Cuando el Estado busca ir al cielo

Uriel Álvarez
Revista Arena
Published in
6 min readNov 16, 2017

Dicen que las guerras más mortíferas en la historia de la humanidad son aquellas relacionadas con la religión. En la era moderna, algunos conflictos armados se sostienen sobre pilares de tintes religiosos, sobre todo aquellos que se dan en el mundo árabe; disputas por la ocupación de territorios, que proclaman “tierra santa”, siguen dejando miles de muertos.

En nuestro contexto actual y próximo, los conflictos bélicos relacionados con dogmas religiosos no se dan de manera evidente. No obstante, basta con echar la vista atrás, para percatarse de que aquellas guerras cuyos estandartes son textos sagrados y la palabra de Dios, no son ajenas a México.

Se estima que cuando finalizó el sexenio de Felipe Calderón Hinojosa, quedó en el registro de las atrocidades de la humanidad, un saldo de 121 mil muertos como consecuencia de la Guerra Contra el Narcotráfico. Sea cual sea la cifra, la sociedad no debe dejar de indignarse, no debe acostumbrarse, y no debe permitir la impunidad. No obstante, parece que la premisa planteada al principio se cumple al dedillo.

La nada orgullosa cifra de muertes de la Guerra Contra el Narcotráfico puede ser superada incluso, si se pone en perspectiva con el número de años que duró el conflicto armado, por la Guerra Cristera que tuvo lugar en 1926 y que, en sólo tres años, de acuerdo con los menos optimistas, dejó 250 mil personas sin vida.

Con un México aún en ruinas después de la Revolución, el país iba en miras de ser un Estado moderno, con instituciones. La Constitución Mexicana de 1917, quitaba de tajo la personalidad jurídica a las iglesias, se deslindaba la política de las prácticas clericales, y se restringía el culto a los lugares destinados para ello, los templos. Pero no fue sino hasta 1923, cuando la Guerra Cristera se recrudeció con la llamada Ley Calles (nombre alusivo al presidente de la época, Plutarco Elías Calles), que consistía en una reforma al Código Penal de la época para limitar manifestaciones religiosas en la vida pública y establecer cuotas para los ministros de culto. Como en todo conflicto bélico, la realidad parecía superar cualquier escena de una película de terror. La crudeza de las escenas llegaba al grado de tener que observar a cristeros ahorcados en vías públicas.

No sólo los militantes del Estado cometían atrocidades. Aún después de que finalizara oficialmente el conflicto, el artículo tercero de la Constitución sufrió una reforma en 1934. Esta era relativa a la que educación tendría que ser socialista y estipulaba excluir toda doctrina religiosa; y como consecuencia, algunos cristeros tomaron acciones en contra de maestros rurales a los cuales les cortaban las orejas.

Estado Laico, ¿un Estado anticlerical?

Pese a que la Ley Calles tenía como objetivo delimitar las actividades religiosas a espacios propicios para ello, se podría pensar que el ex presidente y militar Plutarco Elías Calles era un hombre de muy poca fe. Calles fue una figura importante en la historia de México; principalmente porque bajo su mandado se creó el Banco de México y fue el primer presidente en invertir activamente en infraestructura. Sin embargo, a pesar de que durante su gobierno se dio una de las luchas más sangrientas entre el Estado mexicano y feligreses, Plutarco Elías Calles decidió acudir a los milagros.

Terminando los años de su mandato, el mandatario cayó enfermo, muchos apuntan a que sufría de lepra. Un pueblo precario llamado El Espinazo era sede de los milagros curativos del Niño Fidencio, a quien Calles acudió en busca de sanación el 08 de febrero de 1928. El Niño Fidencio era un curandero venerado por la Iglesia Cristiana. Ese 08 de febrero, arribó una locomotora al remoto Espinazo ubicado en el estado de Nuevo León, el clima era desértico casi inhóspito sin embargo eso no evitaba que las personas en busca de sanación se conglomeraran alrededor de los aposentos de José de Jesús Fidencio Sintora Constantino, “Niño Fidencio”. Del tren bajó Calles para encontrarse con un panorama tan desolador como su enfermedad, decenas de personas yacían a los alrededores con sus males y esperanzas. La novela Polvo de Benito Taibo hace referencia a este suceso y narra las atrocidades cometidas en la Guerra Cristera.

