Ventajas de Director

Con toda deshonestidad 

Noel Delgado Mujica
En Español Gran Revista
5 min readJan 22, 2014

--

Se aproximaba el 6 de marzo del año dos mil y algo más. Así que se iba a cumplir otro aniversario de la fecha de nacimiento del escritor latinoamericano de excepción Gabriel García Márquez. Por tal motivo, una importante asociación gremial de la región decidió rendirle un merecidísimo homenaje, para lo cual concibieron un afectuoso y variado programa que incluyó exposición y venta de su obra, proyección de algunos documentales y fotos del personaje, muestras de recortes de periódicos de sus tiempos de reportero así como de discursos suyos y de opiniones y apreciaciones de otros famosos y expertos alrededor de su obra y de su vida y, por último, un foro con la participación de gente más o menos conocida de la localidad que tuvieran algo que decir sobre el autor y su obra frente a un público local bastante selecto y conocedor de la temática.

A decir verdad, el desarrollo del mencionado programa fue bastante exitoso si tenemos en consideración la afluencia de visitantes y la cobertura de los medios de comunicación de la región. Yo estuve como anónimo visitante y parte del público en casi todas las actividades, a excepción del foro, al cual me hicieron el honor de invitarme en calidad de expositor. Allí estaría compartiendo con un profesor y una profesora de literatura de reconocida trayectoria universitaria, un viejo poeta de obra publicada y el director del medio impreso de más importancia en aquella región venezolana. Debo decir que me sorprendió ser incluido en el programa, pero me alegró tener esa excepcional oportunidad de expresar algunas de mis ideas acerca de un escritor cuya obra he leído una y otra vez y por la que siento especial admiración por razones que ahora no son motivo del presente escrito. (En el mismo foro habría de enterarme de que un viejo amigo de mis tiempos de estudiante, al saber que yo andaba de nuevo por allí cerca y de mi gusto por la lectura y el estudio de la obra “gabiana”, recomendó que se me invitara).

A los expositores se nos permitió seleccionar el tema a tratar en relación con la vida y obra del Gabo. La distribución quedó así: El profesor: “Influencias Literarias en la Obra de García Márquez”; la profesora: “El Gabo antes y después del Premio Nobel”; el poeta: “El lenguaje poético de García Márquez”; el director de medio: “Inventario de la Obra Garciamarquiana” y yo seleccioné: “El Humor en la Obra de G.G.M.”

Como expositores dispondríamos de 20 minutos continuos cada uno para presentar nuestro tema al público. Después de las cinco exposiciones, el público tendría entre treinta minutos y una hora para formular preguntas dirigidas a cada uno de los foristas. El orden de las intervenciones fue producto de un sorteo. El director quedó de penúltimo y yo de último.

Desde el principio de la actividad noté que el director era objeto de atenciones muy especiales que le hacían lucir como la estrella del evento. El resto, aparecíamos como segundones o teloneros. Lo presentaron insistentemente a casi todos los invitados, le obsequiaron abundantes bebidas y “snacks”, le agradecieron su presencia allí una y otra vez y, por supuesto, lo ubicaron en el centro de la mesa. Yo me senté en el extremo derecho del mesón de los expositores.

Al poeta le correspondió iniciar el foro. Debo confesar que de su exposición obtuve considerable aprendizaje nuevo en relación con la poesía en la obra del Gabo. Lástima que su voz rayaba en lo inaudible, y el público, aunque hacía esfuerzos por escucharlo, debió perderse mucho de lo que dijo para ellos. Recibió un meritorio aplauso.

Siguió el profesor. Fue un fiasco de monotonía y reiteratividad innecesaria. A los pocos minutos de iniciar su exposición perdió por completo la atención de los asistentes quienes comenzaron a bostezar, a tocarse con los codos y a mirarse los zapatos mientras el profesor, como en otra galaxia, continuaba con su ausente y tediosa perorata. La ausencia casi total de aplausos fue el corolario de los sentimientos colectivos del momento.

La profesora nos deleitó con una original exposición de un tema que a mí, a priori, me lucía difícil y de escaso provecho para la audiencia. Afortunadamente, me había equivocado. Brillante lenguaje, datos poco conocidos, habilidad comunicacional, contacto visual con los oyentes y muestra de dominio total del tema caracterizaron su inolvidable exposición. El aplauso espontáneo, fuerte y extendido fue la respuesta agradecida de todos los presentes.

Correspondía el turno al director. Todos estábamos a la expectativa en relación con su intervención. Desde el mismo comienzo se pudo apreciar el galimatías que iba a resultar aquel dichoso “Inventario de la obra Garcíamarquiana” traído por los pelos por el elegante director. No habían transcurrido cinco minutos desde el inicio de sus palabras cuando le repicó estentóreamente el celular que había colocado cuidadosamente frente a sí. Respondió veloz. Pronunció sólo cuatro o cinco monosílabos apresurados. Se levantó de su silla y dijo con apremio: “¡Lo lamento! ¡Tengo que atender un asunto urgente!”.

Hubo caras de preocupación y de alivio entre organizadores y audiencia respectivamente. Algunos salieron a despedirlo y… ¡el director se esfumó! No hubo aplausos si no, más bien, un poco de confusión.

El acto continuó. Así que anunciaron mi intervención y me dieron la palabra. No quiero parecer engreído. Para decirlo rápidamente, a la gente le agradó mi exposición. Lo pude leer en sus expresiones de asentimiento y corroborar en los extensos aplausos y hasta en uno que otro “hurra” o “arriba”.

Sesión de preguntas y respuestas. Conclusiones. Risas. Salutaciones corteses. Algunos se me acercaron a conocerme y a pedirme el número de celular. Igual ocurrió con la profesora de literatura cuya exposición recibió abundantes muestras de aceptación y de aprobación. Intercambios informales de puntos de vista y… despedida. Nos veríamos en alguna otra oportunidad futura.

Mentiría si negara que, al siguiente día, estuve esperando con cierta curiosidad la nota de prensa sobre el evento. Busqué el diario del cual era director nuestro compañero de foro. Allí, ampliamente destacada estaba la nota encabezada por una foto, a todo color, del escapista director. Luego, el desarrollo de la reseña era la descripción de su supuesta exitosa intervención, con pelos y señales. Allí me enteré de que la intervención del director fue profunda y ponderada, además de ampliamente aclamada por el público, el cual le hizo múltiples preguntas que el director respondió con dominio y sapiencia.

El resto de los expositores, para los lectores de aquella nota que no estuvieron presentes en el evento, fuimos sólo parte del opaco relleno que sirvió de fondo gris al éxito de aquel taimado director. Tanto, que ni siquiera hicimos méritos para que se mencionaran allí nuestros respectivos nombres.

--

--