Nueces.

Lorena Peña Brito
RIPAZ
3 min readApr 7, 2020

--

Para Mariana Va. Basado en un texto suyo.

Cuando cumplí once años tuve un episodio de ahogamiento. Jamás lo conté a nadie. Aunque cerca de la orilla, llegué en el mar a un cruce de corrientes del que no podía salir. El mar de Cerritos es a veces traidor y ya se sabe. Experimentar a esa edad la oposición de fuerzas marítimas me marcó. Sobre todo, nunca pude olvidar la sensación en la garganta al tragar agua involuntariamente, por reflejo. Treinta años después sigo sintiendo ese recuerdo en el esófago.

Me abruma sentir con demasiada intensidad una sola parte del cuerpo. Empecé a obsesionarme con las gargantas, los cuellos, las tráqueas y las nueces de adán de las personas. Me obsesionan al grado suficiente como para crear una colección de fotografías al respecto. Tomadas de internet, e impresas en papel bond por impresora casera. De hombres o mujeres, a veces impresas a color, a veces en escala de grises, esas fotografías me dan la tranquilidad que da saber que tienes el antídoto de un veneno que aunque parezca absurdo que llegue a tu sangre, es posible que esté cerca.

Ayer vino N a casa a recoger los libros que prometí prestarle. Mientras nos preparé café, aprovechó para buscarlos entre las repisas y las gavetas del secreter que está en la sala. Accidentalmente encontró las fotos de nueces y pescuezos. Qué molesto es que la gente meta las manos y los ojos entre tus cosas apiladas. Sobrepuesto OK, pero apilado jamás se toca.

Cuando vi el legajo de impresiones en sus manos escuché una carcajada, mitigada apenas por la mano en su boca como suele hacer: ¡¿Qué es esto?!

No supe qué decir. Es… una… curaduría de nueces, balbuceé. Como si fuera un chiste y una sorpresa, se puso más o menos seria y me preguntó si era un proyecto para algo en específico. Traté de mentir rápidamente y contesté que era para una exposición en una galería experimental (me la mamé) y que necesitaba instalar una fuente para la muestra, justo a mitad de una de las salas (seguí mamando). Con tal de evitar que descubriera mis disfunciones sicológicas y emocionales, tuve que inventar allí mismo el diseño y dibujé una fuente con la forma de un cuello, desde la superficie de los hombros hasta concluir en una boca entreabierta. En vez de borbotones o chorros de agua saldría del prototipo vapor, con un ruidito que sonaría pssss… pssss…como una brisa pssss. Cuando terminé el dibujo me dijo “está chida”. Acto seguido corrió a la cocina por azúcar para su taza de café. Abrió la alacena y elogiando el orden impecable de mis frascos, acomodados por tamaño y color, preguntó si tenía canela en polvo. Sin esperar mi respuesta, la encontró sola, puso un poco en el café y al primer trago apresurado empezó a toser. Se tocó el cuello con las manos y cuando corroboré que estaría bien solo alcancé a decir para mis adentros: “vergas”.

LPB. 2019.

--

--

Lorena Peña Brito
RIPAZ
Writer for

Curadora, escritora, gestora cultural. Buscadora de la pierna y la mano que se quedaron en el camino.