Arrastrado por los alemanes: México en la Segunda Guerra Mundial

Fernando Requejo
Revista Arena
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18 min readNov 16, 2023
Logotipo del Escuadrón 201, unidad que representó a México en la Segunda Guerra Mundial. Fotografía: Gob.mx

Durante toda la historia de la humanidad, las guerras han sido constantes. Países se enfrentan unos con otros, con el fin de demostrar su supremacía y dominio en el enorme campo de batalla que se ha convertido el mundo. Este tipo de conflictos surgen por distintos motivos, tanto religiosos como económicos, políticos o culturales.

A pesar de que cada guerra tiene su importancia e intensidad, hay algunas que destacan por su magnitud, por involucrar a una cantidad considerable de potencias de distintas partes del globo, a tal grado de que han llegado a ser consideradas mundiales. De estas se han suscitado dos: la Primera Guerra Mundial, que empezó en 1914 y que terminó de manera formal en 1919 con la firma del Tratado de Versalles; la Segunda Guerra Mundial, que comenzó en 1939, y cuyo fin se dio en 1945.

Aunque la Primera Guerra Mundial fue el primer gran conflicto que involucró, por decirlo de alguna manera, a todo el mundo, fue la Segunda Guerra Mundial la que rompió con las formas clásicas de desarrollar una guerra, además de ser en la que se cimentaron las bases del mundo que se desarrollaría a partir de una nueva reconfiguración de este.

Estados Unidos y los estragos de la Primera Guerra Mundial

Los años treinta fueron bastante interesantes en cuanto al funcionamiento del mundo se refiere. Aunque había pasado alrededor de una década del fin de la Primera Guerra Mundial, los ganadores de ese conflicto se vieron en una situación grave, pues habían invertido gran parte de capital en la Gran Guerra. Se suponía que los países perdedores debían aceptar las consecuencias y los castigos consiguientes, entre los que se encontraba indemnizar a los países ganadores, económicamente hablando; sin embargo, los países triunfadores no tomaron en cuenta un factor bastante importante: los países perdedores también invirtieron una cantidad estratosférica de capital al conflicto, por lo que, al igual que quienes obtuvieron la victoria, se encontraban en la ruina, motivo que dificultaría pagar las multas que se les dieron. Así que en esos años la situación aún se buscaba alcanzar una relativa estabilidad.

A lo anterior se le suma que Estados Unidos atravesaba por la Gran Depresión de 1929, con la cual los estadounidenses vivieron de primera mano lo que significaba vivir en la pobreza extrema, sin oportunidades de vida y sin un trabajo que les diera un estilo de vida decente. Durante ese periodo, Estados Unidos se encontraba en lo más bajo. La magnitud de la Gran Depresión es totalmente explicada en este video:

La Gran depresión es cosiderado como “La crisis económica más grande en su historia”

Qué paradójico: el país que fue la clave para el triunfo en la Primera Guerra Mundial y que estaba gozando debido a la obtención de ingresos por medio de la venta de armas, ahora se encontraba con una población que no podía siquiera adquirir un kilo de arroz y que se amontonaba en las grandes plazas, para conseguir un trabajo que quizá no les dudaría más que un día. Era un panorama totalmente desesperanzador, en el que los despidos, el aumento constante de precios y las declaraciones de quiebra eran algo ya cotidiano para la ya muy golpeada población estadounidense.

Para suerte de ellos, en 1933 un hombre lleno de decisión logró alcanzar la presidencia de ese país, con la idea firme de combatir ese gran monstruo que llevaba ya alrededor de 4 años aniquilando en todos los sentidos a los estadounidenses. Franklin D. Roosevelt hizo acto de presencia, y desde el primer día de su mandato tomó al toro por los cuernos.

De acuerdo con el libro Historia del New Deal. Conflicto y reforma durante la gran depresión, de Andreu Espasa, el presidente Roosevelt, ícono del progresismo estadounidense, impulsó un ambicioso programa reformista conocido como New Deal. Este proyecto se basó en la Revolución keynesiana, y defendía una mayor intervención del Estado en la economía.

