El uso del inglés y el español entre los cubanos en Miami

Isabel Castellanos

Temas Cuba
Catalejo el blog de Temas
20 min readOct 26, 2023

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*Artículo publicado en el número 10 de la revista, La Habana, abril-junio de 1997.

El 1º de enero de 1959, el movimiento revolucionario dirigido por Fidel Castro asumió el gobierno de Cuba. Curiosamente, las transformaciones que sobrevinieron debido a este acontecimiento afectaron no solo a la Isla, sino también a los Estados Unidos y, en particular, al área del Gran Miami. A lo largo de su relativamente corta historia, Miami nunca ha sido una comunidad monolingüística, puesto que regularmente atrae a inmigrantes de diversas procedencias étnicas y lingüísticas. Sin embargo, ninguno de esos idiomas cumplían funciones públicas importantes y estaban generalmente relegados a contextos íntimos intraétnicos. Esta situación ha cambiado considerablemente en los últimos treinta años. Miami es en la actualidad un centro urbano bilingüe y bicultural donde el uso de un idioma que no es el inglés no está confinado a los hogares hispánicos y a los pequeños mercados locales. Este artículo describirá y analizará el uso del inglés y del español por los cubanos, en público y en privado, y examinará las fuerzas que promueven la preservación del español en oposición a un cambio hacia el inglés.

Se estimaba que antes de 1959, la población cubana en los Estados Unidos no pasaba de 30 000 habitantes.[1] En 1970, once años más tarde, había aumentado a 561 000.[2] Para marzo de 1987, la Oficina del Censo de los Estados Unidos estimaba que la población de origen cubano radicada en los Estados Unidos era 1 017 000. Uno de cada diez cubanos vive ahora en los Estados Unidos, y Miami solo es superada por La Habana en cantidad de cubanos residentes.

Aproximadamente la mitad de la población cubana en los Estados Unidos vive en el Condado de Dade (el área metropolitana de Miami). Se estima que 517 000 personas de origen cubano vivían en el área en 1985.[3] Esta cifra es el 67% de la población hispana total en el condado — calculada en 768 000 en 1985 — y aproximadamente el 23% de la población residente en Dade, ascendente a 1 771 000. Los puertorriqueños son el segundo mayor grupo hispánico (44 700) en Dade, seguido de los nicaragüenses (aproximadamente 25 000 en 1986) y los colombianos (19 200 en 1980).

El flujo de cubanos y de otros hispanos hacia Miami modificó radical y rápidamente la composición étnica de la ciudad, y transformó su carácter cultural y lingüístico. Como explicaba un informe emitido por el Departamento de Recursos Humanos de Metro-Dade, en enero de 1983,

Hasta que comenzó el flujo hispano en 1962, la composición de la población del Condado de Dade siguió siendo relativamente estática; los negros constituían del 15% al 21% de la población total, y los blancos no hispanos, del 72% al 80%. Los más confiables estimados de la población hispana nunca superaron el 7%.

Durante los años 60 y 70, los patrones cambiaron dramáticamente. La proporción de la población hispana aumentó a un 35,7%, y la de la población blanca no hispana decreció hasta un 47,7%. No solo la población blanca no hispana decreció proporcionalmente respecto a la población total del Condado de Dade, sino que decreció en cifras totales.[4]

De hecho, Miami es hoy una ciudad bilingüe, pero su configuración social difiere en aspectos importantes de otras con escenarios parecidos. Ante todo, el difundido bilingüismo es relativamente reciente en el Condado de Dade, y esto significa que — al contrario de lo que ha ocurrido en regiones con un largo contacto lingüístico, como es el caso del suroeste — , ha sido evidente desde el principio. En segundo lugar, el bilingüismo en esta área no es el resultado de la migración gradual, sino de un reasentamiento poblacional masivo y súbito que involucró, como hemos visto, el desplazamiento de algunos de los antiguos habitantes del condado. En tercer lugar, los cubanos han adquirido considerable poder político y económico en un lapso relativamente corto, por lo que se han apartado de las condiciones de dependencia social usuales en tales casos. En cuarto lugar, los cubanos han podido establecer con éxito un enclave étnico que ha sido, al menos en parte, responsable de su éxito económico.[5] También ha tenido una importancia primordial en la preservación de los valores culturales cubanos, en la promoción del idioma español y en atraer a más y más hispanohablantes al área. En quinto lugar, los cubanos no viven solo en unos pocos barrios de habla hispana, sino que están dispersos por todo el condado.[6]

