Ni «exiliado dorado» ni «gusano sucio»: la identidad étnica en recientes novelas cubano- americanas

Jorge Duany

Temas Cuba
Catalejo el blog de Temas
30 min readOct 26, 2023

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*Artículo publicado en el número 10 de la revista, La Habana, abril-junio de 1997.

Dos imágenes opuestas — la del «exiliado dorado» y la del «gusano sucio» — han dominado la literatura popular y académica sobre los inmigrantes cubanos en los Estados Unidos. Periodistas y estudiosos estadounidenses suelen ver a los cubanos como una versión moderna del sueño norteamericano. Enfatizan su exitosa adaptación al mercado de trabajo de los Estados Unidos, y el hecho de que casi han logrado situarse en pie de igualdad con los blancos no hispanos en diversos aspectos asociados a la capacidad para ascender socialmente.[1] A despecho de las muchas evidencias contradictorias, el mito del exiliado dorado está firmemente enraizado en la opinión pública norteamericana, en los círculos formuladores de política y en las investigaciones académicas. Tal criterio subraya, por lo general, que los cubanos vinieron a este país como exiliados políticos que tratan de librarse del comunismo, más que como emigrantes económicos en busca de mejores oportunidades de trabajo. Puesto que la mayor parte de los refugiados era de piel clara, encararon pocos o ningún prejuicio racial ni discriminación por parte de la sociedad anfitriona. Los cubanos se convirtieron, esencialmente, en una «minoría modelo» entre los inmigrantes hispanos en los Estados Unidos, igual que los japoneses entre los asiáticos y, antes que estos, los judíos entre los europeos, al demostrar a otros inmigrantes que ellos también «pueden alcanzar el éxito económico» en los Estados Unidos.

Por otra parte, la imagen de «gusanos» de los exiliados cubanos se ha extendido más en la última década, especialmente desde el puente marítimo del Mariel, en 1980. El criterio negativo acerca de ellos surgió originalmente entre los defensores ideológicos de la Revolución cubana, tanto en Cuba como en los Estados Unidos. El gobierno cubano, haciendo uso del código de la guerra fría, tildó a los exiliados de contrarrevolucionarios, apátridas, elitistas, corruptos, egoístas y pronorteamericanos. Tal visión crítica se hizo todavía más severa durante el éxodo del Mariel, cuando más de 125 000 cubanos abandonaron la Isla en menos de siete meses. Se estigmatizó como escoria a ese éxodo en su totalidad, a partir de una minoría de delincuentes, prostitutas, homosexuales y otros desajustados presentes en el grupo. Los medios masivos en los Estados Unidos se hicieron eco, con mucha fuerza, de la peyorativa descripción de los marielitos, a medida que las historias de carácter negativo aparecían en periódicos como el New York Times, The Washington Post y Los Angeles Times.[2] Caracortada (1983), el popular filme de Brian de Palma, que presenta a los refugiados como mafiosos despiadados, fue la más famosa descripción despectiva sobre los exiliados cubanos. Por primera vez en veinte años, la comunidad cubana en los Estados Unidos pareció perder su dominio sobre la imaginación popular norteamericana.

Aun después del Mariel, la mayor parte de los estudios sociológicos y antropológicos sobre los exiliados cubanos pone énfasis en su éxito socioeconómico en los Estados Unidos. En una reciente reseña de esa literatura, Silvia Pedraza[3] hacía notar que prevalecían tres líneas de análisis: el privilegiado origen de clase de los exiliados cubanos, que condujo a la creación de una economía de enclave; su definición, por parte de los norteamericanos, como refugiados políticos, y la excepcionalmente alta participación de las mujeres cubanas en la fuerza laboral norteamericana. Cada una de estas explicaciones enfatiza las características que distinguen a los cubanos de otros inmigrantes, especialmente los hispanos en los Estados Unidos. Este énfasis en el singular éxito de los exiliados, ha hecho que no se tengan en cuenta otros aspectos importantes de la experiencia cubana en ese país. Lo real de esa experiencia también ha sido opacado por la leyenda del «gusano sucio».[4] Entre otras cosas, la identidad étnica de los cubano-americanos no ha sido adecuadamente estudiada.

Los escritores cubano-americanos reseñados en este ensayo no aceptan ni la imagen del «exiliado dorado», ni la del «gusano sucio» como modos válidos de entender a los inmigrantes cubanos en los Estados Unidos. Por ser inmigrantes de segunda generación,[5] comparten un conocimiento íntimo de sus comunidades étnicas que va más allá de tales estereotipos maniqueos. Este ensayo examinará cómo tres novelistas contemporáneos cubano-americanos — Oscar Hijuelos, Roberto Fernández y Cristina García — abordan la cuestión de la identidad étnica y expresan los problemas sociales y culturales de su comunidad. Me interesa particularmente examinar cómo esos escritores describen sus orígenes sociales, identifican la ideología política y analizan la asimilación cultural de los inmigrantes cubanos en los Estados Unidos. Espero, por último, poder dar una interpretación antropológica sobre la identidad cubano-americana, tal y como se refleja en textos literarios recientes. Es una interpretación antropológica porque se centra en la construcción simbólica y la expresión literaria de la identidad étnica para comprender la experiencia de ser un inmigrante cubano en los Estados Unidos desde el punto de vista de los involucrados.

