Polvo Cuántico

Uein
RevistaPLASMA
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9 min readJun 18, 2017

La mañana del 21 de febrero de 2017, todos despertamos con una fuerte migraña, la lengua pastosa y un ligero sabor a magnesio en la boca. Y cuando digo todos no se trata de una exageración. Esta mañana, todos en el mundo despertamos de la misma forma y nadie sabe por qué. No hay muchos cambios, no al principio al menos, cuando la gente aún no nota la magnitud del evento.Quizás los primeros en darse cuenta que algo ha sucedido no son los científicos del Pentágono, o del CONICET ni el CERN, sino los empleados tras los mostradores en las farmacias, sorprendidos por el repentino aumento en la demanda de ibuprofeno. La humanidad se da el gusto de continuar drogándose en la monotonía de su rutina. Los trenes siguen saliendo con la demora usual y en la radio apenas se habla del extraño suceso.

Kim Novak collection

Yo no alcanzo a darme cuenta de los pequeños cambios hasta llegar a la oficina. Allí encontraré a Viviana y la otra chica tartamudeando con dificultad sobre el dolor de cabeza y el sabor raro en el paladar, y me daré cuenta que comparto los síntomas con las dos urracas. Antes de eso, aun en el auto, me escondo de todo tipo de comunicación radial, y me sumerjo en mi CD compilado de canciones que Ricardo separó (y posteriormente arruinó con su engaño) para mí. Soy patética, lo sé, pero la autoconciencia no va a entrometerse jamás con mis ganas de martirizarme todas las mañanas. Yo aún no lo sé, pero afuera de la atmósfera controlada del Toyota Yaris el mundo se está filtrando de manera casi imperceptible, hasta algo infinitamente más extraño.

Ya cuando estoy en la oficina y los primeros reportes comienzan a llegar, me doy cuenta que el café por primera vez sabe medianamente decente. Nada de esa mierda en polvo que nos hacen tomar, para evitar que nos peguemos un tiro en la frente. El líquido oscuro es filtrado a gotas en una máquina moderna y invade la oficina con el olor tropical de países que nunca conocí y probablemente nunca llegue a hacer. Suena estúpido, pero a la vez apropiado, que el primer indicio del éxodo- así bautizarán más adelante al suceso- que la gorda logra notar esté relacionado con comida.

Cuando vuelvo a mi oficina lista a comentar la calidad del café como una estúpida, la gente me recibe con rostros tiesos y puños apretados. Algo pasó y no es un ataque, ni una bomba ni nada por el estilo. Se trata de algo más… fundamental (como los principios básicos que unen nuestro universo). Todavía no saben qué lo causó ni cuáles son sus efectos completos, pero la televisión nos pide que mantengamos la calma, así que lógicamente María del Carmen es la primera en perder la cabeza y ponerse a llorar y lanzar predicciones esotéricas sobre el fin del mundo y el destino de nuestras almas pecadoras. Si su pastor la viese- todas sabemos además que se lo coge los domingos después de las clases de catequesis de su hijos- seguramente se pondría orgulloso por lo bien que tiene entrenada a su lorita. La tele me pone al día rápidamente con los hechos: Éxodo cuántico ¿Quiénes son estos nuevos refugiados y de dónde vienen? Una música dramática acompaña el informe simplificado para las idiotas como yo que se colgaron fascinadas con una nueva máquina de café como para notar la crisis desarrollándose a su alrededor. Básicamente, al mundo está llegando gente nueva. Gente que no estaba antes, pero a la vez sí. Duplicados, doppelgangers, clones, hombres de sombras. El informe de las 11 nos vuelve a pasar por los mismos casos repetidos. La nena que encontró a su duplicada dentro de un closet mientras se encontraba jugando a las escondidas con sus amigos en el colegio. La ama de casa que casi se desmaya al ver a su esposo con otra mujer, para luego darse cuenta que era ella misma. El policía que al ver a su duplicado patrullando en su puesto usual, teme haber perdido la cabeza y salta directo a las vías del tren. Los incidentes aparentemente se registraron en todas las capitales del mundo. En Moscú la cosa aparentemente está más jodida y ya ejecutaron a un par de generales acusados de traición.

