas, quizás de forma diferente, pero siguen expuestas».

Cuando el juego se complica

AM: ¿Cómo funcionaba el tema de los «retos» que tú «animabas»?

Entrevistado: «Lo primero que pedí fue un video de 5 ó 10 segundos bailando twerking, así sencillo, sin “encueradera”, ni nada. Varias amiguitas mías me mandaron videos — no habían sido novias mías — también bailando twerking. Yo les dije que, la que más puntos cogiera, iba a pasarle 5 CUC de saldo, porque me habían recargado y estaba aburrido. Una mandaba un video; otra, otro. Los ponía en mi estado y la gente iba votando. Entonces una lo mandó en un short normal. La de atrás quería ganarle a esa y lo mandó en un short más cortico, y así, hasta que una mandó un video bailando en hilo dental. Y, por supuesto, esa fue la que ganó y se llevó sus 5 CUC. Y ahí yo dije: « ¡Ah! Espérate, ¿la gente está dispuesta a hacer esto?» Y así fue como se me prendió el bombillo».

AM: ¿Eso fue durante el periodo de aislamiento, consecuencia de la COVID-19?

Entrevistado: «En el primer mes de cuarentena estaba aburrido y, para colmo, en casa de los “puros míos”, ni siquiera en mi casa, y ahí me aburría, no tenía nada que hacer: ni trabajar, ni estudiar. No tenía novia, solo “descarguitas”. Me escribía con ellas, y hacíamos sexting, nos mandábamos nudes, pero eso yo lo hacía desde antes, solo que, durante la cuarentena se acentuó, porque como no nos podíamos ver, ni tener sexo, lo hacíamos por ahí.

«Eso también llegó a aburrirme. A mí siempre me han gustado los juegos de participación, sobresalir y esas cosas. Ahora tengo Twitter y hago memes, pero antes no tenía y lo que hacía era poner cosas curiosas y cómicas en mis estados. A la gente le cuadraba, y me escribían diciéndome: “Sube más cosas, sube más cosas”. Y un día se me ocurrió hacer retos, porque teníamos un grupo de WhatsApp que hacíamos “Verdad o reto”. A veces los verdaderos retos eran nudes de la gente, pero con cosas curiosas.

«Y se me ocurrió hacer eso que te conté en mis estados de WhatsApp. Al otro día todos mis colegas me escribieron, diciéndome que qué bueno estaba eso. Como ya no podía seguir pasando saldo porque me iba a arruinar, se me ocurrió pedir que me pasaran saldo para seguir con los retos, y la gente me empezó a transferir dinero. Lo mismo me enviaban 30 centavos, que era el mínimo, que 10 CUC. Y así seguí haciendo retos de fotos calientes, le pasaba a la ganadora el premio de 5 CUC y me quedaba con el vuelto.

«Otro día puse uno más calentón: mandar una foto en la posición «en cuatro». Y así me las mandaban. Cada vez se sumaban más muchachas al reto. Y yo las subía, a la que ganaba le transfería saldo. Nos divertimos. Y ya saben, todo el mundo sofoca´o. Después fui volviéndome un poquitico más “profesional”. Lo hacía en un grupo, ya no en mi estado. Para entrar al grupo tenían que pasarme 10 centavos — con más de 200 personas en un grupo, eran 20 CUC diarios. Daba 5 o 10 de premio, y me quedaba con el vuelto. Cada vez los retos eran más calientes: mostraban parte de su cuerpo desnudo. A mí me sorprendía que las muchachas, con tal de que no salieran sus rostros, estaban dispuestas a participar. Y ni siquiera creo que lo hacían por el premio, porque llegué a tener hasta 14 participantes, o sea, que ganar iba a ser difícil. Creo que les gustaba la atención que recibían. Incluso, “empaté” gente así; de esos juegos salieron dos parejitas».

AM: Poco o poco todo fue creciendo, ¿no?

Entrevistado: «Me empezaron a escribir números que yo no conocía y que querían participar. Aquello se desató, y mis amigos me alertaron: “Oye, cuidado, que esto es pornografía y ya no es con tus contactos, incluso, hay gente que no conoces”. Esto podía ser un problema, y me puse a investigar, y sí, era pornografía, aunque no iba a tener problemas porque esas fotos me las mandaban de manera voluntaria. Les decía: “Este es el reto, ¿lo vas a hacer?”. Respondían que sí y yo hacía capturas de pantalla a lo que hablábamos, como prueba de que no había ningún chantaje ni extorsión, ni violación de la privacidad.

«Lo que sí leí fue que la pornografía infantil es súper penada por la ley. Entonces, cada vez que una muchacha me escribía para participar y yo no la conocía, le pedía que me mandara una foto de su carnet de identidad. Y así lo empecé a hacer. No digo que fuera suficiente, porque podían mandarme la foto del carnet de otra persona, pero bueno, por ahí, más o menos, tenía una garantía. Yo a las 9: 00 p.m. me sentaba, y empezaban los retos. A subir las fotos para los estados, e iba contando los votos de la gente, con papel y todo. Mi mamá me preguntaba: “¿Qué tú estás haciendo?”, y yo le decía: “Tranquila que estoy haciendo dinero”. Yo animaba los retos y cuando dos muchachas estaban muy pegadas, hacía trampa y decía que había un empate, y tenían que mandar otra foto para desempatar.