Los críticos han caracterizado la cubano-americana como un caso especial dentro de la literatura hispana escrita en los Estados Unidos.[6] En primer lugar, la mayoría de los autores cubano-americanos son inmigrantes de primera generación, a diferencia de los escritores mexicanos y puertorriqueños, que suelen ser de segunda y tercera generación. En segundo, los escritores cubano-americanos provienen principalmente de la clase media, mientras que muchos autores étnicos son de origen humilde. En tercero, los autores cubano-americanos por lo general escriben en español; los escritores chicanos y nuyoricans[7] utilizan el inglés como su modo primario de expresión, y con frecuencia emplean el espanglish, un código de transferencia entre el español y el inglés.[8] Por último, los temas recurrentes, las estrategias literarias y los marcos de referencia culturales de casi todos los escritores cubano- americanos se entienden más como parte de una tradición cubana en el exilio, que como la literatura de una minoría étnica en los Estados Unidos. El sentimiento de pérdida, la discontinuidad en tiempo y espacio, la alienación emocional y el yo dividido son las características de la literatura del exilio.[9] En otro trabajo he comparado la poesía de los cubanos y la de los puertorriqueños en los Estados Unidos, y encontré diferencias importantes en las representaciones literarias de su identidad cultural.[10]

Estudios recientes han comenzado a cuestionar el criterio prevaleciente de que la literatura cubano- americana es un caso único. Una nueva generación de escritores cubano-americanos surgió en la década del 80, compuesta principalmente por los hijos e hijas de exiliados cubanos que vinieron a los Estados Unidos en los años 60. Esta nueva generación está absolutamente aculturada, aunque no completamente asimilada por la corriente cultural predominante. Según observa un crítico, «estos escritores no han sustituido un legado cultural por otro. Por el contrario, han ampliado el alcance de la influencia y se han apropiado de más, en vez que de menos».[11] Al revés de sus predecesores, escriben generalmente en inglés. A pesar de tener una fuerte conciencia de su condición de exiliados, muchos comienzan a identificarse con la mentalidad típica de una minoría étnica, denunciando los prejuicios y la discriminación contra los cubanos en los Estados Unidos y documentando los problemas lingüísticos, culturales y sociales propios de la adaptación a una nueva patria. Además, la nueva generación de escritores cubano-americanos ha sido influida por las tradiciones literarias norteamericanas, incluyendo la literatura étnica. Según el poeta Gustavo Pérez Firmat, actualmente la literatura cubano-americana está «trascendiendo el exilio».[12] Argumenta, además, que «la voz inconfundible de la literatura cubano-americana tiene que ser la voz de la intersección, la voz de alguien que, lingüística y culturalmente, ocupa, coloniza e incluso baila en ese espacio intermedio».[13]

Los tres autores aquí reseñados son un nuevo tipo de escritor cubano-americano. Oscar Hijuelos nació de padres cubanos en la ciudad de Nueva York, en 1951.[14] Roberto Fernández nació en Sagua La Grande y vino a los Estados Unidos en 1961, cuando aún era un niño. Cristina García nació en La Habana, en 1958, y creció en la ciudad de Nueva York. Actualmente, con treinta y tantos o poco más de cuarenta años de edad, los tres pertenecen a un grupo al que la escritora y crítica cubano-americana Carolina Hospital ha llamado «los atrevidos». Hospital afirma que estos escritores «se atreven a arriesgarse con sus escritos», al mezclar las culturas cubana y norteamericana.[15] «El escritor cubano- americano no está ofreciendo resistencia, sino más bien forjando una nueva literatura que mezcla y entreteje diferentes legados culturales, para violar y transformar la realidad».[16] Pérez Firmat los clasifica como miembros de «una y media generación», porque caen en algún sitio entre la primera y la segunda generación de inmigrantes cubanos en los Estados Unidos. En las tres novelas aquí examinadas, el tema central es la identidad cubano-americana.

Antes del «exilio dorado»

La primera novela autobiográfica de Oscar Hijuelos: Our House in the Last World (Nuestra casa en el último mundo),[17] abarca tres generaciones de una familia, en Cuba y en los Estados Unidos, desde 1929 hasta 1975. A diferencia de la mayoría de las novelas cubano-americanas, Our House in the Last World fue publicada por una editora comercial de Nueva York. La novela lleva los orígenes de la familia Santinio hasta San Pedro, un pequeño pueblo en la provincia de Oriente. En la década del 40, Alejo Santinio se casó con Mercedes Sorrea y emigró a Nueva York, donde tuvo dos hijos: Horacio y Héctor. Los Santinio no se fueron para los Estados Unidos debido a necesidades económicas, sino principalmente como consecuencia del espíritu aventurero de Alejo. Este quería «dejar San Pedro y salir al mundo, romper con la vida pueblerina que algunas veces encontraba tan aburrida» (p. 23). Mercedes, la esposa de Alejo, lo siguió porque el viaje los separaría de su hermana Buita, una constante rival dentro de la familia. El tema principal de la novela es describir las pruebas y tribulaciones de la familia Santinio en Nueva York durante un lapso de más de treinta años.

La narrativa de Hijuelos sigue las normas convencionales de las memorias de un inmigrante, aunque con algunos elementos de ficción. El autor adopta el recurso de un narrador omnisciente durante casi toda la novela. La excepción principal es el último capítulo, titulado «Voices from the Last World» («Voces desde el último mundo»), en el cual Horacio, Héctor y Mercedes cuentan sus sueños con sus propias palabras. La historia presenta el punto de vista de un inmigrante cubano de segunda generación en los Estados Unidos, estrechamente identificado con Héctor Santinio. Igual que el autor, Héctor tiene la esperanza de escribir algún día una novela autobiográfica sobre la saga de su familia (p. 244). El texto está escrito predominantemente en inglés, con términos ocasionales en español, tales como «café con leche», «picadillo», «santera» y «comparsa», para dar autenticidad a la atmósfera cubana que rodea a los protagonistas. Muchas de las descripciones sobre la vida en Cuba están basadas en el folklore familiar más que en experiencias personales del autor y, por ello, están permeadas de nostalgia.

Our House in the Last World presenta una concepción trágica del destino, que domina a los personajes de la novela del principio al fin. Igual que los Sorrea — la familia de Mercedes — perdieron su fortuna en Cuba en la década de los años 30, los Santinio están condenados a fracasar en los Estados Unidos en los 50. Las fuerzas socioeconómicas que conforman las vidas de los personajes están mucho más allá de su control inmediato. La decisión de emigrar, los lugares a los que se mudan, los trabajos que encuentran e incluso sus sueños, están definitivamente determinados por las condiciones estructurales de las sociedades cubana y norteamericana. En este contexto, los Santinio desempeñan un papel pasivo en un guión que les otorga poca libertad o esperanza. Como ya le había ocurrido a Teodoro Sorrea, Alejo Santinio juzga inadecuadamente el carácter de otros y despilfarra su dinero en ambiciosos planes que no tienen una base real. Mercedes es una sumisa víctima, que se adhiere estrictamente a los roles sexuales tradicionales: «Es el hombre el que debe salir a trabajar, cosa que hizo [Alejo], y pagar las cuentas, cosa que también hizo. Lo que [Mercedes] debía hacer era limpiar la casa, cocinar y cuidar del bebé» (pp. 66–7). Aunque Horacio y Héctor logran escapar de la pobreza familiar, el escurridizo pasado cubano los persigue, y ambos desarrollan una confusa identidad étnica.

