“El” Curador

Catalina Bunge
Revista Hugo
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4 min readDec 9, 2015

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En ocasiones el curador sufre la condena de ser una figura renegada dentro del relato contemporáneo, muchas veces disputada y hasta catalogada como innecesaria. En contextos artísticos más periféricos, como el nuestro, donde todavía permanecen los espesores de un arte arcaico, su importancia y beneficios suelen ser anulados.

Sin embargo, en el West el curador tiene otro pasar. Su reconocimiento como pieza clave para el desarrollo de exhibiciones y del arte en sí es plenamente aceptado y hasta celebrado. El prestigio que adquirió en las últimas décadas —en el mainstream— demuestra no solo su relevancia sino también su evolución orgánica, adaptándose a los avances y exigencias del nuevo milenio.

Haus Rucker Co., Oasis nº 7, instalación en Documenta 5, Kassel, Alemania, 1972.

La figura del curator en el West surge como tal en la década de los sesenta. Según Paul O’Neill, su origen se relaciona directamente con la evolución del sistema expositivo como plataforma de discusión crítica. A comienzos de la década de los setenta las prácticas de curadores como Lucy Lippard y Harald Szeemann delinearon una especificidad del curador como agente crítico, clave para la subversión del arte y sus ataduras a la institución. Desde entonces, su evolución dibujó una recta ascendente acentuada en los noventa por un prominente protagonismo. Con exhibiciones como Magiciens de la Terre, curada por Jean-Hubert Martin en el Centro de Pompideu y Do It, curada por Hans Ulrich Obrist, el curador se planta, finalmente, como un “celebrity”; y junto con dicho título, un mar de prejuicios.

Chris Marker y Alain Resnais, Les statues meurent aussi, exhibido en Magigiens de la Terre en el Centro de Pompideu en Paris, 1953.

Por el contrario, en nuestro contexto uruguayo más conservador, el curador emerge tardíamente (a mediados de los noventa) como una figura derivada del comisario. Su desarrollo es tímido y su profesionalización nula. La participación de este en sucesos y exposiciones de arte es limitada, destinada mayoritariamente a asuntos internacionales y de etiqueta (con las formalidades que el medio exige). A diferencia del West, la inclusión del curador dibuja una línea corta e intermitente, organizando y curando exhibiciones más bien como un actor secundario.

Más allá de su inicial papel controversial y la importancia que adquirió en el circuito del mainstream, el curador hoy en día figura más que nada como autor global: actuando de mediador, desplegando el arte internacional al alcance de la vitrina local y presentando lo local en la mira del discurso global. En el contexto de las “mega-exhibitions” y/o bienales, por ejemplo, el curador oficia de embajador, traductor y hasta de “celebrity”, posicionando al artista o al país. Oficia de conector, posibilita lazos y refuerza alianzas entre las distintas regiones y/o países.

Paolo Barratta, presidente de la Bienal de Venecia y Patricia Bentancur, curadora de Miopía Global (lápiz & papel) en el pabellón Nacional de Uruguay.

Sus facultades y beneficios no terminan allí. La expansión de su práctica —adquirida en el transcurso de su existencia— hace también de su rol una inspiración para artistas y demás agentes del arte. Por otro lado, su conexión con las formalidades del arte contemporáneo y el discurso internacional son sabidas como prestigiosas armas fomentadoras del éxito.

En una era global donde lo lejano es más familiar que lo cercano, el curador resulta un actor definitorio en un juego —a veces demasiado efímero— marcado por la velocidad y la virtualidad de las posibilidades.

Con este espíritu de capricho, anhelo entonces su lugar y la comunión de su rol en los ritos artísticos. Con la finalidad de transgredir las limitaciones de nuestro contexto periférico —muchas veces precario y hasta chato— exijo una conciencia integradora y la participación activa de su figura en exposiciones, convocatorias y en toda aquella peripecia del arte nacional, todavía demasiado empapado en la institución y el Estado.

Hugo no se responsabiliza por las opiniones vertidas en esta publicación.

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Catalina Bunge
Revista Hugo

Artista y Curadora. Nace en Buenos Aires (1985). Desde el 2010 desarrolla paralelamente su obra fotográfica e investiga sobre curaduría artística.