‘Homenaje a Cataluña’, una critica profética sobre la guerra civil española
El libro recoge las memorias de George Orwell en Cataluña así como sus encantos y desencantos durante su participación en la guerra civil.
Cuando George Orwell partió de Inglaterra hacia España en diciembre 1936, su afán era escribir artículos periodísticos, sin embargo, el momento que vivía aquel país transformó su motivación: ahora su principal deseo era luchar contra el fascismo (matar al menos a un fascista) y formar parte de la historia que se estaba escribiendo. Con el pasar de los meses, lo único que en realidad enfrentó fue el aburrimiento, el frío invernal, la escasez de alimentos y de tabaco, la falta de experiencia e ineficacia de la milicia, la insuficiencia de armas y, finalmente, la persecución del movimiento al que perteneció, el POUM (Partido obrero de unificación Marxista).
Orwell, en su llegada a Barcelona, fue sorprendido por la atmósfera revolucionaria y el sentimiento de igualdad que atravesaban tanto a la ciudad como a sus habitantes, así como por la amabilidad y el trato que le brindaron los españoles. Banderas rojas y banderas rojinegras adornaban los edificios a su paso. Las ropas que utilizaban, moda alejada del estilo burgués, la prohibición de recibir propinas, la desaparición de los mendigos, el rechazo de la prostitución; carteles, murales y altavoces revolucionarios que inundaban la ciudad y su principal arteria, las Ramblas, denotaba que la clase obrera tenía el control y que la burguesía había desaparecido o estaba escondida.
Un estado igualitario controlado por la clase obrera, constituyó para Orwell algo por lo que valía la pena luchar. A pesar de las consecuencias de esta lucha como la escasez de alimentos, combustibles y carbón existía un aire de esperanza entre la población; eran libres al fin. En ese contexto se registró en la milicia del POUM , sin embargo, no tardaría mucho en desilusionarse pues todo lo que había imaginado viviría al formar parte de la ‘guerra’ jamás ocurrió. Su grupo partió al frente de batalla en enero de 1397.
Los cuarteles destacaban por el desorden y la insalubridad: una constante que vería reflejada en cada lugar al que llegaba junto a la milicia. En cada población encontraría edificios abandonados, iglesias destruidas — existía odio hacia la iglesia por apoyar a la burguesía y al ejercito en la sublevación militar de 1936 — , casas ocupadas por la milicia que servían como letrinas o como fuente de leña para aplacar el invernal frío que los acompañó mientras recorrían Cataluña. Si hay algo que enfrentó constantemente fueron el frío y la ineficacia de la milicia.
El problema con los milicianos era su inexperiencia; chicos de quince años, incluso menores, alistados con el objetivo de ayudar a sus familias con las diez pesetas que recibían como pago. Jamás habían manejado un fusil ni desbordaban odio por el fascismo. Cosa parecida ocurría del otro lado en los reclutas ‘fascistas’ que, desafortunadamente, cumplían el servicio militar cuando estalló el conflicto. Día a día descubrió que no estaba viviendo una guerra y que era más fácil morir por accidente (por el mal manejo de un fusil) que por un enfrentamiento.
“Parecía increíble que los defensores de la república fueran esa turba de chicos zarrapastrosos, armados con fusiles antiquísimos que no sabían usar” relata el escritor mientras piensa que, si existiera la voluntad y las armas para hacerlo, cualquiera de los bandos podría exterminar al otro en un solo ataque. Durante los meses que estuvo en Aragón los enfrentamientos fueron escasos y su única herida de guerra fue una mano infectada que lo mantuvo en reposo dentro de las trincheras durante un buen tiempo. El aburrimiento calaba profundo en él tanto como el frío.
Para el mes de abril llegó a Barcelona luego de que su grupo fuera relevado. En su llegada encontró una ciudad cambiada, la atmósfera revolucionaria había desaparecido y la diferencia de clases era visible. Además, el gobierno fortalecía al ejército popular y los miembros del PSUC junto a la guardia civil empezaban a controlar la ciudad. Ahora las milicias eran consideradas peligrosas, en especial la del POUM que luego sería catalogada como grupo aliado del fascismo cuyo objetivo era provocar el caos. Pasaron de ser héroes a enemigos de la República.
Rápidamente, Barcelona se convirtió en el nuevo frente de batalla. El 3 de mayo ocurrió lo que muchos agoraban; miembros de la CNT se apoderaron de la central telefónica, ante esto, miembros de la guardia civil intentaron liberarla pero se vieron enfrentados contra un grupo de anarquistas que, aprovechando el choque, lanzaron su ataque. Anarquistas, guardia civil, obreros de la CNT y miembros del ejército popular, abrieron fuego entre los principales edificios cercanos a las Ramblas que cada grupo ocupaba. Orwell volvería a encontrarse sitiado en un confuso conflicto durante varios días hasta retornar al frente de batalla en Huesca.
En esta nueva incursión sufriría la primera herida grave. Una bala atravesó su garganta atrofiando una de sus cuerdas bucales, por fortuna nunca toco la arteria principal lo cual hubiera significado su muerte, sin embargo, el peligro de morir por la falta de implementos y personal médico era constante. Fue trasladado del frente de batalla hacia a varios centros hasta llegar al hospital de Tarragona donde fue intervenido. Posteriormente, regresaría a Barcelona para descubrir que los comunistas tenían control total de la ciudad y ser testigo del papel que desempañaron los medios de comunicación, parcializados entre ambos bandos.
Pronto los miembros del POUM fueron perseguidos, encerrados sin motivos o con pruebas falsas, y en algunos casos, fusilados. El mismo Orwell tuvo que escapar cuando miembros del gobierno habían entrado a su casa para atraparlo. Gracias a su esposa quien fingió no conocerlo logró huir en las narices de los agentes. Durante mucho tiempo vivieron como turistas por la mañana y como criminales por la noche hasta que lograron partir de España hacia Francia gracias a la ayuda del cónsul británico. Seis meses después de su partida empezó a escribir sus vivencias con el objetivo de mostrar al mundo lo que estaba ocurriendo en Cataluña.
“Durante toda la lucha, nunca pude hacer el ‘análisis’ correcto de la situación que los periodistas esbozaban con tanta facilidad a cientos de kilómetros de distancia” critica Orwell en sus memorias y agrega “Casi todos los reportajes periodísticos publicados en esa época fueron realizados por periodistas alejados de los hechos, y no solo son inexactos, sino intencionalmente engañosos. Como de costumbre, solo se permitió que una versión de lo ocurrido llegara al público”. Su relato refleja la necesidad de escribir su verdad — advierte que también la considera parcializada pues transmite su punto de vista, pero no adoctrinante— para contrastar las historias que se estaban escribiendo sobre la guerra civil.
Como era de esperarse, la capacidad analítica de Orwell, presente en sus obras más representativas, lo ayudó a profetizar: “Sigo creyendo que, a menos que España se divida con consecuencias imprevisibles, el gobierno de posguerra será de tendencia fascista”. Para el escritor, el fin estaba a la vista, sin embargo, las falsas noticias tanto internas como extranjeras y los rumores contribuyeron al caos que se vivió, además, acrecentaron la pugna y las diferencias que ya existían entre obreros, anarquistas, socialistas, comunistas y miembros del gobierno cuyo objetivo común era detener el fascismo al mando del caudillo de España, el general Francisco Franco.