‘Drácula’: una revisión entrañable del vámpiro

La novela de Bram Stoker, con más de 120 años de ser publicada, fue llevada a la pantalla chica en manos de Netflix y BBC.

Jorge André Hernández
Revista Sobredosis
6 min readJan 10, 2020

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El 4 de enero Netflix soltó los tres episodios de la miniserie Drácula, después de tres días de transmisión en la BBC . Fuera de una campaña de publicidad singular en las calles de Gran Bretaña, lo más destacable de la miniserie — antes de ser vista de un solo tirón — son sus realizadores: Mark Gatiss y Steven Moffat,

El dúo Gatiss y Moffat adaptaron la saga del detective ficticio Sherlock Holmes — basada en cinco libros de cuentos y cuatro novelas escritas entre 1885 a 1916 — de Sir Arthur Conan Doyle en la famosa serie Sherlock (2010–2017). Incluso Moffat escribió el guión de los seis capítulos de Jekyll (2007), otra miniserie basada en un el clásico británico de terror El extraño caso del doctor Jekyll y Mr. Hyde (1886) de Robert Louis Stevenson.

La novela de Drácula fue creada por el escritor irlandés Bram Stoker en 1897. Para escribirla Stoker recopiló una tradición vampiresca que recorre todo el siglo XIX: desde El vampiro (1819) — donde el doctor John William Polidori dio el primer paso de convertir una bestia infernal en un dandi maldito — hasta la existencia de Varney, el vampiro (1845–1847), un folletín victoriano creado por James Malcom Rymer, que en 220 entregas definió lo que la cultura popular sabe sobre los vampiros e influyó en la visión de Stoker sobre el monstruo, siendo la más retratada en el teatro, cine y televisión.

El coqueteo con Stoker

En el primer episodio de la miniserie de Netflix y la BBC, te entrega viejos amigos y viejas situaciones que bien están en la novela de Stoker: la relación entre el temido conde Drácula de Valaquia y el abogado británico Jonathan Harker, que va hasta su castillo para entregarle unos papeles sobre la compra de una abadía en Londres; y la relación entre Harker y su comprometida Mina Murray, quien va a su rescate cuando se entera que lo encuentran casi muerto.

A diferencia del libro, que es epistolar, y de la adaptación que realizó Francis Ford Coppola en 1992, que lo narra de forma cronológica, aquí el hilo conductor es una entrevista entre Harker — interpretado por John Heffernan — con una monja del convento que lo acogió después de escapar. A medida que Harker comienza a contar la historia, esta se va despegando del libro.

El actor belga Bela Lugosi en la primera adaptación cinematográfica de Drácula.

Desde el momento que Harker comienza a contar sobre su intento de escape, la historia se hace más evidente que fue alterada. Lo inicialmente notorio es que Harker fue convertido en vampiro, por lo tanto en súbdito de Drácula — interpretado por el danés Claes Bang — ; pero lo más notorio es que el mismo conde persigue a Harker hasta el convento donde se toparía con otra revelación: no existe un doctor Abraham Van Helsing sino la monja Agatha Van Helsing, que lo personifica la actriz británica Dolly Wells.

La magia del ADN

La forma en que se revela a Van Helsing es con la habilidad de Drácula de leer la sangre como si fuera un libro. El concepto del ADN se presenta de forma mágica y se resume en la frase que el conde le dice a Harker en el primer capítulo “la sangre son vidas”. El ADN es un ácido donde se encuentra la información genética de cada ser vivo; por lo tanto, en el monstruo viaja la información de todas las vidas que bebió.

Drácula y Agatha Van Helsing.

En el segundo capítulo de la miniserie el concepto de la sangre se enfatiza. Aquí el dúo Gatiss y Moffat utilizan las lagunas que existen en la bitácora de la embarcación Deméter — que es colocado en la novela — y crean un capítulo de misterio donde los pasajeros y la tripulación deben encontrar al ser humano o bestia que está asesinando uno por uno a los seres vivientes de barco; mientras Drácula y Agatha Van Helsing se encuentran conversando sobre lo que hará el vampiro y juegan ajedrez: una lucha de intelecto.

