Entre lunas y libros

Trazzo
Revista Trazzo
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2 min readFeb 2, 2024

Por Guillermo Sala

Cálido pueblito del norte,
sus días de andar lento.
Mas para el que carga un tormento,
pero no hay alma que no lo soporte.
Y si de penas o tormentos hablar,
de la historia de Pepe se va a escuchar.

Seis hermanos varones, más uno en camino;
esa madrugada, las plegarias,
por muchas que sean, fueron innecesarias.
El séptimo hijo trajo marcado su destino,
en épocas lejanas, al igual que el lugar,
aquel mitai con amor se iba a criar.

El cuchicheo no tardó en resonar,
el aire traía un mal augurio,
y latente, de las plegarias y deseos, el perjurio.
Revuelo en el pago por quien iba a llegar:
un ahijado del presidente en el pueblo,
aunque para Pepe, eso no sería consuelo.

Pepe creció con algo de suerte,
su familia, por temas de trabajo, se mudaron.
Así los años tranquilos y normales pasaron,
hasta que dejó de ser niño para ser adolescente.

Y la primera luna llena de sus cumplidos 15 años,
comenzaron los síntomas de aquel ser extraño.

Por un camino recto que va al cementerio,
aullidos y ladridos cuando se iba a transformar.
Un bulto grande y negro vieron pasar,
en la noche oscura, testigo del misterio.
Llegando el alba y al canto del gallo,
la noche de luna llena se acalló.

Al día siguiente, Pepe, sucio y maloliente,
y como salido del mismo infierno,
se dio cuenta de que su pesar sería eterno,
y de aquel monstruo malevo, un sirviente.
Los días que sucedieron a la luna llena,
Pepe se iba recuperando de su primera faena.

Pasaron los años en aquel pueblito,
Pepe creció y el amor conoció.
Para ser profesor de historia estudió,
hombre de familia, e hijos y mito.
Mito para los demás, para él una realidad,
una doble vida quitando su libertad.

En las aulas del pueblito, Pepe compartía
la fascinante historia de su tierra,
y en las noches de luna, salía su fiera,
siendo un respetado profesor de historia.
Su vida entre el bien y el mal se dividía,
anhelando dar fin a su pesar algún día.

Con el tiempo, el peso del secreto
se volvió abrumador y su familia lo descubrió.
Lo abandonaron y su corazón se partió.
Pero cierto alivio encontró para su ser escueto,
la verdad tan siniestra al fin salió a la luz,
y quedó Pepe solo, cargando su propia cruz.

Refugio al monte fue a buscar,
se armó un rancho donde pasar su vida,
del qué dirán de la gente, se olvida.
A su fiera, martes y viernes de luna, deja escapar
y refugiado en el monte y perdido en sus libros,
su doble vida de extraviado equilibró.

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