La compra de la villa de Aldearrubia por el conde de Monterrey

Daniel Garcia Coego
Revista de historia de Aldearrubia
4 min readJun 14, 2020
Escudo de Aldearrubia con las armas de los Ulloa (fuente)

En el Catastro de Ensenada, se menciona que el pueblo de Aldearrubia y sus alrededores, así como otras villas del entorno, pertenece a la Duquesa de Alba, por el estado de Monterrey, esto es, por razón de la posesión que tenía del título nobiliario de dicho condado. No obstante, esto no fue siempre así, pues originalmente la villa de Aldearrubia pertenecía a la jurisdicción de la ciudad de Salamanca. A continuación detallaremos el proceso de compra de la villa por parte del conde de Monterrey.

En 22 de septiembre de 1627, el rey Felipe IV da poder a su factor general, Bartolomé Spinola para que en su nombre pueda vender las tierras de 20.000 vasallos al conde de Monterrey, Manuel de Fonseca y Zúñiga. Se escoge como tales tierra a los lugares de Huerta, Moriñigo, Villoruela, Aldearrubia, San Domingo, Linares y Cantalpino, del partido y jurisdicción de la ciudad de Salamanca como ya hemos dicho, y también los de Torre del Salinar y Entrala, del partido y jurisdicción de la ciudad de Zamora. El precio puesto por aquella época era de 15.000 maravedíes por cada vasallo que viviese en estos términos o bien 5.600 ducados por legua legal existente en cada uno de ellos, todo ello debiéndose medir de manera completamente independiente, averiguando la vecindad de cada lugar y midiendo sus dimensiones. Parece ser que el lugar de Cantalpino, enterándose de esta oferta del rey, salió a la puja ofreciendo 17.000 maravedíes por vasallo o 6.350 ducados por legua por su propio territorio, lo que el rey aceptó. Finalmente la venta de los lugares restantes se adjudicó al conde de Monterrey, que pagó a la Hacienda de Felipe IV un total de 1.150.000 maravedíes. Con ello, el conde de Monterrey se aseguraba la propiedad de las tierras, pero también la potestad para nombrar todos los cargos públicos como alcaldes ordinarios, alguaciles o procuradores, que antes eran responsabilidad de los corregidores de Salamanca o Zamora, en cada uno de los casos. Sin embargo, es de destacar también que el rey Felipe se aseguró para sí la posesión de cualquier mina o salina existente en dichos lugares, además de los impuestos que se pagaban por la época, como las alcábalas.

El día 9 de junio de 1628, el conde de Monterrey da poder en la villa de Madrid a Sancho Rodríguez de Fonseca, caballero de la orden de Santiago, y al licenciado Francisco Ramos, abogado en la ciudad de Salamanca, para que pudieran tomar posesión de los mencionados lugares, fijar precios de venta y nombrar los puestos de gobierno oficiales. Menciona explícitamente en dicho poder que de ninguna manera dichos lugares (por Aldearrubia, Villoruela, San Domingo y Linares) se agregarán a la jurisdicción de Babilafuente, permitiéndolo no obstante para Huerta y Moriñigo. De esta manera, el 11 de agosto de 1628, el mencionado Francisco Ramos se encuentra en la villa de Aldearrubia para tomar su posesión para el conde de Monterrey, junto con los habitantes del pueblo, todos reunidos en las casas del concejo para presenciar tal acto. Por aquel entonces actuaban como alcaldes ordinarios Juan Herrero y Alonso del Pozo, como alcaldes de la Hermandad Lorenzo Sánchez y Antón de Arapiles, Alonso Sordos y Domingo de Moriñigo eran regidores y Juan de Sordos procurador general, los cuáles se encontraban acompañados por una larga lista de cabezas de familia, que detallaré en otro artículo.

En esta situación, los alcaldes ordinarios le dieron al apoderado del conde las varas de poder, en señal de posesión de la jurisdicción del lugar y de las casas del concejo. Posteriormente se le llevó a la iglesia parroquial, sentándolo en una silla del lado del evangelio del altar mayor (esto es, a la izquierda del mismo) para darle también posesión de la misma. A continuación la comitiva se dirigió a la taberna y abacería, en la que el señor Francisco Ramos puso precio al vino, aceite, velas y todo lo que allí se vendía. Finalmente, se acercaron al mesón donde se le ordenó al mesonero que vendiese la cebada y paja con el mismo precio que hasta ese momento.

Una vez efectuado el recorrido por estos diversos lugares, tan propios de un pueblo castellano, llegó el turno de los nombramientos. Quedó nombrado como alcalde mayor de Aldearrubia y también de Villoruela Antonio Maldonado Barrientos, vecino de la ciudad de Salamanca. Como teniente de alcalde mayor se nombró a Juan Herrero, vecino de Aldearrubia y alcalde ordinario previamente. Alonso del Pozo el Viejo mantendría su puesto anterior como alcalde ordinario, al igual que Alonso Sordos y Domingo de Moriñigo, como regidores, Juan de Sordos el Viejo, como procurador general y Antonio de Arapiles como alcalde de la Hermandad. A Francisco Gregorio y Pedro del Pozo se les daría el cargo de fieles de la villa, siendo por tanto las personas encargadas de recoger las escrituras otorgadas en ella. El puesto de alguacil se dispuso que fuera ocupado por Alonso de Villoria.

Y así de esta manera la villa de Aldearrubia pasó a formar parte de la jurisdicción del conde de Monterrey, hasta la abolición de los señoríos, que se realizaría a lo largo del siglo XIX. Esto llegaría hasta nuestros días en el escudo del ayuntamiento, que contiene las armas de los Ulloa, origen nobiliario y gallego del primer conde de Monterrey.

Una vez establecidos los cargos y oficios de administración, además de tomar oficialmente la posesión de la villa a través de la visita de los lugares principales como la casa del concejo y la iglesia, sólo quedaba establecer correctamente los límites de Aldearrubia y establecer los mojones oportunos para indicarlos y evitar conflictos con otras jurisdicciones, asunto que trataremos en un artículo posterior.

Referencias

  • Archivo Histórico Provincial de Salamanca. Catastro de Ensenada. Libros 134 y 135

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