Economía política de la vida cotidiana

Panel efectuado en la sede de la revista Temas, el 25 de mayo de 2023

Disamis Arcia Muñoz
Catalejo el blog de Temas
45 min readJun 19, 2023

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Cartel del Último Jueves dedicado a “Economía política de la vida cotidiana”

Panelistas:

Georgina Alfonso. Investigadora. Directora del Instituto de Filosofía.

Ismael Isaac Bernal. Sociólogo y activista antirracista. Esmeraldas, Ecuador.

Pedro Lizardo Garcés. Presidente del Consejo Popular Rampa, La Habana.

Alberto Guerra Naranjo. Escritor y guionista de programas de televisión.

Katia Siberia. Periodista. Periódico El Invasor, Ciego de Ávila.

Rafael Hernández. Politólogo. Director de Temas.

Rafael Hernández: No es la primera vez que hacemos un panel de debate sobre una temática afín a la situación económica, social, y a la crisis del bienestar; hicimos uno, en enero, que se llamaba «Rebotes de la crisis en la psicología social»; también, el año pasado, otro que se llama «Cómo las crisis afectan la convivencia»; además de «Acabar con la pobreza». En 2021, todavía bajo la pandemia, hicimos varios paneles relacionados con el de hoy: «Causas del delito», «Rendición de cuentas en democracia», «Envejecer en Cuba», y «Recuperación pospandemia»; y todavía antes, en 2020, «La nueva normalidad», y «¿Podemos producir lo que comemos?». Para debatir el tema de hoy, tenemos un panel variado, como tratamos de que sean los de Temas, no solamente en términos de campos de especialidad, de profesiones, sino también de espacios, de lugares; que no sean todos de La Habana, ni todos académicos ni nada por el estilo. Yo les he hecho una serie de preguntas adelantadas; pero siguiendo el estilo que hemos inaugurado este año vamos a empezar por las del público que está en la sala o conectado por Telegram.

Foto: Revista Temas.

Ovidio D´Angelo: Sobre vida cotidiana, cotidianidad, se han hecho investigaciones, en distintos campos profesionales: sociología, filosofía, psicología, antropología, etcétera; entonces valdría la pena encuadrar en qué sentido tratar el tema de la vida cotidiana desde la economía política, cuál sería el sentido, la proyección de ver esta problemática de la cotidianidad desde la economía política y otras ciencias sociales.

Rafael Hernández: Ovidio suele tener un ojo muy afilado; esa era mi primera pregunta al panel.

Silvio Gutiérrez: No tengo una pregunta, pero sí un comentario, y sobre ese comentario puedo hacer la pregunta, para ir creando las condiciones. Me parece interesante conocer criterios sobre el fundamento del marxismo entre las relaciones sociales de producción, las de propiedad, la superestructura que se crea sobre ellas, la base legal, cómo se expresa en estas condiciones, y si en alguna medida Cuba, donde la propiedad estatal sobre los medios de producción es dominante, genera o introduce alguna modificación a los conceptos generales. Concretamente, si las condiciones del socialismo en que vivimos generan o provocan alguna modificación, algún cambio, alguna diferencia, en lo que, en general, se conoce sobre este tipo de relación.

Rafael Hernández: Voy a hacer las dos primeras preguntas de una sola vez: ¿qué significa economía política de la vida cotidiana? y ¿en qué medida se pueden diferenciar la economía del país vista en su conjunto y la que viven las personas diariamente?, porque estos matices tienen que ver con la combinación de lo económico y lo no estrictamente económico que forma parte de las condiciones de vida de las personas. No se trata solo de cosas subjetivas, sino que tienen también expresión en la realidad, por ejemplo el tiempo, que es algo que no está medido casi nunca por los grandes indicadores de la macroeconomía. Viéndolos desde ese ángulo, ¿cuáles son los problemas más críticos que inciden en el bienestar de la gente en su vida cotidiana?

Katia Siberia: No soy entendida en estos temas, soy apenas una periodista relativamente joven, pero en mis textos siempre trato de explicar un poco en qué consiste o de qué modo la economía política del país pudiera traducirse en esa economía cotidiana, de qué manera las medidas que se toman, sean sesenta, noventa, los Lineamientos, en fin, pueden tener una comprensión y una repercusión en la vida de las personas.

A mí, en particular, me da la impresión de que hay un desfase, de que nuestros bolsillos no acaban de estar en consonancia con lo que se promueve o lo que se aprueba en el país, y que el efecto no es el deseado, por las distorsiones que sobrevienen por la mala planificación o el diseño, u otros aspectos que los van deformando al final; pero lo que estoy viendo es que lo macro cada vez cuesta más traducirlo en lo micro. Creo que hay un margen grandísimo entre una cosa y otra. Incluso cuando nuestros economistas o, sobre todo, nuestros políticos hablan de que tal medida tendrá sus efectos a mediano plazo, o en, digamos, cinco años, yo pienso que está bien, que es un plazo relativamente corto; pero si vamos, por ejemplo, a la producción de alimentos, una malanga sembrada demora once meses para que dé frutos, pero antes el guajiro tuvo que haber seleccionado la tierra, haberla preparado, garantizar los insumos, la semilla, etc.

Lo que quiero decir es que en el sector alimentario, que ahora mismo es uno de los más deprimidos, si no el que más, medidas de impacto corto o de rápida transformación muchas veces se anuncian con un tono triunfalista, y uno va viendo luego que no es tal porque en la práctica no puede ser así. Por otra parte, hay gente queriendo que, por la necesidad que tenemos, el boniato se cultive al ritmo de las acelgas y nos inundan de un falso optimismo que luego dicen que no fue lo que nos dijeron. Quizás nos dijeron mal o no nos dijeron todo lo que nos tenían que haber dicho; y creo que ahí los medios también tenemos cierta cuota de responsabilidad, a la hora de traducir, a la hora de acortar un poco esa brecha que hay entre la política macro, la política económica a nivel de país y nuestra política en casa, en los bolsillos.

Para finalizar: creo que el procedimiento de sin prisas pero sin pausas ya no va en consonancia con el tiempo que necesitamos para tener alimentos hoy mismo, en la mesa, para tener combustible, tener aseo. Creo que a veces tenemos sentido del momento histórico, pero que no del momento económico. Puede ser que yo esté al margen de por qué no se instrumentan algunas soluciones, por qué no se escucha a nuestros economistas; no tengo juicios de valor para entender ese desfase, pero sí creo que, por ejemplo, en Ciego de Ávila, una provincia con un alto desarrollo turístico y agrícola, se dan todavía situaciones que echarían por la borda cualquier tipo de confluencia entre esa política macro y lo micro; digamos que un propietario de una mipymes puede rentar un carro, pero no puede rentar un local; que el presidente de una cooperativa agropecuaria pudiera comprar un arado, pero no puede comprar una camioneta; que un campesino le entrega leche al combinado lácteo, le pagan un porciento en MLC, y luego no tiene una tienda donde comprar una cantina para poder seguir ordeñando sus vacas, etc. No hay otras medidas que atenúen los efectos negativos, que por ahí podría resolverse un poco el asunto.

Hay una minoría, dueños de negocios, que ha podido, en estos últimos tiempos, recibir beneficios dentro de un sector que ha sido objeto de profundas transformaciones, los asalariados del sistema empresarial cubano, trabajadores presupuestados, hoy mismo se les hace muy difícil entender esa política económica macro, asumirla en su pequeño hogar, en su mesa cotidiana.

Creo que a los medios también nos ha faltado tratar de equiparar esas dos economías, tratar de estrechar esa brecha; por supuesto, también a los decisores a la hora de explicar y de traducirnos un poco el país en el que vivimos, que es también la casa en la que estamos.

Foto: Revista Temas.

Georgina Alfonso: Quiero agradecer y reconocer la importancia de estos espacios que articulan diferentes saberes, diferentes miradas, para abordar cuestiones profundas que, por lo general, se quedan en los marcos de la academia o de los decisores, y que resulta una práctica y un privilegio que nosotros podamos en Cuba tener espacios como este, donde son tan válidos unos u otros conocimientos, saber, práctica y experiencias diversas.

