Contra las mascotas

Revista Catástrofe
Revista Catástrofe
5 min readSep 8, 2022

Imagino un mundo donde no tenemos pena por las condiciones en que viven algunos perros, y donde ellos tampoco se apenan de nosotros. ¿Qué cosa puedo tener contra esos animales tiernos y dóciles? ¿Contra un cachorro lanudo con las orejas colgando, o contra los tiernos gatos, conejos o tortugas? Nada, contra los animales: nada.

Si esto no es en contra de los animales, ¿es en contra de sus “cuidadores”, o será en contra de la figura de “mascota” o de los “rescatadores”?

Collage cortesía de Fernanda Villava

Mascota es el animal de compañía. También es la persona, animal o cosa que sirve de talismán. Las definiciones parecen partir del viejo humanismo donde la naturaleza y las cosas están ahí para nosotros. ¿Qué opina el canino acerca del trato que le da su amo? Suposiciones, eso es lo que tenemos.

La lealtad de los chuchos me asombra y enternece, no la de todos y casi nunca de otros animales. Una de las figuras más nobles que reconozco entre un humano y un perro es la de los indigentes que andan por ahí con compañía peluda a un lado y sin correa, esa libertad de decidir andar con un pobre diablo que no tiene nada, pero el pan que le cae lo comparte. ¿Pero aquí cabe la palabra “mascota”? Más bien me suena a una relación de sometimiento en donde un lanudo vive encerrado en un pequeño patio en espera a que su cuidador lo saque a pasear al parque. Suena a una serie de costumbres rígidas, pero eso sí, con un hogar.

La lealtad del perro no existe para con otros perros: los he visto en pandilla, haciéndose compañía por un rato, por unos días, pero no se siguen como siguen a un humano, no con esa incondicionalidad, con ese sometimiento. ¿Por qué lo hacen? ¿De dónde les viene esa constancia y apego si no la tienen con sus iguales?

¿Por qué se asume que los animales de la calle necesitan un hogar, un sweater, un collar, una cadena o un fino muñeco? Alimento sí, agua también — pues en algunos lugares escasea — , tratamiento contra la sarna, desparasitarse, algo para las pulgas. ¿Por qué algunos humanos creen que a ellos les es vital ser mimados por un “amo”?

Es simpático como les hemos generado una necesidad de muestras de cariño que ellos no tenían. Los canes, por ejemplo, se ven excitados en extremo cuando su amo se dirige a ellos en diminutivo con un tono agudo, generando reacciones que no he visto cuando un perro juega con otro. Los canes no lamen a sus iguales (excepto en las partes sexuales). Lamer puede ser la muestra de afecto más noble que tienen estos cuadrúpedos y que, fuera de lamer al empalagoso amo, solo se da entre la madre y el cachorro pequeño e indefenso. ¿Nos compadecen? ¿Nos sentirán faltos de cariño y en desamparo?

Si los gatos, perros u otros animales están abandonados, indefensos, incluso con crías pequeñas, salvarlos es la acción más loable. Entonces el rescatador debe ser un personaje de noble corazón, alguien que ha superado sus necesidades básicas y medias y las de sus cercanos, y ahora se vuelca por esos indefensos peludos.

Un noticiero de la Ciudad de México muestra un video tomado desde un edificio: es una casa abandonada, tienen encerrados a una gran cantidad de perros, uno de ellos está tendido, algunos otros (creo) lo muerden o lamen. Varios de ellos se ven estresados, ladran y se mueven agitados. Hacinamiento, suciedad y violencia. La nota decía que el gobierno había llevado a los animales a un refugio para perros. ¿Quien metió a esos perros ahí pensó en rescatarlos? ¿Rescatarlos de qué? No lo sé, no lo creo, algo extraño debió suceder. Por ejemplo, hace poco supe de una acusación: una asociación protectora de animales de Guadalajara señalaba a un sujeto por lucrar con los animales. Creaba supuestos albergues, tomaba fotos, las publicaba en redes sociales y pedía apoyo para los animales. Los albergues no progresaban, las imágenes siempre eran lastimosas.

Una de las regiones con más perros callejeros en México es Michoacán. En Pátzcuaro vi buenos ejemplos de convivencia entre protectores de animales y perros. Los perros callejeros son esterilizados, hay bebederos y dispensarios de alimento en la calle y quien cuide a estos últimos. No es posible sacar a todos los canes de las calles y darles un lugar a todos, ¿y si algunos de ellos sintieran ya tener un lugar?, ¿si aunque no tengan un dueño, sí buen trato con la gente?

Ya evolucionaba en mi idea de este ensayo cuando fue reforzado por alguna frase que le leí a Coetze en un intercambio epistolar: ¿Por qué decimos que un niño es más humano al interactuar con un conejo? ¿Acaso el conejo es más conejo al relacionarse con el niño? Ambas preguntas se prestan para el cuestionamiento de lo que llamamos humanidad, pero de momento solo vamos con el asunto de humanizar a los animales. Esa consideración de que los animales nos necesitan y son más felices o están completos cuando tienen un hogar humano.

La protección a los animales de la calle llega al punto de considerar que el animal estará mejor encerrado en un cuarto pequeño o en un balcón o en una azotea. Cada caso debe ser particular, pero en el de algunos rescatadores me lleva a preguntar: ¿Quién rescata a quién? En este juego de las validaciones ―pensando en la dialéctica del amo y el esclavo de Hegel―, es el “amo” el que parece construir un sentido de utilidad al poder rescatar a un ser “desvalido”, además, se muestra capaz de: “proporcionar” aprecio y amor. La mascota no solo reproduce para él sentimientos similares, sino que le concede al amo (él y muchos así lo han de considerar) un estatus moral de bondad y generosidad. ¿El rescatador es generoso, bondadoso y comprensivo con sus iguales? No lo sé, puede que no siempre sea así, puede ser una compensación por las faltas, por la incomprensión y beligerancia con sus congéneres. Pero eso sí, los animales nos comprenden (al menos ellos no lo pueden negar).

No, no digo que algunos animales no necesitan protección, alimento o techo, solo digo que, tal vez no todos y que no sabemos si ellos desean lo que la sociedad dice. Cuando hablamos de otro ser, sería conveniente intentar pensar en ellos fuera de nuestra caja. He considerado que son ellos quienes nos compadecen, quienes sienten pena de nuestra soledad, nuestra falta o necesidad de eso que llamamos amor, la complejidad que nos extravía, nuestra necesidad de reconocimiento, nuestra competitividad. Claro que ellos no comprenden todo esto, tal vez solo perciben el extravío y sus orejas caen cuando los miramos apesadumbrados y pensamos que ellos nos entienden. De cualquier modo, los animales, especialmente los caninos que han convivido por tantas generaciones con nosotros, deben percibir de manera básica algunos de nuestros sentimientos y por ello les pagamos con un espacio en nuestro patio, con una caminata forzada por una correa mientras aprovechamos nuestro tiempo para mirar el celular.

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Francisco Méndez
(Guadalajara, México)

Me gusta la fotografía, el cine de arte, los textos honestos, la música variada, la sonrisa de las mujeres y las galletas. Ah, sé patinar pero, ya no bailo sobre las barras de los antros.

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