El New Deal tocaba varios puntos, entre los que se destacaba la creación de empleos; por ejemplo, se llevó a cabo la construcción de presas, las cuales, además de servir para algo esencial, permitirían que la gente obtuviera trabajo. En sí, este plan permitió que Estados Unidos se recuperara poco a poco del tremendo daño provocado por la Gran Depresión, además de prepararse para un nuevo conflicto que nadie sospechaba que se desataría.

Una nueva amenaza se levanta: El nacimiento de la Alemania Nazi

Mientras los vencedores de la Primera Guerra Mundial se encontraban en la búsqueda de estabilidad después de la guerra, Alemania, el principal perdedor del conflicto, se encontraba sin una dirección y sin esperanzas. Aquel país que hasta 1914 llegó a ser considerado como una de las mayores potencias militares y con un futuro económico envidiable, ahora se encontraba en ruinas y en una crisis económica intensa. En un escenario tan desolado, la gente buscaba un rayo esperanzador que les regresara esa gloria que caracterizaba al Imperio Alemán de antaño. Para su sorpresa, un hombre surgió de en medio de los escombros, y prometió que, de dársele la oportunidad, él haría grande a Alemania de nuevo. Ese hombre fue Adolf Hitler, un personaje con una decisión y carisma tales que conquistaban hasta al más escéptico.

Este éxito se debió principalmente al nacional-socialismo (también conocido como Nazismo), que fue el movimiento político liderado por Hitler, con el cual, de acuerdo con el medio Yad Vashem, se atraía a nuevos miembros mediante una propaganda que apelaba a las emociones y a la violencia.

Hitler contaba con un equipo bastante hábil, junto al cual pudo revitalizar Alemania. Sus hombres de confianza iban desde un Joseph Goebbels, genio de la propaganda, hasta un Henrick Himmler, quien era considerado como el segundo hombre más poderoso de Alemania, ya que lideraba el Schutzstaffel, la temida SS, la guardia especial de Adolf Hitler.

Poco a poco, Hitler logró que la economía alemana se recuperara, ganando así más simpatía por parte de la población. También logró un gran avance en infraestructura y, según el Museo de Memoria y Tolerancia, logró disminuir drásticamente el número de desempleados en Alemania. Al haber logrado tal hazaña en un periodo tan oscuro no se puede cuestionar el porqué de que miles decidieran comenzar a alabar la figura del hombre que se encargaría de sacar del agujero a Alemania.

De hecho, la popularidad de Hitler estalló a niveles absurdamente altos durante los siguientes años, al punto de ser visto como una especie de Mesías por la gran mayoría de sus seguidores; sus hombres de confianza también veían en Hitler la figura del Salvador, de aquel que tenía la solución a todos los problemas del mundo, como si de un ser de luz que fue enviado por Dios al podrido mundo se tratase.

Algo que quedaría claro más adelante es que las ambiciones del Führer (dirigente, en alemán) iban más allá de tomar el control de Alemania y reconstruirla bajo sus ideales. No, Hitler iba más allá de eso: quería tomar el control de toda Europa, y posteriormente del mundo.

El dirigente alemán tenía trazado un plan para lograr conquistar territorios a diestra y siniestra, con el fin de implementar un imperio dirigido por él. Para ello, este actúo sigilosamente: de manera secreta, fue adquiriendo armamento. Es necesario aclarar que, en el Tratado de Versalles, acuerdo que repartió responsabilidades al fin de la Primera Guerra Mundial, se establecía que Alemania se mantendría sin la posibilidad de fortalecerse militarmente, con el fin de evitar otro levantamiento armado. Lamentablemente, los vencedores de la Gran Guerra descuidaron los movimientos de una Alemania que a sus ojos parecía muerta, lo que le permitió a Hitler y compañía reabastecerse de armas.