Cuba es uno de los protagonistas de la novela. Tres de los catorce capítulos tienen lugar en la Isla, aparte de muchos fragmentos en otros capítulos. Aunque los Santinio se van para los Estados Unidos, nunca abandonan Cuba completamente: se asientan en un vecindario predominantemente cubano en Manhattan, hablan español en casa, comen comida cubana, bailan música cubana y regresan a Cuba para una breve visita en los años 50. Para Mercedes, Cuba se convierte en un viejo sueño del pasado, asociado al fantasma de su padre. En los sueños de Héctor, «Cuba irradiaba su luz a través de una ventana» (p. 244). Para Horacio, sigue siendo «un lugar con ciudades pequeñas y pueblos de campo» (p. 80). El recuerdo de una Cuba real o imaginaria une a los personajes como una fuerza magnética invisible, con los fantasmas del pasado que pueblan la novela.

Hijuelos nunca se aparta mucho de sus personajes principales en Our House in the Last World. La «casa» ocupa generalmente el centro del escenario, mientras que el «mundo» permanece en segundo plano. El modelo principal de la novela es la crónica familiar, como es típico de la literatura étnica en los Estados Unidos. Sin embargo, Hijuelos incorpora elementos de la novela histórica en este retrato de la familia Santinio en Cuba y en los Estados Unidos. Por ejemplo, Our House in the Last World documenta los cambios en la historia de Cuba después de 1959, con el triunfo de la Revolución. Estos cambios reconfiguran la peripecia de la novela, cuando parte de la familia Santinio residente en Cuba tiene que marchar al exilio en 1965. Este reencuentro con las raíces cubanas es especialmente importante para Héctor, quien halla en la tía Luisa un símbolo personal de lo mejor de Cuba. Ninguno de los personajes puede regresar a Cuba después de la Revolución, salvo en sueños.

Our House in the Last World es el primer intento de Hijuelos por contar su interpretación literaria de la emigración cubana a los Estados Unidos. Su segunda novela: The Mambo Kings Play Songs of Love (Los Reyes del Mambo tocan canciones de amor, 1989), le ganó a Hijuelos el Premio Pulitzer y se convirtió en el guión de una conocida película.[18] Según criterio del autor, el éxodo pre-revolucionario tiene mucho en común con la experiencia de otras comunidades de inmigrantes en Nueva York. Alejo Santinio y su familia provienen de la clase media de una provincia rural en Cuba. Al emigrar, se ven esencialmente confinados a los escalones más bajos de la estructura ocupacional en los Estados Unidos, porque carecen de educación y no hablan el idioma. Después de muchos trabajos ocasionales, Alejo sigue siendo cocinero en un restaurante toda su vida. Solo Horacio y Héctor cosecharán los frutos del sueño norteamericano, como otros inmigrantes de segunda generación.

Los Santinio vuelven a representar el arquetípico ciclo de los inmigrantes en Nueva York. La primera generación habla poco o ningún inglés y se siente esencialmente atada a la patria ancestral. Aunque sobreviven económicamente, las posibilidades de éxito en su nueva tierra son escasas. La segunda generación pierde mucho de la cultura cubana y el lenguaje de la familia, pero conserva una imagen nostálgica de la patria. La tercera generación, representada por Stevie, el hijo de Horacio, se asimila a la cultura norteamericana y habla inglés. Al final, los orígenes cubanos desaparecen inexorablemente en el crisol de Nueva York. En gran medida, la versión de Hijuelos sobre la inmigración cubana vuelve a repetir el mito del sueño norteamericano con acento español.

En la tipología de Zimmermann,[19] Our House in the Last World ejemplifica la tercera fase de la literatura de los latinos en los Estados Unidos: la literatura del asentamiento, en lugar de la del exilio o la migración. La literatura del asentamiento contempla «la patria y la inmigración, pero desde un punto de referencia más asentado, que cuenta con una tradición latina preexistente y que se engarza con otras minorías y con las predominantes» formas literarias.[20] En palabras de Pérez Firmat, la novela de Hijuelos muestra el movimiento hacia una literatura étnica por parte de escritores cubano-americanos más jóvenes. Esta literatura étnica refleja una fase de asentamiento, más que de penuria o de remplazo, refiriéndose a «la creación de una nueva relación entre la persona y el lugar»[21] entre los cubano- americanos.

En busca de las raíces

Raining Backwards (Lloviendo al revés) es la tercera novela de Roberto Fernández sobre la comunidad cubana en Miami.[22] Respaldada por becas otorgadas por instituciones tanto cubano- americanas como norteamericanas, la novela fue publicada en Houston por una editorial académica bilingüe. Al citar un poema de Pérez Firmat sobre el problema de escribir en inglés para lectores no cubanos, el autor sitúa de inmediato su texto en el campo de la literatura cubano-americana. La novela se centra en los conflictos entre cubanos y anglos en Miami entre las décadas de los 60 y los 80. En lugar de centrarse en una sola familia cubana, como Our House in the Last World o Dreaming in Cuban (Soñar en cubano), Raining Backwards presenta a una multitud de pintorescos personajes que tienen relaciones consanguíneas o de amistad y son todos oriundos de la ciudad de Cienfuegos. La historia gira alrededor de unos doce personajes y especialmente de la misteriosa muerte de una cubano- americana de 17 años de edad: Caridad (Connie) Rodríguez. Uno de los personajes principales es Mirta Vergara, obsesionada con «recuperar Varadero» — reinventando su pasado cubano — en los Estados Unidos.