Un Plutarco Elías Calles creyente, y a la vez enérgico para cumplir el propósito de separar la vida pública de lo religioso, era consciente de que no era compatible mezclar los dogmas religiosos con la política y la vida pública. Como lo señala la Constitución, dicta que el Estado debe ser representativo, democrático y popular.

Cabe resaltar, que un Estado laico no es privativo de la libertad de culto y del respeto a la diversidad de creencias, al contrario, protege esta pluralidad de creencias, porque no se trata de un Estado anticlerical. Tal vez, los aquellos que luchaban en la Guerra Cristera, no lo hacían por la libertad de culto y creencias, sino que lo hacían por ellos mismos, porque estaban perdiendo poder en la esfera política y pública, además de que ya no dependían de El Vaticano, sino del Estado mexicano.

Partiendo de la premisa de que un Estado laico es protector de la diversidad de religiones, en ocasiones, esos principios de laicidad son vulnerados al dar beneficios a determinadas iglesias y religiones por encima de otras. El portal, Animal Político, realizó un reportaje en donde expone cómo los gobiernos de diversos estados, donaron terrenos indiscriminadamente a asociaciones religiosas. Los reglamentos de cada estado y municipios permiten la donación de terrenos a asociaciones religiosas bajo diversos lineamientos, no obstante, las diversas religiones no están en igualdad de condiciones que la religión católica o cristiana.

Diversidad religiosa, sin igualdad de condiciones

La Ley de Asociaciones Religiosas y Culto Público, estipula que no se puede establecer ninguna preferencia a un grupo religioso, puesto que todos, deben estar en igualdad de condiciones. El Municipio de Juárez, no escapa a esta práctica de dar preferencia a la religión católica, por encima de otras. El argumento, es que las asociaciones religiosas hacen un bien a la comunidad, es por ello que les donan terrenos.

Si se pone en perspectiva, de acuerdo con la información disponible en Internet, el Municipio de Juárez donó 150 mil metros cuadrados a la Diócesis de Juárez, únicamente de 2006 a la fecha. Esto equivale a 21 veces la superficie del Estadios Olímpico Benito Juárez, otorgados a un solo grupo religioso. De acuerdo con esta misma revisión, al resto de las asociaciones religiosas se les otorgó solo 6 mil metros cuadrados, sin mencionar el hecho de que muchas de ellas son de la misma corriente religiosa que se profesa en la Diócesis de Juárez.

En cuanto apoyos económicos, se encontró que la Diócesis fue nuevamente la más beneficiada, con un monto de 1 millón 990 pesos, mientras que al resto de las asociaciones religiosas les donaron 140 mil pesos.

La lectura o reflexión que se puede dar a partir de ello, es que los gobernantes a través de la administración pública, buscan ganar simpatizantes de las religiones con el mayor número de adeptos, que, en México, por años ha sido la religión católica. El hecho de que funcionarios públicos acudan a cultos religiosos o convivan con feligreses no vulnera al Estado laico, lo hace el hecho de que, a través de beneficios como la donación de terrenos y apoyos económicos, se le de preferencia a una sola corriente religiosa, y a una sola asociación religiosa.

Te invitamos a ver el siguiente video reportaje, en donde además de exponer la cantidad de metros cuadrados donados a la Diócesis de Juárez, se comentan otras acciones que podrían vulnerar la laicidad del Estado.

¿Cuáles son tus reflexiones con respecto a la relación existente entre la religión y el Estado? ¿Consideras que se ha llegado a vulnerar los principios de laicidad? ¿Opinas que las diversas religionas están en igualdad de condiciones para recibir beneficios por parte del gobierno? Exprésate dejándonos tu opinión.

Jonathan Álvarez

Facebook / Twitter / YouTube / e-mail

--

--