Todo lo anterior detonó en la noche del 1 de septiembre de 1939, cuando las fuerzas alemanas tomaron por sorpresa a Polonia, lo que se resumió en un enfrentamiento muy corto, que terminó con la victoria contundente del ejército Nazi. Este suceso detonó el segundo gran conflicto, uno que superaría con creces la violencia y los estragos que dejó la Gran Guerra: la Segunda Guerra Mundial.

Un nuevo conflicto mundial estalla

La Segunda Guerra Mundial contó con la participación de las mayores potencias mundiales, las cuales se dividieron en dos bloques: por un lado estaban los Aliados, que eran encabezados inicialmente por Gran Bretaña, Francia y la URSS (Unión de Repúblicas Soviéticas Socialistas), grupo al que posteriormente se uniría Estados Unidos; por el otro, las Potencias del Eje, cuyas cabezas eran Alemania, Japón e Italia, países caracterizados por contar con gobiernos totalitarios, cuya principal característica, de acuerdo con el sitio web Concepto, era vivir bajo un sistema político basado en el ejercicio absoluto y sin restricciones del poder por parte del Estado de una nación, en el cual se restringen severamente las libertades individuales y se construye un modelo de sociedad homogéneo, implacable y coercitivo.

A simple vista, los Aliados representaban el bien, la justicia y la paz, mientras que las Potencias del Eje eran aquellos cuyo gobierno era prácticamente una dictadura. A pesar de que los gobiernos totalitarios tenían a la cabeza a líderes bastante excéntricos, como Benito Mussolini, primer ministro de Italia durante la Segunda Guerra mundial, quien estaba obsesionado con la grandeza de la antigua Roma, no se puede negar que la participación de las fuerzas Aliadas tenía otras motivaciones, además de la de “erradicar a los villanos”.

Por lo anterior, sería bastante atrevido señalar a unos como buenos y a otros como malos. Lo que no se puede negar es que la historia oficial es una, y en ella se hace una diferenciación bastante directa: los Aliados fueron los buenos, y el Eje los malos; pero claro, hay que tomar en cuenta algo que, aunque podría resultar obvio, a veces es totalmente ignorado: la historia es escrita por los ganadores.

Los primeros choques: un bando arrasa con el otro

Una vez declarada formalmente, la guerra comenzó. Si bien los primeros meses de la batalla fueron de relativa intensidad, Alemania era una potencia militar enorme, que por su propia cuenta logró otorgarles una ventaja notable a las fuerzas fascistas.

Un ejemplo de la fuerza alemana fue la Retirada de Dunkerque. Tal como lo explica en un artículo National Geographic, en junio de 1940 unos 330 mil soldados aliados fueron rodeados por el demoledor avance de las fuerzas nazis; por suerte, lograron alcanzar la costa inglesa, en una retirada que marcaría el devenir de la Segunda Guerra Mundial. Batallas como esta definieron el curso de la guerra:

El primero de ellos es Estados Unidos, la gran potencia que desde tiempos inmemorables aprovecha la más mínima oportunidad de demostrar su poderío y de sacar provecho a las situaciones más complicadas. La entrada de este titán se dio después del ataque japonés a la base naval de Pearl Harbor, en Estados Unidos, perpetrado el 7 de diciembre de 1941. Aunque hay que decir que desde el inicio este país estuvo participando indirectamente en la guerra, pues, como lo explica Enciclopedia de Humanidades, en noviembre de 1939, dos meses después del inicio de la Segunda Guerra Mundial, Franklin D. Roosevelt, entonces presidente de Estados Unidos permitió la venta de armamento a países en guerra, bajo el principio de Cash and Carry (pagar y transportar), decisión que aceleró la recuperación económica por la que venía atravesando EUA después de los estragos de la Gran Depresión.

Es necesario señalar que la entrada oficial de Estados Unidos a la guerra, como parte de las fuerzas Aliadas, fue bastante oportuna, pues el resto de los Aliados ya se encontraban al borde de la derrota, ya que estaban recibiendo una paliza por parte de los nazis. Independientemente de lo que se pueda decir de Estados Unidos, su llegada marcó un giro total a cómo se estaba desarrollando la guerra hasta ese momento.

