El ángel del gueto de Varsovia

Carolina Valero
Revista Arena
Published in
5 min readNov 30, 2017

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La historia de Irena Sendler cayó en el olvido por más de medio siglo. Hasta hace pocos años seguía siendo una heroína totalmente desconocida fuera de Polonia y apenas conocida en su país por algunos historiadores. Sus proezas salieron a la luz en 1999 cuando un grupo de estudiantes de Kansas en Estados Unidos, realizaban un estudio sobre el Holocausto judío y encontraron por casualidad el nombre de una mujer polaca que había salvado cerca de 2,500 niños de un gueto en Varsovia durante la ocupación nazi

Los niños, ahora convertidos en adultos, fueron salvados de morir por la enfermera conocida como “El Ángel del Gueto de Varsovia”, durante la Segunda Guerra Mundial. Irena Sendler, fue una enfermera y trabajadora social polaca católica, que durante el holocausto ayudó y salvó a niños judíos prácticamente condenados a ser víctimas, arriesgando su propia vida.

Irena Sendler nació el 15 de febrero de 1910 en Otwock, Varsovia, en el seno de una familia católica. Su padre fue un médico rural que murió cuando ella solo contaba con 7 años al contagiarse del tifus que sufrían sus pacientes y a quienes muchos de sus colegas no habían querido atender por miedo a contagiarse.

Sendler decidió dedicar su vida a la enfermería, y al crecer comenzó a trabajar en los servicios sociales del ayuntamiento de Varsovia. Por entonces corrían los años 30 y su labor era muy conocida, que consistía en ayudar a los pobres, huérfanos y ancianos. En esos años también se uniría al Partido Socialista Polaco.

En 1939, Alemania invadió Polonia, un año después, la situación se volvió aún más complicada con la creación de un gueto. Es por ello por lo que Irena, al igual que otros muchos polacos, decidieron hacer algo al respecto, se unió entonces a un grupo de la Resistencia polaca, conocido como Zegota.

Para poder entrar al gueto de forma legal, Sendler conseguiría un pase del departamento de Control Epidemiológico de Varsovia, como miembro del cuerpo sanitario se encargaría de atender los casos de enfermedades contagiosas, ante la amenaza de una epidemia de tifus y aprovecharía para llevar alimentos y medicinas.

Además de ayudar a otras enfermeras no judías a introducirse en el gueto, Irena pronto se dio cuenta de que aquel espacio controlado y vigilado sólo podía ofrecer un futuro oscuro para sus habitantes. Así que decidió buscar la manera de sacar del gueto al menos a los más pequeños. Era una decisión terrible para las madres que debían desprenderse de sus hijos, pero en muchas ocasiones, era la única manera de salvar sus vidas. Muchos de sus padres terminarían falleciendo en los campos de concentración a los que los judíos del gueto fueron trasladados.

La manera más sencilla de sacar a los niños del gueto era mediante las ambulancias que trasladaban a enfermos contagiosos a los hospitales fuera del espacio controlado. Pero también recurrió a otros métodos, desde colocarlos dentro de bolsas de basura, ataúdes o cajas. Otra manera era a través de una iglesia que comunicaba el gueto con el exterior. Los niños entraban como judíos al gueto y salían de nuevo por el otro lado como nuevos católicos.

Una vez fuera del gueto, era necesario conseguirles unos documentos de identidad falsos y un nombre católico a todos esos niños. Posteriormente eran acogidos en monasterios y conventos, donde permanecerían seguros. Irena apuntaba las verdaderas identidades de los niños y sus ubicaciones, las cuales guardaba con mucha cautela en frascos bajo la tierra.

A lo largo de un año y medio, hasta la evacuación del gueto en el verano de 1942, consiguió rescatar a más de 2,500 niños por distintos caminos. Muchas madres y abuelas se negaban a entregar a sus niños, algo absolutamente comprensible pero que resultó fatal la mayoría de ellos. Algunas veces, cuando Irena u otras enfermeras volvían a visitar a las familias para intentar hacerles cambiar de opinión, se encontraban con que todos habían sido llevados al tren que los conducía a los campos de concentración.

El 20 de octubre de 1943, las cosas se complicaron para Jolanta, nombre en clave de Irena, quien fue detenida por la Gestapo y llevada a la prisión de Pawiak en donde fue sometida a múltiples torturas con las que los nazis no consiguieron sonsacarle el paradero de los niños a los que había estado ayudando a escapar del gueto.

Ni las torturas de la Gestapo, ni los meses que estuvo en la prisión de Pawlak, bajo supervisión alemana, quebraron el silencio de Irena. La condenaron a muerte, pero la sentencia nunca se cumplió, camino del lugar de ejecución pudo escapar de la prisión gracias a un soldado que la resistencia sobornó, ya que no podían permitir que Irena muriera llevándose a la tumba la ubicación de todos esos niños perdidos.

Su nombre fue apuntado en la lista de ejecutados, y hasta el final de la guerra, continuó laborando bajo una identidad falsa. Así fue como pasó a la permanecer en la clandestinidad hasta el final de la guerra, sin embargo, siguió participando activamente en la resistencia.

Tras el final de la guerra, se desenterraron los botes escondidos en la propiedad de un vecino y las listas con los nombres de los menores fueron entregados al Comité de salvamento de los judíos supervivientes. Fue así como los 2,500 niños del gueto pudieron recuperar sus antiguas identidades.

La Orden del Águila Blanca de Polonia, título de Justa entre las Naciones de organización Yad Vashem de Jerusalén o su candidatura al Premio Nobel de la Paz fueron algunos de los reconocimientos a aquella mujer que desempeño una labor humanitaria que estuvo desapercibida por muchos años.

Irena Sendler se casó y tuvo tres hijos. Tras décadas de vida anónima su fotografía fue publicada en los periódicos, fueron muchos hombres y mujeres que reconocieron en aquella mujer a la enfermera que salvó sus vidas durante la ocupación nazi de Polonia. Irena Sendler falleció en Varsovia, el 12 de mayo de 2008. Tenía 98 años.

Carolina Valero

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