A pesar de sus muchos y muy variados personajes, Raining Backwards es temática y estructuralmente coherente. El argumento avanza a través de viñetas que tienen lugar, simultánea o seguidamente, en la Pequeña Habana, el corazón del enclave cubano en Miami. Muchos de los personajes comparten la mentalidad del exiliado y una imagen nostálgica de su patria. Como dice Mirta, en una de sus típicas hipérboles, «en todas las playas de Cuba, la arena es de plata molida, aunque en Varadero se la mezcló con polvo de diamantes» (pp. 12–3). Según Barbarita González, amiga de Mirta, «era muy hermoso entonces, cuando empezamos a enamorar. No había sexo, ni todas las indecencias de ahora» (p. 67). En la novela predomina una atmósfera melancólica que propicia la coexistencia de diferentes tiempos y lugares en las mentes de los personajes. Esta coexistencia crea un efecto surrealista afín a la tradición latinoamericana del realismo mágico, que permite al narrador describir un milagro en el centro de Miami y la coronación de un santero cubano como Papa, como fenómenos naturales. Otro incidente extravagante es la aprobación de una ley proclamando que el bilingüismo es una enfermedad minusvalidante conocida como disglosia. La fantasía y la realidad se entrelazan fácilmente en este recuento ficcional de la vida diaria en el Miami cubano.

Fernández combina varias técnicas para evitar la tradicional narrativa cronológica. El autor entremezcla cartas personales, poemas, diálogos, monólogos interiores, recortes de prensa, anuncios de la radio y la televisión y otros textos misceláneos a lo largo de la novela. Por ello, esta se convierte en un rompecabezas con diversas capas que el lector debe descifrar para encontrar el significado de la historia, igual que en Rayuela, de Julio Cortázar, o Tres tristes tigres, de Guillermo Cabrera Infante. Esta cualidad laberíntica hace que Raining Backwards sea un texto más difícil, pero también estéticamente más agradable que otras novelas cubano-americanas. Una de sus premisas es que el autor ya no puede suscribir el principio de verosimilitud, ni escribir con una sola voz. Además, emplea un lenguaje neobarroco tropical para crear un mundo alucinante.[23]

El plato fuerte de la novela es un capítulo titulado «Raining Backwards», en el cual una mujer madura y su nieto planean regresar a Cuba en un bote. Así, el movimiento físico de «ir al sur» se convierte en el equivalente metafórico de «llover al revés», o buscar en el pasado las propias raíces. El regreso de la mujer — que termina perdiéndose en el mar — a Cuba, y la permanencia de su nieto en los Estados Unidos, simbolizan las actitudes de dos generaciones diferentes de exiliados cubanos. En un nivel episódico, el momento decisivo es el asesinato y la mutilación de Connie, que convierte al texto es una especie de búsqueda detectivesca del culpable. Al final, el crimen queda sin resolver, porque no se trata de una novela de misterio. Lo que más importa al autor es recrear las tensiones entre cubanos y norteamericanos que conducen al sacrificio de un chivo expiatorio: Connie. Por una parte, el hermano de Connie, Jacinto (Keith) Rodríguez, se une a una banda cubano-americana, las Panteras de la Calle 17, que ataca a cualquier anglo con el que se tropiece. Por otra, Marylou Walls y Bill Cloonan pertenecen a la Brigada de la Lengua, cuyo propósito es acosar a los cubanos que hablan español en Miami. Esencialmente, los personajes expresan la dualidad cultural y lingüística de la ciudad.

Aparte de la lucha étnica, la novela se centra en la creciente brecha generacional dentro de la comunidad cubana de Miami. Fernández documenta el impacto deteriorante de la aculturación sobre las familias cubano-americanas, que origina un conflicto de valores y costumbres entre los padres inmigrantes y sus hijos. La primera generación, representada por Mirta, Mima, Manolo, Pepe y Barbarita, temen y se resisten a ser asimilados por la cultura norteamericana. Pero la segunda — representada por Connie, Keith, Quinn e Isabelita — se siente irresistiblemente atraída por ella. Los cubanos de más edad siguen sintiéndose emocionalmente ajenos a los Estados Unidos, no importa el tiempo que hayan pasado en este país. Como observa Barbarita, «nunca debimos haber salido [de Cuba]. Este país cambia a la gente. Creo que es el agua. ¡Los vuelve locos!» (p. 85). Los cubanos jóvenes son inevitablemente bilingües y biculturales, pero están atrapados entre la cultura cubana y la norteamericana, sin pertenecer a ninguna de ellas. Los hermanos Keith y Quinn Rodríguez, aunque hayan adoptado nombres en inglés, representan diferentes versiones de un síndrome común: la ruptura parcial de los patrones tradicionales cubanos sin que las normas norteamericanas los reemplacen por completo. Contrabandista de drogas al principio, Keith se convierte en un luchador anticastrista y va al clandestinaje en los Everglades de la Florida, donde termina muerto. Quinn se muda de una casa- templo de santería en Hialeah, a Roma, donde se convierte en el primer Papa cubano. Ninguno de los dos logra materializar plenamente el sueño norteamericano de los inmigrantes cubanos de segunda generación.

El tono a lo largo de Raining Backwards es satírico e irreverente. La novela se burla de las más sagradas instituciones cubanas en Miami: las reuniones familiares, la Iglesia católica, el anticomunismo, las fiestas de quince, José Martí, la Virgen de la Caridad, las peleas de gallos y la pasta de bocaditos, entre otras. Aunque estas ridiculizaciones no le ganen a Fernández muchos amigos en el Miami cubano, contribuyen a desmitificar muchos aspectos de la vida de los inmigrantes. El autor incluso parodia la historia legendaria del éxito cubano. Inicialmente Mima, la madre de Connie, Keith y Quinn, «solo está tratando de ganarse la vida [vendiendo] chicharritas de plátano» (p. 55). Al final, Mima se convierte en una empresaria muy exitosa, acometiendo la producción industrial de chicharritas de yuca y de malanga. El narrador va tan lejos como proponer un nuevo mito del origen para la comunidad cubana de Miami, según lo cuenta Mirta; la historia de un pueblo que vino del mar para desplazar a los que estaban en tierra. Parece que se necesita un nuevo mito para sostener al enclave cubano en Miami.