El otro país que ingresó casi detrás de EUA fue México, un país que estaba atravesando por una reconfiguración política total, producto de la reciente Revolución mexicana. A pesar de ser un país no tan sonado, México resultó ser de gran ayuda para los Aliados.

La neutralidad ya no es una opción: México y su ingreso a la Segunda Guerra Mundial

A pesar de que México se involucró de lleno en la guerra, esa no era su intención inicial. De hecho, no quería ser partícipe del conflicto, sino que desde tiempo atrás demostró su desaprobación: el 4 de septiembre de 1939, un par de días después del inicio del conflicto, Lázaro Cárdenas, el entonces presidente de México, se posicionó como neutral.

Mientras la Segunda Guerra Mundial se desarrollaba por todo Europa, México se mantenía con sus dinámicas cotidianas. Los mexicanos llevaban una vida cotidiana común, prácticamente ajena a lo que se estaba desarrollando del otro lado del mundo. El país se concentraba en fortalecer su sistema político y buscar maneras de desarrollar su economía.

Esto continuó así hasta la llegada del siguiente presidente de México, Manuel Ávila Camacho, quien, de acuerdo con la página de Gobierno de México, desde su primer día de mandato declaró que existía “el compromiso moral de coadyuvar al triunfo común contra las dictaduras nazi fascistas”, palabras con las que mostró su apoyo diplomático a los Aliados. Las declaraciones del presidente mexicano fueron la respuesta a los infames ataques de los alemanes a barcos mexicanos.

De acuerdo con Gaceta UNAM, desde marzo de 1942, los nazis habían advertido a las embarcaciones de bandera mexicana que debían dejar de proveer de petróleo a Estados Unidos, pues consideraban que ese actuar era todo menos neutral por parte de México. Obviamente, el Gobierno mexicano se negó a las demandas alemanas, pues, hasta el momento, el país no se había involucrado directamente en el enfrentamiento.

Lo anterior derivó en que el 13 de mayo de 1942, un submarino nazi atacó al buque petrolero Potrero del Llano, frente a las costas de Florida. Como resultado de esto, el buque se hundió, y cinco de los marinos que tripulaban el barco murieron como consecuencia del voraz ataque. Este suceso estremeció al país y, según la Gaceta UNAM, los periódicos capitalinos y regionales recogieron con puntual atención el hecho que cambiaría la neutralidad de México en el escenario de la Segunda Guerra Mundial.

La declaración de Ávila no se quedó en una simple denuncia pública, pues también envió una enérgica protesta contra las potencias del Eje, esto mediante un ultimátum, en el que exigía la reparación del daño, si es que no querían que México tomara acciones al respecto. Semanas después se rompería todo tipo de relación con ellos, tanto económica como diplomática.

Al poco tiempo, y después de que distintos sectores sociales mexicanos presionaran a Ávila Camacho para que declarara formalmente la guerra a Alemania y las otras Potencias del Eje, la declaración se veía como algo próximo. Se dice que tanto sindicatos como secretarios de estado y partidos políticos exigían al presidente que dejara de mantenerse al margen de la guerra.

Por todo lo anterior, y ante una respuesta negativa por parte de los alemanes a las exigencias mexicanas, el 10 de diciembre de 1942, por orden del presidente de México, se creó la Región Militar del Pacífico, que se conformaba tanto por fuerzas militares como por fuerzas navales. Esta región se estableció en “el litoral mexicano del Océano Pacífico”.

Por si eso fuera poco, se tomó la decisión de poner al frente de esa Región Militar a Lázaro Cárdenas del Río; así, el expresidente de México se convirtió en el comandante del grupo que se encargaría de defender la soberanía nacional, en lo que sería considerado como uno de los movimientos más grandes que se han hecho en pro del orgullo de México como nación.