Las formuladas son preguntas muy amplias; voy a tratar de ser bien sintética, y quiero empezar diciendo que me voy a posicionar para la respuesta en una perspectiva crítica, marxista, feminista y decolonial. Lo primero que quiero decir es que no hay otra economía que no sea sobre la vida cotidiana, porque es la manera en que los seres humanos producen y reproducen su vida, y eso se realiza en la cotidianidad, en sus acciones inmediatas; y precisamente, la esencia de la lógica del capitalismo es contraponer el capital a la vida, por eso hablo de un posicionamiento desde la economía feminista, porque lamentablemente, aunque Marx lo explica en El capital, esa no es la economía política que se ha divulgado y que se ha hecho común; se sigue reproduciendo una lógica económica clásica, liberal-burguesa, que fragmenta lo productivo de lo reproductivo, y entonces el tiempo dedicado a la sostenibilidad de la vida, que recae sobre los cuidados que realizan las mujeres de manera invisible, sencillamente no cuenta, no entra en las prácticas; y la lógica económica es aquella que maximiza la ganancia, que habla de costos, de beneficios, pero no de la sostenibilidad de la vida. Por tanto, pensar en una dimensión de economía política es situar la vida de los seres humanos y la naturaleza en el centro de la reflexión económica y entender que la eficiencia y la eficacia de un proceso económico pasa porque realmente garantice la sostenibilidad y la reproducción, y la producción emancipada, el trabajo asociado libre de todas las personas, hombres y mujeres.

Entonces a la pregunta de si la economía de un país se relaciona o no con la de las personas, la respuesta es obvia: el país son las personas, los grupos, las clases; por tanto, es imposible hablar de una economía política que trata de dividir y divorciar, cuando realmente si hablamos de sociedad hablamos de una totalidad, que incluye al individuo, los grupos, las clases, pero también incluye toda una dimensión de la construcción de lo social, y precisamente esta también se subestima, se invisibiliza, y también la dimensión de lo político; hay una lógica que divorcia la economía y la política, como si fueran dos caminos totalmente diferentes.

Lo significativo es que, en los últimos tiempos, en nuestro país hemos perdido, por tanto debate económico, la perspectiva crítica de la economía política, precisamente la que dice que no hay economía sin política, porque las relaciones de poder se construyen en el proceso de producción y reproducción de la vida, porque es en ese proceso donde, justamente, se establecen las relaciones que permiten a las personas ir hacia procesos de emancipación o a reproducir los de enajenación. Es en el proceso productivo donde las personas se relacionan, primero, con el resultado de su trabajo, después toman conciencia de su relación consigo mismo, con los demás y con la naturaleza. Es en el proceso productivo donde el ser humano se hace sujeto, y esa condición es la capacidad crítica y creadora de tomar las riendas de su propia vida. Entonces, la dimensión económica no es solamente producir valores de uso o de cambio; aunque en los últimos tiempos estamos viendo una tendencia a que solo se valorice por el mercado; o sea, la lógica económica que se impone en el mundo s la del mercado, la ética es la del mercado, la política es la del mercado, y cada vez más; al punto de que hoy los gobernantes son grandes empresarios; que hay pactos entre las iglesias, el capital y el Estado. Hoy, las dimensiones económicas empiezan en el espacio de lo cotidiano, pero cada vez más sus problemas se vuelven más complejos para abordar una u otra arista, y por tanto también las propuestas, las salidas a las problemáticas, que tienen que ver esencialmente con las desigualdades que se producen en la lógica económica cuando su centro no es la vida. Lo primero que ocurre cuando se abandona la perspectiva de las relaciones económicas como centro, y el sentido de la producción y la reproducción en la vida de los seres humanos y la naturaleza, sencillamente la apuesta política es justificar las desigualdades que existen y que cada vez van a ser mayores.

Alberto Guerra Naranjo: En estos días he estado pensando mucho sobre esta mesa, e incluso recordé que hace unos veinte años, Eduardo del Llano, el cineasta, me invitó a su casa porque íbamos a trabajar juntos, y entonces cuando llego, me abre un señor mayor en camiseta. Era Eduardo del Llano padre. Cuando su hijo me presenta como escritor, me abraza y me dice: «Leo tus cuentos, lo de la Gaceta lo de Revolución y Cultura, qué bien» y yo le dije: «Perdón, maestro, el emocionado soy yo, usted me ha tenido, durante toda mi carrera — estudié en el Pedagógico Varona — , leyendo los manuales de Economía política del socialismo I y II; sobre la reproducción ampliada, reproducción no sé qué, una cantidad de conceptos que usted me ha transmitido de El capital, pero que me los aderezó para el Caribe. Dice él: «Qué carajo la economía política, la literatura, coño, la literatura». Me acordé de esta experiencia que tuve con el hombre que me había enseñado un poco de economía política, y después me acordé de los profesores que he tenido. Y ahora la doctora me aclara que sí, que la cotidianidad es la vida, es lo concreto; y de esto los economistas como Adam Smith, David Ricardo, Carlos Marx, Engels, etc., se basaron en hechos reales para hacer sus abstracciones, se basan en hechos reales. La realidad, como dice la doctora, está ahí, hablando con nosotros, y yo, que soy del área de la imagen, de la palabra, del conflicto, lo que hago es detenerme en las situaciones de la vida cotidiana que tienen que ver con la economía, de donde se deriva una cantidad de conflictos.

Por ejemplo, yo camino la calle 42 de Playa, y cada vez la veo más deteriorada, y cada vez veo gente sentada vendiendo cualquier cosa, y gente lisiada, y gente desarrapada; entonces me digo: esto que he visto en Latinoamérica se me está colando en la calle 42, y en el parque de 60; hay personas que empiezan a revisar la basura. Esto me parte el alma, porque soy un cubano, porque tengo sangre mambisa; tengo la canchánchara incorporada, y el machete; todo esto se me combina. El primer factor, como diría Marx, es económico; hay un problema de crisis económica grave en mi país, que se está deteriorando delante de mis ojos, y es bueno que lugares como este nos llamen a la reflexión a todos, porque todos somos responsables, no solamente los que nos gobiernan y las instituciones, es cada uno también en lo que le toca., La dificultad que tenemos es grave. Ni en el Período Especial de los 90 había visto yo la situación tan difícil en la cual nos encontramos, y donde la economía política de la cotidianidad, de la familia, tiene un peso enorme: esa mujer que inventa, ese niño que tiene esperanzas, mi nieto lee La edad de oro, pero nosotros tenemos que garantizarle lo elemental para que viva. La inflación, los cambios monetarios brutales; cómo resuelves, cómo vienes hasta aquí en un taxi que te cobra ciento cincuenta pesos, a hablar sobre economía política de la cotidianidad. Los cubanos somos héroes, pero debemos ser héroes razonables, conscientes de la problemática que tiene el destino patrio en estos momentos. Por eso agradezco muchísimo a Temas que me haya invitado.

Foto: Revista Temas.

Rafael Hernández: Los tres panelistas han tenido un grupo de coincidencias que no creo necesario destacar. Antes de darle la palabra al público, se la daré a Pedro, porque él tiene deberes como presidente de un Consejo Popular y poco tiempo para permanecer con nosotros en el panel, y su participación es muy útil, y una especie de privilegio excepcional poder contar con él. Él quiere entrar en lo que sería mi tercera pregunta, una que tiene que ver con cómo la situación produce efectos sobre la actividad laboral y la reproducción de la vida a ese nivel, no macro como casi siempre sale en la televisión, sino en el centro de trabajo y en el hogar, el centro de estudios, la vida familiar, la comunidad. Pedro, para que te des gusto.

Pedro Lizardo Garcés: Créanme que el placer es mío por estar en medio de tanta gente valiosa. Yo le decía a Rafael que yo de economía sé bastante poco; incluso cuando tratamos temas económicos en la Asamblea Municipal del Poder Popular tengo que buscar asesores que me los traduzcan al lenguaje popular de la economía porque hay términos, hay cuestiones que uno no entiende, y también le decía que no soy muy buen comunicador y que haría lo posible por ver cómo abordaba el tema.