Raining Backwards está concebida para lectores bilingües y biculturales, principalmente de inmigrantes cubanos de segunda generación en los Estados Unidos. Solo ellos podrían tener el conocimiento íntimo y la distancia emocional necesarios para comprender y simpatizar con el humor étnico de Fernández. Por ejemplo, el autor a menudo traduce literalmente palabras y frases del español al inglés — y con ello logra un efecto muy cómico. La ciudad de Cienfuegos se convierte en «One Hundred Fires»; el término cariñoso «cielito» pasa a ser «little sky»; la expresión «tiré la casa por la ventana» — en inglés, «I had a big party» — se convierte en «I threw the house out of the window»; el poema de Martí «Cultivo una rosa blanca» y el clásico merengue El negrito del batey aparecen en sus respectivas versiones al inglés. Para apreciar plenamente los cruzamientos culturales del texto de Fernández, el lector debe saber algo de español, estar familiarizado con la cultura cubano-americana, y aceptar la forma de difamación ritual cubana — el choteo — como una manera legítima de escribir. Los cubanos y los angloamericanos que solo hablan sus respectivas lenguas probablemente no disfruten mucho esta novela. Como observa Pérez Firmat, «el trabajo se abre a lectores anglohablantes solo en apariencia […] A pesar del inglés, no sale del ghetto. Su inglés es en realidad una forma de espanglish».[24]

La sentencia de Mirta puede ser una síntesis apropiada de Raining Backwards: «Le pagué [a Eloy, su mensajero] con recuerdos. Es la mejor manera de luchar contra el olvido. El día que olvidemos, nos moriremos. Aun los vivos, porque entonces no tendremos nombres» (p. 37). La conservación de la memoria se convierte en parte integrante de la lucha de los inmigrantes por sobrevivir culturalmente en los Estados Unidos. Más importante que perder las propiedades o la posición social en Cuba, es perder el propio sentido de pertenencia a una comunidad étnica. Aunque los exiliados son inmigrantes involuntarios que se sienten superiores a la cultura norteamericana, en algún momento deben aceptarla y adaptarse como un grupo minoritario. Para la mayor parte de los norteamericanos, los exiliados cubanos son, simplemente, gentes exóticas del trópico con una cultura española y un acento extraño. Fernández sugiere que los inmigrantes cubanos deben romper con su enclave cultural en Miami y combatir los estereotipos populares, pero preservando, al propio tiempo, su propia identidad en el crisol de los Estados Unidos. Su esfuerzo por escribir en «inglés cubano» es una salida simbólica de la Pequeña Habana para insertarse en las principales corrientes culturales. En otras palabras, para transformar la literatura del exilio en una literatura de inmigrantes. Zimmerman sostiene que Raining Backwards está a caballo sobre la primera y la segunda fases de literatura latina en los Estados Unidos.[25]

Volviendo al sur

Dreaming in Cuban[26] es la primera novela de Cristina García. Dedicada a su abuela cubana y a su esposo norteamericano, la novela cuenta la historia, en parte autobiográfica, de tres generaciones de una familia cubana, fundada por Jorge y Celia del Pino. A diferencia de Our House in the Last World, Dreaming in Cuban se centra en las mujeres de la familia del Pino, especialmente en Celia, su hija Lourdes, y su nieta Pilar. La trama alterna constantemente entre Cuba y los Estados Unidos, entre el pasado y el presente, entre una generación y la siguiente. La familia del Pino está separada física, emocional y políticamente. La división principal ocurre entre Celia, que apoya entusiastamente la Revolución cubana, y Lourdes, que se le opone con firmeza. Pilar representa una posición ambivalente y cínica entre los dos polos ideológicos, al igual que su primo Ivanito, quien creció en Cuba, pero abandona la Isla durante el puente marítimo del Mariel en 1980. Así, la familia del Pino sintetiza las grietas y escisiones de la sociedad cubana, tanto en la Isla como en el exilio.

Dreaming in Cuban es un intrincado mosaico de voces literarias. La novela comienza con un recuento en tercera persona acerca de sucesos acaecidos en Cuba en 1972, y termina con una carta personal fechada en 1959. La historia no sigue un orden cronológico, sino que invita al lector a reconstruir la secuencia de acontecimientos en un orden diferente: del presente al pasado y de nuevo al presente. García frecuentemente combina verbos en pasado y presente, de manera que al final, los dos marcos de referencia temporal resultan difuminados y confusos. La transición geográfica, de Cuba a los Estados Unidos, también es a menudo imperceptible, porque esa es la forma en que los personajes experimentan el cambio. No existe una discontinuidad radical en tiempo y espacio entre las dos partes de la familia del Pino, una en Cuba, la otra en los Estados Unidos. La familia está espiritualmente unida por recuerdos y fantasías comunes, por su imagen de Cuba.

A diferencia de la principal técnica narrativa de Hijuelos, García tiende al polifonismo al estilo de Rashomon. Este cambio constante de perspectivas de un personaje a otro, a menudo está marcado gramaticalmente. Por ejemplo, Pilar habla, en general, en primera persona del singular, mientras que se aborda a Lourdes en tercera. Celia aparece con dos puntos de vista diferentes: el de sus propias cartas, y el de un espectador comprensivo. Esta estrategia literaria hace que las reflexiones de Pilar y de Celia resulten más accesibles al lector, al punto de que uno se siente más identificado con ellas que con Lourdes. En esta novela, Pilar muy bien puede ser el alter ego de la autora: lo registra todo en su diario; es una artista como la autora; nació en Cuba, pero se crió en los Estados Unidos, y su abuela le asigna la tarea de recordarlo todo (p. 245). Así, la voz de Pilar tiene un tono fuertemente emocional, que se escucha claramente en toda la novela, la búsqueda por una joven heroína de su propia identidad, similar al bildungsroman femenino que las escritoras chicanas y nuyoricans comenzaron a producir en la década de los 80.[27]

Muchos de los acontecimientos que hacen avanzar a Dreaming in Cuban tienen sus raíces en la historia y la política cubanas contemporáneas. La familia del Pino se ve desgarrada por episodios dramáticos en cuyo contexto son personajes sin importancia: la Revolución cubana, la invasión a Bahía de Cochinos, la crisis de los cohetes, el éxodo de Mariel. Pero sus historias, luchas y sueños individuales son tan importantes como los conflictos de la guerra fría que interrumpen sus vidas. Tal vez es por esto que Fidel Castro permanece innombrado a lo largo de esta novela: se le llama, simplemente, El Líder. A Celia la persigue el recuerdo de un amante que se fue a España hace mucho tiempo. A Lourdes la visita constantemente en Brooklyn el fantasma de su padre. Y Pilar está obsesionada por la idea de «volver al sur», de regresar a Cuba algún día. Todos están unidos en su dolor por la muerte de Jorge del Pino, el patriarca de la familia.

