José de la Luz y Caballero, Pedagogo y filósofo.

José de la Luz y Caballero: ese sol del mundo moral

Profundo pensador y amante de la vida y de su país promovió el desarrollo de la nacionalidad cubana. Pedagogo y filósofo, nació el 11 de julio de 1800.

Revista Pionero
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2 min readJul 11, 2020

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Por Aracelys Bedevia

Si una afirmación ha llegado hasta nuestros días es precisamente la realizada hace casi tres siglos por el eminente pedagogo y filósofo José de la Luz y Caballero, quien entre muchas enseñanzas dejó para la posteridad el aforismo “Instruir puede cualquiera, educar solo quien sea un evangelio vivo.”

Nacido el 11 de julio de 1800, José de la Luz y Caballero, “silencioso fundador”, como le decía José Martí, promovió el desarrollo de la nacionalidad cubana. Se pronunció contra el clero español y en 1824 asumió la dirección de la Cátedra de Filosofía del Seminario de San Carlos, a la cual accede por medio de pruebas de oposición. Anteriormente, esa responsabilidad estuvo en manos de José Antonio Saco y también del maestro Félix Varela, su creador.

Se hizo famoso por su fidelidad a la metodología y doctrinas de Varela, al que citaba casi diariamente y por cuyos textos se guiaba para impartir las clases. Varona lo llamó el “pensador de ideas más profundas y originales, pensamientos religiosos, patrióticos, científicos y humanos”.

En 1833 se casó con Mariana, hija del científico don Tomás Romay. El director del Colegio San Salvador falleció el 22 de junio de 1862, en La Habana. Aforismos, es el título de su obra más conocida, la cual está compuesta por notas breves, datos y observaciones que escribió durante toda su vida. Aquí les dejamos algunas de las afirmaciones del gran pedagogo publicadas en ese y otros textos:

“Sin manipular en un laboratorio no se aprende Química”;

“Sin un buen profesor que ilustre las materias, no se aclaran ciertos puntos matemáticos”;

“Nada robustece tanto el entendimiento como la costumbre de no admitir más que lo demostrado”;

“Solo la verdad nos pondrá la toga viril”;

“Para todo se necesita ciencia y conciencia”;

“Es menester impacientarse y no impacientarse: lo primero para madurar la fruta; lo segundo, porque ha de madurar”;

“Hombre más que instituciones suelen necesitar los pueblos para tener instituciones, y cuando se necesitan los echa al mundo la providencia”;

“Antes quisiera ver yo desplomadas, no digo las instituciones de los hombres, sino las estrellas del firmamento, que ver caer del pecho humano el sentimiento de la justicia, ese sol del mundo moral”.

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