“Erick Iglesias: CIMAFUNK soy yo”

Revista Pionero
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5 min readSep 21, 2018
Foto: Cortesía del entrevistado

Por Isabel M.Echemendía Pérez

“Voy a parar el tiempo / Un día de estos mientras te beso/ Linda/ Voy a parar el tiempo/ No te darás cuenta/ Será suave y lento”
(Fragmento del tema: “Parar el tiempo”, en el disco Terapia)

De adolescente cantaba en los coros de una iglesia bautista, allá en su natal Pinar del Río. Quizá desde esa época Erik Iglesias, Cimafunk, tenía muy claro que lo suyo sería la música. Rompería entonces con la tradición familiar de ser médico para dedicarse al arte.

Con influencias muy diversas que mezclan ritmos como el funk, el soul, la rumba, el songo y la trova, este joven músico cubano asombra a quienes le escuchan por la frescura de sus canciones.

Su estética retro, onda James Brown, con pantalones campanas, pelo estilo afro, manhattans y camisas de brillo, apuesta por un mestizaje sonoro que lo hace simplemente original. Cimafunk (cimarrón-funk) no se parece a nadie, tiene de todo y a la vez es único. Hace covers, produce y compone sus temas. El primer disco, Terapia, le ha valido el premio en la categoría Artista Novel, en el pasado festival Cuerda Viva.

Con temas como “Paciente”, “Basta”, “Me voy”, “Alabao” y “Ponte pa´ lo tuyo”, Erik ha conquistado nuevos espacios y no pocos seguidores. Para él, la música es un universo completo, sin fronteras. Dice que todos los géneros son válidos y que el problema está en el mensaje, en cómo se utilice.

La medicina por la música

“En mi familia casi todos son médicos. Paré con la medicina. Dejé la carrera en el tercer año. Estaba decidido a venir para La Habana y hacer música. Entré en la academia Mariana de Gonitch. Ahí empecé a cantar en coros, pero eso no era lo mío. Fue una excusa para irme de Pinar del Río y decirles a mis padres que iba a estudiar. Después, dejé la academia. Hice otras cosas para sobrevivir en la ciudad. Trabajé en talleres de carros, de todo un poco, pero con la idea fija de hacerme profesional.

En un momento determinado empecé a tocar puertas. Di con Raúl Paz y como él es pinareño, al igual que yo, le entré con esa excusa. Fue el primero en decirme sí. Me llamó para que hiciera los coros del concierto Carnaval, en el teatro Karl Marx. Pero siempre fui a esas presentaciones como artista invitado”.

Hoyo Colora’o

“El director de Hoyo Colora’o me contactó y entré. Ya había escrito algunos temas para el grupo. Comencé a hacer de productor del disco a la par del trabajo como vocalista. Ahí estuve dos años. Con Hoyo… logré hacerme profesional. Tenía que ir todos los días de La Habana a Bauta, hasta que decidí irme. No era rentable”.

Cuéntame de la experiencia de compartir con David Torrens

“Traté de absorber lo más que pude. Antes de entrar al grupo me sabía todas las canciones de Torrens. Esa fue una de las mayores escuelas que he tenido hasta ahora, sobre todo por la parte del espectáculo en vivo. Lo admiro como artista. La onda de showmen que él proyecta en sus conciertos me gusta mucho”.

De Interactivo a los Boys

“Después de Torrens, comenzaron a abrirse más puertas. Estuve en los coros de Liuba María Hevia, hasta que me fui con Robertico Carcassés, director del grupo Interactivo. Fue todo muy loco. Le canté par de temas míos que le gustaron. Me invitó a su peña, funcionó de maravilla y me quedé en el grupo.

Luego conocí al bajista Hernán Cepeda y formamos una banda de covers. Bueno, esa era la idea, porque al final arrancamos con canciones mías y así surgió los Boys. Fuimos a un casting en un crucero que estaba aquí en La Habana. Nos seleccionaron, pero ese proceso duró un año. Antes de llegar al barco ya estábamos sonando en la calle, con ritmos funk y afro, una mezcla muy rara que a la gente le gustaba. Éramos cinco en la banda: un bajista, un tecladista, batería, guitarra y yo como voz líder. Fueron ocho meses en el mar”.

¿Cómo y cuándo surge Cimafunk?

“No es lo mismo el concepto banda, que el de solista. Ya quería producir mis canciones, necesitaba tiempo para hacer lo que me interesaba. Dejé los Boys y me fui solo a Francia a crear el disco. Sin nombre para el grupo comencé a cocinar los temas. Regresé a Cuba en 2017, terminé aquí la producción y así surgió el primer disco, Terapia. Luego hicimos conciertos en Francia con buena aceptación. Volvimos y hasta ahora todo ha sido sabroso. Somos siete músicos. El sello es independiente”.

¿Qué género hacen?

“Cimafunk (cimarrón-funk) soy yo. A la hora de hablar de mí no se dice Erik, sino el nombre artístico. Como género, de lo que estoy seguro es que hago música afrocubana mezclada con funk. Si alguien quiere interpretarlo de otra forma, bueno, en fin. Yo no percibo un estilo. A mí me sale la música así, con sonidos de tambores, güiros, congas, porque soy de aquí.

Estoy abierto. Puedo hacer un reguetón, solo tengo que estar contento con el trabajo; sentirme bien; saber que a la gente le aporta algo cuando lo escucha, en fin, que sea digno. La música no tiene la culpa de nada, todo está en el mensaje”.

¿Qué importancia le concedes a un espacio televisivo como Cuerda Viva y a la Asociación hermanos saíz (AHS)?

“Superbién. Nos apoyaron. El primer videoclip, “Paciente”, se filmó gracias a una beca que gané por la AHS. Cuerda Viva es un suceso que cada año tiene repercusión nacional. Después de haber pasado por toda la nominación, me ayudó a darme a conocer más en Cuba. Obtuve el premio como artista novel”.

¿Qué no puede faltar en un concierto de Cimafunk?

“Sentirnos bien. Disfrutar el concierto. Tener la posibilidad de que nos entendamos los músicos y yo. El sonido debe funcionar para que a la gente le llegue. Mi público es amplio, lo mismo jóvenes que “tembas”. Todos los shows son en español. Puedo escribir y cantar en inglés, pero la idea es defender los temas del disco en las presentaciones en vivo”.

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