Pilar representa una nueva generación de inmigrantes cubanos, en precario equilibrio entre las culturas cubana y norteamericana. Estos inmigrantes ya no se sienten cubanos, pero todavía no se han convertido en norteamericanos, sin guión. Pilar tiene los mismos años que la Revolución cubana:

«Nada más tenía dos años cuando me fui de Cuba, pero recuerdo todo lo que me ha ocurrido desde que era una bebita» (p. 26). El imposible esfuerzo de recordarlo todo la conduce a inventar un pasado, casi como lo ha hecho la autora misma en esta novela. Al final, Pilar admite: «Creo que Cuba es un exilio peculiar, una colonia insular. Podemos llegar a ella en un vuelo charter de 30 minutos que salga de Miami, pero jamás llegamos» (p. 219).

La única forma de llegar a Cuba es mediante un viaje espiritual y físico a la semilla, parafraseando el título del relato corto de Alejo Carpentier.[28] Pilar completa el viaje de regreso a Cuba en 1980, en el momento mismo en que miles de cubanos salen del país. Pero el suyo es un viaje más íntimo para recuperar los sueños de su abuela, como para cerrar el círculo familiar que comenzó en la década de los

30. García titula la última sección de su libro «The Languages Lost» («Los idiomas perdidos»), refiriéndose a mucho más que el español; se refiere a un cambio completo de mentalidad entre los cubanos que viven en la Isla y en el extranjero. Como dice Pilar, «saco a mi madre de un gentío creciente [en Cuba]. Ellos han perdido el lenguaje que ella habla. Es otro idioma completamente diferente» (p. 221). La novela de García sugiere que después de tres décadas, el proceso revolucionario ha inculcado una visión diferente del mundo al pueblo cubano. La vieja Cuba ya no existe, salvo en la imaginación de los exiliados.

Dreaming in Cuban contradice mucho del folklore del éxodo posrevolucionario cubano. Jorge del Pino no era un hombre rico en Cuba, sino un viajante de comercio. Lourdes es dueña de una pequeña panadería en Brooklyn. Pilar es una artista que lucha por salir adelante. Según todos los raseros, la familia del Pino tiene una posición modesta de clase media, tanto en Cuba como en los Estados Unidos. Ideológicamente, sus miembros representan un amplio espectro de criterios políticos que van de la extrema derecha a la izquierda radical. Sus respectivas decisiones en cuanto a permanecer en Cuba o emigrar a los Estados Unidos son el resultado de un complicado conjunto de experiencias personales, más que de simples cálculos económicos. Como hace notar Pilar, «todos estamos atados al pasado por casualidades» (p. 219). Igual que otros inmigrantes, los cubanos están atados a su situación actual en los Estados Unidos por una combinación de coincidencias y opciones.

Dreaming in Cuban tiene diversos rasgos de la narrativa convencional de los inmigrantes en los Estados Unidos.[29] El hecho de que se centre en tres generaciones de cubanos en dos países, es lo usual en este género. El viaje espiritual a la semilla de uno de los protagonistas — preferiblemente un personaje joven y sensible — , es también un leit motiv típico. El empleo esporádico de una lengua extranjera — el español en este caso — establece al autor como un testigo experto en la cultura ancestral. Las connotaciones autobiográficas de la novela la conectan con una tradición testimonial en la ficción étnica que data del siglo xix en los Estados Unidos.

Dreaming in Cuban es original en muchos sentidos. El énfasis en las mujeres como personajes protagónicos es una bienvenida variación en la literatura centrada en hombres, que Hijuelos y otros escritores étnicos siguen produciendo. La separación de la narrativa realista, cronológica y omnisciente incorpora técnicas narrativas modernas a un viejo género. El constante uso de sueños como una estrategia literaria clave otorga a la novela un carácter surrealista que la distingue de las novelas étnicas tradicionales. Por último, el empleo del humor — que tiene mucha correspondencia con el choteo cubano — resulta un fino contrapunteo con el sentido trágico de la vida generalmente visible en la literatura de los inmigrantes.

Conclusiones

Las recientes novelas cubano-americanas evitan los estereotipos del «exiliado dorado» y del

«gusano sucio», como metáforas predominantes para los cubanos en los Estados Unidos. En vez de eso, escritores cubano-americanos como Oscar Hijuelos, Roberto Fernández y Cristina García se centran en el dilema existencial de vivir en un país extranjero. Cada uno rebate la imagen de los cubanos como inmigrantes especiales con antecedentes exclusivos y problemas peculiares. Los tres novelistas describen situaciones y personajes que tienen un significado universal, en el contexto particular de los cubanos en Miami y en Nueva York. Como muchos otros inmigrantes, los cubanos salieron principalmente de las capas medias de su sociedad natal, tienen una compleja ideología política y tratan de preservar su identidad en los Estados Unidos. A medida que pasa el tiempo, el problema de recordar a la patria se agudiza, especialmente para los inmigrantes de segunda y tercera generación. La conservación y recreación de los recuerdos es la fuerza motora de las novelas reseñadas en este ensayo. La literatura del exilio se convierte gradualmente en literatura del reasentamiento.