Curiosamente, se dice que la posible declaración de guerra era apoyada por una parte importante de la población mexicana. Como muestra de ello está que el semanario Tiempo llevó a cabo una encuesta sobre la posibilidad de que México le declarara la guerra a Alemania. Los resultados de esta fueron que el 40% de los mexicanos estaban a favor de declarar la guerra, mientras que el 59% no quería que México se inmiscuyera en el conflicto internacional. Había una opinión dividida: una parte decía que era una obligación defender el honor mexicano, mientras que la otra insinuaba que Estados Unidos estaba persuadiendo a México para que lo apoyara en la guerra.

Lastimosamente, el debate público cesó de golpe, debido a que Alemania, no contenta con lo conseguido con su primer ataque, decidió realizar un ataque submarino más. En esta ocasión fue dirigido contra el Buque Faja de Oro, que también resultó hundido.

Como resultado del segundo ataque, y con la firme idea de que, de no responder en esta ocasión, México quedaría en ridículo a nivel mundial, Ávila convocó a una reunión de emergencia con su gabinete. Se decía que, ahora más que nunca, México estaba orillado a responder bélicamente.

Con el fin de obtener el apoyo de la mayoría de los mexicanos en la inminente declaración de guerra, el Gobierno mexicano, con el apoyo de la CTM y algunos partidos políticos, comenzó una campaña propagandística en pro de la entrada al conflicto internacional. Según el Gobierno de México, en su momento, esta estrategia fue calificada por el profesor e investigador José Luis Ortiz Garza como “uno de los actos de propaganda más interesantes que se hayan tenido en México”.

Finalmente, y luego de toda una serie de discusiones y polémicas internas, México le declaró la guerra a Alemania el 1 de junio de 1942. Si bien México no podría tener una participación enorme, en cuanto a soldados se refiere, este se enfocaría en apoyar hasta donde sus recursos le permitiesen, a la par de defender su territorio ante la posibilidad de futuros ataques alemanes. Eso sí, el apoyo de México en la guerra es considerado como uno de los más significativos, pues, aunque no envió una inmensa cantidad de efectivos, sí preparó una fuerza de gran utilidad, la cual le haría frente a las fuerzas aéreas enemigas: el intrépido Escuadrón 201.

El primer gran paso: la formación del Escuadrón 201

México había declarado formalmente la guerra, por lo que su involucramiento directo en la Segunda Guerra Mundial sucedería en cualquier momento. México estaba dispuesto a apoyar a los Aliados, y lo haría por medio de un apoyo de combate aéreo. Tal como lo explica la Secretaría de Educación de Veracruz (SEV):

“El 10 de febrero de 1944, por Decreto del presidente de la República, aquello que era conocido como Arma de Aviación Militar se convirtió en la Fuerza Aérea Mexicana. Entonces, el 8 de marzo de ese año, comenzó la formación del Grupo de Perfeccionamiento Aeronáutico, que estaría compuesto por 300 hombres de distintas unidades del Ejército”

Por lo anterior, el 29 de diciembre de 1944, el Senado de la República decidió autorizar que las tropas mencionadas fueran a combatir. La unidad encargada de entrar al conflicto, según la SEV, sería el Escuadrón de Pelea 201, de la Fuerza Aérea Mexicana. Dicho escuadrón “quedó encuadrado en la Fuerza Aérea de los Estados Unidos, aunque con el mando y bandera propios, y para tal efecto se nombró al coronel P.A. Antonio Cárdenas Rodríguez como su comandante”, información que fue confirmada por la secretaría antes mencionada.

Tal como lo dice el Gobierno de México, las condiciones establecidas por el gobierno de México, para enviar al Escuadrón 201 a la batalla fueron las siguientes:

- La administración sería por personal mexicano, bajo el comando de oficiales mexicanos y sujeto a los reglamentos de México.

- Todas las aeronaves utilizadas por la Fuerza Aérea Mexicana portarían las insignias de la Fuerza Aérea Mexicana y Norteamericana, aunque la posición de las mismas quedaría sujeta a la aprobación del comandante del teatro de operaciones.

- Todo el personal mexicano quedaría sujeto a las leyes militares mexicanas.