Se habla de la economía de la vida cotidiana, un tema, como decía Alberto, muy complicado en este país; es algo que nos ha golpeado durante más de sesenta años, y que cuando estábamos viendo la luz, como digo yo, de momento llegó el apagón, por múltiples razones conocidas por todos, por factores externos, pero sobre todo, y es a lo que nosotros le damos importancia, a factores internos. Esos son los fundamentales, a los que siempre vamos al alcance, el resto depende de la voluntad política, de entendimientos que sabemos que nunca van a existir.

Foto: Revista Temas.

La economía tiene un efecto en el plano familiar, en la comunidad. En el laboral tiene un efecto muy importante; sin una economía al menos medianamente funcional, los resultados en el trabajo, en la vida cotidiana, en el estudio, en todas las esferas de la sociedad no son posibles, y eso nos ha tocado de cerca en los tiempos de pandemia que hemos vivido Estuve revisando las preguntas que me hacía el profe Rafael, y todas se concatenan. Hoy es un día especial; el 25 de mayo del 2021, a raíz de la pandemia, creamos un grupito de WhatsApp para la circunscripción donde yo estaba entonces, con el objetivo de fortalecer el pesquisaje, y mantener, como estábamos aislados, nuestro vínculo con los electores, en un Consejo Popular donde la población es la más envejecida del país. No sé si conocen que Plaza es el municipio más envejecido de la República, y dentro de él, el Consejo Popular Rampa es el que ocupa el primer lugar en ese aspecto. Creamos ese mecanismo, ese grupo, hoy cumplimos dos años, y está en las diferentes plataformas con más de treinta y cinco mil seguidores.

¿Qué hemos hecho, como servidores públicos, en función de que el impacto de la economía en la vida cotidiana del cubano le sea menos traumático? Inicialmente creamos ese grupo para lo de la pandemia, pero después vino el tema de la adquisición de los productos deficitarios, de las grandes colas que afectan la vida de la gente, su impacto en lo laboral, en lo social; había personas que trabajaban, o sea, tienen vínculo laboral, o estudiaban, que dedicaban sus noches, muchas veces en forma riesgosa, arriba de árboles, en pasillos, etc., para poder adquirir esos alimentos, y en muchas ocasiones trasnochaban dos, tres, cuatro días, una semana, y por personas inescrupulosas que se aprovechan de los momentos de crisis, no alcanzaban los productos. Ahora lo más reciente es el tema de la gasolina. El grupo comunitario nos sirve para interactuar con la población, ahí denuncian, formulan quejas de todas estas cuestiones económicas, de la elaboración del pan, del derrame de aguas albañales; nos van formulando los problemas. También está el momento del despacho. El delegado tiene que designar un día y un horario para despachar con sus electores, para que ellos vayan para buscar al menos el aliento, o la seña, o la luz, de cuándo se va a resolver la situación que tiene. Yo despacho todos los miércoles, y hoy ese evento para mí no funciona, porque lo hago a través de ese intercambio que tengo con ellos; y ha tenido un impacto súper positivo desde el punto de vista de que las políticas económicas de gobierno no afecten mucho a la gente; es decir, que en el Consejo Popular Rampa logramos organizarnos desde el inicio de la pandemia. Es un Consejo que tiene la mayor representación de los organismos de la Administración Central del Estado, y antes de municipalizarse la comercialización de productos, los consumidores de otros municipios los adquirían allí de forma ordenada, planificada. Llegamos a lograr que la gente supiera qué día y a qué hora compraba el mes próximo, y eso favorecía que el impacto en la actividad laboral de que estábamos hablando, no fuera muy importante, porque las personas ya llegaban ese día y en aproximadamente el horario indicado podían comprar.

Para poner dos ejemplos, tenemos el tema de la gasolina, que todavía está la crisis; dicen que debe mejorar a finales de mayo o principios de junio; esa es la proyección, pero hoy está entrando menos gasolina que cuando comenzamos a organizar eso. Recuerdo que el impacto en lo familiar era fenomenal. Yo vivo cerca de El Tángana, al lado de la embajada norteamericana, y veía a aquellas personas, aquellos hombres, aquellas mujeres con sus niños durmiendo de noche en un carro, y las oía decir: «Llevo siete días aquí, ocho días, y cada vez que estoy más lejos», porque otras personas se metían, y fue un detonante. Yo me decía: «¿Cómo transformo esto, cómo minimizarlo?». Fue definitoria una tormenta local severa que hubo hace más o menos un mes que parecía un tornado, que el mundo se iba a caer, y yo había apreciado, momentos antes, más de mil carros en los alrededores, con personas dentro; yo pensaba: «¿Dios mío, ¿qué es esto?». Vi a aquellos choferes a la desbandada tratando de preservar sus carros, sus vidas, y ese mismo día dije: «Esto hay que resolverlo», y al día siguiente, haciendo uso de lo regulado en la Constitución de la República, convoqué hacia el lugar a autoridades de CIMEX, convoqué a la comunidad, porque todo esto tiene un componente comunitario, sin la comunidad yo no hubiese podido hacer nada. No es Pedro; Pedro es el del pedacito, el de la idea, pero si no hay un acompañamiento comunitario no hay nada, y convoqué a gente de la comunidad como mismo lo hice en el tiempo de la pandemia para el asunto de los alimentos, y llegamos ahí. Es increíble cómo se lucra con las necesidades de la gente: cogimos a un personaje que cuando le ocupamos las listas, vimos más de ciento cincuenta, doscientos turnos vacíos, que después nos enteramos que los vendía a mil, dos mil pesos; de ahí eran las quejas de la gente porque la cola no avanzaba. El problema económico que hay se magnifica de tal forma que los efectos son desastrosos.

Hoy por hoy nos falta mucho por hacer; tenemos muchas ansias de seguir perfeccionando los procedimientos, porque nada de esto que les estoy diciendo es perfecto. No piensen que es como el trabajo periodístico aquel que hacía pensar que en Marianao había de todo. En Rampa no hay de todo, lo que hacemos es, en medio de las carencias, tratar de que las personas sufran el menor impacto posible. Hoy las personas compran su combustible sin necesidad de dormir en su auto, cerca de la gasolinera, durante días. Creamos un grupo de Telegram para esto, a las personas se les informa la llegada del combustible, les transparentamos la cantidad que llegó, y a razón de cuarenta litros por carro, ya saben cuándo les toca, y les decimos a los choferes en qué horario ir; o sea, el impacto en su tiempo, que es fundamental para toda actividad, se lo disminuimos hoy. Hay una decisión gubernamental de pasar a la aplicación Ticket, una aplicación que, por lo que dicen — yo nunca la he usado, pero lo oigo decir mucho — , es una plataforma que no es funcional y que lo que hace es empeorar el efecto de la crisis, y la gente no la quiere; prefiere la “apk” nuestra, que le pusieron de nombre de Pijirigua, por la guaracha de Pedro Luis Ferrer, que dice que “quiere seguir a la antigua”. Realmente, hay veces, en esa forma gubernamental que tenemos para organizar procesos, que tenemos la intención de llegar a lo deseado más allá de lo posible, sin tener en cuenta que hay cuestiones de infraestructura del primer mundo cuando estamos en el tercero; que la tecnología aún no nos permite llegar a esa comodidad que desde su casa pueda reservar cualquier servicio, y esa plataforma ha tenido muy mala recepción en las personas, y no la quieren, simple y llanamente; la gente quiere seguir con Pijirigua, y ahí estamos en ese tema.

