🎫 | Jorge Drexler nació para ser músico y nosotros para darle las gracias [Crónica]

Un día de homenajes para la música, los amigos y la vida

Lorena Tamayo González
Rockal
6 min readAug 22, 2019

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Juan Pablo Urrego (@otroquetomafotos)

Las ansias se apoderaron de nosotros desde el momento en que supimos que Jorge Drexler tocaría por tercera vez en Medellín y que en esa ocasión tendríamos la oportunidad de escucharlo en vivo. Compramos las entradas el mismo día que salieron a la venta, como si hacerlo nos llevara inmediatamente al concierto. Ese 6 de abril fue un día esperado con ansiedad; estuve en las afueras del Teatro Metropolitano desde las 5:00pm. Anduve el lugar, me senté, leí, esperé. Hacía tiempo mientras mi mejor amigo llegaba, demoró un buen rato porque había dejado las boletas en casa y tuvo que devolverse casi desde el sitio del concierto.

Eran ya las 8:00pm cuando mi amigo llegó. Nos abrazamos por más de un minuto. No lo dijimos, pero sentíamos esa alegría anticipada de la que habla Jorge en una de sus canciones. Me sentía pequeña frente a la magnitud del acontecimiento, me sentía sobrecogida, me sentía feliz. Esperamos un rato en la entrada del teatro, unos bebían vino, otros café y nosotros sólo esperábamos.

Cuándo abrieron las puertas corrí a buscar mi asiento con la impaciencia de una niña. Repasaba en mi mente los álbumes de Jorge y cada una de sus canciones, no quería dejar de cantar ninguna. En cuanto sonó el primer acorde yo apreté la mano de la persona que tenía al lado y grité para mí: ¡Hijueputa, es Jorge Drexler! Yo quería llorar, no fui capaz de cantar la primera canción completa. Escuché cómo los demás lo hacían y conforme pasaban los segundos hice más mía la música de Jorge, todos parecían hacerlo.

Desde el primer minuto supe valió la pena todo lo que nos llevó hasta ese momento. Coreábamos Movimiento “ Yo no soy de aquí, pero tu tampoco. De ningún lado del todo y de todos lados un poco”. de este fragmento se desprende una de las premisas que me hace admirar a Jorge, según la cual, él parece no pertenecer a un lugar en específico,sin embargo, está siempre en el lugar y el instante preciso para soltar sus canciones; llevando a qué corazones, quién sabe qué sentimientos.

Realmente podíamos sentirnos cercanos a la razón de su música, que es ponernos al filo de su realidad contada a través de la poesía y los ritmos del mundo. A veces pienso que quienes escuchamos su música lo conocemos de manera genuina. Él era el mar y al escucharlo era ir Rio abajo.

Juan Pablo Urrego (@otroquetomafotos)

Con el transcurrir de las canciones surtía el efecto el hechizo de sus Abracadabras. Todas esas canciones que soltaba en el viento nos llegaban de manera casi mágica; la acústica del lugar les acentuaba esa cualidad en ellas. Nos entregaba sus versos y nosotros los recibíamos con las manos y el corazón abiertos, como recibiendo un regalo de la vida.

En ese momento comprendí que había nacido para estar en ese punto, él para ser músico y nosotros para darle las gracias. También de todo el amor al que podemos tener acceso a través de las canciones que siguen viajando a través de nosotros en el concierto. Las luces del teatro se apagan y queda una que asemeja a un faro. Mientras las luz viaja a través del teatro Drexler nos cuenta el origen de la canción 12 segundos de oscuridad. Cabo Polonio, Uruguay, no hay luz, excepto la del faro, que recorre el camino por 12 segundos. La relevancia de la oscuridad como maestra en el camino.

Después de un momento sublime de oscuridad, el ánimo cambió con la canción se su nuevo álbum. Estalactitas, una canción que habla de la alegría desmedida del amor juvenil y cómo el tiempo podía usarse de todas las maneras porque era lo único que se podía ofrecer en ese momento. Todos entonaban los monosílabos “Na, na, na, na, na” entregados por completo a la alegría.