Durante la travesía, el conde muestra sus diferentes necesidades que lo llevan a beber sangre: desde tener hambre hasta aprender algo, como un idioma que no manejaba: por estos diferentes motivos con los que Drácula va deshaciéndose de los pasajeros. Intenta solo alimentarse de sangre aristócrata o elitista: una duquesa alemana o un científico indio; pero a medida que la histeria va infectando a todos sobre el Deméter, comienza a ignorar una de sus políticas: “uno es lo que come”. Así comienza a leer vidas y a adquirir conocimientos sobre cosas más burdas, que un aristócrata como él no desea saber.

A diferencia de la novela, Drácula no llega a Inglaterra; por lo menos no en el siglo XIX. Agatha Van Helsing lo detiene y queda dormido en un féretro en el mar Atlántico cerca al archipiélago británico hasta despertar 123 años después. Aquí el guión da un guiño sobre la antigüedad de la novela de Bram Stoker al utilizar el tiempo de la publicación del libro como el lapso en el que estuvo durmiendo el monstruo.

Drácula del siglo XXI

A tan solo unas horas de su despertar, reconoce las cámaras de video y las armas de fuego modernas. Drácula se presenta como un ser que mezcla el asombro romántico que marcó el siglo XIX y la facilidad de adaptabilidad tecnológica que tiene un centenial del siglo XXI. En el tercer y último capítulo, el monstruo comienza a ser el mejor usuario de los beneficios de la edad moderna y su crítico.

Así como a Sherlock Holmes se lo adaptó para que sea un detective del siglo XXI, Gatiss y Moffat comienzan a preguntarse sobre la vida de un vampiro en 2020. Primero, sería preguntarse la definición de qué es Drácula: ¿es un monstruo o una variedad de vida parasitaria? Aunque no tratan directamente ese concepto, colocan que la salvación del conde para no ser estudiado por la Fundación Jonathan Harker — creada por Mina y dirigido por la doctora Zoe Van Helsing — son los derechos humanos adquiridos al despertar en ese siglo: argumento que trae el abogado Frank Reinfield.

Drácula y Lucy encontrándose en un cementerio.

Drácula es libre y Reinfield — interpretado por Gatiss — se convierte en su súbdito. El vampiro comienza a hacer ejercicio y a usar Tinder como si fuera Uber Eats; mientras la doctora Zoe Van Helsing — desanimada por la intromisión judicial — toma la sangre de Drácula, se encuentra con su tatarabuela Agatha y decide morir en paz con el tratamiento para el cáncer, sangre moribunda que casi mata al conde cuando intentó morderle.

El tercer capítulo se hace énfasis en la relación de Drácula con Lucy Westenra. Los pretendientes de ella se mantienen: el vaquero estadounidense Quincey Morris — aunque ya no es un vaquero — y el doctor Jack Seward — que sigue siendo el pupilo de Van Helsing — , pero la relación entre Lucy y el vampiro cambia: ya no es por el hechizo de una bestia infernal sobre una mujer, sino una relación consciente de alguien que sabe que sale con un vampiro.

Drácula a Lucy le enseña detalles que nunca le explicó a Van Helsing — que jugaban al gato y al ratón — , como la diferencia de los vampiros con los no muertos, a quienes los coloca como un cadáver poco evolucionado. Ella accede a ser mordida hasta que él, como en la novela, decide volverla su novia. En la novela el monstruo sería detenido, lo que sucede de una manera, pero con la diferencia que el final en la miniserie es alterado con un intento de reflexión filosófica sobre la vida, la muerte y la narración. En el 2020, Drácula se vuelve en un monstruo posmoderno.

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