En el aspecto económico, siempre hemos hecho una Feria en Línea y L, todos los sábados, y la hemos ido potenciando. Yo la he llamado multiferia por la importancia que le damos a su variedad de ofertas. Yo digo que ir a un lugar a comprar un plátano o un boniato es importante, pero si va acompañado de alimentar también el espíritu, por la parte cultural, lo es mucho más. Y ahí, como Consejo Popular, lo ofrecemos. Porque además los actores no estatales, fundamentalmente, necesitan un acompañamiento; estamos teniendo encuentros mensuales con ellos a los cuales invitamos a la DIS, los llamados inspectores, a los tribunales, a la ONAT, para que los acompañen en su empeño; eso nos ha posibilitado llevar a esos actores a la comunidad, y hoy tenemos mipymes allí. La gente dice que no son mipymes, que son revendedores, y los hemos sumado al parque con un principio, todos los actores que van a ese lugar deben vender por debajo de los precios que existen; no pueden vender un refresco a ciento cincuenta pesos, tiene que tener un precio inferior. Los agricultores están yendo y están vendiendo al precio de feria fijado, y eso ha tenido un impacto tremendo en la población; hay un nivel de competitividad y de precios. Las galletas de chocolate, de fresa, que están a ochenta y a noventa pesos, en ese parque se venden a sesenta o cincuenta y cinco; la cerveza, que está a ciento cincuenta, se ha vendido hasta a ciento veinte, o ciento treinta pesos. Parece que no, pero esos pesos de diferencia repercuten en el bolsillo.

Así se va creando una competencia entre los vendedores que asisten. En la última feria que hicimos me llamó el dueño de una mipymes y me dijo: «Yo necesito que usted confíe», porque para vender allí tiene que entrevistarse con nosotros para establecer principios: productos que tengan impacto en la población, que mejoren su situación económica. Él me decía: «Yo sé que usted tiene un procedimiento, pero yo le pido confianza, le pido que vaya ahí, o sea, ir ahí y después hablamos». Yo solo le dije: «Los precios tienen que ser asequibles». Cuando llegó ese hombre, los paqueticos de galleticas de chocolate estaban a treinta o cuarenta pesos, y muchas personas lo asediaban para comprar, y otras para revender. Al otro día lo estaba llamando y le dije: «La misma confianza que yo tuve en usted, usted debe tenerla en mí; tiene la obligación moral de acompañarme todos los sábados y seguir haciendo lo que hace, porque en algún momento ese revendedor va a pensar: “Coño, sigo comprando las galletas y este hombre sigue vendiendo a menor precio”, y entonces no tendré otra opción que bajarlas». Eso tuvo una repercusión en el acceso a las galletas, sobre todo de los muchachos. De esa forma es cómo podemos, como sociedad, como organización minimizar los efectos de una crisis económica, de una economía cotidiana muy convulsa. Si hay algún país en el mundo que puede hacer algo en función de aliviar la situación de la vida cotidiana, es Cuba, porque tenemos organizaciones en lo social, en lo político, en lo gubernamental, que pueden enfrentar y disminuir, en algún grado, las situaciones económicas que afrontamos.

Rafael Hernández: Desde Ecuador, Ismael Bernal quiere comentar esta misma pregunta; es decir, qué efectos tiene la economía sobre la actividad y la reproducción de la vida en el medio laboral, en la familia y la comunidad, en el entorno de Esmeraldas, Ecuador.

Ismael Isaac Bernal: Un enorme abrazo, y mi agradecimiento por la invitación a este espacio, que me parece fundamental para entender un poco el contexto global.

En el caso de Esmeraldas, la situación de crisis se empieza a configurar en 1970, cuando el Estado ecuatoriano toma la decisión de cambiar la matriz productiva; pero antes de preguntarnos qué efectos tuvo, preguntémonos cómo se producen y quiénes los causan. En este caso, el Estado, como un conjunto de relaciones de poder, al cambiar la matriz productiva despoja a Esmeraldas de una actividad agrícola, el banano, e instala una refinería para procesar crudo extraído del oriente ecuatoriano, con la promesa de que eso iba a generar empleo; cuando, a partir de ese cambio, en el 70 la población quedó desempleada, porque se dedicaba a la estiba, al monte y descarga del banano, y resulta que la refinería llegó con su plantilla de trabajadores y la gente siguió desempleada.

Este período termina en 1998 porque ocurre un gran incendio en Esmeraldas, y esto pues un poco genera el rechazo a la refinería, que si bien responde tanto a las lógicas de las fuerzas del Estado, como al mercado que nos atraviesa, porque en Esmeraldas se producen 110 000 barriles diarios de crudo, que se comercializan en todo el sentido de la palabra. Luego nos introducen, por ejemplo, la lógica instrumental del espacio, basada en el turismo de sol y playa; es decir, la mercantilización de nuestro paisaje, que pienso es un punto de coincidencia con Cuba, donde también se habla mucho de turismo. Cuando vienes a ver, todos estos escenarios tienen que ver con la lógica de instrumentalizar el espacio; pero además, en Esmeraldas hay una gran población afrodescendiente, otro proceso que incide en la racialización de sus habitantes.

Cuando hablamos de los efectos que tiene una situación de crisis dentro de la población, hay que apuntar que Esmeraldas es una de las ciudades más violentas del mundo a causa de la falta de empleo, y de educación. Solo tiene una universidad pública; por lo tanto, nuestros jóvenes no tienen acceso a ella, y como decían al principio, el conocimiento es aquello que nos emancipa y libera, y su ausencia posibilita nuestra esclavización.

Uno de los efectos fundamentales que se empezaron a articular es la desregularización del Estado, en un contexto donde, según los datos del Instituto del Censo Nacional, no hay trabajo. E Solo dos de cada diez esmeraldeños tiene acceso a un empleo en condiciones; es decir, hay una brecha de ocho personas que directamente no tienen trabajo o se dedican al comercio irregular, porque la gente ha intentado encontrar su mecanismo de subsistencia, También se empiezan a reconfigurar otras prácticas, como la pesca, porque Esmeraldas está en el perfil costanero e históricamente ha sido un territorio de pescadores , Básicamente, entonces, en medio de la crisis de violencia que estamos atravesando, que desde mi punto de vista empieza a mediados de 2018, empieza también el cambio de la línea política de gobierno en el país; por eso no podemos desvincular lo económico de lo político e ideológico y de la vida cotidiana. Al menos en mi territorio tenemos situaciones muy complejas como coches bomba en la ciudad, decapitados en las calles, y lastimosamente uno de sus efectos es la reducción de la esperanza de vida; tenemos una tasa de homicidios intencionales de 66 por cada cien mil habitantes ; y hay un encarecimiento de la vida; es más caro vivir porque para resolver la vida cotidiana hay que pagar más por el servicio de transporte; para sostener, por ejemplo, un kiosco, requiere que contratar seguridad privada, un cerco eléctrico, cámaras de seguridad. En ese sentido podemos hablar también de necropolítica; es decir, la toma de decisiones a partir de quién vive y quién muere, y el Estado ecuatoriano ha tomado la decisión de dejar morir a Esmeraldas. En cincuenta años no ha resuelto, por ejemplo, el acceso al agua potable, que es un derecho fundamental para la vida, e incluso para que el mercado y las inversiones funcionen, y hay abandono también ese sentido. También podemos hablar de anarco-capitalismo, que es la toma de decisión deliberada, en el sentido extremista de la palabra, de que cada persona tiene que vivir en su metro cuadrado y producir su vida a partir solo de sus propias condiciones y herramientas; o sea, recargar a la población con la responsabilidad de las dinámicas económicas, que es lo que se está haciendo en el caso del Ecuador o al menos en Esmeraldas. Le están diciendo a la gente: «Échale ganas», y este echaleganismo lo que produce es una autoexplotación; es decir, no suficiente con la relación que tenemos con nuestro empleador, por ejemplo, ahora tenemos que lidiar con la autoexplotación, en un contexto cargado de violencia., donde prácticamente te ponen explosivos en tus locales porque extorsionan a los comerciantes, y no hay garantías en ese sentido, entonces

Mientras todo esto sucede, el sistema bancario, curiosamente, ha incrementado sus utilidades, el Estado y el mercado, entendidos como fuerzas de poder, instrumentalizan el espacio, racializan a los habitantes, y los introducen en complejos escenarios de reducción de la esperanza de vida, el encarecimiento de la cotidianidad, la violencia y la muerte. De hecho, en Esmeraldas 56% de sus habitantes vive en condiciones de pobreza, 26% en extrema pobreza; las familias, mayoritariamente, tienen que vivir con alrededor de un dólar al día.