Comenzó Universos paralelos, y fue entonces cuando vi a la mayoría de las personas ponerse de pie, la canción nos regaló más ánimo, bailábamos y nos dejamos encantar por la forma en que Jorge bailaba. Luego de quedarnos un rato en discos pasados. Llegó el momento de tocar las canciones su nueva creación discográfica, Despedir a los glaciares, homenaje a Leonard Cohen y a los glaciares que desaparecen en Venezuela. Asilo para describir la sensación de estar dentro de una guitarra alejados por un momento de la ciudad. Salvavidas de hielo y duró el concierto lo que duró ese amor.

Juan Pablo Urrego (@otroquetomafotos)

Un silencio expectante se adueñó del recinto mientras se hacía la transición al siguiente canción. Silencio que fue profanado por un solitario grito: “¡guitarra y vos!” no estaba planeada pero Jorge quiso darnos ese regalo. Nos enseñó entonces con chasquidos a aprovechar la acústica del lugar para unirnos a él y darle más vida a la canción

De la misma manera inesperada, invitó a Pala a cantar Hermana duda al escenario. Mi amigo y yo anhelábamos escucharlos juntos, así que fue una razón más para estar agradecidos. Era el tiempo de dar las gracias a los amigos, para Jorge y para mí. Sonó Milonga del moro judío, un regalo que recibió Jorge de Joaquín Sabina, regalo que le cambiaría la vida entera y la principal razón por la que le escribió Pongamos que hablo de Martínez. Alto al fuego y Free Falling. Más homenajes; era un día para hacerlos, a la música, a los amigos y a la vida.

Juan Pablo Urrego (@otroquetomafotos)

De la misma manera, la siguiente canción le hacía honor al Silencio, Jorge parecía tener una maestría en manejar al público. Queríamos escucharlo y al mismo tiempo escuchar el silencio en el que enfatizaba. Un mutismo bellísimo se dejaba apreciar cada que él pronunciaba la palabra “silencio”. Telefonía, perfecta para aquellos que gustan de dedicar canciones por notas de voz cuando se está en un concierto.

Dos canciones del álbum Bailar en la cueva le ponían la cuota final al concierto. La homónima Bailar en la cueva y La Luna de Rasquí. Mientras sonaba la primera, Jorge bajó del escenario pero yo estaba muy lejos, quise lanzarme sin pensar, aunque volví de inmediato a mis cabales, fue un momento de fan enamorada. Cuando sonó la segunda, me conmoví: — Quisiera estar en Rasquí — le dije a mi amigo. — Ya estamos ahí — me respondió — . Esto es Rasquí, aquí y ahora. Disfrutá. Yo sonreí, sus palabras fueron acertadas, Aquel recinto era lo que anhelaba; un lugar inalcanzable para la pena.

De verdad pensamos que había sido el final del concierto, nuestros rostros agradecían, ya estábamos saliendo del teatro. Cuando vimos a Jorge regresar, bajamos corriendo hasta quedar casi en primera fila del escenario. Cantó Quimera, una canción que me recuerda que somos los sueños que mantenemos vivos, como el sueño que significó para muchos el haber estado allí. Drexler y sus colegas se despidieron con una venia, gesto que no sólo marcó el indiscutible final de la noche, sino un antes y un después en la vida de quienes pudimos sentir ese día la magia de escuchar a Jorge Drexler en vivo.

(@otroquetomafotos)

Gracias a la persona que estuvo ahí conmigo y compartió la música con un amor incomparable. Gracias también porque me enseñó que lo efímero es una constante en la vida y que ahí está la belleza de la misma.

Gracias otra vez.

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Lorena Tamayo González
Rockal

Escribo sobre música y me divierto en el proceso "Llegar a ser quien soy, y escuchar mil veces mi corazón"❤️‍🔥