‘La forma de las ruinas’: una obsesión por la violencia
La novela más extensa de Juan Gabriel Vásquez gira entorno a dos magnicidios que marcaron la violencia política colombiana.
Las manos de Juan Gabriel, personaje que comparte nombre con el autor, sostienen las pistas de los asesinatos más importantes de la historia colombiana de la primera mitad del siglo XX: el hueso del cráneo por donde el líder político liberal Rafael Uribe Uribe recibió dos hachazos en 1914 y la vértebra donde cruzó la bala que mató al caudillo Jorge Eliécer Gaitán -del mismo partido- el 9 de abril de 1948.
Un magnicidio fue después de tres años de batallas -La guerra de los Mil Días (1899–1902)- y el otro inició la ira popular con el El Bogotazo y prolongó hasta 1958 una etapa de ardúa violencia política. La novela del escritor colombiano Juan Gabriel Vásquez, cuya traducción es finalista del Man Booker International 2019, mezcla ficción y realidad para contar la obsesión que genera estos asesinatos en la ciudadanía, y como las teorías de conspiración nacen ante la escacez de información sobre los hechos.
En La forma de las ruinas, aunque el personaje inicial es el escritor Juan Gabriel, es Carlos Carballo el que funciona de hilo conductor y representa la obsesión por la verdad de los asesinatos que todavía conmueven a una nación. Él es el obsesionado por las conspiraciones detrás de los magnicidios y que acecha al alter ego de Vásquez en la novela, hasta que accede a ver su documentación.
El personaje Juan Gabriel estaba en Bogotá por el nacimiento de sus hijas, donde se encuentra con el doctor Francisco Benavides, quien le invitó a su casa para hablar sobre el ‘9 de abril’, un tema de interés mutuo. En una fiesta en su hogar le mostró el cráneo donde Uribe Uribe recibió el impacto de una hachuela y la vértebra de Gaitán, donde cruzó una de las cuatro balas que lo asesinaron.
Pero dichas reliquias, parte de la osamenta de la historia colombiana, no fue lo único que conoció Juan Gabriel. En la fiesta estaba Carlos Carballo: viejo amigo de la familia Benavides y discípulo del doctor Luis Ángel, padre de Francisco.
Carballlo, siendo el personaje de ficción que representa la obsesión con las conspiraciones, acechó al escritor-personaje desde la primera vez. Al enterarse de que Juan Gabriel era sobrino del político conservador José María Villareal -gobernador del departamento de Boyacá y quien envió un cuerpo policial para controlar las revueltas del Bogotazo-, ahí comenzó a asediarlo: trajó una edición de Vivir para contarla, la memorias de Gabriel García Márquez y nombró a su tío. Después buscó otro fragmento y recitó:
Cincuenta años después, mi memoria sigue fija en la imagen del hombre que parecía instigar el gentío frente a la farmacia, y no lo he encontrado en ninguno de los incontables testimonios que he leído sobre aquel día. Lo había visto muy de cerca, con un vestido de gran clase, una piel de alabastro y un control milimétrico de sus actos. Tanto me llamó la atención que seguí pendiente de él hasta que lo recogieron en un automovil demasiado nuevo tan pronto como se llevaron el cádaver del asesino, y desde entonces pareció borrado de la memoria histórica. Incluso de la mía, hasta muchos años después, en mis tiempos de periodista, cuando me asaltó la ocurrencia de que aquel hombre había logrado que mataran a un falso asesino para proteger la identidad del verdadero.
Desde ese momento Carlos Carballo comenzó a acechar a Juan Gabriel con preguntas, preguntándole sobre ‘el hombre elegante’, personaje que vio García Márquez a sus 21 años en el Bogotazo: haciendo que abran la droguería Granada donde se escondía el asesino de Gaitán. El texto da a entender que ese misterioso señor orquestró el magnicidio y Carballo lo cree, como respuesta al misterio de quién estaba detrás del gatillo de Juan Rosa Sierra, el autor material del crimen.
