La invasión inglesa a La Habana
Durante la invasión inglesa a La Habana, los españoles entregaron la plaza sin defenderla; pero los criollos, al mando de Pepe Antonio y otros jefes locales, la defendieron con estoicismo.
Por: María Luisa García Moreno
El 6 de junio de 1762, alrededor de 200 embarcaciones inglesas se presentaron por sorpresa frente a La Habana, ciudad que no había sido preparada para su defensa. Al día siguiente, luego de una amenaza de ataque por el oeste, se produjo el desembarco naval y los ingleses marcharon sobre Cojímar, donde situaron su puesto de mando.
En la mañana del día 8, pasaron a la ofensiva, atacaron Guanabacoa y el coronel de caballería Carlos Caro, jefe del Regimiento Edimburgo organizó una línea defensiva, a la que ordenó cargar contra el enemigo desoyendo los consejos del alcalde mayor de la villa, José Antonio Gómez Bullones, Pepe Antonio. Los inexpertos milicianos criollos, puestos a combatir contra un ejército regular, fueron rechazados por los ingleses con 29
bajas.
Un torrencial aguacero y el hecho de que los ingleses no contaran con caballería fue aprovechado por Caro para poner pies en polvorosa y no parar hasta Jesús del Monte. A partir de ese momento, nunca más volvió a enfrentar a los agresores.
Como resultado, el día 8, la bandera inglesa ondeaba en la iglesia parroquial de Guanabacoa. Allí los invasores capturaron una importante cantidad de caballos, la cual les permitió organizar un escuadrón de caballería, lo que suponía una importante ventaja. A partir de este momento, los sitiadores se dedicaron a la captura de la loma de
la Cabaña — donde aún no había sido construida la fortaleza que hoy se encuentra allí — y el asalto del Morro.
El día 9, la guarnición que defendía la Cabaña, donde había sido situada una batería de cañones, recibió y cumplió la disposición de abandonar su puesto. La Junta de Defensa ordenó abandonar aquella altura, de la cual bien se sabía que dominaba la ciudad, y dejar allí a unos 300 milicianos con la misión de arrojar al mar las piezas de artillería: España entregó sin lucha el lugar del cual dependía la defensa, decisión que fue justamente calificada por el pueblo como una traición.
Sin embargo, los ingleses no se percataron del abandono de la estratégica posición y solo ocuparon la loma dos días después. Aunque el camino estaba libre, los ingleses no se daban prisa en avanzar, lo que fue aprovechado por milicianos y voluntarios, bajo las órdenes de regidores y alcaldes transformados en coroneles de milicias, para demostrar su valor en defensa de la tierra natal. Se destacaron Luis Aguiar, en el Horcón, hoy Esquina de Tejas, en Diez de Octubre; Laureano Chacón en El Wajay; Fernando Mena en Puentes Grandes; Pepe Antonio, Diego Ruiz y Bernardo Díaz en Guanabacoa y Corral Falso; José Bernet, el jerezano, en la Chorrera y otros.
El arma fundamental de los milicianos fue el machete, empleado en golpes sorpresivos asestados por pequeñas partidas, conocedoras del terreno y con gran rapidez de movimientos. El mismo 7 de junio, Pepe Antonio protagonizó la primera carga al machete, al enfrentarse con una partida de unos 70 hombres a 200 ingleses. Esta heroica acción constituye la raíz de las famosas cargas al machete que los mambises pusieron en práctica durante nuestras guerras de independencia.
Días después, el 12 de junio, en la que ha sido considerada su acción más destacada, Pepe Antonio, al mando de una partida de 300 hombres armados con fusiles y parque arrebatados al enemigo, emboscó una columna inglesa de 1200 hombres y les causó tales pérdidas que, prácticamente, la aniquiló a pesar de la superioridad en hombres y
armas de los británicos.
La ocupación inglesa duró hasta el 11 de febrero de 1763, cuando Cuba fue devuelta a España a cambio de la Florida.