Solo examinaremos tres de las muchas interrogantes que esta situación de bilingüismo presenta a los investigadores: 1) ¿Cuáles son los contextos específicos en los que los cubanos de Miami emplean el español y el inglés? 2) ¿Qué similitudes y/o diferencias en tal empleo pueden observarse entre los cubanos nacidos en o traídos a los Estados Unidos a una edad temprana, y los que llegaron siendo ya adultos? 3) ¿Revelan esos patrones de empleo la preservación del español o un giro hacia el inglés?

Métodos

He estado compilando información acerca del bilingüismo en Miami durante más de tres años, con el propósito de realizar un estudio abarcador sobre este tema. He recogido esta información a través de la observación participante, y mediante la distribución de un cuestionario.[7] No todos los encuestados respondieron todas las preguntas, porque muchas no se aplicaban a todas las situaciones. La primera parte del cuestionario estaba dirigida a obtener información demográfica sobre los entrevistados, y a evaluar el dominio que creían tener de los idiomas inglés y español y sus actitudes hacia ellos. La segunda parte consistía en preguntas directas acerca del uso del idioma en diversas situaciones y con diferentes interlocutores. Asimismo, dividimos a nuestros entrevistados en tres grupos: quienes llegaron a los Estados Unidos con 17 años de edad o más; quienes llegaron entre los 10 y los 16 años de edad; y quienes nacieron en los Estados Unidos. A lo largo de este estudio comparamos al primero de los grupos mencionados (grupo I) — que representa la primera generación de cubanos en los Estados Unidos — y al último (grupo II), que representa más adecuadamente la segunda generación. Aunque no todos los encuestados del grupo II nacieron en los Estados Unidos, no se encontraron diferencias significativas entre los nacidos en ese país y los que llegaron a él con 9 o menos años de edad. La combinación de datos etnográficos y de autoinformación cuantificable está dirigida a evaluar el uso percibido y observado del idioma[8].

La muestra

La mayoría (98,5%) de las personas encuestadas es blanca, solo tres informantes son negros. Por lo tanto, los cubanos negros no están representados en este estudio.[9] La edad promedio del grupo es de 31,9 años, algo más baja que la de la población cubana en los Estados Unidos, calculada en 35,8 años en 1987.[10] Sus edades abarcan desde los 13 hasta los 67 años. La mayoría (75,7%) de ellos nació en Cuba, mientras que el 23,8% nació en los Estados Unidos y uno en Puerto Rico. En general, este grupo ha vivido un tiempo considerable en el área: la cantidad promedio de años vividos en los Estados Unidos es 19, y en el Condado de Dade, 15,2. Viven en muchos sitios del área metropolitana (la Pequeña Habana, Hialeah, Miami Beach, Coral Gables, North Miami, etc.), pero la mayoría reside en Kendall y Westchester, vecindarios de clase media. La mayoría de nuestros informantes ha cursado estudios; solo un caso tiene un mínimo de seis años de escolaridad, y otro, un máximo de 22 años. El promedio de años de estudio es de 16; el 28,9% de los sujetos se graduó de bachillerato o su equivalente, y el 13,7% posee título universitario. Como era de esperar, dado su alto nivel educacional, el 60% de estas personas tiene un ingreso familiar de más de 30 000 dólares al año, y el salario del 23,2% de ellas fluctúa entre 20 000 y 30 000. Solo diez personas (el 5,1% de la muestra) informaron ingresos familiares inferiores a 15 000 dólares.