Así continúa la historia, entre acoso e insultos. Incluso comparan el asesinato de Gaitán con el de John F. Kennedy y las diferentes teorías conspiratorias que existe alrededor del tema: así como se cree que Lee Harvey Oswald no mató a J.F.K., tampoco Roa sería el asesino. Así fue el continuo rechazo hasta que Juan Gabriel aceptó ir a leer la documentación de Carballo.
Ahí no solo encontraría textos sobre Kennedy o Gaitán, sino que leería Asesinato del general Uribe Uribe. ¿Quiénes son?, un libro que el abogado Marco Tulio Anzola Samper publicaría en 1917, después de una investigación encargada por el hermano y el yerno del general Uribe Uribe: Julián Uribe Uribe y el periodista Carlos Adolfo Urueta.
El libro señalaba una conspiración en contra del político liberal Rafael Uribe Uribe y Anzola Samper comenzó a señalar culpables. Instantaneamente hubo un juicio en 1918 pero sin un fallo a favor. Al terminar de leer, Juan Gabriel quedaría enganchado, no como Carballo, pero enganchado.
A medida que Juan Gabriel entra al mundo de Carballo se da cuenta que el misterio detrás la muerte de Jorge Eliécer Gaitán no es por interés historíco sino personal. Después sabría que su padre César Carballo murió ese 9 de abril de 1948, era parte del grupo de guardespaldas y ese día vio a ‘el hombre elegante’, quien lo inquietó. Ese recuerdo llegó hasta su hijo para convertirse en su obsesión.
Los vestigios de la violencia política
La violencia política en Colombia nace junto a ella como nación. La forma de las ruinas es parte de cinco novelas de Juan Gabriel Vásquez que retratan diferentes épocas y diferentes momentos de la violencia política colombiana.
La novela Los informates retrata los campos de concetración para alemanes e italianos durante la Segunda Guerra Mundial; La historia secreta de Costaguana cuenta la antesala de La guerra de los Mil Días entre los partidos Liberal y Conservador y la pérdida de Panamá; El ruidos de las cosas al caer narra la época después de la captura de Pablo Escobar; y Las reputaciones nos recuerda el poder que tiene la prensa sobre la imagen de los personajes públicos: un tipo de violencia simbólica.
La forma de las ruinas se destaca ante la combinación de datos reales del autor y la ficción. A pesar de los eventos sangrientos que ha visto Colombia desde su nacimiento, Vásquez destaca los magnicidios de Jorge Eliécer Gaitan y el de Rafael Uribe Uribe como un hito dentro de la historia de la violencia política colombiana, sobre todo el asesinato de Gaitán y sus repercuciones en todo el país.
La muerte de Gaitán solo fue la gota que derramó el vaso. El escritor y periodista Plinio Apuleyo escarbó en sus recuerdos y destacó, en una nota que escribió para el diario colombiano El Tiempo, que poco a poco la gente de la clase baja se estaba revelando del dominio de la élite bogotana: no más venias ni muestras de sumisión e inclusive reacciones altaneras expresando su hartazgo. La muerte de su caudillo desató su ira y asentó las bases para más décadas de violencia política con la pregunta: ¿Cuál es la Colombia que hubiera dejado Jorge Eliécer Gaitán? No hay respuesta.
El asesinato de Rafael Uribe Uribe, en cambio, son los antecedentes de lo sucedido con Gaitán. Él era un general veterano de la guerra de los Mil Días (1899–1902), otro hito entre el conflicto para que los liberales derrocaran del poder a los conservadores. El partido Conservador ganó y su hegemonia duró 44 años hasta 1930: abarcando la fecha de la muerte de Uribe Uribe y dejando un sinsabor en la boca.
Los vestigios de la violencia política posan en las manos del personaje-escritor y en la memoria colectiva de Colombia. Juan Gabriel Vásquez con La forma de las ruinas no solo retrata los impactos de la violencia dentro de los ciudadanos -de manera personal o colectivo- sino que constantemente reflexiona sobre eso; inclusive el alter ego de Vásquez en la novela al ver nacer a sus hijas piensa: ¿este es el país que quiere para ellas?