La solución sería que las políticas públicas fueran insertadas en pro de la comunidad, pero tenemos un gobierno de derecha que no hace inversión social, y en este marco hay una privatización de la vida cotidiana.

Rafael Hernández: Estamos teniendo una perspectiva desde otro ángulo sobre el mismo problema, y eso usualmente contribuye a que podamos ganar en profundidad en relación con los problemas que estamos discutiendo aquí.

Voy a dejar en suspenso por unos minutos las respuestas de Georgina y de Katia a esta misma pregunta que han comentado Pedro e Ismael para darle la palabra al público.

Denia García Ronda: Más que una pregunta, es una petición al panel, y es que tuvieran en cuenta los estamentos de la sociedad, los distintos elementos; la cubana es una sociedad heterogénea, y veo que, en general, lo que se ha tratado es el segmento más popular. Por supuesto es el mayoritario y el que más problemas tiene, pero pienso que marcar la heterogeneidad social indica que no puede haber una solución o incluso una reflexión generalizada porque, por ejemplo, no es lo mismo una mujer negra de setenta años jubilada en Guantánamo que un funcionario público de cuarenta y tantos años, hombre, blanco, que viva en Kohly, en Nuevo Vedado o en Miramar. Igualmente, los distintos estamentos de la sociedad no funcionan de la misma manera en cuanto a la reproducción de la vida, ni en cuanto a la comprensión incluso de los problemas que afectan a la sociedad toda; no reaccionan igual, desde el punto de vista psicológico, ante las dificultades que se les puedan presentar a un vecino o a un trabajador. Todo eso influye también en cómo asumen su cotidianidad laboral, qué actividad realizan, etc. En el centro de trabajo también se reproducen maneras de pensar y actuar. Creo que, por lo menos como advertencia, es necesario decir que la sociedad no es homogénea, que no son los mismos problemas para todo el mundo, ni se enfrentan de la misma forma. Eso es lo que quiero pedir.

Ovidio D´Angelo: En relación con esta última pregunta, que tiene relación con la primera, me parece, como están demostrando las investigaciones, que la situación de crisis — socioeconómica, política, social, de todo tipo — , que se ha incrementado en los últimos años, ha producido una transformación profunda en el sistema de relaciones sociales, en los estamentos de la sociedad, en las expectativas de vida de distintos sectores de la sociedad. No hay que ir muy lejos para comprender que hay una gran cantidad de trabajo informal, por llamarlo de alguna manera, y de trabajo delictivo también, para llamarlo de otra; que ha proliferado también una baja estima de la propia actividad laboral estatal, que ha aumentado, de alguna manera, la enajenación en gran medida en los sectores no estatales ( también en los estatales), aunque tienen mayor salario, mejores condiciones de vida, etcétera; sin embargo, el nivel de explotación a que están sometidos a veces es muy fuerte, y creo que todo esto ha llevado — y lo hemos estado viviendo a través de diferentes procesos de distinto tipo — a una experiencia creciente de desencanto en muchos sectores de la población, y a una experiencia de subsistencia mínima en otros, que se acercan a los de la tercera edad, a los jubilados, a los que tienen pocos ingresos, a los que no reciben remesas desde el exterior o que no tienen otras ayudas, aunque, como decía el colega ecuatoriano, con algunas garantías del Estado, que en algunos casos han entrado en situación de precariedad, como es en el caso de la salud, el consumo, etcétera.

Pienso que aquí hay una cuestión importante que tiene que ver con la complejidad de la situación, a la que Georgina se refería; y es que las subjetividades van por un lado y las institucionalidades por otro; no hay todavía un acercamiento entre cómo la institucionalidad puede propiciar garantías de calidad de vida a diferentes sectores de la población, más allá de las iniciativas creativas de algunos actores, como Pedro Lizardo, para administrar la miseria de alguna manera, porque el problema está, finalmente, en el tema que se está enfatizando en el discurso, y la ley lo garantiza: la autonomía local, sin condiciones para ejercerla plenamente por capacidades, por medios, formación, competencias que hay que atribuirles, y muchos otros factores; y la macroeconomía va por otro lugar. Cuando uno observa, a nivel de la cotidianidad, la relación entre lo macro, social, económico y político, y lo micro las formas de vida de los distintos estamentos de la población descubre fenómenos de desigualdad muy grandes, y pienso que eso tiene un efecto muy negativo sobre estas experiencias de vida de la población.

Rafael Hernández: Les doy la palabra, sobre este mismo punto, a Georgina y a Katia.

Georgina Alfonso: Las preguntas que yo había solicitado responder tienen que ver con el tema del tiempo, la corresponsabilidad entre los espacios laborales y domésticos, las repercusiones que tiene para las personas la disponibilidad de tiempo, y cómo, desde la vida cotidiana, entender su uso en una sociedad en crisis.

Lo primero que quiero decir es que el hecho de que nuestra sociedad sea heterogénea, diversa, es una potencialidad desde el punto de vista económico y político, y no justifica las desigualdades. Tampoco que tengamos una sociedad bloqueada y en crisis justifica que tres generaciones hayan vivido peor que la anterior. Eso crea un sentido de desprotección social, de que en esta sociedad no se puede realizar un proyecto de vida, de que hay que abandonarla. Cuando una persona llega a ese estado, que no ve en su comunidad, en su entorno familiar, la manera de realizar la vida; cuando no encuentra perspectivas en esos espacios de socialización sencillamente los abandona, porque hay en el ser humano eso que se llama rebeldía, que por encima de todas las cosas va a hacer un proyecto de vida, lo va a construir, siempre va a buscar aquellos lugares donde encuentre mejores condiciones para hacerlo, y por eso no hay economía sin economía política, y la gran obra de Adam Smith, el teórico clásico de la economía del capital, terminó siendo un libro de economía política.

Entonces la cuestión está en que cuando nos planteamos una economía basada solamente en mecanismos, en lineamientos, en la cuestión contable del costo y la ganancia, solo en aquello que determina la dimensión económica de la vida de las personas, el sentido común te lleva a que la economía mejor es la que más dinero produce y está mejor aquel que tenga más y pueda comprar entonces el espacio más dinámico de la sociedad, donde las personas encuentran la realización de su proyecto de vida: el espacio mercantilista, que no es el mercado. Este es una plaza económica importante para la realización del valor de la mercancía, y porque vivimos en una economía de relaciones monetario-mercantiles. Convertirlo en un demonio impidió también que nos diéramos cuenta de lo importante de que el sujeto transformador, productor, entendiera que el mercado es una plaza donde se realiza lo que produce.

El sentido del proyecto de vida de las personas es la igualdad; ese ha sido un valor que ha conducido a las grandes revoluciones, la lucha por una igualdad que no dé privilegios a unos por encima de otros, y donde por raza, por lugar donde viva, por territorio, por edad, nadie quede excluido de esa construcción de lo social. Creo que hay un elemento que estamos olvidando, en Cuba, en los análisis económicos: la centralidad del trabajo. Si vamos a medir el avance económico de una sociedad por la riqueza que tenga, o por la cantidad de productos que se pongan en el mercado, hay que pensar en quién y en dónde se produce la riqueza, que es en el proceso de trabajo. Lo primero que pierde la persona que trabaja, o sea, el productor, es su tiempo de trabajo, porque se invisibiliza y se explota a la persona a partir del uso que otros le dan al tiempo. Si para reproducir mi vida, para sostenerla, tengo que dedicarle más horas a trabajar porque con el salario que me pagan no puedo realizar mi proyecto de vida, soy una persona explotada. Después de la pandemia, en el mundo ha aumentado considerablemente el tiempo de trabajo, pero el remunerado, y eso tiene que ver con el empobrecimiento de las personas; o sea, estamos siendo más explotados desde el punto de vista económico, porque tenemos que dedicarle mucho tiempo al trabajo para poder acceder a aquello que necesitamos para reproducir el gasto que tenemos en el propio proceso de trabajo. Esto sin contar con que en el proceso aparecen otros elementos como son la flexibilización laboral, la domestización del trabajo, entre otros. Después de la pandemia, sobre todo las mujeres hemos tenido que asumir una carga vinculada a la salud, que antes cubrían las políticas sociales, los servicios educativos, una serie de tareas que antes entraban en beneficios sociales que uno recibía, y que ahora tiene que acceder a ellos comprándolos en el mercado, o realizándolas por sí mismo; por tanto, hay que dedicarle mayor tiempo al trabajo, sin condiciones ni límites.