Devuelta en Buenos Aires, un lujoso panel de expertos, hombres de fé, físicos teóricos, escritores de ciencia ficción y vedettes formadoras de opinión intentan darle sentido al cambio de paradigma; y si es posible mitigar un poco la espontánea crisis existencial por la que todos estamos pasando. Todos hablan los unos con los otros, tildando a unos de mentirosos, y a otros de ciegos, mientras las tetas falsas y labios inflados de botox de Romina De Grassi intentan moderar la discusión y poner orden entre tanto bardo. Y allí, parada frente a la televisión viendo como la historia de la humanidad pisa el acelerador a fondo, en lo único que puedo pensar es en Ricardo y su pendeja. ¿Estarán los dos aterrorizados? ¿O se mantendrá él estoico y seguro, una piedra en la que la chiquilina pueda apoyar sus tetas plásticas y llorar su ansiedad, en los instantes previos a aquel salvaje polvo cuántico que seguramente se pegarán?

— Pero Padre Filigari,¿ hay acaso indicios de la presencia de otros mundos en el tercer testamento?

— Nada de eso importa Romina, este evento acaba de anular para siempre a todas las religiones del planeta.

— Bueno, yo no iría tan lejos como para decir eso…

— Lo importante es asegurarnos que esta gente esté contenida, no sabemos quiénes son, ni de dónde vienen realmente. Pueden ser mala gente, pueden tener enfermedades. ¿Cómo sabemos que esa otra Tierra no nos está encajando a esta gente a propósito?

Inmediatamente uno le grita Nazi al otro y el panel estalla nuevamente en gritos y acusaciones. Nadie entiende lo que está pasando realmente, y si Romina De Grassi, con su pelo platinado y sus tacos Awada no puede darme una explicación clara, yo no voy a comenzar a entender nada de esto. Por suerte está Marco a mi lado, el pendejo de sistemas, que se muere de ganas de probarnos a todas que le deberíamos tocar el pito porque es el único que lee 4 libros al mes y su escritorio siempre tiene un ejemplar de Popular Mechanics (y encima en inglés) . Le pido que me explique, y el pibe se toma su tiempo mientras se limpia los anteojos con un pañuelito que lleva en el bolsillo de la camisa.

— Arrancó en Bulgaria. O al menos ahí encontraron los primeros casos. Parecen aparecer por todos lados sin el menor aviso. Si hay algún patrón, aún no lo sacamos.

— Quienes aparecen? — le pregunto.- extraterrestres?

Marco sonríe mientras propone una pausa dramática a su historia.

— No. No son extraterrestres. Son…. Gente. Duplicados. Copias de personas. Seres de otra dimensión, de otro universo. Mirá, según Hugh Everet el físico…

— Marco, no soy estúpida y tengo acceso a youtube, sé lo que son los universos paralelos.

Ya son las 11 y veinte de la mañana y la migraña que me está jodiendo desde que me levanté no parece querer dejar de hacerlo. Escapo de las explicaciones de Marco, que rápidamente encuentra otra alumnita desesperada, y me escondo en el baño. El agua fresca me saca un poco del mambo que tengo en la cabeza y me reacomoda las ideas. Como siempre, las muy forras vuelven a orbitar en el recuerdo de Ricardo. Mi puta imaginación de pre menopáusica rabiosa me sigue bombardeando con imágenes de la zorra esa llorando en su pecho, moqueando la camiseta de Judas Priest que yo le regalé en su cumpleaños mientras él la abraza con esos bíceps de gimnasio y squash con los chicos los viernes. Que rota me dejó ese forro.

Las luces blancas del baño se sienten como el sol del puto Sahara. Me prendo un pucho, el primero de la semana. Sé que está prohibido, pero que los de recursos humanos se vayan a la mierda, el mundo está en medio de una crisis humanitaria y con algo tengo que combatir el dolor de cabeza. Me quedo entonces, encerrada en el cubículo, arrasando con el atado hasta llegar a la mitad y es recién ahí cuando tomo la decisión.