La mayor parte de las encuestas acerca de la literatura cubano-americana pone énfasis en su diferencia respecto a otras minorías étnicas, como los mexicanos y los puertorriqueños en los Estados Unidos.[30] Hasta hace poco, la mayoría de los autores cubano-americanos escribían en español, les interesaba principalmente su patria, y seguían manteniéndose marginados de la cultura norteamericana. Silvia Burunat y Ofelia García[31] han identificado los temas principales de esta temprana literatura como sigue: 1) identidad cubana y afrocubana; 2) memoria nostálgica; 3) raíces familiares; 4) exilio en los Estados Unidos, y 5) política cubana. Carolina Hospital ha descrito un hilo conductor posterior en la literatura cubano-americana, más influido por el idioma inglés, más abierto a la cultura norteamericana, y más semejante a las literaturas de otras minorías étnicas en los Estados Unidos.[32] Otros académicos han comenzado a situar a la literatura cubano-americana en el contexto de la inmigración hispana en este país.[33]

Este ensayo ha tratado de develar diversos temas subyacentes en recientes novelas cubano- americanas. Primero, los inmigrantes cubanos no encajan completamente en las categorías convencionales de exiliados políticos o inmigrantes económicos, aunque fuera solamente porque el éxodo comenzó mucho antes de la Revolución cubana de 1959 y cambió sustancialmente después del puente marítimo del Mariel en 1980. Segundo, los cubanos encaran los problemas comunes a los inmigrantes en todas partes, tales como las privaciones económicas, el aislamiento social y la confusión cultural. Tercero, el mito del éxito cubano en los Estados Unidos no hace justicia a las vidas diarias de muchos inmigrantes ordinarios y las de sus familias. Cuarto, la dificultad para regresar a Cuba ha generado una isla imaginaria que existe solo en los recuerdos o en las fantasías del exiliado. Por último, los inmigrantes cubanos y sus descendientes pueden ser capaces de retener su identidad étnica si mezclan creativamente aspectos de su legado con los de la cultura dominante en los Estados Unidos. Aunque el crisol no haya logrado borrar la memoria colectiva de los inmigrantes, indudablemente el presente dará una nueva forma a su pasado.

¿Es la literatura cubano-americana diferente de la de otras minorías étnicas, tales como la hispana en los Estados Unidos? En muchos sentidos, los textos literarios analizados en este ensayo se parecen a los de otros inmigrantes. Por ejemplo, Hijuelos evoca nostálgicamente las raíces culturales de los inmigrantes en la patria cubana, al tiempo que documenta la pérdida de identidad en la patria de adopción. Tanto Fernández como García escriben acerca de su percepción de los cubanos como casos únicos de una cultura trasplantada a un nuevo entorno. Y en algunos casos, los trabajos de escritores cubano-americanos contemporáneos tienden un puente sobre la brecha entre la identidad de los cubanos como exiliados y como inmigrantes. A medida que pasa el tiempo, la mentalidad de exiliado se irá desvaneciendo, y una nueva consciencia étnica irá ganando espacio en la literatura cubano- americana.

Traducción: Carmen González.

Notas

[1] Para una muestra de esta literatura periodística, véase «La Vieja Habana renace en Miami», Life, 12 de septiembre de 1966; «Those Amazing Cuban Emigrés», Fortune, octubre de 1966, y «A Cuban Success Story in the United States», U.S. News and World Report, 20 de marzo de 1967. Para reseñas de la literatura académica sobre los inmigrantes cubanos en los Estados Unidos, Silvia Pedraza, «Cuban in Exile, 1959–1989», en Damián J. Fernández, ed., Cuban Studies since the Revolution, University Presses of Florida, Gainesville, 1992; Alejandro Portes y Robert L. Bach, Latin Journey: Cuban and Mexican Immigrants in the United States, University of California Press, Berkeley y Los Angeles, 1985; Thomas D. Boswell y James R. Curtis, The Cuban-American Experience: Images and Perspectives, Rowman & Alanheld, Nueva Jersey, 1984. Un ejemplo temprano del tema del «exilio dorado» es el ya clásico análisis de Alejandro Portes sobre los refugiados cubanos en Milwaukee («Dilemmas of a Golden Exile: Integration of Cuban Refugee Families in Milwaukee», American Sociological Review, n. 34, 1969, pp. 505–518).

[2] Véase la extensa bibliografía compilada por Thomas D. Boswell y Manuel Rivero sobre el éxodo del Mariel (Bibliography for the Mariel Cuban Diaspora, Occasional Paper, n. 7, Center for Latin American Studies, University of Florida, Gainesville, 1988). Benigno Aguirre ofrece una visión de conjunto de los calificativos étnicos que se aplicaron a los exiliados cubanos, sobre todo después del Mariel («Cuban Mass Migration and the Social Construction of Deviance», ponencia a la Cuarta Reunión del Instituto de Estudios Cubanos, Rollins College, Winter Park, Florida, 1992). Lourdes Argüelles explica el aspecto negativo del enclave cubano en Miami («Cuban Miami: The Roots, Development and Everyday Life of an Emigré Enclave in the U.S.», Contemporary Marxism, n. 3, 1982, pp. 24–43). Para un recuento de ficción sobre la vida de los cubanos en Miami realizado por un autor no cubano, véase John Sayles, Los gusanos, Harper-Collins, Nueva York, 1991.

[3] Véase Silvia Pedraza, ob. cit.

[4] Véase John Sayles, ob. cit.

[5] Gustavo Pérez Firmat caracteriza a Roberto Fernández y a Cristina García como miembros de la «una y media generación» de inmigrantes cubanos, porque nacieron en Cuba, pero se criaron en los Estados Unidos. Véase su Life in the Hyphen: The Cuban-American Way, University of Texas Press, Austin, 1994.