Un ejercicio clásico que se hace en la economía feminista es el del reloj: de cuánto tiempo se dispone para las tareas que tienen que ver con la producción y la reproducción de la vida, y ahí uno se da cuenta de cuántas personas se apropian de un recurso que es importante en economía, y precisamente el que, otros se apropien de él, que es una dimensión de la vida, y que uno no tenga control sobre ese recurso tiempo, lo pone desde el punto de partida en condición de desigualdad económica, igual que cuando uno no tiene el recurso espacio, por eso cualquier emprendedor, o dueño de una mipymes, o administrador de una fábrica en Cuba, lo primero que dice es: «Yo necesito un local para trabajar», porque lo primero que uno necesita es identificar un espacio propio.

Hay dos cuestiones importantes junto a la centralidad del trabajo, que tienen que ver con la cultura del trabajo en Cuba, y con las formas en que se distribuye la producción, o sea, cuánto el productor puede acompañar el proceso de distribución de la riqueza que produce mide el grado de democratización de la economía. Eso es un sentido político de la economía, no es solo producir algo y ya no tener nada que ver con su destino. El trabajo tiene un carácter social, y eso no solamente se da porque está en un proceso productivo donde hay un intercambio, sino que también a la persona que produce le interesa saber qué pasa con su producción. Cuando esa pregunta no la hace, es porque hay una enajenación del producto de su trabajo. Esas son cuestiones de economía política, que de alguna manera hemos perdido en los análisis económicos, porque hemos ido a un pragmatismo, a un economicismo, a creer que la economía es solamente es dinero, ganancia y mercado.

Rafael Hernández: Katia, tienes la palabra sobre la pregunta relacionada con la reproducción de la vida en el centro de trabajo, en el hogar, en la comunidad, y también con la última, sobre la disponibilidad y uso del tiempo, no del determinado por la ocupación y el salario, sino por tareas accesorias, acciones y necesidades perentorias, que absorben cantidades enormes de tiempo en todo tipo de actividades, no solamente en buscar la comida.

Katia Siberia: Muchas veces he dicho que uno mismo es el propio ejemplo. El director del periódico donde trabajo me dice: «¿Cómo puedes?, tú estás sola en esta crisis, en una provincia, sin familia, con niños pequeños, sin transporte., Bueno, yo trataba de ver cómo confluían las cosas en ese tiempo; cómo esas veinticuatro horas se convertían en cuarenta y ocho o en setenta y dos, y cómo podía saltar tantos obstáculos y aprovechar el tiempo eficientemente.

Cuando trataba de prepararme para este panel, recordaba la famosa frase time is money, y me dije que en nuestro país ahora mismo, sin desconocer que el tiempo empleado en labores productivas genera desarrollo y es importante, también está significando esperanza; o sea, tenemos tiempo para seguir creyendo que es una cuestión de tiempo alcanzar nuestros objetivos; para avanzar en nuestras metas y no estar, digamos, siete meses en un trámite, para colmo infructuoso, incompleto; para lograr hacer lo más elemental; para el ocio; para ver una película cuando no nos estemos rindiendo de sueño por la noche. O sea, tenemos tiempo para aprovechar eficientemente nuestro tiempo, o que el tiempo empleado en un sacrificio, se corresponda de alguna manera con el que voy a recibir ese beneficio; que haya un mínimo, una compensación, un equilibrio. A veces perdemos literalmente el tiempo, o nos lo hacen perder. En esa dicotomía de la que hablaban los otros panelistas, vemos personas, mientras vamos camino a casa después de ocho horas de jornada, que entran a una paladar, se toman un vino, comen algo al carbón, y otras que van a su casa y encienden el carbón, porque no tienen una hornilla, y se comen un pedacito de vianda. Da la sensación de que viven tiempos diferentes, y en efecto, aunque transcurra el mismo tiempo físico, están en paralelo viviendo dos, tres, cuatro realidades diferentes, contrastantes; desigualdad que ahora mismo nos lacera, nos duele, y en medio de todo esto nos seguimos dando el lujo de perder el tiempo, de no hacer las cosas en el momento en que se espera que se haga.

Desde los medios, esto supone además un riesgo enorme, porque dígase el apellido que nos quieran poner, público, oficial, oficialista, en fin, creo que nos define el discurso de qué hacemos, pero ahora mismo los medios se mueven de una manera que lleva a una crisis de credibilidad; o sea, quizás el hecho de no tener tiempo para ver el impacto de algunas medidas, o de que algunos hayan decidido no esperar más y hayan optado por ir a vivir a otro lugar, nos deja también con una crisis de credibilidad o de consumo hacia los medios oficiales cubanos, que deberían tener la misión, o el encargo, o mejor el propósito, de reflejar esta crisis, esta dicotomía entre diferentes sectores de la sociedad, que están interactuando y están viviendo el tiempo de manera tan diferente.

Creo que nuestros medios, vamos a decir, no se cuestionan demasiado la realidad que estamos viviendo, que existe, fundamentalmente, un periodismo moderado en el que abrimos y cerramos comillas, en el que, más que dar nuestra opinión, nos hacemos eco, de alguna manera, del discurso oficial. Los libros, los profesores, los dirigentes de los medios nos han dicho siempre que hay que ser objetivo; pero la objetividad muchas veces nos limita, nos vuelve autómatas, no nos permite tomar posturas, y yo creo que ante el discurso, ante la realidad, ante el país que estamos viviendo es impostergable que los periodistas también tomemos posición ante algún hecho,, tengamos criterios propios y contemos con esos espacios para para ejercer el criterio responsablemente, o incluso si llegado el momento no se fuera tan responsable , bueno, es un derecho que tenemos, y generaría entonces conversaciones, debates, consensos. Bienvenido en el caso de que sea así.

Yo no absolutizo, no puedo decir que sea todo lo que estamos haciendo ahora mismo sea así, pero todavía tenemos espacios donde hay una especie de mítines o de maratones donde cada provincia muestra la plaza que está lista para la marcha del día siguiente, y después cómo resultó la marcha; y pasa el tiempo y en nuestros medios no visibilizamos nuestra otra realidad. Entonces, no solo estamos perdiendo el tiempo, estamos perdiendo la palabra porque no nos leen o no nos creen. Varias veces nuestro decano, Raúl Garcés, luego del profesor Julio García Luis, nos decía en clases que cuando tengamos una nueva política, un nuevo modelo de gestión, cuando tengamos…, cuando tengamos…, no vamos a tener público; y yo creo eso ahora mismo. No quisiera ser tan pesimista, y decir que es una cuestión de tiempo, que hacia allí vamos, porque tengo todavía esperanzas, pero sé lo que está sucediendo en muchos medios oficiales cubanos. Cuando uno revisa el declive de la recepción o el consumo de lo que estamos diciendo, y tengamos que replantearnos constantemente por qué nos está sucediendo esto, cuánto tiempo vamos a tener para revertir tal situación, y si cuando podamos revertirlas tendremos lectores.

Creo ahora mismo que es una situación muy compleja, que ojalá esta crisis fuera temporal, pero como está el momento en el que estamos viviendo, y con todo a lo que nos obliga la premura y la inmediatez nos han hecho tomar con ligereza cuestiones esenciales, y los medios han quedado rezagados a la hora de mostrar estas complejidades. No voy a decir que me avergüenzo, pero sí que me duele mucho cuando consumo los medios cubanos, provinciales y nacionales , y como cubana, como ciudadana, muchas veces no me siento representada; y pienso que si yo, con inteligencia media, con capacidad de entender, con acceso a información que no siempre está disponible para todos, me siento así, ¿cómo se sentirá entonces mi abuelo, combatiente del Escambray, como se sentirá mi papá, que dice: «No puedo comprar viandas; yo produzco viandas y no las puedo pagar». De qué forma le explico: «No te jubiles, espera un poco, continúa trabajando»; ¿cómo logro transformar en mi pequeñísimo medio de acción a mi papá, a mi abuelo, a mi hija?, ¿cómo les pido que esperen, que tenemos tiempo, que ahora sí. Traducir ese optimismo, esa esperanza desde los medios, muchas veces me estresa, termino con problemas en la presión arterial, porque es muy complejo, y uno siente que tiene, además, varias responsabilidades, varios lectores, varios sectores a los que favorecer o a los que explicar, y no siempre logra hacerse con la calidad ni con la honestidad que se debe.