«Ya después la cosa se fue complicando porque hasta padres y madres de mis amigos veían los retos, me pasaban dinero y estaban en los grupos. Y los amigos míos veían que sus padres también estaban en los grupos. Entonces la dinámica de grupo no funcionó. Tuve que volver a los estados. Pero esos los veía mi familia, y tenía que estar silenciando estados. Después la gente empezó a pasarme menos saldo y casi no me alcanzaba, y no quería agregar desconocidos porque tenía miedo que se me agregara un policía. Y así se fue diluyendo con el tiempo. Luego se me ocurrió hacerlo por Instagram, pero el tema del pago se me complicaba, no tenía muchos seguidores e iba a ser súper público y lo iban a ver un millón de gente».

AM: ¿Tuviste problemas con alguien de la familia o con amigos?

Entrevistado: «Algunas amigas mías me decían que cómo yo iba a subir eso, pero yo les respondía que era solo una competencia y algo voluntario. Las que “me dieron el berro” fueron unas que fueron noviecitas mías y se pusieron celosas».

AM: ¿Cuánto duró todo en total?

Entrevistado: «Un mes más o menos, digamos que 20 días haciendo un reto diario. Lo que sí casi todas eran universitarias. Yo estoy pasando el servicio social. En realidad, de mi facultad eran muy pocas. Las había de la Cujae, la Uci».

AM: ¿Y tú eres recién graduado de…?

Entrevistado: «De la Universidad de La Habana».

Ilustración / @orestesbaratuti

Los límites de la legalidad

¿Vender contenido sexual en fotos, audios, videollamadas, puede considerarse prostitución? Con esta interrogante comenzamos el diálogo con Tania de Armas Fonticoba, Doctora en Ciencias Jurídicas y Profesora titular de la Facultad de Derecho de la Universidad de La Habana.

«En primer lugar la sexualidad forma parte de la vida de las personas y someterla a relaciones de poder y de comercio resulta contraproducente para el ser humano. Por lo tanto, considero que la prostitución es un fenómeno respaldado por ancestrales concepciones sexistas, patriarcales, una forma de explotación, especialmente de mujeres y menores. Además una de las formas más naturalizadas en las que se muestra la violencia de género que, por supuesto, debe ser eliminada y no una conducta que hay que regular, pues sería regular la violencia contra las mujeres».

Una vez tomando esta reflexión como punto de partida, la profesora confirmó que la prostitución — al margen de sus consideraciones teóricas acerca de su regulación o no — en Cuba no integra ninguna de las figuras delictivas que aparecen en el Código Penal. «Ha sido considerada como una conducta antisocial — la que según esta norma se refiere entre otras manifestaciones “al que explota o practica vicios socialmente reprobables — ; por lo tanto, a diferencia de los delitos que conllevan sanciones penales, la prostitución, considerada como conducta antisocial por nuestra norma penal, puede conllevar una advertencia oficial o medida de seguridad».

En opinión de la jurista, «conceptualmente la prostitución es la actividad a la que se dedica una persona que mantiene relaciones sexuales con otras a cambio de dinero, incluso, la OMS considera que tener sexo a cambio de dinero es ofrecer el cuerpo del ser humano como mercancía. Por lo tanto, considero que vender contenido sexual: fotos, audios, videollamadas, al menos en su concepto y sentido tradicional, no podría considerarse prostitución; aunque sí podría interpretarse que se considera un delito de ultraje sexual previsto y sancionado en el artículo 303 inciso c) del Código Penal».

La ley también establece que en caso de utilizar a menores de edad o venderle a estos contenidos sexuales, se estaría en presencia del delito de corrupción de menores. Incluso, el solo hecho de mostrar o exhibir publicaciones, grabados, cintas cinematográficas o de video, grabaciones o cualquier objeto de naturaleza pornográfica, puede considerarse como una contravención del Orden Interior a tenor del Decreto Ley 141 del año 1998.

Uno de los entrevistados manifestó que, si bien distribuir pornografía en Cuba es ilegal, existía un vacío legal con respecto a las redes sociales y a la distribución de estos materiales vía online. Sobre este particular, la especialista argumentó: «No considero esto cierto, no existe tal vacío legal, pues lo que ha cambiado con el desarrollo de las tecnologías de la comunicación es la forma de hacerlo, los métodos; la conducta sigue siendo ilegal. Quizás podría especificarse aún más en la ley, y en estos momentos se trabaja para modificar las normas penales; pero no creo que exista impunidad al respecto».

***

El fenómeno existe y tiene diversos matices. Su presencia ha tomado fuerza en las condiciones actuales: una sociedad cada día más conectada y miles de jóvenes estudiando a distancia, en teletrabajo, reinventándose su día a día, sus prácticas sociales, sus formas de ser, su manera de entablar una relación de pareja, y sus maneras también de ganar dinero.

Este es solo un primer acercamiento. Alma Mater te propone continuar con tus reacciones, tus comentarios, sus vivencias al respecto. Espera más adelante nuevas aristas de estas prácticas sexuales virtuales cuyos límites se corren día a día con muchísima facilidad. El debate sigue abierto.

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