Fidel
Aunque sabemos que “a los héroes se les recuerda sin llanto”, aquel 25 de noviembre de 2016 los ojos de cada cubano se llenaron de lágrimas
Por: María Luisa García Moreno
Tras haber cumplido noventa fructíferos años de vida, ese día falleció Fidel y Cuba toda lloró su muerte con esa pena profunda que oprime el pecho.
Era la despedida al hombre mortal que durante más de cincuenta años había estado entrañablemente unido a nosotros como conductor, amigo, hermano, padre… Un dolor tranquilo, sosegado, pues sabíamos que tarde o temprano su desaparición física ocurriría, él nos preparó para eso.
Sabemos también que, en realidad, no morirá nunca, que su ejemplo inmortal estará siempre a nuestro lado, que son eternos su pensamiento y su dignidad, que hoy forman parte del arsenal de cada cubano, porque, como dijo Martí, “[…] Cuando se muere / En brazos de la patria agradecida, / […] / ¡Empieza, al fin, con el morir, la vida!”. 1 Y, por eso, Fidel sigue entre nosotros, y no hay esfera de la vida en la que no estén sus obras y sus ideas.
Entre el inmenso legado ideológico que nos dejó, hoy recordamos la siguiente máxima:
“Los hombres [y mujeres] que perseveran, los hombres que resisten, los hombres que defienden una causa justa y saben llevar adelante esa causa, vencen”. 2 Hoy que vivimos tiempos tan complejos, debemos recordar sus lecciones y perseverar en la defensa de nuestros principios y conquistas, con la absoluta confianza de que nuestra nación vencerá.