- El gobierno de México enviaría un grupo de reemplazos.

- Todo tipo de comunicación entre la Fuerza Aérea Mexicana y el gobierno de México sería a través del departamento de guerra de Estados Unidos.

- El pago de los salarios sería en dólares.

Se dice también que, a manera de precaución, el gobierno de México desarrolló una serie de simulacros, en caso de que el país fuese a ser bombardeado. Estas prácticas desembocaron en algunas medidas que podrían parecer radicales: se llevaron a cabo apagones prolongados, además de que el Servicio Militar Nacional se volvió obligatorio; por último, la cooperación con Estados Unidos llegó al punto de que este permitiría el ingreso de obreros mexicanos para trabajos agrícolas y en fábricas de Estados Unidos, como una forma de reponer esa mano de obra faltante que decidió luchar por el orgullo estadounidense y que eligió ir a combatir a los “malditos nazis”.

Una vez que los puntos del acuerdo fueron aceptados por Estados Unidos, comenzó el entrenamiento. El Escuadrón 201 viajó a EE. UU., con el fin de prepararse adecuadamente para los enfrentamientos aéreos que habría pronto. Para comenzar su preparación, los soldados mexicanos llegaron a Estados Unidos el 24 de julio de 1944, y después de una serie de estudios médicos, un intenso entrenamiento comenzó; para el 19 de febrero de 1945, este había concluido.

¡A la guerra! El Escuadrón 201 entra en acción

El 27 de marzo de 1945, alrededor de un mes después de haber finalizado su entrenamiento, el Escuadrón 201 salió en el buque Fairisle rumbo al campo de batalla.

“El viaje duró 30 días, en el cual se les había dicho que desde el instante en el que salieron de Estados Unidos se encontraban en peligro, por lo que tuvieron varios simulacros por si llegaban a ser bombardeados”, se puede leer en el reporte del Gobierno de México.

A lo anterior debe sumársele que, durante todo el viaje, los combatientes mexicanos tenían prohibido quitarse el chaleco salvavidas. El buque desembarcó en Manila, Filipinas en 1 de mayo de 1945. Una vez instalados, el 17 de mayo de ese mismo año optaron por llevar a cabo maniobras de familiarización con la zona de operaciones y procedimientos.

Debido a la falta de aviones, pues los aviones P-47 Thunderbolt que serían utilizados por el Escuadrón 201 aún no llegaban al país, les fueron prestados 18 aviones, que pertenecían a otros escuadrones.

Video sobre los aviones que decidieron el resultado de la Segunda Guerra Mundial

Bitácora de valentía: ¿Quiénes conformaron ese grupo heroico?

Hasta este momento se ha hablado del escuadrón y su llegada al campo de conflicto, pero no se ha hecho mención alguna de esos valerosos mexicanos que arriesgaron sus vidas con el fin de ayudar a erradicar el “cáncer alemán”. De acuerdo con el periodista Steve Saldaña, se enlistaron 300 hombres, de los cuales hubo 2 jefes, 52 oficiales y 244 elementos de tropa.

Según la SEV, de esos 300 soldados, 24 eran veracruzanos, entre los que destacaron el Subteniente P.A. Fausto Vega Santander, de Tuxpan, quien murió en la guerra; Héctor Tello Pineda, de Xalapa; Erasmo Meza Rivera, de Tantoyuca; Carlos R. Graillet Colorado, originario de Martínez de la Torre; Manuel Cervantes Ramos, de Tlapacoyan; Ricardo Tinoco Lima y Lázaro Arrieta Saldaña.

Escuadrón 201 en fotos

Estos hombres tomaron la importantísima decisión de aprender tácticas de inteligencia de guerra en Estados Unidos, además de decidir viajar durante un mes en un mar peligroso, con el fin de representar a su país en el conflicto que cambiaria por completo la forma en la que el mundo funcionaba hasta ese momento.