Sin importar que hubieran nacido en Cuba o en los Estados Unidos, el 93,9% de los encuestados tiene al español como su primer idioma, adquirido en la niñez; ocho personas (4,4%) informaron haber aprendido español e inglés al mismo tiempo, y solo tres (1,7%) dijeron haber aprendido inglés primero. Casi todos (93,2%) prefieren vivir en un barrio bilingüe más que en comunidades donde se habla únicamente inglés o únicamente español. Todos los encuestados, salvo uno (99%), querrían que sus hijos dominaran tanto el inglés como el español, y el 90,6% informó que, de hecho, sus hijos son bilingües. Valoran a ambos idiomas como recursos importantes, aunque el inglés obtuvo algunos puntos más que el español.[11]

El inglés y el español en la vida pública

Aunque la cantidad de cubano-americanos ha aumentado en Dade, la población cubana en el condado y en los Estados Unidos está principalmente integrada por cubanos de primera generación.[12] Un crecido número de personas habla español solamente o es bilingüe con predominio del español.[13] Puesto que estos hispanohablantes viven en un enclave étnico económicamente exitoso, no es sorprendente encontrar que, si bien el inglés es reconocido como el idioma nacional, el español también se use extensamente en importantes contextos públicos. Resnick describe detalladamente el papel prominente del español en el dominio público, pero aquí nos referiremos al uso del idioma en solo tres contextos, a saber: los servicios de salud, la banca y los escenarios oficiales (de gobierno).[14]

Encontramos médicos, enfermeras, técnicos y oficinistas bilingües en la mayoría de los hospitales. Al menos en dos de ellos pude apreciar que las enfermeras no hispanohablantes habían adquirido suficiente dominio del español como para comunicar las instrucciones básicas a los pacientes de habla hispana. Algunos hospitales, como el Jackson Memorial, son predominantemente angloparlantes, pero el Jackson tiene un cuerpo de intérpretes para pacientes que no hablan inglés, principalmente hispanos y haitianos. En otras instituciones médicas, particularmente las ubicadas en vecindarios hispanos, la interacción oral entre los pacientes y el personal, y entre los miembros del personal, se lleva a cabo sobre todo en español. Todos los documentos escritos no dirigidos directamente a los pacientes — tales como historias clínicas, informes de laboratorio, contabilidad, etc. — , siempre están escritos en inglés. Como es de esperar, los cubanos que solo hablan español tienden a solicitar los servicios de médicos hispanohablantes, y muchos dependen de clínicas privadas para los servicios primarios de salud. La congruencia lingüística y cultural ha sido un factor importante en la alta frecuencia en el uso de las clínicas, particularmente por los ancianos.

Nuestra encuesta entre personas bilingües muestra diferencias significativas en el idioma utilizado con los médicos por miembros de la primera generación (grupo I) y los del grupo II. El uso exclusivo del inglés aumenta sustancialmente, mientras que el del español disminuye en el segundo grupo. Estos dos hechos eran de esperar.

Lo más revelador, sin embargo, es que más del 60% de todos los miembros de la segunda generación informa hablar español en algunas ocasiones con sus médicos. Se evidencia así que la mayoría permanece fiel a los médicos de su propia comunidad étnica.