Entonces, todos estos análisis del tiempo nos obligan a emplearlo eficientemente y a repensarlo una y otra vez, porque no tenemos mucho, o no todo el deseado. Creo que hemos sido demasiado recelosos quizás, y que esa filosofía de que hay más tiempo que vida, nos está haciendo mucho daño. Ojalá que pueda estar equivocada.

Alberto Guerra Naranjo: El reto es no perder el tiempo, sino tratar de ganarlo. He estado viendo que según lo que informa Telesur, Latinoamérica es una de las regiones del mundo donde más se consume Internet y redes sociales; o sea, que en momentos de crisis como el que vive Cuba, hay una nueva velocidad, que es la de las redes sociales. Por ejemplo, todos los días yo me muevo desde donde vivo, hasta donde vive mi madre, en Marianao. Mi tiempo cambió, yo era un escritor de novelas, y mi mayor tiempo lo dedicaba a eso; y se acabó, porque me debo a mi madre, que vive sola; por tanto, mi velocidad cambió, y entonces, como tengo cierta ansia profesoral, me gusta tener estudiantes, gente a la que ofrecer algo, creé un grupo de WhatsApp, y otro en Facebook, y en ellos producimos literatura, bienes espirituales, que también son necesarios y salvan la vida en tiempos de crisis. Ahí hay gente intercambiando no solo conmigo sino con el grupo; empezamos por mí, y ya somos seiscientas o setecientas personas, desde todos los países posibles, e intercambian entre ellos, o sea, yo me puedo morir, incluso puedo abandonar el grupo y ellos siguen, ellos continúan intercambiando bienes espirituales que salvan la vida, salvan la vida y se aprovecha el tiempo o se pierde menos tiempo.

Al principio escribía minicuentos, y los amigos me decían que no lo eran, que el minicuento tiene unas reglas específicas, tiene que ser poéticos, y no sé qué más. Por eso empecé a escribir “miniAlbertos”, o sea, los ajusté a mí. En eso, soy el etrusco de La Habana Vieja, como decía Lezama, el centro del mundo, miro a partir de mí todo lo que ocurre. Nadie me impone nada, intento ser libre, y esa es una manera de ganar el tiempo, con tus recursos, con tus poderes. No todo puede ser llanto y lamentación, porque la vida es única y pasa en un tiempo y en un espacio determinados y casi nunca se puede vivir dónde y cómo da la gana.

El hombre piensa como vive, y a mí me diseñaron para ser libre, y las condiciones en que me estoy desenvolviendo últimamente no me lo permiten, pero tengo un propósito, y la persona que tiene propósitos es libre porque tiene algo que hacer, la persona que tiene propósitos y formación, educación, e instrucción para llevarlos a cabo no se vende ni se regala tan fácil. Veo en la sociedad que mucha gente va por el camino de la violencia — ahí están las anécdotas — , del robo, la ilegalidad, el maltrato, el sálvese quien pueda. Ese es un camino donde la crisis te pone; pero hay otra manera de salvarnos, y está en el uso del tiempo y en el de todas las armas con las cuales te prepararon con anterioridad. Y esto va más allá de la economía, más allá de la política; esto es la vida. No es que yo sea perfecto, pero estoy buscando soluciones, no quiero morirme siendo un viejito cañengo, tengo fuerzas para evitarlo.

Rafael Hernández: ¿Alguna pregunta o comentario desde el público?

José Oriol González Martínez: Hablo desde Cumanayagua. Soy fundador de Teatro de los Elementos, grupo con treinta y tres años de vida, y me ha interesado mucho todo lo que he escuchado en el debate; he encontrado muchas cosas que me son afines, y quiero referirme al punto de los efectos que tiene una situación de crisis sobre la actividad laboral y la reproducción de la vida.

Pienso que la actividad laboral y la reproducción de la vida se achatan, por decirlo de alguna manera, y que el centro de trabajo muchas veces es el lugar que responde a la no exigencia actual; o sea, los problemas cotidianos de la cola, la farmacia, el niño enfermo, la carestía, aplastan mucho, y se pierde eso que llamamos la ética del trabajo. Cuando se trató, durante el Período Especial, de entrar en la llamada opción cero, Fidel estuvo muy claro al hacer un llamado a la población, de que si tuviéramos que llevar la vida en las montañas sería para vivir en cuevas, aprovechar el agua de los ríos, hacer cultivos de ciclo corto, criar determinados animales que pudieran darnos la sobrevivencia, y trabajar con los bueyes y otros animales de labranza. Dejó muy clara una perspectiva de crisis en la cual habría que practicar la movilidad, hacer un desplazamiento, sacrificar unos espacios.

Para mi asombro, y es a lo que quiero referirme, hoy los frenos burocráticos de la sociedad la hacen inamovible, hablamos de un país donde dan el combustible preciso para enterrar el muerto del día — en estos pueblos pequeños es así — , y las ambulancias ruedan solo para las catástrofes, y para eso existen; pero nadie habla de renunciar al automóvil, ni al lugar donde está para mudarse a un sitio más conveniente, y producir; se quiere salir de la crisis en el estado de confort que se ha tenido siempre, y a mi modo de ver eso es verdaderamente imposible. Somos un país pobre, en algún tiempo monocultivador, que hemos tenido que negociar, a lo largo de la historia, con diferentes metrópolis para sobrevivir; de hecho, lo estamos haciendo nuevamente, y eso provoca un escepticismo, en términos sociales, donde la gente pierde el rumbo.

Nadie hay nada tan creativo como un cubano — quizás esa sea mi tesis — , pero creo que el imaginario nacional (en este caso hablo desde la perspectiva de mi humilde pueblo intramontano) está muerto; el imaginario de salvar las aguas contaminadas de los ríos; de desalfabetizar toda esa mecánica horrible y catastrófica de Internet y las redes virtuales; de recuperar las vías de la lectura, de volver a aquello que el Romanticismo se propuso: el hombre hacia la naturaleza. O sea, hay una utopía en la manera de querer salvar esa crisis, un llamado a que el centro de trabajo, el hogar, la reproducción de la vida, tienen que ser tratados desde una pauta que no puede ser la tradicional, que no puede ser la pauta del confort; algo hay que sacrificar, y creo que los artistas, los escritores, los intelectuales, estamos en un momento ideal para intentar producir una segunda alfabetización de la nación. A mi modo de ver, estamos todos conminados a enseñar, para decir cuál es la latitud, cuáles son los rumbos, porque nosotros, felizmente, conservamos la esperanza, la espiritualidad, y mucha gente a nuestro lado la ha perdido.

Rafael Hernández: Gracias, José, es muy interesante tu contribución, te agradezco mucho, y tanto lo que tú dijiste ahora como lo que mencionaba antes Alberto son aspectos fundamentales en la reproducción de la vida, de la que estamos hablando en este panel.

