🎫 | Espero que vuelvas, aunque ya nada vaya a ser igual [Crónica]

Pasaron dos noches de Rockal.Live que nunca vamos a olvidar. Una banda que soñamos cantó todo lo que anhelamos y llenó de magia La Pascasia. Desde Argentina, El Mató A Un Policía Motorizado presentó La Síntesis O’Konor.

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3 min readJul 27, 2019

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Foto: Sebastián Mesa (@smesa827)

Llego tarde a muchos lados, pero nunca a un concierto. Nada me abstrae más de la rutina que un buen show de rock, pequeño e íntimo, sin protocolos. La música en vivo como terapia emocional. No para interactuar más en sociedad, no para enfilar mi conducta en los estándares lo “estable”, sino para inmiscuirse en mi propia mente sin guía alguna para que afloren los recuerdos dolorosos con morbo asesino. Aunque vaya solo, realmente nunca lo estoy.

El esperado debut de Él Mató A Un Policía Motorizado en Medellín había generado más que expectativa. Un corridillo de emoción como aquellos de antaño. Creó un hermoso mito abnegado alrededor de la banda argentina que, a pesar siempre ha sido admirada desde la distancia, guarda una relación espontánea y poética con nuestra ciudad gracias a su narrativa sincera y juvenil; gracias a su cercanía con el fútbol, gracias a un empecinado tono nostálgico hacia las mujeres, a su actitud humilde pero un tanto orgullosa de sus orígenes.

Tenemos más en común con los rioplatenses de lo que en verdad nos percatamos. Por ello, aquellos que acudimos a La Pascasia durante esas dos calurosas noches de marzo salimos revitalizados no simplemente por la euforia obvia, los pocos amigos y el licor casual, sino porque nada oxigena más el alma que la catarsis mediante el reencuentro con lo auténtico, con lo poco que vale la pena dentro de nosotros mismos. Ese es el mensaje fundamental en la lírica del quinteto: uno que resalta por encima del ornamento y la pretensión fútil, a los pasatiempos de la adolescencia, la vulnerabilidad propia del amor, la belleza de no tener dinero ni necesitarlo, el rechazo, la soledad y el miedo al fracaso.

Foto: Sebastian Mesa (@smesa827)

Como músicos, no hay nada que pueda agregar lo que cualquier otro asistente — porque a fin de cuentas es lo único que soy — pueda describirles: un ensamble instrumental cercano a la perfección, ejecución impoluta, niveles precisos de ruido y armonías dulces. Una a una sus canciones más representativas provenientes desde su primer álbum homónimo fueron alternadas con aquellas que comprenden la totalidad de su último esfuerzo La Síntesis O’Konor. Entre ellas: Sábado”, “Navidad en los Santos”, “Chica Rutera”, “Dia de los Muertos”, “Mi Próximo Movimiento”, “El Magnetismo”, “Chica de Oro”, “El Fuego que hemos Construido” (más una mención especial para “Madre” y “Dos Galaxias”). Un recorrido envidiable e imposible de reprochar para Santiago y compañía, quienes incluso dejaron a un lado la adulación innecesaria y tocaron de corrido durante casi dos horas de electricidad y empatía pura.

“Aquí es donde nosotros nos bajamos, ustedes aplauden y regresamos. ¿Quieren que sigamos? Entonces ya está.

Es mi obligación, no como reportero, crítico ni nada parecido, sino como un fanático común y corriente, el hablarles con honestidad desde el fondo de mi corazón e intentar hacerles saber lo que representó ese recital en particular. No vamos a los conciertos de rock sólo a observar, vamos a vivir, a vivir en realidad. A ser despreocupadamente diferentes y narcisamanente irresponsables. A acumular nuevos recuerdos para el futuro. Yo, personalmente, ese viernes de ensueño por primera vez en casi un año dejé de aferrarme al pasado.

Volví a confiar a ciegas en que todo va a estar, mínimamente, más o menos bien.

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