En Miami se pueden hacer transacciones bancarias en inglés o en español, porque la mayor parte de las instituciones financieras tienen empleados hispanohablantes en diversos niveles. En casi todo el Condado de Dade las máquinas bancarias automáticas son bilingües, y a menudo los visitantes se sorprenden cuando la computadora formula su pregunta inicial: «¿en qué idioma desea hacer esta transacción?». La mayor parte de los cubanos de segunda generación hablan inglés cuando se dirigen a los cajeros y a los empleados bancarios, porque saben que estos seguramente hablan el idioma, y porque el inglés es su código dominante, particularmente para discutir asuntos financieros. Los bilingües de primera generación usan indistintamente el inglés y el español, según su dominio de uno u otro idioma, y su percepción acerca del probable origen étnico del empleado. Cuando la comunicación se sostiene en español, se pueden apreciar préstamos importantes del inglés, porque a menudo los interlocutores no están familiarizados con la terminología bancaria en español. El inglés es el idioma de las transacciones internas formales en las instituciones financieras: todos los documentos se redactan en inglés, y las reuniones del personal se efectúan en ese idioma. Sin embargo, aunque en este contexto en que el uso homogéneo del idioma dominante es lo normal, a veces se siente la complejidad lingüística de Miami.[15]

En las instituciones gubernamentales, la dicotomía lingüística arriba descrita es también normal: las funciones administrativas internas se realizan normalmente en inglés, mientras que los servicios se ofrecen en inglés y en español. Quienes solo hablan español buscan a los funcionarios hispanohablantes, porque los funcionarios bilingües abundan en las agencias oficiales. Los cubanos de la segunda generación usan principalmente el inglés. Los de la primera generación también hablan usualmente inglés, pero pueden cambiar para el español si algunas señales (apariencia personal, apellido español, acento) denotan un origen hispano. La mayoría de los hablantes perciben al inglés como un idioma para funciones oficiales.

El uso del idioma en el terreno educacional

En la mayoría de los escenarios bilingües, el terreno educacional — particularmente el de la educación pública — es uno de los más importantes bastiones del lenguaje dominante,[16] y uno espera que este sea el caso en Miami. Luis Laosa examinó la opción lingüística entre los niños cubanos de primera generación en tres contextos — el familiar, durante el recreo en el colegio, y el aula — , y descubrió que el último contexto revelaba un menor uso del español.[17] Como anticipamos, nuestra encuesta reveló un claro predominio del inglés en este contexto, pero también mostró una sorprendentemente alta frecuencia del uso bilingüe del español y el inglés entre profesores y alumnos, así como entre los alumnos mismos, incluso en el caso de cubanos de segunda generación. El inglés no es, en forma alguna, el idioma exclusivo en las escuelas de Miami.[18]

El uso del idioma en el centro de trabajo

La selección del idioma en el centro de trabajo está íntimamente relacionada con el tipo de trabajo que se realiza, y con el hecho de que una persona trabaje o no en un enclave étnico.[19] El dominio del inglés no es una condición sine qua non para progresar económicamente en la comunidad cubano- americana, y muchos empresarios solo hablan español o tienen un conocimiento limitado del inglés. Como señalan Ofelia García y Ricardo Otheguy:

El difundido criterio de que el nivel del dominio del inglés entre los miembros de las minorías étnicas en los Estados Unidos es correlativo con el nivel de logro económico, resulta no ser cierto, al menos en lo que se refiere a los hispano-americanos. Los cubano-americanos, que son claramente los menos anglófonos de todos los grupos hispanos, también son los menos pobres. El enclave étnico generador de empleo les posibilita el éxito económico sin que importe su nivel de conocimiento del inglés.[20]

Al propio tiempo, debemos cuidarnos de no subestimar el papel del inglés. Es esencial tener algún conocimiento del inglés para obtener empleos profesionales o burocráticos. Lisandro Pérez ha demostrado que existe una relación entre la estructura de la familia cubana,[21] organizada para facilitar la participación de muchos de sus miembros — particularmente las mujeres — en la fuerza de trabajo, y sus altos ingresos familiares. Puede que quienes solo hablan español no ganen mucho, pero dos o más salarios combinados resultan en una relativa afluencia.