¡Enfrentamiento! Los grandes combates aéreos del Escuadrón 201

La guerra ya llevaba casi 6 años, y, aunque el panorama había cambiado a favor de los Aliados, las Potencias del Eje seguían fuertes en varios rubros de la guerra; uno de esos era el aéreo, ya que los japoneses, desde hace un rato, estaban siendo una molestia enorme, principalmente por el actuar de los llamados kamikazes.

Ante esa situación, el Escuadrón 201 actuó en 96 misiones de combate, en conjunto con las fuerzas aliadas que se movían por tierra. En sí, esa fuerza aérea voló alrededor de 1842 horas en el pacífico, de las que 1970 fueron misiones de combate. “Participaron activamente en los bombardeos de Luzón y Formosa, hoy Taiwán”, destaca el diario Expansión Política sobre las acciones desarrolladas por el intrépido escuadrón. Se dice también que, de los 300 mexicanos que fueron a la guerra, 5 murieron en combate, y uno a causa de una enfermedad. De los 5 valerosos soldados, uno fue derribado, otro se estrelló en combate, y tres se quedaron sin combustible en pleno vuelo (estos últimos murieron en el mar). Tiempo después de los choques con los enemigos, el Escuadrón 201 fue llevado a Okinawa, para después llegar con una tremenda vibra victoriosa a la Ciudad de México, el 18 de noviembre de 1945.

En años posteriores, los sobrevivientes fueron objeto de entrevistas, la realizada por TV Azteca:

¡La guerra terminó! ¡Victoria Aliada!

Para el momento en el que los integrantes del Escuadrón 201 regresaron a México, la guerra ya había acabado. Después del colapso de las fuerzas alemanas y de un final bastante dramático con el histórico lanzamiento de las bombas atómicas Little Boy y FatMan en las ciudades de Nagasaki e Hiroshima en agosto de 1945, las Potencias del Eje estaban liquidadas, pisoteadas y humilladas. Los Aliados ganaron la guerra, y los perdedores se verían obligados a pagar indemnizaciones gigantescas, además de recibir sanciones bastante rudas por parte de los vencedores, las cuales iban desde pérdida de territorios hasta ser sitiados por las fuerzas armadas de los Aliados.

Este brutal conflicto duró casi 6 años, y es considerado como el mayor conflicto en la historia de la humanidad, debido a la tremenda magnitud que alcanzó, tanto en participantes como en la modernización de armas y métodos de tortura y combate. Algo que no se puede negar es que el enfrentamiento cobró montones de vidas, e incluso hubo países en los que millones de sus habitantes murieron:

Además, no debe ignorarse el hecho de que la Segunda Guerra Mundial también fue el detonante de muchas situaciones y conflictos que vendrían en los años próximos, como las múltiples luchas de independencia, el desarrollo económico de Japón, el fortalecimiento militar de las potencias mundiales y el suceso más importante de estos: la Guerra Fría, el enfrentamiento ideológico en el que tanto Estados Unidos como la Unión de Repúblicas Soviéticas Socialistas (URSS) aprovecharon cada oportunidad que tuvieron para promover sus ideas como las más adecuadas y exitosas. Hay que recalcar que, si bien estos países nunca entraron en un combate directo ni se declararon la guerra, sí participaron en otros conflictos, siempre apoyando al lado que se apegaba ya sea al capitalismo o al comunismo, cuya muestra más clara es el conflicto de las dos Coreas, el cual aún continúa.

Recientemente se ha hablado de la posibilidad de que surja un nuevo conflicto internacional; incluso ha sonado mucho el surgimiento de una posible Tercera Guerra Mundial, debido a las rencillas entre Estados Unidos y Rusia (antes URSS). Si la Segunda Guerra Mundial causó estragos casi incalculables, aun en tiempos en los que el desarrollo de armas poderosas estaba en pañales, ¿qué nos esperaría en un conflicto de la misma magnitud, pero en un contexto en el que armas que pueden destruir ciudades enteras, o incluso la totalidad de un país, abundan? ¿Veríamos un enfrentamiento aterrador o moriríamos antes de que siquiera se diera un enfrentamiento directo entre soldados?

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