[6] 6. Para opiniones críticas sobre la literatura de los exiliados cubanos, véase Jorge Duany, «Hispanics in the United States: Cultural Diversity and Identity», Caribbean Studies, n. 1–2, 1989, pp. 1–35; Silvia Burunat y Ofelia García, eds., Veinte años de literatura cubanoamericana: Antología (1962–1982), Bilingual Review Press, Tempe, Arizona, 1988; Carolina Hospital, Cuban American Writers: Los Atrevidos, Ediciones Ellas/Linden Lane Press, Princeton, 1988; «Literature and Migration: Puerto Ricans and Cubans in the United States», Latinamericanist, n. 2, 1985, pp. 3–5; The Children of Cuban Exile and their Literature [tesis de Maestría], Universidad de la Florida, 1983); Elías Miguel Muñoz, Desde esta orilla: poesía cubana en el exilio, Betania, Madrid, 1988; Gustavo Pérez Firmat, «Spic Chic: Spanglish as Equipment for Living», Caribbean Review, n. 3, 1987, pp. 20–1 y 36–7; Trascending Exile: Cuban-American Literature Today, Occasional Papers, n. 92, Universidad Internacional de la Florida, 1987; Daniel Maratos y Marnesba D. Hill, Escritores de la diáspora cubana: manual bio-bibliográfico, Scarecrow Press, Nueva Jersey, 1986; Naomi Lindstrom, «Cuban- American and Continental Puerto Rican Literature», en David W. Foster, ed., Sourcebook of Hispanic Culture in the United States, American Library Association, Chicago, 1982; José Sánchez-Boudy, Historia de la literatura cubana (en el exilio), Ediciones Universal, Miami, 1975 y Matías Montes Huidobro y Yara González, Bibliografía crítica de la poesía cubana (exilio: 1959–1971), Playor, Madrid, 1973.

[7] El término procede del inglés newyoricans, es decir, los puertorriqueños nacidos y criados en Nueva York (N. del E).

[8] Acerca de la literatura puertorriqueña, véase especialmente Efraín Barradas y Rafael Rodríguez, Herejes y mitificadores: muestra de poesía puertorriqueña en los Estados Unidos, Huracán, Río Piedras, 1980, y Asela Rodríguez de Laguna, ed., Images and Identities: The Puerto Ricans in Two World Contexts, Transaction, Nueva Jersey, 1987. Algunos de los escritores dominicanos más recientemente radicados en los Estados Unidos parecen seguir la experiencia de los escritores nuyoricans que los precedieron. Véase Silvio Torres-Saillant, «La literatura dominicana en los Estados Unidos y la periferia del margen», Punto y Coma, n. 1–2, 1991, pp. 139–49.

[9] Véase Carolina Hospital, The Children of Cuban Exile and their Literature, ob. cit.

[10] Véase Jorge Duany, «Hispanics in the United States: Cultural Diversity and Identity», ob. cit.

[11] Carolina Hospital, Cuban American Writers: Los Atrevidos, ob. cit., p. 17.

[12] Gustavo Pérez Firmat, Trascending Exile: Cuban-American Literature Today, ob. cit.

[13] Ibídem, p. 21. Para una reciente compilación bilingüe de poesía cubano-americana, véase Elías M. Muñoz, En estas tierras/In This Land, Bilingual Review Press, Tempe, Arizona, 1991.

[14] Por nacimiento y antecedentes de clase, Hijuelos representa a los inmigrantes de clase obrera de la Cuba prerrevolucionaria en los Estados Unidos. Así, los trabajos de Hijuelos difieren significativamente de los de cubano-americanos de primera generación, como Roberto Fernández y Cristina García, que a menudo expresan una mentalidad de exiliados. Para una distinción entre literatura de la inmigración y literatura del exilio, véase Gustavo Pérez Firmat, Life in the Hyphen: The Cuban-American Way, ob. cit. Un trabajo de referencia sobre literatura del exilio es el de Paul Ilie, Literature and Inner Exile, Johns Hopkins University Press, Baltimore, 1980.

[15] Carolina Hospital, Cuban American Writers: Los Atrevidos, ob. cit., p. 16.

[16] Ibídem, p. 18.

[17] Oscar Hijuelos, Our House in the Last World, Washington Square Press, Nueva York, 1983. En lo adelante se señalarán las páginas en el cuerpo del texto.

[18] Este ensayo no reseña The Mambo Kings Play Songs of Love por lo limitado del espacio, y porque esta novela reitera muchos de los temas presentes en el primer trabajo de Hijuelos, aunque The Mambo Kings… es más ficción que autobiografía. Véase Gustavo Pérez Firmat, Life in the Hyphen: The Cuban-American Way, ob. cit., para un excelente análisis de esta novela.

[19] Marc Zimmerman. (En el original en inglés no aparece la referencia editorial. N. del E.)

[20] Ibídem.

[21] Gustavo Pérez Firmat, Life in the Hyphen: The Cuban-American Way, ob. cit., p. 21.

[22] Roberto G. Fernández, Raining Backwards, Arte Público Press, Houston, 1988. En lo adelante se señalarán las páginas en el cuerpo del texto.

[23] Véase Carolina Hospital, Cuban American Writers: Los Atrevidos, ob. cit., p. 17.

[24] Comunicación personal, 25 de agosto de 1992.

[25] Marc Zimmerman (véase nota 19).

[26] Cristina García, Dreaming in Cuban, Alfred A. Knopf, Nueva York, 1992. En lo adelante se señalarán las páginas en el cuerpo del texto.

[27] Marc Zimmerman (véase nota 19).

[28] Véase Alejo Carpentier, «Viaje a la semilla», en Varios, El cuento en la revolución. Antología (Félix Pita Rodríguez, compilador), Unión, La Habana, 1975. El cuento de Carpentier fue publicado por primera vez en 1944.

[29] No todas las novelas étnicas observan este canon literario. Sin embargo, los textos clásicos escritos por inmigrantes, tales como The Promised Land (La tierra prometida, 1912) de Mary Antin, y The Rise of David Levinsky (El ascenso de David Levinsky, 1917) de Abraham Cahan, ilustran los principales perfiles de este género.

[30] Marc Zimmerman (véase nota 19) y Naomi Lindstrom, «Cuban-American and Continental Puerto Rican Literature», ob. cit.

[31] Silvia Burunat y Ofelia García, ob. cit.

[32] Carolina Hospital, Cuban American Writers: Los Atrevidos, ob. cit.

[33] Emilio Bejel, «Cuban Literature in the United States», ponencia presentada al Simposio sobre Literatura Caribeña en los Estados Unidos, Universidad del Sagrado Corazón, Puerto Rico, 2 de mayo de 1990; Jorge Duany, «Hispanics in the United States: Cultural Diversity and Identity», ob. cit.

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