En nuestra muestra bilingüe, el inglés predomina solo cuando se habla con los superiores. Con los colegas, lo normal es la comunicación bilingüe, tanto entre los miembros del grupo I, como entre los del grupo II. En la interacción informal entre colegas durante un receso, la conversación es principalmente bilingüe para la mayoría de los grupos pero, como era de esperar, más individuos del grupo I tienden a cambiar al español, y más personas del grupo II tienden a usar el inglés. Los resultados obtenidos respecto al uso del idioma en el centro de trabajo parecen sugerir que, al contrario de lo que tradicionalmente ocurre en situaciones bilingües como las descritas por Susan Gal[22] y por Nancy Dorian,[23] este terreno promueve la retención del español, como muestra el alto porcentaje de miembros del grupo II que informan usar los dos idiomas.[24]

El uso del lenguaje en el hogar

Muchos estudiosos han señalado que la unidad familiar es el último bastión de un idioma étnico en escenarios bilingües.[25] Los investigadores que han estudiado la comunidad lingüística cubano- americana en Miami han sido testigos de la decadencia gradual del español en este importantísimo contexto.[26] Nuestros datos (tanto étnicos como cuantitativos) reflejan una tendencia similar. Con la excepción del idioma seleccionado para comunicarse con los miembros de la familia de más edad y con los más jóvenes (los abuelos y los niños), se aprecian diferencias significativas entre los miembros de los grupos I y II.

El español es el idioma preferido para dirigirse a los abuelos y a los coetáneos; el uso exclusivo del inglés predomina solo entre las parejas en el grupo II, y aumenta sustancialmente entre hermanos pertenecientes a esta misma categoría. Casi la mitad de los miembros del grupo I usan ambos idiomas para hablar con sus hijos, indicando un desplazamiento hacia el inglés, incluso entre miembros de la primera generación. Las personas del grupo II, sin embargo, no usan el inglés exclusivamente para hablar con sus hijos; por el contrario, más de las tres cuartas partes de ellos informan usar ambos idiomas. Hay pruebas sustanciales de un desplazamiento idiomático a favor del inglés y del decadente status del español como idioma principal en los hogares de familias cubano-americanas.

¿Mantenimiento o cambio de idioma?

Acabamos de demostrar que está ocurriendo un desplazamiento progresivo hacia el inglés en el seno de las familias cubanas en Miami, desplazamiento confirmado por otras mediciones. Al comparar la selección idiomática entre coetáneos, así como el (los) idioma(s) en que los informantes hablan entre sí, se revela que para quienes han vivido siempre en los Estados Unidos, o llegaron al país siendo muy niños (grupo II), el inglés se está convirtiendo en el código preferido.

Otros indicadores de los cambios idiomáticos intergeneracionales son los siguientes: cuando se les pidió que seleccionaran el «idioma que les resultara más cómodo», el 66,7% de las personas del grupo II escogió el inglés, mientras que el 80% de los del grupo I escogió el español. Cuando se les pidió que escogieran su idioma favorito, el 64,3% de las personas del grupo II optó por el inglés, mientras que el 75% de las personas del grupo I seleccionó el español. Además, el 63,6% de las personas del grupo II considera que puede expresar mejor sus ideas en inglés, mientras que el 75% de las del grupo I considera que el español es más adecuado para este fin.

La tasa de préstamos del inglés al español también confirma que el inglés es el idioma dominante en las generaciones más jóvenes de cubano-americanos. Además, la mayoría de las personas del grupo II no es enteramente bilingüe y a menudo muestra un nivel de restricción estilística en español que no se observa en el inglés. Un ejemplo: una cantidad sustancial entre los cubano-americanos más jóvenes no sabe cómo se usa el tratamiento formal de «usted», e ignora las limitaciones que impiden el uso del tratamiento familiar de «tu» con personas que ostentan títulos como «profesora», «señor», «señor Alcalde».[27] Este código restrictivo es particularmente apreciable en Miami porque, como se decía anteriormente, el español cumple importantes funciones públicas formales.