Silvio Gutiérrez: No quisiera irme sin por lo menos comentarles una parte de la experiencia de mi vida en otra situación, muy parecida a esta. La segunda y definitiva vez que retorné a La Habana, desde Villa Clara, corría la desintegración y desaparición del campo socialista, y a un grupo muy reducido de compañeros un representante del CITMA nos dio una conferencia, y para mí fue muy impactante ese momento, cuando nos advirtió que a partir de ese momento íbamos a ver cosas en Cuba que ya no existían: la pobreza extrema, la prostitución, el incremento de la religiosidad, la desobediencia social. Nos ilustró una situación terrible, y muchas de esas cosas se manifestaron en el Período Especial. Después nos fuimos recuperando, y esa misma interpretación, hace dos o tres años atrás, la hizo un compañero, cuando estábamos en una reunión también pequeña. Me dijo: «Esas medidas que tomó Trump ahora van a conducir a que en este país falten alimentos, combustible, etc., y eso va a provocar falta de alimentación y desaliento en el pueblo”. Todo esto que hemos escuchado aquí es el resultado de esa decisión, de las 243 medidas tomadas durante el gobierno de Trump, y que aquel compañero pronosticó: vamos a tener dinero que no vamos a poder usar, los barcos no van a poder llegar al país, y todo lo demás. Increíblemente, fue como volver a vivir aquel momento. Por eso felicito mucho a Alberto, a Pedro, y al director del Teatro de los Elementos, porque me parece que esa esperanza, en los momentos difíciles en que nos encontramos, nos da fuerzas, por lo menos a mí, para seguir y nos da la confianza de que vamos a seguir.

Recientemente, en un grupito también pequeño, estábamos, conversando sobre algunas medidas que ya se están divulgando y uno de los que estaban allí dijo: «Pero esa medida que se está proponiendo no se puede aceptar, va en contra de nuestra historia, va en contra de muchas cosas», y otro del grupo le replicó: «No exageres, hay que vivir, por lo menos vamos a vivir un mes más».

Rafael Hernández: Creo que hay un grupo de cosas interesantes, que si no pensamos en que esta es una sesión donde varios expertos vienen a producir un diagnóstico, sino a intercambiar perspectivas, que corresponden a ángulos, experiencias, y aspectos diferentes de la sociedad, y a dimensiones diferentes del problema que estamos tratando aquí, pues podríamos darnos cuenta de la riqueza de la sesión. Georgina quiere decir algo.

Georgina Alfonso: Yo trabajo en el Instituto de Filosofía, pero no hacemos filosofía desde un recinto cómodo de reflexiones teóricas; de hecho, nuestra apuesta metodológica es de la investigación-acción participativa; metidos en la transformación social, y no creo que sea porque haya que tomar medidas para vivir un mes más. Empecé diciendo que hay que tomar medidas para vivir, y no para vivir uno mismo, sino para vivir en comunidad, en solidaridad.

Acabamos de hacer un recorrido, con productores, por muchos espacios comunitarios de La Habana, y de todo el país, para ver cómo se eleva la producción de alimentos, y como sugería Alberto, y yo coincido, la capacidad intelectual, creadora, la cultura acumulada que tenemos las cubanas y los cubanos, es una oportunidad en las crisis, y eso no puede quedar solamente en algunas personas que piensan o que toman decisiones; no puede ser que de un lado estén los decisores y del otro estemos los que tenemos que hacer las cosas de los que deciden, porque esa no es la cultura política de esta sociedad; y hay una resistencia, hay un movimiento político interesante — que no se está teniendo en cuenta ni atendiendo — , de que podemos hacer las cosas y las vamos a hacer diferentes, de muchas maneras, porque lo que se agotó en este país es el pensar que había una única forma de hacer las cosas y que ya sabíamos cuál era; ese pensamiento sí no va a volver. Entonces yo creo que la oportunidad está, como dice Rafael, en que tenemos primero que saber. No es por gusto lo que está pasando con Buena Fe en Madrid. ¿Por qué la palabra temida sigue siendo comunismo?, ¿por qué el comunismo sigue siendo un fantasma, sigue siendo el terror? El comunismo de la creatividad, de la vida en común, de la vida colectiva, donde realmente la gente viva porque trabaja, porque comparte lo que tiene, es la cultura política de este país.

Por tanto, creo que no puede ser, y esa es la apuesta desde la filosofía, desde la academia, desde las ciencias sociales, que pensemos que tenemos que esperar a que los eruditos hablen o que los decisores tomen decisiones para hacer las cosas; tenemos que hacer cada día más, tenemos que tomar esa idea martiana de que el ser humano es esencialmente rebelde por naturaleza, y tenemos que salir a crear la sociedad en la que creemos; hay muchos proyectos de vida porque hay muchas Cuba, y no puede pensar igual el que vive en las montañas del oriente, en el Tercer Frente, desde donde vine hace una semana, que el que vive en el centro de La Habana. Son desafíos de cada cual; empieza por lo individual o lo personal saber cuánto uno desmonta estas lógicas dominadoras explotadoras, discriminadoras, raciales, patriarcales, racistas, porque eso lo lleva uno hasta en el inconsciente, y creo que, como decía Alberto, hay que tener iniciativa, hay que tener creatividad, y ese tiene que ser el proyecto individual, y es el desafío en este momento para salir de la crisis; no esperar que gurúes o eruditos y eruditas digan lo que hay que hacer, sino cada cual, en comunidad, buscar las mejores maneras de hacer las cosas, que van a ser muchas.

Rafael Hernández: Con mucha razón Ovidio mencionaba que la autonomía de lo local era muy difícil sin recursos, sin medios, sin potestades; por eso lamento que Pedro no se haya podido quedar hasta el final porque está trabajando. Él ha tenido iniciativas propias que no le han orientado de arriba, y eso que él llama hacer acompañamientos entre el sector no estatal y los inspectores es nada más y nada menos que unir lo estatal y lo privado, que es exactamente el desafío con el cual la mayor parte de las instituciones no lidia bien, y él a ese nivel lo está haciendo, y está orgulloso. Está claro en el tono de su voz no era que sintiera que estábamos muy bien, sino que sentía que estaba ganando una pelea; y le ganó incluso una pelea a quienes quisieron inventar una cosa electrónica para la gasolina, que era más moderna, pero menos funcional y menos eficaz que eso que él había inventado, que justamente es administrar la crisis; pero no hay nada como los mecanismos que se generan en el medio de una crisis para hallar fórmulas creativas en relación no solo con la imaginación, de la que hablaba José y su declinación, sino con la creatividad asociada a eso. Sin dirigentes de base creativos no hay manera de hacer mejor el trabajo con los recursos que se pudieran llegar a asignar en un momento determinado; y en eso, la experiencia comunitaria es clave en un momento como este, sin dejar de señalar todos los vacíos que existen al respecto, incluidas cosas tales, como el desafiante e imposible problema del control de precios, en el sentido este de producir mecanismos que atenúen sin abolir el mercado.

Me alegro mucho, aunque ha tenido una sola intervención, que nos hablara Ismael, desde Ecuador, porque es una perspectiva social y económica, pero también política; utilizó un término que no olvidaré: que es el echaleganismo, que en Cuba no se dice así, pero que se podría traducir al tratar de resolver las cosas nada más que con querer hacerlas, y eso definitivamente es algo que forma parte también de nuestra realidad, de nuestra economía política y de nuestra cotidianidad, y que podríamos salir de la crisis nada más que con echarle ganas, nada más que con entusiasmo, lo cual no niega, por supuesto, la importancia de tenerlo.

Quiero recalcar entonces lo que todos los que han intervenido han tenido en común, en relación con la cuestión que Georgina formulaba como la democratización de la economía, el sentirse parte, no solamente en hacer el trabajo y recibir un salario, sino en la vinculación con el propósito, con el uso y con el sentido que tiene la producción, y con hacerles preguntas a través de los medios, a que se refería Katia, al gobierno, a las instituciones que toman decisiones, que sean las preguntas de los ciudadanos. La Asamblea Nacional está aprobando una Ley de Comunicación, que como todas las leyes está ahora, a partir de que se promulgue, sujeta a ser aplicada, y cómo eso se traduce en el funcionamiento no solo de los medios de comunicación, pero también de ellos

En buena medida, lo que se ha dicho me recuerda una frase de Onelio Jorge Cardoso, en su cuento «El caballo de coral», donde hay un personaje que al final dice: «El hombre siempre tiene dos hambres». Esa capacidad para ver el caballo de coral es algo para lo que hay que tener ojos; es fácil entender el hambre de la comida, pero las dos están ahí y a ambas hay que satisfacerlas.

Muchísimas gracias a todos por estar aquí, presentes o conectados; y en especial a los panelistas.

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