— Es el fin del mundo- me afirmo — y no me voy a morir sola.

Salgo como un tornado del baño, un huracán de calentura y hormonas, escucho que Janet la de contabilidad me dice algo a la volada. Lógicamente no le presto atención, como la mayoría de cosas que Janet de contabilidad me dice. Voy directo al estacionamiento y, el encargado de cuidar los coches, uno nuevo que hasta hoy no había visto, me saluda detrás del diario. Es Lunes y debería estar limpiando mi auto, pero hoy se lo perdono, porque bueno, el mundo se está acabando.

— Que sorpresa vos por acá — pregunta o afirma, es difícil determinar — Claro, te vas a rajar. Yo también debería hacer lo mismo.

Le digo algo sin saber muy bien que, y me pongo a buscar mi auto como una desquiciada. Juraría que lo dejé en el segundo piso como siempre, pero el maldito cacharro no da señales de vida, cuando lo busco con la alarma. Pienso en mi mala leche, y en la posibilidad del auto filtrándose a ese otro universo paralelo. Pienso lo estúpido que suena, pero hoy eso no suena tan descabellado.

Paro un taxi con la mano izquierda mientras con la derecha anoto la dirección en el GPS del celular. El maldito aparato me refriega la rutina perdida con su historial de lugares más visitados. Hubo unos meses, en el que mi hobby entre fantasear con el suicidio y comerme la tristeza con helado de dulce de leche, era viajar diariamente al departamento de Ricardo. Es uno de esos pisos modernos con ventanas amplias y persianas siempre abiertas, invitándonos al resto de los mortales a ver la maravillosa vida que él tiene con su nueva hembra.

Cuando llego sin embargo, lo encuentro distinto. Ya no cuelgan en las paredes esas lámparas chinas de papel, ni los cuadros de arte abstracto que compraron en el MoMa en su segundo viaje a NY. No, la casa está mucho más mundana, más básica, más….como yo.

Mientras me armo de valor y desenvaino el chamuyo, el mundo vuelve a perder sentido. O a re acomodarse y amoldarse a uno nuevo y lleno de posibilidades. Sucede que parada apoyada en el balcón y con esa cara de estúpida preocupación perpetua, no está la pendeja de las piernas hasta acá y las tetas más firmes que una baldosa. La mujer que está tomando su café mientras mira hacia la calle, no tiene el pelo rubio almendra ni la piel cremosa, ni el olor a perra fértil, es una mina más chata, de facciones más comunes, y con el pelo medio encenizado. La flaca que está casualmente tomando el café del desayuno soy yo, recién despierta, y a su costado está Ricardo. Abrazándola. Abrazándome. Es una visión sacada de la carátula de un cuento pedorro de ciencia ficción o de una pesadilla, ¿pero las pesadillas también son sueños no?

Ahora todo comienza a tomar un poco más de sentido. Hay dos yo en este mundo que se acaba, pero este no es mi mundo. Pero puede serlo. Paciencia tengo, ganas no faltan. Ricardo puede estar cagando a está versión mía, o quizás aún no se hartó, o quizás la ama de verdad. Da igual, el resultado es el mismo. Un plan inevitablemente comienza a formarse en mi cabeza. Me pregunto si será suicidio o homicidio. Me sorprendo al darme cuenta que no me hace diferencia. Por primera vez en el día, en la semana o en en año tengo las ideas claras. Un objetivo determinado, una misión a cumplir. La migraña disminuye y puedo sentir a mi corazón bombeando sangre a mis puños que se cierran con determinación homicida. Hoy es el fin del mundo …y el comienzo de uno nuevo.

Kim Novak (x2) y Jimmy Stewart en Vertigo — A. Hitchcock

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Uein
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Terrícola que edita una publicación Sci-fi con otros tres terrícolas.