Por último, Fishman propone que la disglosia — el empleo de dos variantes idiomáticas, relacionadas o no, en contextos claramente diferenciados — es probablemente el más importante factor coadyuvante para el establecimiento de un arreglo bilingüe duradero.[28] Sin embargo, este y otros estudios (particularmente los realizados por Carlos Solé)[29] demuestran que la comunidad cubano- americana en Miami no es disglósica, toda vez que el inglés y el español comparten la mayoría de las funciones.

Hemos ofrecido abundantes pruebas de un desplazamiento progresivo del español al inglés en el Condado de Dade. ¿Significa esto que el idioma con el que se dio nombre al estado de la Florida está condenado a una muerte inevitable en el área de Miami? No, en lo absoluto, al menos en un futuro previsible; importantes fuerzas, que mantienen el uso del español, compiten actualmente con las que promueven un cambio de idioma. Primero, como señalé al principio, el área metropolitana sigue atrayendo grandes cantidades de hispanohablantes, y esta corriente sostenida de «sangre fresca» constantemente repone los fondos del lenguaje étnico y más que compensa la tasa de mortalidad del grupo original de inmigrantes. Segundo, cada año Miami acoge una cantidad sustancial de turistas hispanohablantes, atraídos por el hecho de que pueden comprar artículos y servicios en su propio idioma. Estas dos poblaciones hispanohablantes — la permanente y la transitoria — garantizan que los servicios se oferten en español, ahora y en el futuro. Esto significa que las personas que pueden hablar español ofrecen hoy — y son necesarias para seguir ofreciendo — tales servicios en los sectores privado y público. Tercero, a diferencia de lo que ocurre en otras comunidades bilingües en los Estados Unidos, el español no está relegado en Miami a los terrenos privados del hogar y el vecindario, sino que se usa sustancialmente en escenarios públicos prestigiosos, tales como los centros docentes, los medios masivos y los centros de trabajo.[30] Esto difiere de la situación sociolingüística de los mexicano- americanos, según Guadalupe Valdés:

No solo es [el inglés] el idioma de la comunidad más amplia, sino también el idioma que se emplea para hacer muchas cosas «importantes»: las transacciones bancarias, el proceso político y todas las instituciones oficiales que afectan las vidas de los miembros de la comunidad.[31]

La práctica de utilizar el español en los contextos públicos no muestra señales de disminuir. Por el contrario, los miembros del grupo II informan que utilizan el inglés más frecuentemente en contextos muy personales, tales como los monólogos interiores (53,3%) y la comunicación con los hermanos (40,2%), que en la interacción más impersonal, como las conversaciones con compañeros de trabajo durante la jornada laboral (28,8%). Esta no es la tendencia más representativa en la comunidad idiomática, pero cuando se la mira a la luz de los patrones que revelan un desplazamiento hacia el inglés, vemos con mucha mayor claridad la naturaleza dialéctica de las fuerzas sociales que crean la configuración lingüística del área metropolitana de Miami.

El desplazamiento del español al inglés no es reciente. Solé dio fe de él basándose en informaciones compiladas en 1975. No obstante, Miami es tan bilingüe como lo fue hace década y media. El bilingüismo es un artículo valioso en el Condado de Dade, y posiblemente lo siga siendo en el futuro próximo. Por supuesto, es posible que las condiciones que actualmente compensan el giro hacia el inglés cambien a largo plazo y modifiquen el perfil sociolingüístico de Miami. Pero por el momento, «aquí se habla español».

Traducción: Carmen González.

Notas

[1] Véase Alejandro Portes y Robert L. Bach, Latin Journey: Cuban and Mexican Immigrants in the United States, University of California Press, Berkeley y Los Angeles, 1985.

[2] Thomas D. Boswell y James R. Curtis, The Cuban-American Experience: Culture, Images and Perspectives, Rowman and Alanheid, Nueva Jersey, 1994, p. 40.

[3] Departamento de Planificación de Metro-Dade, Hispanic Profile: Dade County, Florida, Oficina de Asuntos Latinos, Miami, 1986.

[4] Departamento de Recursos Humanos de Metro-Dade, Dade County Characteristics, Miami, 1983.

