¿Cómo evitar convertirse en animal?

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3 min readMay 29, 2017

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En el teatro existe un trabajo de entrenamiento y de exploración que consiste en transformarse en un animal. Es un juego bastante difícil para algunos, sobre todo para aquellos que piensan todo muy racional y concretamente, hay que dejar volar la imaginación y estar dispuesto a soltar nuestro lado más primitivo, aunque esto implica perder el miedo a arriesgar.

Este ejercicio es muy importante para al trabajo actoral porque ayuda al artista a olvidarse por un momento de su cuerpo cotidiano, a encontrar nuevas maneras de desplazarse, de moverse, de relacionarse y de realizar actividades cotidianas propias de ese animal. Además, se le invita a interpretar diferentes circunstancias que hacen variar de estado al participante. Por ejemplo se le dice: “Imagina que tu animal está en peligro e intenta buscar refugio”, “Se alejó de su manada y la está buscando”, “Está enfadado porque alguien le robó su presa”, “Se perdió su cría y está haciendo todo lo posible para encontrarlo”, entre infinitas posibilidades más, hasta llegar incluso a improvisar historias, para lograr una mejor exploración es necesario que el actor haya observado lo suficiente a su animal, conocerlo.

Lo interesante es que a partir de un ejercicio tan simple, que seguro muchos de nosotros hemos jugado de niños, podemos construir el primer paso y la esencia de un personaje humano, y es que la persona no puede negar que pertenece al reino animal. ¡Somos animales, señores! ¿Pero por qué existe la frase peyorativa que hemos escuchado decir a un micro-busero: “¡Eres un animal!” o del pasajero: “Nos tratan como animales”? ¿Por qué nos sentimos insultados si alguien nos dice eso y sin embargo no nos sentimos insultados si alguien nos dice: “Tiene memoria de elefante” o “Es un tigre en las matemáticas” o “Sigue volando alto”?… El problema se debe quizás a esta dualidad que existe con respecto a nuestro vínculo con la naturaleza. a) Por un lado la exaltamos, la admiramos y nos quedamos impresionados de la belleza y perfección que hay en la naturaleza del reino animal: de los colores del pavo real, de la forma de nadar de los delfines, de la velocidad de las llenas, la capacidad de las abejas de hacer miel, etc. Incluso podríamos tener envidia de ellos. B) Por otro lado, nos consideramos superiores a los animales. Ellos no razonan, no reflexionan, no pueden crear al igual que los hombres. Solo viven el día a día siguiendo sus instintos. Creemos que podemos controlarlos, domarlos, encerrarlos. Pero ¿Hasta qué punto sabemos hacer mejor las cosas que ellos?

Creo que somos muy inteligentes los hombres, más inteligentes que los animales para notar la belleza del mundo y cuidarla. Pero cuando dejamos de respetar al mundo (animales, personas, plantas…) No somos animales, somos peor que animales. El teatro es tan maravilloso que nos demuestra cómo las personas tenemos mucho de animal y el animal tiene mucho del hombre. Gracias al animal podemos ponerle imagen a un sentimiento, a una personalidad o a un estado en el que se encuentre la persona. Esa sensibilidad que tenemos, tan propia del hombre para maravillarnos por lo bello, no nos hace mejores, nos hace necesarios y nos invita a cumplir una función diferente a la de los animales. No de ser mejores, pero sí más importantes para tomar la responsabilidad de cuidar el mundo en el que vivimos.

Escrito por Andrea Zárate

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