Leyenda India

De la comida que celebraron el Sol, la Luna y el Viento

Adaptación: Katina Herrera Ponce
Ilustración: Jesús

Un día, el Sol, la Luna y el Viento fueron a comer con sus tíos el Trueno y el Relámpago. Su madre, una de las más brillantes estrellas del firmamento, esperaba sola su regreso.

Como el Viento y el Sol eran muy glotones se lo comieron todo, sin guardar nada para su madre. Pero la suave Luna, de cada cosa que le servían guardaba un poco en las hermosas uñas de sus dedos, a fin de que la madre pudiera probar lo que ellos comían.

Al volver los tres a casa, su madre, que los había estado esperando todo la noche, les preguntó:

— ¿Qué me han traído del banquete?

— Yo no he traído nada para ti — dijo el Sol, que era el mayor de todos — . Fui a divertirme.

— Yo tampoco he traído nada — contestó el Viento — . No era lógico que le reservase nada cuando ni siquiera para mí hubo bastante.

Pero la Luna dijo alegremente:

— Mamá, trae un plato para poner lo que te he traído.

Y en él depositó lo que había guardado en las uñas. La madre se volvió entonces hacia el Sol y le dijo:

— Ya que solo has pensado en ti, sin acordarte para nada de mí, te maldigo, y de ahora en adelante tus rayos lo abrasarán todo, las personas te odiarán y en cuanto aparezcas se cubrirán la cabeza.

Por eso el Sol hace sudar y quema la piel.

Volviéndose al Viento, continuó:

— Tú también te olvidaste de tu madre. Desde hoy, soplarás siempre con fuerza, arrancarás los árboles y la gente te maldecirá constantemente.

Es por eso que el Viento siempre es desagradable.

Dicho esto, se volvió hacia la Luna y con voz suave le dijo:

— Tú has sido buena hija, desde este momento serás el astro más dulce, hermoso y plácido. Los hombres te contemplarán amorosamente, y los poetas no cesarán, en el curso de los siglos, de cantarte alabanzas.

Por eso la Luna es tan hermosa y su luz tan acariciadora.