[5] Véase Alejandro Portes y Robert L. Bach, ob. cit.; Lisandro Pérez, «Cubans in the United States», The Annals of the American Academy of Political Science, 1986.

[6] Existen evidencias de segregación residencial: en 1980, había 235 zonas de empadronamiento en el área metropolitana. De estas, 64 (cerca del 27%) eran hispanas en más del 50%; 57 (aproximadamente el 24%), eran hispanas en menos del 10%, y 114 (el 51%) podían ser consideradas como «étnicamente equilibradas». De acuerdo con el Departamento de Planificación de Metro-Dade, en 1980 los cubanos «estaban más concentrados en West Miami (90,6% de la población total). También se concentraban en las cercanas Westchester (85,1%), Hialeah (80%) y Miami City (75,8%)». Se habla español con regularidad en la mayoría de las 235 zonas de empadronamiento del área metropolitana de Miami.

[7] El cuestionario se distribuyó entre 475 hispanos bilingües radicados en el área metropolitana de Miami. La muestra final para este estudio en curso será mayor, puesto que estamos compilando información proporcionada por otros informantes. No se otorgó demasiada importancia al mayor o menor dominio del idioma en la selección de los encuestados, sino al hecho de que empleaban ambos idiomas con regularidad. De los 349 informantes cubanos incluidos en la muestra, 214 fueron seleccionados al azar como una sub-muestra para este estudio.

[8] He analizado la información obtenida en los cuestionarios complementarios a través del Paquete Estadístico para las Ciencias Sociales (Statistical Package for Social Sciences). Se llevaron a cabo pruebas T para características mensurables y se computaron valores chi-cuadrado para variables categóricas.

[9] No siempre es fácil identificar a los informantes cubanos negros, porque se les clasifica solo como «hispanos».

[10] Buró del Censo de los Estados Unidos (U. S. Bureau of the Census), 1987, p. 6.

[11] El 80% de los encuestados considera que saber inglés es esencial, y el 17,3% muy importante, mientras que el 50% de ellos piensa que saber español es esencial, y el 35,5%, muy importante.

[12] En 1980, el 80,1% de todos los cubanos que vivían en los Estados Unidos, y el 85,0% de los que residían en el área de Miami, habían nacido en el extranjero.

[13] Ofelia García y Ricardo Otheguy, «The Language Situation of Cuban-Americans», en Sandra L. McKay y Sau-Ling Cynthia Wong, eds., Language Diversity: Problem or Resource?, Newbury House, Nueva York, 1988, p. 174.

[14] Véase Melvyn Resnick, «Beyond the Ethnic Community: Spanish Language Roles and Maintenance in Miami», International Journal of the Sociology of Language, n. 69, 1988, pp. 89–104.

[15] Uno de mis informantes, vicepresidente de un banco local, me dijo que sus reuniones semanales se celebran en inglés y se traducen al español, porque algunos de los funcionarios del banco no hablan español, ¡y el presidente de la junta directiva no sabe inglés!

[16] Ralph Fasold, The Sociolinguistics in Society, Basil Blackwell, Nueva York, 1984, p. 221.

[17] Véase Luis Laosa, «The Bilingualism in Three United States Hispanics Groups: Contextual Use of Language by Children and Adults in Their Families», Journal of Educational Psychology, n. 67, 1975, pp. 617–27. En realidad, Laosa comparó patrones en el uso del idioma por niños de tres comunidades hispanas en los Estados Unidos: mexicano-americanos en Austin, puertorriqueños en Nueva York, y cubano-americanos en Miami.

[18] Los cursos de español para hablantes nativos son asequibles en todo el sistema de educación pública del Condado de Dade. Asimismo, determinado número de escuelas privadas étnicas ponen énfasis en la enseñanza del español. Para un análisis más profundo sobre el papel de la educación étnica privada en el área de Miami, véase Ofelia García y Ricardo Otheguy, «The Masters of Survival Send Their Children to School», The Bilingual Review/La Revista Bilingüe, n. 1–2, 1985, pp. 3–19, y «The Bilingual Education of Cuban-American Children in Dade County´s Ethnic Schools», Language and Education, n. 2, 1987, pp. 83–95.

