Versiones musicalísimas

Una cosa es el arte de versionar composiciones musicales, ya sea para llevarlas a un género más movido, y otra, muy distinta, es creer que una canción dice algo que dista mucho de lo que su autor eligió escribir.

Redacción Alma Mater
Revista Alma Mater
4 min readOct 11, 2018

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Autor: Nemo
Fotos: Tomadas de https://www.ruizhealytimes.com y https://www.forbes.com.mx

Ilustración tomada de https://www.ruizhealytimes.com

Una cosa es el arte de versionar composiciones musicales, ya sea para llevarlas a un género más movido o para incorporarle un matiz de humor, y otra, muy distinta, es creer que una canción dice algo que dista mucho de lo que su autor o autora eligió escribir.

El recuerdo más lejano de mis propias malas interpretaciones auditivas data de mi segundo grado. En mi escuela primaria Raúl Marcuello todo el mundo tarareaba a Cristian Castro, quien entonces debutaba como joven promesa de las baladas romanticonas. El tiempo que duró nuestro amor, o Nunca voy a olvidarte — no sé bien su título — entonaba: «Junte lo más hermoso, que he vivido contigo». Yo, en mi escasa niñez, repetía: «Qué cantero más hermoso, el que he tenido contigo». En aquella escuela había un pequeño huerto que, sospecho, algo tuvo que ver con aquel desatino.

Muchos de los que recordamos «el cocodrilo come fa», pensábamos que, obviamente, hablaba de una vocación del paladar hacia el detergente. Yuset Sama, con menos complicaciones, afirmaba que «el cocodrilo come pan», algo más entendible, supongo.

Con Mi historia entre tus dedos, de Gianluca Grignani, siempre entendí: «Solo por eso tú me besas el merduro» — en vez de: me ves hacerme el duro — , aunque el sustantivo merduro no apareciera en ningún diccionario.

Un amigo cercano, en una canción de Eddy K, entendía: «Abelito, el puma», donde se afirmaba: «Averigua en Cuba, esa es la verdad, los que llenan los lugares por capacidad». Arley, por su parte, creyó que cierta canción del reguetonero Elvis Manuel tenía problemas ideológicos al corear: «se me parte la juventud».

Foto tomada de https://www.forbes.com.mx

Con vistas a aumentar la muestra de mi investigación pregunté a la familia más cercana. Un tema que mi hermano y yo solíamos cantar mucho era de origen portorriqueño: «En pleno público me desmayé, por toda la química que había en mí, la gente decía “Vico” se nos fue, y de todos los golpes nada sentí». Aunque nunca lo percibí, el brother se confundía: «la gente decía “Vico C” no fue». ¿Quién sería entonces? Porque era obvio que hablaba del cantante; en fin. Del mismo autor: «La palabra paz, él no la entiende», en cambio, «la palabra pasa y él no la entiende».

Otra de las infantiles: «Aquellos tiempos en que abuelita, bailaba el charles cuando tenía mi edad». Hay quien asegura que tenía «miedad», palabra derivada del miedo y que no tiene nada que ver con el sentido de la canción.

Dice mi novia Ana María, a ritmo de Gente de Zona: «Somos tú y yo, el uno para el otro, tú con tu locura y yo creyendo en otro», en vez de «y yo que ya estoy loco». ¿En quién cree ella? Todavía me lo pregunto.

Mi amiga Yerisleydys reguetoneaba: «Oye, menéate, menéate, menéate; oye, menéate arriba de Roberto». ¿De dónde habrá sacado ese nombre?

Con La Macarena hubo decenas de versiones. Ella tenía «un novio que se llama de apellido Vitorino, y en…», aún no puedo descifrar lo que dice exactamente.

Si eso sucede con las canciones en español, con las que son en inglés, el relajo es mucho mayor. «Al fin soy down», en vez de «a fill soun daon»; «Guatavery gonso», por What a very good soup; y de los mejores, «Yo tengo un novio en Hawai» o « ¿estos son reebooks o son nikes?», cuando la original profesa: «This is the rhythm of the night».

Entre tantos disparates cada quien prefiere uno. Mi amiga Bertica se queda con «abre la pata y goza», de Queen; Dayani con «Tran_spiren, trans_piren», de Maikel Jackson; y Sama con «Yu_set, I love you».

Mi prima postiza Lola Marsden tiene varias en su selección. «Uno, dos y tres, ¿qué pasó, Manchévere?»; «El baile del carnaval que depende mi cholito»; «Bachí, bichú, tambor, yo quiero chiquichiquichá»; «la rosa quengalana» y «con ese cuerpo, Orlando, ¡qué belleza!».

De sus versiones, prefiero una inspirada en las últimas canciones que se han apoderado de los bares y las discotecas de La Habana. Lola jura que esta canción — que además me recuerda a Isabelita — , de Lenier, El Micha y Jacob Forever reza: «Dile que esa noche, que te dejó solita, / dormiste en mi cama desnudita, / que me perdí en el mapa de tu cuerpo, ay, qué nochecita, / Rodolfo es lindo y ojalá que se repita».

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