[19] Guarioné Díaz informaba en 1980 que solo el 17% de una muestra de 494 personas que tomara en Miami, hablaba usual o únicamente inglés en el centro de trabajo. Lo que es todavía más sorprendente, el 33,6% informó que solamente hablaba español, y el 22,9%, que hablaba principalmente español. Solo el 26,5% dijo hablar los dos idiomas por igual en sus centros de trabajo. Guarioné Díaz, ed., Evaluation and Identification of Policy Issues in the Cuban Community, Cuban National Planning Council, Miami, 1980.

[20] Ofelia García y Ricardo Otheguy, «The Language Situation of Cuban-Americans», ob. cit., p. 175.

[21] Véase Susan Gal, Language Shift: Social Determinants of Linguistics Change in Bilingual Austria, Academic Press, Nueva York, 1979.

[22] Véase Susan Gal, Language Shift: Social Determinants of Linguistics Change in Bilingual Austria, Academic Press, Nueva York, 1979.

[23] Véase Nancy Dorian, Language Death: The Life Cycle of a Scottish Gaelic Dialect, University of Pennsylvania Press, Filadelfia, 1981.

[24] En las sociedades bilingües, el empleo fuera del enclave étnico tiende a promover un cambio hacia el idioma dominante. Sin embargo, en Miami, el uso sustancial del español se informa incluso en centros de trabajo no étnicos.

[25] Véase Ralph Fasold, ob. cit., y Nancy Dorian, ob. cit.

[26] Véase Carlos Solé, «Language Usage Patterns Among a Young Generation of Cuban Americans», en Edward L. Blansitt y Richard V. Teschner, eds., Festschrift for Jacob Ornstein, Newbury House, Rowley, Mass., 1980, pp. 274–81; y «Language Loyalty and Languages Attitudes Among Cuban- Americans», en Joshua Fishman y Gary Keller, eds., Bilingual Education for Hispanic Students in the United States, Teachers College Press, Nueva York, 1982; Ofelia García y Ricardo Otheguy, «The Language Situation of Cuban-Americans», ob. cit.; Barbara Pearson y A. McGee, «Language Choice in Hispanic Background Junior High School Students in Miami: A 1988 Update», The Ninth Conference on Spanish in the United States, Miami, 1988.

[27] Esto último ocurrió con un joven reportero durante una entrevista con el Alcalde de Miami, Javier Suárez, nacido en Cuba, para una de las estaciones locales de radio de habla hispana.

[28] Véase Joshua Fishman, Sociology of Language, Newbury House, Rowley, Mass., 1972. Para una posición alternativa en extremo convincente sobre esta cuestión, véase Pedro Pedraza et al., «Rethinking Diglossia», en R. V. Padilla, ed., Ethnoperspectives in Bilingual Education II, Universidad de Michigan, Ypsilanti, 1980, pp. 75–97; y Pedro Pedraza, «Language Maintenance Among New York Puerto Ricans», en Lucía Elías-Olivares et al., eds., Spanish Language Use and Public Life in the USA, Mouton, Nueva York, 1985.

[29] Carlos Solé, obs. cits.

[30] Las generaciones más jóvenes de cubano-americanos se percatan con prontitud del valor económico del español. En el barrio donde yo vivo, por ejemplo, cuando los niños van de casa en casa vendiendo caramelos u otros artículos para recaudar dinero para sus escuelas, automáticamente comienzan la transacción en español, aunque el inglés es claramente su idioma dominante.

[31] Guadalupe Valdés, «The Language Situation of Mexican Americans», en Sandra L. McKay y Sau- Ling Cynthia Wong, eds., ob. cit., p. 118.

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